sábado, 22 de septiembre de 2012

LA HONRADEZ HISTÓRICA Y LA ACTUALIDAD

Si digo que España ha pagado muy cara su honradez histórica, algunos soltarán una carcajada, otros tan solo se sonreirán despectivamente y algunos, espero, frunciendo un poco el ceño, quizá esbocen un cierto gesto de curiosidad. Para ellos repetiré como inicio de mi razonamiento lo que, más menos, escribí ya hace unos tres años. Dije entonces al echar una mirada al pasado que el Descubrimiento y la labor desarrollada en América fue "nuestra gran aportación a la Historia" y añadía que "el precio que España pagó al ocuparse durante siglos de aquellas tierras que íbamos introduciendo en la Historia fue que nuestros campos y ciudades se despoblaron, mientras nos alejábamos de las nuevas tendencias que se iniciaban en Europa, nuestro entorno. Aunque, hay que decirlo, esas tendencias que surgían, paradójicamente se iniciaban por influencia de lo que nosotros realizábamos nada menos en la otra orilla del Oceano. Me refiero al nacimiento del mercantilismo con la nueva consideración del dinero como signo y fuente de riqueza. España traía de América metales preciosos y se enriquecía, pero el resto de Europa, para conseguirlo, tuvo que echar mano de la exportación y por tanto de la creación de fuentes de riqueza, en resumidas cuentas, se hizo más productiva. Ya España en el XVII lanzó la alarma del peligro que corrían nuestra fábricas y telares desbordadas por la competencia del exterior a pesar de establecer un rigor aduanero mayor. Este fue un precio que pagó España por ser primera potencia y haber agrandado el mundo, a la vez, dijimos,que se despoblaban nuestro campos.

Luego llegó la Reforma protestante y esa primera potencia que era nuestra patria, tuvo que tomar partido y no pudo ser otro estando Carlos I en el Trono que el de la Contrarreforma en la que se empeñó con argumentos y con las armas. Salvó a media Europa con más ahinco que el propio Papado, pero como contrapartida se encerró en sus propios argumentos exagerandolos sin duda, cerrando las fronteras a los nuevos pensamientos e ideas que con el transcurso del tiempo fueron apareciendo en el Continente. Desde el principio, Lutero y Calvino, actualizando las ideas de San Pablo, proclamaron como una nueva consigna de obligado cumplimento que el que no trabajara no tendría derecho a comer. Aquí, casi a la vez, se afianzaba el misticismo, doctrina religiosa y filosófica que enseña la comunicación tan deseada y beneficiosa, repito, beneficiosa, inmediata y directa del hombre con la Divinidad, pero que -hay que decirlo- cuando es a costa de negar todas las obligaciones que como humanos creados por Dios tenemos, resulta perjudicial para el individuo, las familias y sin duda, para la sociedad e, incluso, la nación.

España, país de apasionados. "He aquí unos hombres que quisieron ser demasiado", según nos definía Nietzsche. Y fuimos mucho en muchos sentidos e, incluso, exageramos en diversos momentos hasta que el cansancio llegó, aunque -no hay que olvidarlo- quedaran fuerza y ánimo suficientes para no perder el tren del progreso que tomamos en marcha, sí. España,la de los frutos tardíos, pero que los conseguía y de calidad óptima. Y ha pasado el tiempo hasta que desembocamos en una actualidad, ésta que soportamos, en la que la confusión y la duda imperan, mientras el pesimismo se instala. Con el tren del tiempo imparable dudamos sobre el camino a seguir.

Y en esas estamos los apasionados de siempre que quisieron ser demasiado, exagerando nuestras sin duda grandes calamidades de hoy, como si no hubieramos remontado con éxito peores momentos tantas veces. Los viejos del lugar podrían enumerarlos, Escuchémosles, nos darán ánimos para proseguir con la enegía de otros momentos.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

DOS VISIONES DE LA REALIDAD EUROPEA

Los obstáculos
Ojalá acierte Rajoy en ese complicado camino que se ve obligado a seguir. No ha tenido suerte el hombre con su llegada a la presidencia. El panorama asusta. Lo que encontró dentro del país ha sido demasiado y las respuestas de Europa parecen dudosas y son lentas. España y también Italia con su deuda enorme auque con menos paro, tendrán, se dice, ayuda si la piden, serán rescatadas hablando con claridad. Pero ¿qué rescate es ese que por exigir unas condiciones muy duras debilitarían más aún las renqueantes economías de los dos países? Quizá por eso Rajoy se resiste, ratrasa al menos lo que puede esa solicitud de ayuda que ofrecen ahora. No obstante todo esto y es lo grave, según parece, es la única salida a la vista, porque la recuperación en solitario se juzga impensable.

