domingo, 31 de enero de 2010

LA ÚNICA ESPERANZA

La vida se ilustra con un rosario de acontecimientos de los que salimos unas veces bien, otras no tanto y otras rematadamente mal. Pero todos están ahí como sólidas columnas sosteniendo nuestra realidad. Eso también les pasa a los pueblos y ya no hay vuelta atrás ni manera de borrar de nuestra memoria lo que vivimos, nuestra actuación a través de los tiempos. Incluso no sería beneficioso tratar de olvidar o de borrar la auténtica verdad de nuestro pasado, cosa que ahora se pretende de manera vergonzosa en nuestra España gobernada por el rencor y la mentira.

Zapatero es el ejemplo vergonzoso de ese rencor y el artífice de las distintas campañas para resucitar los graves problemas que crearon el concepto de las dos Españas que la ejemplar Transición política trato de superar. Pero él ha echado por tierra aquella buena intención que veíamos como se materializaba.

Tenemos una Historia gloriosa de la podemos enorgullecernos. También una Historia trágica que pudo dar sus primeros balbuceos quizá a mediados del sigloXIX. Aquella Ley Sálica importada de Francia con Felipe V dio origen a unas Guerras Carlistas con la entronización de Isabel II que, quizá, exagerando posiciones, fue ahondando la separación de los españoles. Se habla también de que España no participó en su momento de los "beneficios" de la Revolución francesa que, efectivamente, en medio de las crueldades que produjo, abrió horizontes políticos nuevos. El caso es que nuestra Historia más cercana se ve salpicada de sucesos en que las rencillas ideológicas impedieron la cooperación de las distintas fuerzas nacionales en la consecución de una causa común. El enfrentamiento fue siempre una triste realidad.

Un ejemplo: en 1923 tuvo que implantarse la disciplina de una dictadura como una operación quirúrgica necesaria, la de Primo de Ribera, aceptada por unos y por otros con el fin de acabar con la sangría de la Guerra de Marruecos y realizar una amplia labor económica y social tan necesaria. Acabada la dictadura se establece la Segunda República con unos ideales de modernización muy dignos de atender, pero que pronto la desilusión de sus fracasos, acuñó la frase de "no es eso, no es eso" famosa que lanzó Ortega, uno de los principales promotores del advenimiento republicano. Luego su desarrollo, el triste Frente Popular en que los asesinatos. persecuciones, quemas de iglesias, etc. dio como resultado el Alzamiento para cortar tanto desmán. Lo malo es que cortados esos desmanes, surgieron otros y una dictadura larga, larga que nos tuvo postrados en una esquina del mundo como si fuera España un país de tercera clase.
Muere Franco y a Dios gracias surge la España de las libertades, con el deseo de llegar a un punto de encuentro en pos de una causa común. No ahondar en lo que fue la derrota de una parte de los españoles ni tampoco en lo que constituyó la victoria de los otros. Los tristes acontecimientos que dieron lugar a esas dos realidades, ahí quedan. Es parte importante de nuestra historia más reciente, pero ya, con la Transición política se trató de superarlas para poder caminar en pos de horizontes más risueños. Y la intención se iba materializando. González y Aznar, cada uno en su tiempo, respetaban a su modo el compromiso. Pero llegó Zapatero, el rojo como él se calificó y dio a entender que la guerra aún no había acabado y que había llegado el momento de la revancha para conseguir que los derrotados, fueran los ganadores. Y lo malo es que son muchos los que le secundan, la mayoría con su cuenta y razón que todo hay que decirlo.

Y así está ahora nuestra España, hecha unos zorros, dividida de nuevo, ideológica y territorialmente si no se remedia a tiempo. Es la obra de Zapatero. Y con la crisis económica agravándolo todo, mientras que el Presidente sin saber qué hacer airea ahora por toda Europa su ineptitud. Claro que como dentro de poco va ir a rezar a EE.UU. con Obama, quizá Dios nos haga el milagro que tanto necesitamos. Es la única esperanza

viernes, 29 de enero de 2010

ECHANDO MANO DE LA MEMORIA

En la miniserie televisiva sobre Adolfo Suárez, personaje clave para la transformación de España reconocido por todos, apareció también la otra figura clave e indispensable para conseguir ese cambio que el Rey deseaba y pilotaba. Me refiero a Torcuato Fernández Miranda que fue el gran técnico que lo hizo posible.

