En español, es una suerte, diferenciamos el concepto ser del de estar. No como los reservados ingleses que no aclaran si son porque están o, más bien, si están porque son, allá ellos. Vayamos a lo nuestro: si consideramos los dos verbos se observa que el concepto ser resulta un poco más complejo y además la filosofía se nos echa encima en cuanto queremos analizar el tal verbo con algún detalle. Sin embargo, el sentido del verbo estar resulta más sencillo y no hace falta sumergirnos hasta profundidades coplicadas ni elevarnos demasiado. Considerémoslo: si tan solo digo soy, surge al instante ante nosotros, desde sus raies griegas hasta el mismo Descartes, por entender que si afirmo tal cosa es porque pienso, -"cogito ergo sum" dicho sea en latín como ha trascendido entre nostros- lo que en mi caso, eso de pensar, a veces, resulta algo cansado. Además las incógnitas se agigantan cuando tan solo me hago a mí mismo la pregunta de cómo soy en realidad, ya que las respuestas serían tan variadas como el número de opiniones que se consiguieran. No resultaría lo mismo como me creo y me considero yo a como lo hacen los demás, por lo que mejor resulta no formular tal pregunta, no vaya a ser que lo que oiga no resulte tan grato.
Lo de estar, en principio, parece que tiene menos complicaciones: estoy aquí, junto al teléfono que también está, y esos papeles, unos con escritura incluída, otros vírgenes todavía, blancos, ¿inmaculados? no diría tanto porque entonces ya nos introduciriamos en el campo del ser, de la esencia que ya calificamos de más cumplicada, incluso dejando las filosofías aparte. Estamos, eso sí y mi mano cerca, inmovil sobre la mesa, a la vista. A poca distancia también hay un pisapapeles de cristal con el don de reflejar casi como lo haría un espejo, otros objetos, en este caso una serie de libros que reposan en la estantería. Libros con las hojas repletas de letras que al guardar un cierto orden crean un mundo de ideas que están, permanecen ¿cómo mi mano, cómo el teléfono? Con esta pregunta la cosa se complica. Parece que hay diversas maneras de estar. Podemos pensar que las ideas van y vienen sobre todo cuando el emisor es un hombre el que las elabora, las cambia, hasta las olvida todas dentro del cerebro. Mas las ideas que guardan los libros entre sus tapas resultan unas ideas que permanecen, que están estáticamente, como el teléfono, como el pisapepeles.¿Cómo mi mano? no exactamente parece que deberíamos responder para resultar sinceros, porque la mano es únicamente un apéndice del cuerpo sin independencia, sujeta a las órdenes que le lleguen del cerebro, realizando podriamos decir, una guardia especial como de centinela atento y cumplidor.
Con tanto análisis del verbo estar aparentemente tan sencillo y claro, las ideas se van complicando al surgir esa realidad que se tiñe de permanencia, frente a la móvil situación de otras situaciones que abarca el vocablo estar que tanto nos ayuda a los que hablamos español a diferenciar dos conceptos con una vecindad tan crucial y que en tantas ocasiones se complementan y nos presentan situaciones tan esenciales como esta: soy porque estoy, aunque en realidad, quizá, sea más verdadero el estoy porque soy. Lo que ya complica bastante más la situación, por lo que abandono la cuestión y paso a solucionarla con algo tan sencillo como mirarme en el espejo y comprobar las dos cosas: que soy todavía porque todavía estoy, lo que me deja tranquilo, en un cómodo nirvana que me relaja bastante.
viernes, 27 de septiembre de 2013
domingo, 10 de marzo de 2013
CAPRILES, LA ESPERANZA
Con un jefe de Estado que se adorna con una vestimenta de claros recuerdos folklóricos, el tal Evo Morales, otro que trata de imitarlo, el presidente del Ecuador, sustituyendo la tradicional camisa por un nuevo diseño para mí desconocido; otro más, el iraní, que si bien se despojó del turbante, no acepta la corbata seguramente por ser un detalle demasiado burgués y se presenta despechugado, aunque luego sí se enfunda en la chaqueta tradicional, la americana además que trae tantos tufillos imperialistas por lo menos en el nombre. Y para acabar, como remate o como principio, el "heredero" como ya le han bautizado, Maduro se apellida, aparece envuelto en una bandera venezolana en forma de chaquetón patriotico. No hay posibiluidad digo, con tales atuendos que la escena ofrezca el empaque que se debe esperar en las despedidas oficiales hasta la eternidad de un jefe de Estado. Luego en los funerales religiosos, ya más trajeados la mayoría, el apellidado Maduro imitando la locuacidad de su predecesor, empleó media hora larga nada menos en una exaltada alocución en la que prometía la continuidad del llamdo chavismo, porque, dijo, "la batalla -no sé contra quien- continúa" ya que "Chávez sigue invicto, puro, transparente, vivo para siempre". Gracias a que luego el obispo bajó el tema a la reqalidad más humana y pidió a Cristo que conceda al fallecido "el perdón de sus pecados que como débil humano cometió".