Y los economistas, esos señores que tanto pontifican aunque no acierten la mayoría de las veces, aconsejan que la petición del rescate se haga cuanto antes, aún con la seguridad de que al menos a corto plazo, se continuará con el deterioro económico. Pero todavía el problema se agiganta más, ya que las reformas tan necesarias que se llevan a cabo, solo a la larga mejorarán la productividad. A la corta, en la actualidad, agravan la crisis, lo que a la vez lleva a disminuir más la demanda y se impide el surgimiento de la oferta. Con ello el consumo no crece y la creación de empleo habrá que dejarla para mejor ocasión.

Y Alemania, mientras tanto, con su tema: reducción del deficit comercial aunque la lógica diga que todos no podrán alcanzar ese superavit deseado. Creo que habrá alguna norma comercial que señale que para que alguno disfrute de superavit, otro, al menos, tendrá que soportar un deficit en sus intercambios. Con todo esto la incertudumbre se extiende en toda Europa, las ideas no está claras, tanto que hasta la CEOE habla de los problemas del euro, con lo que las incognitas se multiplican y en ese ambiente tan turbio, Rajoy debe seguir con sus difíciles equilibrios, pues no se ve otra alternativa.
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La unión deseada
A pesar de todo Europa está unida con el euro como estandarte principal, que la economía manda, no las ideas ya tan uniformes ni las creencias, olvidadas  al menos públicamente. Somos europeos, queremos serlo dicen, necesitamos serlo parece para enfrentarnos  con alguna personalidad aceptable a la avalancha que se pronostica  de los ojos oblícuos, de la China imparable.

Parece que no hay inconvenientes insalvables a pesar de las apariencias para que esa unión se afiance. Solo la economía manda, pero hay que embridarla y en eso estamos empeñados. Importa lo que tienes, no lo que eres, además somos bastante idénticos losde arriba y los de abajo, los del norte y los del sur digan lo que digan las encuestas y otros comenarios. Es la aldea global donde como siempre ocurrió en las aldeas el dinero, únicamente el dinero marca las diferencias, es decir,  las sonrisas y los desprecios, la presunción en fin, pero en este caso a nivel continental.

Un continente por otro lado, hay que reconocerlo, que por mucho que se estire resulta, eso sí, poco más que una aldea a la hora de compararlo y de enfrentarse con la avalancha china e, incluso, india que también surge, anuncian, con ímpetu a pesar de su pueblo pobre, hundido en y por unas creencias que en vez de elevarlo le han sumergido, siglo tras siglo,  en el hoyo oscuro de lo incomprensible.

Pero no hay deciamos inconvenientes insalvables,  para esa unión europea. España la quiere, la quiso desde que con la Transición pudo normalizarse con el mejor y más natural remedio: proclamendo su realidad histórica y geográfica. No como ocurría en el siglo XVIII en que la apertura a Europa costó lo suyo, tantos "motines de Esquilache" después de que nustro país, con los Austrias en el Trono y el poderío militar incuestionable en el mundo, pretendió con la Contrarreforma, restablecer la unidad religiosa en Europa con  un ahinco no igualado ni por en Papado siempre más atento a la seguridad de sus estados que a otra cosa. Esa Contrarreforma con tanta fuerza llevada a cabo que hasta las fronteras europeas del pensamiento se cerraron  para no contaminarnos con ellas.

Ahora no, ya estamos contaminados o enriquecidos. Las ideas, los gustos, las modas, de sur a norte, de este a oeste son las mismas. El descreimiento nos une y solo nos podría separar la economía, las deudas, como a cualquier hijo de vecino para codearse con los importantes.

Sin embargo, hay que sañalar que esos países pujantes, esas naciones más ricas ahora, no tolerarán la ausencia de países como España e Italia. Sin ellas, esa Unión Europea no estaría completa y marcharía cojeando y con dos flancos abiertos en el intento de soportar la avalancha asiática que se avecina.