Viendo la serie, mi memoria histórica, la referida a mi minihistoria particular, revivió y en un instante retrocedí unos sesenta y tantos años en que conocí y comencé a admirar a don Torcuato. Fue en el Oviedo de entonces cuando era catedrático de Derecho Político y yo me entusiasmaba con su obra "El concepto de lo social y otros ensayos", tanto que más que una asignatura a la que había que incar el diente y tratar de asimilar, se convirtió por entonces en mi auténtico libro de cabecera. Gracias a ese entusiasmo, el examen oral de aquel curso efectuado en la imponente Aula Magna a una distancia del profesor que obligaba a elevar la voz y casi declamar las respuestas, se superó con lucidez. Luego, la Universidad Menéndez Pelayo de Santander le abrió sus puertas y en el curso de "Problemas Contempráneos" volvió a demostrar su magisterio, en aquellos coloquios inolvidables, tan interesantes. Por ello, cuando decidió abandonar la Catedra para aceptar un cargo en el Gobierno de Franco, mi desilusión fue mayúscula al creer que ese paso constituía una pérdida irreparable para la intelectualidad española.

Qué lejos estaba yo de suponer el papel provindencial que don Torcuato iba a representar en el momento del gran tránsito a la normalidad política. Porque el Rey, príncipe entonces, tenía su idea y el respaldo, en la sombra, de la figura de su padre, don Juan, tan aceptado por los movimientos democráticos que, más o menos silenciosamente, avivaban la esperanza. La tarea no resultaba fácil si se quería hacer pacificamente pues había unas leyes aceptadas por una decisiva minoría rectora que encorsetaban cualquier posibilidad de cambio. Esa era la gran duda de don Juan Carlos que tuvo el gran acierto de elegir a Fernández Miranda como su consejero y artífice para enfrentarse a esa realidad terca de verdad.

La idea del camino a seguir para alcanzar la meta deseada sin contratiempos, se resume en una sóla frase que dijo Fernández Miranda a don Juan Carlos como el mejor sistema para que el tránsito del cambio fuera suave, sin asperezas. Se iría "de la ley a la ley" lo que tuvo una clara demostración, por ejemplo, en el deseo de implantar la libertad religiosa. Las Cortes debían aprobar la correspondiente ley, pero en las Leyes Fundamentales se aseguraba que "la doctrina de la Santa Iglesia Católica inspiraba la legislación española" a lo que se agarraban los integristas tan abundantes en aquellas Cortes uniformadas. Entonces fue cuando con habilidad se sacó a relucir la gran contradicción: puesto que era la Iglesia la que alumbraba e inspiraba la política del país, se hecho mano a la doctrina emanada del Concilio Vaticano Segundo que hacía de la libertad religiosa un bien que el poder civil debía aceptar.

En esos momentos, el ya Rey, tan acertado al elegir a sus colaboradores en tan complicados momentos, encumbró a un joven Suárez al cargo de Presidente como figura atractiva y eficaz para hacer llegar al pueblo espectante la seguridad de que la "libertad sin ira" se acercaba pacificamente, siempre con la Rey marcando los tiempos con la prudencia necesaria. Como cuando repetía a Fernández Miranda ante el desarrollo de los acontecimientos a los que había que enfrentarse, "Tu planea, planea, pero no aterrices", esperando, sin duda el momento y la ocasión propicia para hacerlo con éxito.

Todo esto me vino a la memoria mientras veía el primer capítulo de la vida de Adolfo Suárez en la que aparecía un Torcuato Fernández Miranda lejano , pero que a mi me sirvió para acercarle a mi memoria y revivir aquellos tiempos en que con dieciocho años comencé a admirarle. Luego, superada la desilusión por el abandono de su labor en la universidad, seguí admirándolo en su labor práctica en la que "planeando, planeando" como le aconsejaba don Juan Carlos, aterrizaba siempre con pericia en el momento oportuno haciendo posible la transformación de España.

miércoles, 20 de enero de 2010

!AY¡ HAITÍ

Sarkosy se ha puesto gallito frente a los EE.UU. por su intervención en Haití. Los franceses en realidad se ponen gallitos muy a menudo y lo hacen muy bien y hasta su quiquiriquí se oye por todas partes e, incluso, consiguen que el emisor de tal onomatopeya parezca un gran gallo, mayor al menos de lo que es. Sin embargo todos conocemos el refrán, "quiquiriquí mucho, quiquiriquí nada" y los dejamos con sus vanidades.