Mintras tanto, el país, Venezuela, la rica Venezuela sigue empobreciéndose, ya que los subsidios y ayudas sociales para los más necesitados tan necesarias y por las que tan agradecidos se muestran, carecen de base lógica económicamente consideradas. Solo resultan un producto más de la demagogia populista de un socialismo muy personal que con las ganancias que proporciona el petróleo, ha conseguido crear la farsa de un sociaslismo llamado bolivariano no sé porqué. Mientras, el país, improductivo en todo lo demás no puede ni refinar su petróleo que tiene que mandar a Brasil para que lo convierta en gasolina que luego importa. Como consecuecia de tanto despropósito, la hora de la verdad: la moneda nacional, el bolívar, vuelve a depreciarse con lo que el encarecimiento geeral se eleva hasta límites insoportables, ya que los alimatos en general tantas veces escasean porque deben de ser importados. La fértil tierra venezolana que admite al menos dos cosechas anuales, permanece improductiva. Mientras, la farsa dictatorial impuesta, airea el grito de "Patria o muerte", copiando a la Cuba irredenta que tanto ha apoyado al Chávez dadivoso que proporciona tan ventajosamente el petróleo que necesita. Y Bolivia y Ecuador siguen recogiendo esas ideas que dicen bolivariana y que para nada recuerdan a Simón Bolívar, el militar que traicionando a la bandera que juró, terminó sus días solo, enfermo y abandonado de esos países que ahora montan la farsa política que vemos, en un intento de dar consistencia y sustancia, aunque sea vacía de contenido, a sus aspiraciones políticas de dominio, siempre destructivo. Chávez que tan manipuilada ha visto su larga agonía, fue el inventor.
Aquí, desde España, el país que acertó a inaugurar lo que bautizó como liberalismo político que trasladó a esas tierras de la otra orilla, y como consecuencia, tanto en Caracas, como en Méjico como en Lima se pregonaron tales ideas de apertura y comprensión en la Prensa y entre la sociedad, antes de que ni siquiera se mentara tal ideal político en Londres o París. Desde España digo, vemos sin embargo como tantos se olvidaron de tal avance y la intransigencia política se impuso y parece imperar. Por eso, los nuevos dirigentes, pretenden perpetuarse en el poder a pesar de las elecciones ya tan próximas, idealizando, endiosando casi a ese Chávez cuyo cadáver van a embalsamar. ¡Cuidado! que todo eso puede resultar gafe, pavoso como dicen en Venezuela; que se fijen en lo ocurrido con los restos de Lenin, de Mao, o de Ho Chi Minh, ¿qué queda de ellos, de sus ideas? Tan solo su mal recuerdo.
Al otro extremo del gestero y lacrimoso duelo, la Mesa de la Unidad Democrática ya ha confirmado de nuevo su confianza en Capriles, gobernador del estado de Miranda, para que acuda como candidato otra vez a las elecciones presidenciales en las que ignoro si conseguirá el triunfo. Un poco pronto me parece para que los ecos de ese duelo con sus gestos tan llamativos, permitan allanar el camino para alcanzar el cambio necesario. Pero no hay que olvidar que el futuro comienza ahora Confiemos, pues, ya que, por fin, Chávez se calló, en ese futuro y en la juventud del candidato. Yo, particularmente, siempre he confiado en Capriles; desde hace mucho.
Mintras tanto, el país, Venezuela, la rica Venezuela sigue empobreciéndose, ya que los subsidios y ayudas sociales para los más necesitados tan necesarias y por las que tan agradecidos se muestran, carecen de base lógica económicamente consideradas. Solo resultan un producto más de la demagogia populista de un socialismo muy personal que con las ganancias que proporciona el petróleo, ha conseguido crear la farsa de un sociaslismo llamado bolivariano no sé porqué. Mientras, el país, improductivo en todo lo demás no puede ni refinar su petróleo que tiene que mandar a Brasil para que lo convierta en gasolina que luego importa. Como consecuecia de tanto despropósito, la hora de la verdad: la moneda nacional, el bolívar, vuelve a depreciarse con lo que el encarecimiento geeral se eleva hasta límites insoportables, ya que los alimatos en general tantas veces escasean porque deben de ser importados. La fértil tierra venezolana que admite al menos dos cosechas anuales, permanece improductiva. Mientras, la farsa dictatorial impuesta, airea el grito de "Patria o muerte", copiando a la Cuba irredenta que tanto ha apoyado al Chávez dadivoso que proporciona tan ventajosamente el petróleo que necesita. Y Bolivia y Ecuador siguen recogiendo esas ideas que dicen bolivariana y que para nada recuerdan a Simón Bolívar, el militar que traicionando a la bandera que juró, terminó sus días solo, enfermo y abandonado de esos países que ahora montan la farsa política que vemos, en un intento de dar consistencia y sustancia, aunque sea vacía de contenido, a sus aspiraciones políticas de dominio, siempre destructivo. Chávez que tan manipuilada ha visto su larga agonía, fue el inventor.
