miércoles, 30 de enero de 2013

MIRANDO POR EL RETROVISOR PARA SEGUIR

Con los años amontonados encima o dentro de uno, cuando son muchos, surge la tentación de echar una mirada al camino recorrido y ya amortizado y hasta prescrito, juzgar lo acontecido o, al menos, observarlo simplemente. Los lamentos surgirán sin duda con espontaneidad al considerar las equivocaciones en las que uno ha incurrido y las sonrisas lucirán a la vez cuando el éxito o al menos el acierto surja en algún otro momento.

Naturalmente que habrá gente presuntuosa que trate de presumir de lo que fue cuando la fuerza y el ímpetu facilitaban su marcha a través de esa selva de asfalto en la que ha discurrido la vida de la mayoría. Pero otros, observando la trayectoria de su existencia, aparte de los posibles éxitos o fracasos habidos, considerando sólo lo esencial y vislumbrando el cercano final obligatorio, la verdad en definitiva de la que nadie escapa, ningún ser viviente, planta o animal, pasarán a considerarse sobre todo en su realidad indiscutible, la de un ser viviente más, uno más, con el otoño ya vencido, a la espera de lo que venga. A mí me pasa y con humildad en tales momentos de íntima confesión, sólo me veo como un hombre más, ya saben zoólogicamente clasificados como estamos en el grupo de los primates, un primate en mi caso, todo hay que decirlo para distinguirme, gafoso y ya un poco teniente de oido, que ha cumplido, eso sí, con el mandato divino fundamental: he nacido, he crecido y me he reproducido, exactamente multiplicado por tres. Y aquí estoy a pecho descubierto, resistiendo las embestidas que todavía llegan, sin más escudo que el que proporciona la resignación y tratando de recrearme, eso sí, con los recuerdos gratos que, si bien se miran, resultan en resumidas cuentas los que corresponden a aquellos que se adornan con claros rasgos de entrega desisinteresada, generosa incluso. Y entonces observo que, en verdad, resumiendo, únicamente he sido lo que he dado y es, en resumidas cuentas, lo que ahí, aquí se queda.

¿Presume entonces de ello?, pueden preguntarme. Creo que no, respondería con sinceridad; sólo agradezco que haya podido ser así y me complazco con su recuerdo. Mas para ser sincero debo añadir que todavía hay tiempo, -yo lo tengo- para acrecentar ese entretenimiento echando mano si se puede de las realidades o quizá de las ensoñaciones que, muchas veces, cobran vida y vigor si me adentro en el amplio campo que me brinda la imaginación suelta y libre para que lo recorra. Sin embargo observo, es curioso, que esas ensoñaciones o deseos, a veces realidades, no están muy alejadas, en el fondo, de los recuerdos que se han ido amontonando en el transcurso de los años vividos. Recuerdos e imaginación que no se encuentran por lo que veo muy distantes entre si y que otorgan razón y vida a esas posibles ensoñaciones que permiten a la vez que renezca o se prolongue, una sensación de existencia nueva de la que nos vemos autores y guías, con lo que surge una especie de optimismo y esperanza que nos adentra en un horizonte amplio y risueño con el que, al menos, podemos solazarnos. Es vivir, seguir viviendo. ¿Qué otra cosa ha sido la existencia pasada de todos nosotros, sino la marcha más o menos dura, más o menos alegre o acaso incluso dolorosa en ocasiones durante los sucesivos intentos, deseos de alcanzar esas metas que entonces anhelabamos?

Oteemos, por tanto todavía los más vetustos nuevos horizontes. Están ahí al alcance de nuestra imaginación. Se abren generosos y nosotros cargados como vamos con la gran mochila de nuestros recuerdos, de nuestra vida todavía palpitante, enfilémonos hacia ellos. Es, al menos, un ejercicio que nos ayudará a alegrar la marcha que nos queda.

miércoles, 16 de enero de 2013

LIBERTAD SIN IRA

Libertad sin ira, pregonaba la canción que el ex-presidente Suárez aireó cuando se pudo dar el gran paso que nos alejó de la Dictadura, gracias que a Franco le llegó su hora "del descanso", digamos para parecer suaves. Pero llegó la democracia y la sensación de sentirse libres sigue oculta sin duda entre los pliegues de tanta ley, decreto y orden tajante, en las que se apoya la vigilante observación a cada uno de nostros, gracias a los modernos sintemas técnicos y a la aceptación -qué remedio- de ser tan solo, cada individuo, un número y nada más. Ahora un número y luego cuando nos haya llegado también la hora del descanso, ser únicamente una cierta humareda que el aire que sople en ese momento se encargará de hacer desparecer. La incineración, nuevo sistema de eliminación que se emplea cada vez más y que borra todo rastro de nuestra estancia en esta tierra. Y quizá no haya surgido la ira en su transcurso si hemos acertado a ocultarla tras la resignación. Es la única posibilidad que se nos brinda.