Pero la verdad es que Sarkosy es un tío listo y con sus aciertos parece también que su talla se agranda. Aquí, en España se le ha escuchado y hasta copiado en algunas de las exigencias políticas y sociales que ha tratado de imponer en su patria. La derecha española ahueca la voz para imponer disciplina, por ejemplo, en el ámbito de la educación, tan necesaria por otra parte. Lo misma que Sarkosy exigió durante su campaña electoral en su país.

Actualmente, el presidente francés ha levantado la voz -decimos- porque EE.UU. ha mandado a Haití a unos cuantos miles de soldados para poner orden en tan desgraciada tierra. Es el único país que puede hacerlo y Francia lo sabe. Pero el gallo francés no sería el que es si no lanzara su quiquirquí de protesta, aún teniendo la seguridad de que se va a perder en un eco sin respuesta.

¡Estos gabachos! Les hubiera bastado con haber hecho mejor su labor en ese trozo de La Española cuando les tocó, durante los 107 años que lo tuvo en su poder, y no haber abandonado a los míseros esclavos sin preparación a su triste suerte. Ahora allí no tienen nada, sólo un idioma francés maltrecho frente a un lenguaje, el criollo, elemental.

Además, para EE.UU. la labor de ahora no es nueva, aunque sí más árdua y trabajosa. Ya estuvo allí 19 años para detener el caos político reinante, desde 1915 hasta 1934. Y luego otra vez tuvo que intervenir militarmente, fue en 1994 por mandato de la ONU. Labor de ONG en realidad. La bauxita, la mayor riqueza de Haití, ya está en manos de industrias estadounidenses desde hace tiempo, para necesitar por el momento protección especial. Ahora hay que organizar el país y distribuir las ayudas tan generosamente donadas por todos y evitar que los problemas se acrecienten más aún, si esto fuera posible. Que no renazca algo parecido a los tristemente famosos "toton macoutes", la guardia del bárbaro dictador Duvalier, el Papa Doc de tan lamentables recuerdos. O incluso que eso que llaman el socialismo bolivariano de Chávez, no intente poner su tentáculo en su afán imperial tan barriobajero e ineficaz que tiene. Entonces la pobreza quedaría establecida permanentemente y después de la tragedia del terremoto, ya no quedan lágrimas para más emociones. Sólo cabe el deseo esperanzado de un final más feliz, imposible para tantos, pensamos.

martes, 12 de enero de 2010

LO QUE VA DE AYER A HOY

Sí, lo que va de ayer a hoy. Todo cambia y algunas gentes que tenían sobre sus espaldas un pasado bien definido y concreto, sin saber cómo, se unen a esos cambios que consiguen los pueblos, no sé si por un afán de no perder el rango adquirido o por auténtico convencimiento. Sin rubor al menos. No es que corrijan sus posiciones anteriores, es que se transforman totalmente tanto en su modo de presentarse, en sus formas, en sus comentarios. Ahora hay un ejemplo clarísimo y sorprendente para los que vivímos con cierta cercanía los acontecimientos ocurridos hace, más o menos, diez o quince años en la Suráfrica del "apartheid". Me refiero a Frederick De Klerk, antiguo presidente de la República y Premio Nobel de la Paz nada menos. Con motivo de los preparativos para el mundial de futbol que se llevan a cabo en ese país, ha declarado que "el Mundial no sólo debe servir a nuestro país para crear un elemento de unión entre la población, sino también como recordatorio de que es posible superar un pasado repleto de conflictos y alienación política". Sí, alienación, auténtica locura la que impregnaba todos los momentos de la vida en aquel país gobernado de manera dictatorial por el Partido Nacional que encuadraba a la población blanca de los "afrikaans" con el beneplácito de la población inglesa, acogida en un par de partidos cuya oposición al régimen establecido era de pura apariencia.

Fue Botha, el presidente al que sucedió De Klerk, el que a partir de 1986 comienza lo que llamaron el "desmantelamiento del apartheid", que muchos desde el exterior lo calificaban de pura operación de cosmética. Sin embargo, sí hubo cambios. Por ejemplo, Botha acabó con la ley que prohibía los matrimonios mixtos y con la sección 16 de la Ley contra la Inmoralidad que prohibía las relaciones sexuales entre miembros de distintos grupos raciales. Y aquí es donde De Klerk, a la sazón ministro del Interior y de Educación Nacional, muestra cual era su ideario al ser el encargado de anunciar en el Parlamento, "el compromiso gubernamental de suprimir la discriminación" en los puntos señalados. Hasta ahí todo resultaba sorprendente en la atmósfera que se respiraba en Suráfrica. Luego vino el comentario a tan "inconcebible" decisión. De Klerk continuó matizando: "Aunque el Gobierno sigue convencido de que los matrimonios entre diferentes razas, pueden dar lugar a muchos problemas, opina que este asunto debe ser sacado del terreno político y que la responsabilidad de ofrecer correcta orientación debe recaer en los padres, las familias, las iglesias, etc." Y terminó recalcando que "quedaba claro que el Gobierno no abandonaba su campaña global en favor de las buenas costumbres".