Aquí, desde España, el país que acertó a inaugurar lo que bautizó como liberalismo político que trasladó a esas tierras de la otra orilla, y como consecuencia, tanto en Caracas, como en Méjico como en Lima se pregonaron tales ideas de apertura y comprensión en la Prensa y entre la sociedad, antes de que ni siquiera se mentara tal ideal político en Londres o París. Desde España digo, vemos sin embargo como tantos se olvidaron de tal avance y la intransigencia política se impuso y parece imperar. Por eso, los nuevos dirigentes, pretenden perpetuarse en el poder a pesar de las elecciones ya tan próximas, idealizando, endiosando casi a ese Chávez cuyo cadáver van a embalsamar. ¡Cuidado! que todo eso puede resultar gafe, pavoso como dicen en Venezuela; que se fijen en lo ocurrido con los restos de Lenin, de Mao, o de Ho Chi Minh, ¿qué queda de ellos, de sus ideas? Tan solo su mal recuerdo.
Al otro extremo del gestero y lacrimoso duelo, la Mesa de la Unidad Democrática ya ha confirmado de nuevo su confianza en Capriles, gobernador del estado de Miranda, para que acuda como candidato otra vez a las elecciones presidenciales en las que ignoro si conseguirá el triunfo. Un poco pronto me parece para que los ecos de ese duelo con sus gestos tan llamativos, permitan allanar el camino para alcanzar el cambio necesario. Pero no hay que olvidar que el futuro comienza ahora Confiemos, pues, ya que, por fin, Chávez se calló, en ese futuro y en la juventud del candidato. Yo, particularmente, siempre he confiado en Capriles; desde hace mucho.
miércoles, 30 de enero de 2013
MIRANDO POR EL RETROVISOR PARA SEGUIR
Con los años amontonados encima o dentro de uno, cuando son muchos, surge la tentación de echar una mirada al camino recorrido y ya amortizado y hasta prescrito, juzgar lo acontecido o, al menos, observarlo simplemente. Los lamentos surgirán sin duda con espontaneidad al considerar las equivocaciones en las que uno ha incurrido y las sonrisas lucirán a la vez cuando el éxito o al menos el acierto surja en algún otro momento.
Naturalmente que habrá gente presuntuosa que trate de presumir de lo que fue cuando la fuerza y el ímpetu facilitaban su marcha a través de esa selva de asfalto en la que ha discurrido la vida de la mayoría. Pero otros, observando la trayectoria de su existencia, aparte de los posibles éxitos o fracasos habidos, considerando sólo lo esencial y vislumbrando el cercano final obligatorio, la verdad en definitiva de la que nadie escapa, ningún ser viviente, planta o animal, pasarán a considerarse sobre todo en su realidad indiscutible, la de un ser viviente más, uno más, con el otoño ya vencido, a la espera de lo que venga. A mí me pasa y con humildad en tales momentos de íntima confesión, sólo me veo como un hombre más, ya saben zoólogicamente clasificados como estamos en el grupo de los primates, un primate en mi caso, todo hay que decirlo para distinguirme, gafoso y ya un poco teniente de oido, que ha cumplido, eso sí, con el mandato divino fundamental: he nacido, he crecido y me he reproducido, exactamente multiplicado por tres. Y aquí estoy a pecho descubierto, resistiendo las embestidas que todavía llegan, sin más escudo que el que proporciona la resignación y tratando de recrearme, eso sí, con los recuerdos gratos que, si bien se miran, resultan en resumidas cuentas los que corresponden a aquellos que se adornan con claros rasgos de entrega desisinteresada, generosa incluso. Y entonces observo que, en verdad, resumiendo, únicamente he sido lo que he dado y es, en resumidas cuentas, lo que ahí, aquí se queda.
¿Presume entonces de ello?, pueden preguntarme. Creo que no, respondería con sinceridad; sólo agradezco que haya podido ser así y me complazco con su recuerdo. Mas para ser sincero debo añadir que todavía hay tiempo, -yo lo tengo- para acrecentar ese entretenimiento echando mano si se puede de las realidades o quizá de las ensoñaciones que, muchas veces, cobran vida y vigor si me adentro en el amplio campo que me brinda la imaginación suelta y libre para que lo recorra. Sin embargo observo, es curioso, que esas ensoñaciones o deseos, a veces realidades, no están muy alejadas, en el fondo, de los recuerdos que se han ido amontonando en el transcurso de los años vividos. Recuerdos e imaginación que no se encuentran por lo que veo muy distantes entre si y que otorgan razón y vida a esas posibles ensoñaciones que permiten a la vez que renezca o se prolongue, una sensación de existencia nueva de la que nos vemos autores y guías, con lo que surge una especie de optimismo y esperanza que nos adentra en un horizonte amplio y risueño con el que, al menos, podemos solazarnos. Es vivir, seguir viviendo. ¿Qué otra cosa ha sido la existencia pasada de todos nosotros, sino la marcha más o menos dura, más o menos alegre o acaso incluso dolorosa en ocasiones durante los sucesivos intentos, deseos de alcanzar esas metas que entonces anhelabamos?
Oteemos, por tanto todavía los más vetustos nuevos horizontes. Están ahí al alcance de nuestra imaginación. Se abren generosos y nosotros cargados como vamos con la gran mochila de nuestros recuerdos, de nuestra vida todavía palpitante, enfilémonos hacia ellos. Es, al menos, un ejercicio que nos ayudará a alegrar la marcha que nos queda.
Naturalmente que habrá gente presuntuosa que trate de presumir de lo que fue cuando la fuerza y el ímpetu facilitaban su marcha a través de esa selva de asfalto en la que ha discurrido la vida de la mayoría. Pero otros, observando la trayectoria de su existencia, aparte de los posibles éxitos o fracasos habidos, considerando sólo lo esencial y vislumbrando el cercano final obligatorio, la verdad en definitiva de la que nadie escapa, ningún ser viviente, planta o animal, pasarán a considerarse sobre todo en su realidad indiscutible, la de un ser viviente más, uno más, con el otoño ya vencido, a la espera de lo que venga. A mí me pasa y con humildad en tales momentos de íntima confesión, sólo me veo como un hombre más, ya saben zoólogicamente clasificados como estamos en el grupo de los primates, un primate en mi caso, todo hay que decirlo para distinguirme, gafoso y ya un poco teniente de oido, que ha cumplido, eso sí, con el mandato divino fundamental: he nacido, he crecido y me he reproducido, exactamente multiplicado por tres. Y aquí estoy a pecho descubierto, resistiendo las embestidas que todavía llegan, sin más escudo que el que proporciona la resignación y tratando de recrearme, eso sí, con los recuerdos gratos que, si bien se miran, resultan en resumidas cuentas los que corresponden a aquellos que se adornan con claros rasgos de entrega desisinteresada, generosa incluso. Y entonces observo que, en verdad, resumiendo, únicamente he sido lo que he dado y es, en resumidas cuentas, lo que ahí, aquí se queda.
¿Presume entonces de ello?, pueden preguntarme. Creo que no, respondería con sinceridad; sólo agradezco que haya podido ser así y me complazco con su recuerdo. Mas para ser sincero debo añadir que todavía hay tiempo, -yo lo tengo- para acrecentar ese entretenimiento echando mano si se puede de las realidades o quizá de las ensoñaciones que, muchas veces, cobran vida y vigor si me adentro en el amplio campo que me brinda la imaginación suelta y libre para que lo recorra. Sin embargo observo, es curioso, que esas ensoñaciones o deseos, a veces realidades, no están muy alejadas, en el fondo, de los recuerdos que se han ido amontonando en el transcurso de los años vividos. Recuerdos e imaginación que no se encuentran por lo que veo muy distantes entre si y que otorgan razón y vida a esas posibles ensoñaciones que permiten a la vez que renezca o se prolongue, una sensación de existencia nueva de la que nos vemos autores y guías, con lo que surge una especie de optimismo y esperanza que nos adentra en un horizonte amplio y risueño con el que, al menos, podemos solazarnos. Es vivir, seguir viviendo. ¿Qué otra cosa ha sido la existencia pasada de todos nosotros, sino la marcha más o menos dura, más o menos alegre o acaso incluso dolorosa en ocasiones durante los sucesivos intentos, deseos de alcanzar esas metas que entonces anhelabamos?