Así pensaba De Klerk mientras Botha seguía con su "cosmética"y hablaba con Mandela, preso todavía, y preparaba su libertad porque sabía que era él y no otro el interlocutor obligado del Gobierno en su labor de normalizar al país. Pero Botha no pudo hacer más, murió en 1989 y es De Klerk el encargado de continuar la tarea ya imparable a la que empujaban las potencias occidentales, alejado ya el peligro de una Unión Soviética poderosa e influyente en Africa.

En el diálogo que se inició, De Klerk como presidente y Nelson Mandela, del Congreso Nacional Africano, ANC en sus siglas en inglés, eran los decisivos, pero el Gobierno introdujo a un tercer interlocutor , Buthelezi, presidente de Inkatha, movimiento de los zulúes que aceptaba la separación racial y que poco tenía que decir debido a su ideario y a su influencia escasa. Pero quería ser una chinita en el camino que De Klerk colocaba. Otra inaceptable en un régimen que quería ser democrático, fue el empeño del presidente de que su grupo, el Partido Nacional, tuviera derecho de veto en el parlamento que se creara. Lo que tampoco era admisible en un grupo político que una vez que los negros y mestizos tomaran parte en las tareas perlamentarias, no pasaría de ser un partido muy minoritario.

Así las cosas, llegó el momento de la auténtica liberación surafricana. Mandela la consiguió y De Klerk no tuvo más remedio que allanar el camino una vez que se vio obligado a seguir la ruta que los nuevos tiempos marcaban. Y hasta convencerse, por lo que se ve ahora, de que era una "alienación política" lo que antes defendía. Y le dieron el Premio Nobel de la Paz, de una paz que Nelson Mandela le brindó.

lunes, 11 de enero de 2010

VISTA A LA IZQUIERDA

Esta es una izquierda falsificada, la que ahora sufrimos, la que ella misma se minimiza con el apelativo , tan disminuido, de progre. Cayó el Muro de Berlín y parece que fue encima de ellos, dejándoles inservibles. El fracaso del comunismo, una opción para mejorar el mundo, les ha dejado a los izquierdistas de ahora sin horizontes. No encuentran alternativa de fuste para cambiar el "status" actual. Ya no hay proletariado al que redimir. Y a falta de una contestación social adecuada, siempre tan necesaria para el mejoramiento de lo existente y tan en los adentros de la esencia humana, los progres sólo intentan desgastar el sistema vigente, pero sin aportar solucioones que lo mejoren.

¿Cual es la ideología de esos progres tan chillones? Ninguna en realidad, no la tienen, no aspiran a sustituir, porque no saben con qué, la realidad existente, sólo desgastarla. Carecen de sistema alternativo y se arremolinan alrededor de unos tópicos sin casi fundamento. No luchan contra el capitalismo, que sería lo suyo porque son incapaces de ofrecer algo serio que lo sustituya. Los obreros están callados, ya no es su lucha la que pretenden establar esos progres que dicen enfrentarse a problemas totalmente inexistentes ya en los regímenes democráticos. Tal su frente por la libertad sexual, como si ya no la hubiera hasta de forma escandalosa por tantos sitios. Una libertad sexual que se ha hecho pública cuando acaso no debería haber salido del ámbito privado. La provocación de los homosexuales, de las abortistas que parece que disfrazan su realidad de movimiento político. El racismo, otro frente imaginado e inexistente en las democracias en las que lo único que a veces se observa es una defensa justa de sus modos de vida ante la agresión de los advenedizos. No existen leyes racistas. Otro tópico, el feminismo, postura exagerada de algunas, cuando nadie intenta quitar a las mujeres los derechos tan justamente conquistados. Otro más, el nacionalismo que pretende cuartear la unidad de los países para volver a unas formaciones medievales inventadas, tan pueblerinas. Más, la globalización quiza inevitable dados los avances de los medios de comunicación, instantáneos en realidad.