Oteemos, por tanto todavía los más vetustos nuevos horizontes. Están ahí al alcance de nuestra imaginación. Se abren generosos y nosotros cargados como vamos con la gran mochila de nuestros recuerdos, de nuestra vida todavía palpitante, enfilémonos hacia ellos. Es, al menos, un ejercicio que nos ayudará a alegrar la marcha que nos queda.
miércoles, 16 de enero de 2013
LIBERTAD SIN IRA
Libertad sin ira, pregonaba la canción que el ex-presidente Suárez aireó cuando se pudo dar el gran paso que nos alejó de la Dictadura, gracias que a Franco le llegó su hora "del descanso", digamos para parecer suaves. Pero llegó la democracia y la sensación de sentirse libres sigue oculta sin duda entre los pliegues de tanta ley, decreto y orden tajante, en las que se apoya la vigilante observación a cada uno de nostros, gracias a los modernos sintemas técnicos y a la aceptación -qué remedio- de ser tan solo, cada individuo, un número y nada más. Ahora un número y luego cuando nos haya llegado también la hora del descanso, ser únicamente una cierta humareda que el aire que sople en ese momento se encargará de hacer desparecer. La incineración, nuevo sistema de eliminación que se emplea cada vez más y que borra todo rastro de nuestra estancia en esta tierra. Y quizá no haya surgido la ira en su transcurso si hemos acertado a ocultarla tras la resignación. Es la única posibilidad que se nos brinda.
domingo, 23 de diciembre de 2012
OTRO
Hace poco me preguntaba en un artículo anterior si yo era yo, lo que puede parecer una pregunta absurda, pero que puede explicarse si nos atenemos a lo que me dijeron al poco tiempo de aparecer en este mundo: "Este eres tú". Sin embargo, ahora que pienso en esta obviedad, saco la consecuencia de que ser yo no le salva a uno de ser más bien, en muchas ocasiones para los demás, tan solo otro. Lo que lleva a uno a adentrarse quizá en el oscuro y sin duda triste camino de la soledad; porque ser otro confirma que no se es este, ni ese ni siquiera aquel, personajes que al identificarlos así resultan conocidos y que se cuenta con ellos de alguna manera, mientras el otro queda aparte. "No, el de más allá es otro", se dice, acaso un desconocido, pero que sin duda no interesa al menos por el momento.
Claro, lo malo es cuando se repite la situación muy a menudo, con el riesgo que conlleva de que uno se resigne al fin a ser tan solo otro; maticemos, no "el otro" clásico de las relaciones íntimas a veces triangulares, ya que ese "otro" resulta tan importante y preferido que el tal adjetivo resulta únicamente un disfraz que le otorga la hipocresía sin merma para su reconocimiento. Me refiero aquí al "otro" anónimo, al otro distante que es para los demás tan solo uno que se interpone entre los elegidos de forma fortuita y, quizá, hasta molesta.
¡Qué soledad incluso en medio de una multitud! Un poeta cercano se duele de todo esto así: "Busco al prójimo entre muchos,/llamada tenue, bisbiseo/nadie responde, nada escucho/nadie me dice qué deseo". El prójimo, tantos, y ninguno próximo. La soledad del que nunca consigue ser este ni ese ni siquiera aquel, el más lejano siquiera, tan solo un anónimo otro.
Claro, lo malo es cuando se repite la situación muy a menudo, con el riesgo que conlleva de que uno se resigne al fin a ser tan solo otro; maticemos, no "el otro" clásico de las relaciones íntimas a veces triangulares, ya que ese "otro" resulta tan importante y preferido que el tal adjetivo resulta únicamente un disfraz que le otorga la hipocresía sin merma para su reconocimiento. Me refiero aquí al "otro" anónimo, al otro distante que es para los demás tan solo uno que se interpone entre los elegidos de forma fortuita y, quizá, hasta molesta.
¡Qué soledad incluso en medio de una multitud! Un poeta cercano se duele de todo esto así: "Busco al prójimo entre muchos,/llamada tenue, bisbiseo/nadie responde, nada escucho/nadie me dice qué deseo". El prójimo, tantos, y ninguno próximo. La soledad del que nunca consigue ser este ni ese ni siquiera aquel, el más lejano siquiera, tan solo un anónimo otro.
martes, 6 de noviembre de 2012
LA SONRISA NECESARIA
Vivimos momentos en que la preocupación resulta nuestra compañera inseperable. La economía enturbia el horizonte con el agravante de que los nubarrones oscurecen también a otros países de nuestro entorno, con lo que el optimismo se esconde aún más y deja la puerta abierta para que sea el pesimismo el que se enseñoree por doquier. Y sin embargo, creo que, como el Rey ha dicho tan gráficamente como él acostumbra, saldremos adelante con el cuchillo en la boca y con una sonrisa. Hagámosle caso y al menos esbocemos para empezar esa sonrisa con la seguridad de que España es un país grande y que de otras ha salido airoso.
Que España importa por ahí fuera lo demuestran las dos citas que los opositores a la presidencia de EE.UU., demócrata y republicano, los dos, en sus campañas han hecho de España, no de otro país, aunque las citas fueran como un eco de nuestra difícil situación actual. Bush, cuando era presidente, encargó a su embajador en Madrid que tratase de mejorar nuestras relaciones mutuas "porque España nos interesa", dijo.
En peores momentos nos hemos visto y hemos salido adelante, incluso airosos y pujantes en el momento en que la decadencia, fruto seguramente de tanto esfuerzo, hacía tambalear nuestra grandeza, hasta entonces envidiada. Vayámonos por ejemplo al siglo XVII nada menos, un paseo. En el trono se sentaba Felipe IV y éramos dueños de una gran parte del mundo. Todavía el sol no se ponía en nuestros dominios, pero nuestro poderío militar se extinguía a la vez que la moneda se devaluaba continuamente, llegando hasta ser rechazada por tantos. El siglo se acercaba a su final cuando asciende al trono español el triste Carlos II al que se tachó de Hechizado. Y mientras, fuera de nuestras fronteras, Inglaterra y Francia asomándose a nuestros dominios con envidia y malas artes, lo que complicaba aún más nuestra situación.
Pero siempre se puede ir a peor y a mucho peor fuimos cuando al morir el rey sin descendencia, se inicia la guerra civil con la intervención, tan interesada, de nuestros vecinos para apoyar a cada una de las dos opciones entre los posibles herederos de El Hechizado. Inglaterra nos ayuda por un lado y aprovecha para, en río revuelto, quedarse suciamente, con Gibraltar y hasta con Menorca que luego se recuperará. La guerra dura siete años lo que ya es suficiente castigo, pero a continuación alcanzada por fin la paz, por el Tratado de Utrech España perderá, nada menos, Milán, Cerdeña, Nápoles, Sicilia, el Franco Condado, los Países Bajos españoles. Pero así, España se aligera del sobrepeso europeo y quizá con "el cuchillo entre los dientes" se concentra y comienza su recuperación a una velocidad que asombra. Ya no es el país al que miraban con avidez las demás potencias, sino que vuelve al escenario internacional con el ímpetu y la autoridad que le daban su ánimo y sus amplísimas posesiones a lo largo y ancho del mundo. Su política valiente y decidida hace que de nuevo Parma, Nápoles y Sicilia luzcan los colores españoles. El dramático siglo XVIII es, gracias a la nueva energía demostrada, un nuevo siglo de gloria para nuestro país en diveras facetas, porque su fuerza renovada era tanta que hasta consiguió hacer frontera nada menos que con la lejana Rusia. España seguía colonizando, esta vez por el oeste norteamericano y por lo que hoy es Canadá y en su avance por la costa del Pacífico hacia el norte, se encontró con los rusos que pretendían descender hacia el sur en una labor también de colonización. Hubo que establecer la frontera y se firmó el acuerdo correspondiente. Pero es que la energía era mucha, la podemos comprobar y valga como ejemplo el viaje alrededor del mundo de Malaspina, en una gran aventura de carácter científico, Nueva Zelanda, las Marquesas, Filipinas, Indonesia, después de que estuviera en otro viaje anterior por Alaska. Mientras, un Juan Pérez, simbólico español, ganaba por la mano al jaleado Cook en sus descubrimientos. Pero había más fuerza y mayores ansias y España continuaba con su colonización en el interior americano, creando ciudades que sirvieran de enlace con las ya existentes en México, Venezuela Paraguay, Argentina, haciendo América en efinitiva, acabando la gran labor que inició en 1492. Y todo ello se consiguía gracias a la energía renacida para superar el tremendo hundimiento nacional que remató el Tratado de Utrech. Sin duda con "el cuchillo en la boca" y con una amplia sonrisa, la que facilitaba la superioridad del ánimo.
Que España importa por ahí fuera lo demuestran las dos citas que los opositores a la presidencia de EE.UU., demócrata y republicano, los dos, en sus campañas han hecho de España, no de otro país, aunque las citas fueran como un eco de nuestra difícil situación actual. Bush, cuando era presidente, encargó a su embajador en Madrid que tratase de mejorar nuestras relaciones mutuas "porque España nos interesa", dijo.
En peores momentos nos hemos visto y hemos salido adelante, incluso airosos y pujantes en el momento en que la decadencia, fruto seguramente de tanto esfuerzo, hacía tambalear nuestra grandeza, hasta entonces envidiada. Vayámonos por ejemplo al siglo XVII nada menos, un paseo. En el trono se sentaba Felipe IV y éramos dueños de una gran parte del mundo. Todavía el sol no se ponía en nuestros dominios, pero nuestro poderío militar se extinguía a la vez que la moneda se devaluaba continuamente, llegando hasta ser rechazada por tantos. El siglo se acercaba a su final cuando asciende al trono español el triste Carlos II al que se tachó de Hechizado. Y mientras, fuera de nuestras fronteras, Inglaterra y Francia asomándose a nuestros dominios con envidia y malas artes, lo que complicaba aún más nuestra situación.