Estos progres sin ideas de mejoramiento, sólo de destrucción, se arremolinan también en un ecologismo amenazante. Ciertas ONGs y los denominados "verdes" en una confusa mezcolanza se oponen airadamente tantas veces a la marcha del mundo. Pero no aportan -repetimos- idea alguna que sirva para mejorar esa marcha y en verdad que sería conveniente que alguien surgiera capaz de corregir los errores que todos vemos. Pero de los progres actuales no cabe esperar nada de provecho. El fracaso del comunismo dejó vacías sus cabezas, sin nada aprovechable en ellas.

jueves, 7 de enero de 2010

ALEMANIA, MOTOR

Alemania es todavía el motor de Europa y quizá tenga la fuerza suficiente como para tirar de toda ella. Es el motor por su mayor fortaleza económica a pesar de la crisis y por su pujanza industrial, pero ¿quien lleva la dirección de ese motor? ¿La llevó alguna vez Alemania a nivel continental sin portar las armas en la mano?.

A Alemania se la admira, es la verdad, pero como país , en su conjunto, nunca llegó alcanzar la relevancia de otros países europeos. Durante mucho tiempo fue la pesadilla no sólo del continente, sino del mundo entero. 1914-1918 Primera Guerra Mundial y 1939-1945 la Segunda que tanto nos aterrorizó. Puede vanagloriarse, claro que sí, de personalidades destacadísimas en en campos tan diversos como pueden ser la música, la ciencia, la medicina de los que el mundo entero se beneficia. Pero como país en conjunto a lo largo de su historia ¿cuál ha sido su influencia a través del ancho mundo? ¿A qué distancia está, por ejemplo, de la Grecia clásica, de Roma la eterna que nos brindó el amplio campo del Derecho, de España que agrandó el mundo hasta completarle y creó más de veinte países, de Portugal, país ibérico con una labor parecida y que, además, en su camino a la India, descubrió el S.O. Africano, hoy Namibia, de la que Alemania se benefició consiguiendo así la colonia por la que suspiraba, gracias a una cesión que, en realidad, sólo le duró veintitantos años; de Francia con su Revolución que tanta influencia tuvo en la Alemania de aquella época cuando el emperador de Austria se vió obligado que renunciar a su corona imperial, surgiendo como resultado, la que se llamó Confederación del Rhin y al poco la Confederación Germánica; de la Inglaterra imperial que desplegó por todo el mundo prácticamente toda su enegía y poder...?

No, la Alemania tan admirada hoy sólo entrevió la gloria de un poder imperial cuando se unió a España y se benefició (en realidad sólo alguno de sus banqueros) del casi recién adquirido y tan vasto imperio español. Fue con Carlos I de España, también Quinto de Alemania, hijo de española que aunque nacido en Flandes, escogió España para quedarse, el que la asomó al poder más amplio que nunca tuvo y fue a través de una España exultante. Y aunque el alemán Lutero sí alteró desgajando la unidad europea adicta a Roma, no lo consiguió tanto, porque España actuó con la Contrarreforma, consiguiendo que en la actualidad haya casi un empate técnico si se me permite, entre los dos modos de mirar al cielo.

Acabada la unión con España, el imperio germánico conoce el declive. Llega la Guerra de los Treinta Años y la Guerra de Sucesión en España (otra vez influye España) que se convierten en su final. Luego viene Bismark, la pujanza industrial y su inclinación de siempre: la militarización que la arrastra hasta la primera guerra mundial, la del 14 en que Alemania quedará destrozada. En el 39 lo intenta de nuevo y el mundo se une para defenderse. Sus consecuencias las conocemos todos.

Y ya está de nuevo la potente Alemania surgiendo como el motor de Europa. Y aunque muchos alemanes siguen creyéndose los elegidos, ahora, parece que el poder verdadero, la dirección, no reside en ningún punto de esta Europa demasiado de vuelta, quiero decir de esta Europa en la que sólo se acepta como verdad absoluta la que nace de la duda. Así que ya sin miedo al retumbar de los cañones, podremos seguir deleitándonos con Wagner y con Bethoven que son, entre otros, lo mejor que Alemania nos ha dado, sus individualidades.

sábado, 2 de enero de 2010

LA GENTECILLA DE LA BUENA VIDA

Hoy me va a dar por meterme con alguien. ¿Una denuncia? No, un desahogo. Ya lo tengo: Imaginen que hubiera unos gigantes que nos observaran a los pobres humanos, muy pequeños para ellos, como nosotros miramos desde nuestra altura a las incansables hormigas. Quizá les sorprendiera a esos gigantes, el afán desmedido de algunas personas por atesorar riquezas que una vez superados ciertos niveles, en nada les benefician. Les sorprenderían como a nosotros nos ocurre con la constante actividad de esos insectos sociales, su ir y venir incesante, en ordenado trajín que tanto nos pasma.