Pero siempre se puede ir a peor y a mucho peor fuimos cuando al morir el rey sin descendencia, se inicia la guerra civil con la intervención, tan interesada, de nuestros vecinos para apoyar a cada una de las dos opciones entre los posibles herederos de El Hechizado. Inglaterra nos ayuda por un lado y aprovecha para, en río revuelto, quedarse suciamente, con Gibraltar y hasta con Menorca que luego se recuperará. La guerra dura siete años lo que ya es suficiente castigo, pero a continuación alcanzada por fin la paz, por el Tratado de Utrech España perderá, nada menos, Milán, Cerdeña, Nápoles, Sicilia, el Franco Condado, los Países Bajos españoles. Pero así, España se aligera del sobrepeso europeo y quizá con "el cuchillo entre los dientes" se concentra y comienza su recuperación a una velocidad que asombra. Ya no es el país al que miraban con avidez las demás potencias, sino que vuelve al escenario internacional con el ímpetu y la autoridad que le daban su ánimo y sus amplísimas posesiones a lo largo y ancho del mundo. Su política valiente y decidida hace que de nuevo Parma, Nápoles y Sicilia luzcan los colores españoles. El dramático siglo XVIII es, gracias a la nueva energía demostrada, un nuevo siglo de gloria para nuestro país en diveras facetas, porque su fuerza renovada era tanta que hasta consiguió hacer frontera nada menos que con la lejana Rusia. España seguía colonizando, esta vez por el oeste norteamericano y por lo que hoy es Canadá y en su avance por la costa del Pacífico hacia el norte, se encontró con los rusos que pretendían descender hacia el sur en una labor también de colonización. Hubo que establecer la frontera y se firmó el acuerdo correspondiente. Pero es que la energía era mucha, la podemos comprobar y valga como ejemplo el viaje alrededor del mundo de Malaspina, en una gran aventura de carácter científico, Nueva Zelanda, las Marquesas, Filipinas, Indonesia, después de que estuviera en otro viaje anterior por Alaska. Mientras, un Juan Pérez, simbólico español, ganaba por la mano al jaleado Cook en sus descubrimientos. Pero había más fuerza y mayores ansias y España continuaba con su colonización en el interior americano, creando ciudades que sirvieran de enlace con las ya existentes en México, Venezuela Paraguay, Argentina, haciendo América en efinitiva, acabando la gran labor que inició en 1492. Y todo ello se consiguía gracias a la energía renacida para superar el tremendo hundimiento nacional que remató el Tratado de Utrech. Sin duda con "el cuchillo en la boca" y con una amplia sonrisa, la que facilitaba la superioridad del ánimo.
martes, 30 de octubre de 2012
¿YO SOY YO?
Uno nace sin previo aviso, sin saber donde ni de quien y le plantan aquí sin posibilidad de regateo ni opinión alguna con el sello correspondiente: "Este eres tú" te vienen a decir y así en la inauguración de la vida uno pasa a ser yo, pronombre personal de primera persona con el que se nombrará y por el que él mismo pasará a reconocerse. Todo se lo han dado decidido desde que palpita en este mundo: lugar de nacimiento, forma física, carácter y antecedentes familiares. Y lo sorprendente es que en general se acepta y hasta en ocasiones se enorgullece uno de todas esas características que le vienen dadas sin intervención personal en la elección. Y con ese cuerpo que le ha tocado en suerte debe de comenzar su andadura. Dentro de ese cuerpo, sabiendo, si lo piensa bien, que él, exactamente, es otra cosa pero que debe servirse de ese soporte para subsistir en este mundo.
Quizá entonces, por todo ello, haya surgido el concepto de alma que ya Platón reconocía. Porque se entiende fácilmente que uno no es esas piernas con las que anda, ni esas manos de las que se sirve, ni siquiera esa cabeza con la que piensa y que resulta más o menos dotada, más o menos capaz, con un límite en el desarrollo de la inteligencia que uno tiene que manejar, pero que tantas veces le deja en la estacada ya que no puede solucionar, satisfacer a ese yo con el que nos reconocemos y que es intangible, invisible, imposible de reconocer con los ojos y, sin embargo, que resulta lo más auténtico de nosotros mismos y con el que nos identificamos.
Hay un cuento, "El ensimismado" se titula que narra la angustia de un hombre que en el colmo de su ensimismamiento se sentía alejado del cuerpo en que estaba cobijado, prisionero en verdad, hasta que un día -leemos en el cuento- "dejaba de funcionar y entonces, él, ligero como una brisa suave, abandonaba ese cuerpo ya inerte y, por fin, se reconoció: solo era -y es banstante- eso, una brisa, un soplo, divino sin duda, tal como indica la Biblia, que emprendía el viaje definitivo, mienttas se sentía , por vez primera, auténtico y verdaderamente íntimo de sí mismo".
Ya sé que en estos tiempos en que se piensa que la técnica y la ciencia nos arregla casi todo, estas divagacones con las que me divierto, resultan hasta ridículas para tantos, porque con ayuda de esa ciencia se piensa que se llegará a explicar todo lo que ahora nos parece incomprensible. Claro que ya los científicos, cualquier médico incluso, puede desmenuzarnos el funcioinamiento del cerebro, máxima representación de nuestra personalidad, decirnos donde y como se produce tal reacción, pero esa "sabiduría tan técnica" me deja -puede dejarnos al menos- en un fuera de juego auténtico a los que nos sentimos muy distantes de la mera explicación técnica.
Ahora se ha festejado mucho y es lo suyo el descubrimiento del llamado bosón de Higgs, principio, dicen, de la materia, lo que ha llevado a bautizar tal hallazgo nada menos que de "partícula Dios o de Dios" lo que da idea del asombro de los propios científicos. Pero exageran sin duda en la denominación y con el paso del tiempo, con los nuevos y sorprendentes decubrimientos que se alcanzarán, se podría esbozar una sonrisa, ante el pasmo que ha producido este, por supuesto, gran adelanto. El mismo pasmo que posiblemente causó cuando se estableció que el mundo estaría formado por los cuatro elementos enumerados por los griegos: tierra, fuego, agua y aire. Fue el principio, pero desde entonces, el hombre, muchos al menos, continúan sientendo el ansia de libertad para lo que tratan de evitar caer prisioneros de un mera explicación técnica de su existencia.
Quizá entonces, por todo ello, haya surgido el concepto de alma que ya Platón reconocía. Porque se entiende fácilmente que uno no es esas piernas con las que anda, ni esas manos de las que se sirve, ni siquiera esa cabeza con la que piensa y que resulta más o menos dotada, más o menos capaz, con un límite en el desarrollo de la inteligencia que uno tiene que manejar, pero que tantas veces le deja en la estacada ya que no puede solucionar, satisfacer a ese yo con el que nos reconocemos y que es intangible, invisible, imposible de reconocer con los ojos y, sin embargo, que resulta lo más auténtico de nosotros mismos y con el que nos identificamos.
Hay un cuento, "El ensimismado" se titula que narra la angustia de un hombre que en el colmo de su ensimismamiento se sentía alejado del cuerpo en que estaba cobijado, prisionero en verdad, hasta que un día -leemos en el cuento- "dejaba de funcionar y entonces, él, ligero como una brisa suave, abandonaba ese cuerpo ya inerte y, por fin, se reconoció: solo era -y es banstante- eso, una brisa, un soplo, divino sin duda, tal como indica la Biblia, que emprendía el viaje definitivo, mienttas se sentía , por vez primera, auténtico y verdaderamente íntimo de sí mismo".
Ya sé que en estos tiempos en que se piensa que la técnica y la ciencia nos arregla casi todo, estas divagacones con las que me divierto, resultan hasta ridículas para tantos, porque con ayuda de esa ciencia se piensa que se llegará a explicar todo lo que ahora nos parece incomprensible. Claro que ya los científicos, cualquier médico incluso, puede desmenuzarnos el funcioinamiento del cerebro, máxima representación de nuestra personalidad, decirnos donde y como se produce tal reacción, pero esa "sabiduría tan técnica" me deja -puede dejarnos al menos- en un fuera de juego auténtico a los que nos sentimos muy distantes de la mera explicación técnica.
Ahora se ha festejado mucho y es lo suyo el descubrimiento del llamado bosón de Higgs, principio, dicen, de la materia, lo que ha llevado a bautizar tal hallazgo nada menos que de "partícula Dios o de Dios" lo que da idea del asombro de los propios científicos. Pero exageran sin duda en la denominación y con el paso del tiempo, con los nuevos y sorprendentes decubrimientos que se alcanzarán, se podría esbozar una sonrisa, ante el pasmo que ha producido este, por supuesto, gran adelanto. El mismo pasmo que posiblemente causó cuando se estableció que el mundo estaría formado por los cuatro elementos enumerados por los griegos: tierra, fuego, agua y aire. Fue el principio, pero desde entonces, el hombre, muchos al menos, continúan sientendo el ansia de libertad para lo que tratan de evitar caer prisioneros de un mera explicación técnica de su existencia.
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