Ha habido, hay y habrá sin duda en el futuro, muchos ejemplos de esos humanos sorprendentes para los imaginados gigantes que posiblemente no comprenderían su infinito afán acaparador. En la actualidad quizá sean los banqueros -una parte de ellos al menos, digamos para quedar bien- el espécimen más representativo de los grandes acaparadores de bienes, beneficios, fortunas, riquezas en fin, que guardan y controlan con avidez inusitada y sorprendente. Fondos, valores, bolsas, carteras, cheques, libranzas, letras, títulos, acciones, bonos, cupones, toda una jerga con que se han bautizado las mil maneras que inventaron los banqueros para o bien quedarse limpiamente -¿limpiamente?- con la mayor ganancia o, si esto no es posible, al menos administrar lo mucho o lo poco que puedan todavía poseer los demás.

Entre nosotros hay varios personajes de estas características, no todos banqueros, claro, pero sí de una ralea parecida a los banqueros de este tipo. Unos más sonrientes y al parecer más abiertos y otros más impenetrables, aunque todos inasequibles para el común de las gentes. ¿Qué pasa, es que esto lo da el capitalismo? No, claro que no hay que responder, esto lo da el género humano y, por ello, siempre, como consecuencia, nacen también redentores, los que con buenísima intención tratan de acabar o al menos reducir tanto desmán. En este caso está el doctor en Economía y académico, don Aldo Olcese, Santoja que ha publicado un libro, "El capitalismo humanitario" (por algo será cuando lo califica así) que explica que la gestión empresarial se debe fundamentar "en la responsabilidad social y el buen gobierno corporativo que permita hacer el bien general desde el interés privado". ¿Obras de caridad cuando se trata de vencer en el pugilato de los negocios? cabe preguntar. Parece imposible conseguirlo sólo con consejos, aunque bien está recordar a los posibles acaparadores sin escrúpulos que hay unas reglas que cumplir que se ordenan en el mandamiento muy íntimo de la moralidad (no de la legalidad, por favor, que de ahí viene el problema). Y en su defecto, bueno sería que se estableciesen inspecciónes por el organismo que corresponda, aunque el asunto tiene su aquel. Quizá la primera inspección haya que hacerla a las leyes tras las que se cobijan los aprovechados, bien pertrechados de equipos de leguleyos que estudian los entresijos de las disposiciones establecidas. Quien hizo la ley hizo la trampa, ya se sabe. Y entre tanta trampa caben todas esas acciones de conquista para forzar, ganar, expugnar, hacer presas, despojar, desencastillar, invadir, lo que lleva a conseguir el botín deseado tras alcanzar el triunfo ante los tristes vencidos que observan con dolor como sus pertenencias pasan a depender del gran acumulador, para quien sólo representará un éxito más, quizá, en tantos casos, insignificante en su amplísima trayectoria de avaricia, de codicia sin límites.

Hay que preguntarse si son delincuentes los que así se comportan. La respuesta es que no están tipificados como tales. Para que haya delito es necesario que exista quebrantamiento de la ley y ya se cuidan bien de no dejar de la mano lo que marcan tantas disposiciones tras las que se cobijan. Repetimos, ¿es entonces el capitalismo el culpable? No por supuesto, como tampoco son culpables los automóviles de los accidentes de carretera, sino sus usuarios. Al capitalismo hay que concebirle como lo que es, un régimen económico, quizá el más útil, basado en el predominio del capital como elemento de producción de riqueza, sin más. La avaricia y la trampa la añaden los humanos.

Volvamos ahora al principio. Tanta mezquindaz resultaría sin duda grotesca, sorprendente y quizá hilarante a esos gigantes inventados que pudieran observarnos, mientras apreciaban como, cuando sobrepasan su tiempo de permanencia en este mundo, tanto el acaparador como su víctima, se equiparan al quedar convertidos, ambos por igual, en dos cuerpos yertos bajo unas paladas de tierra, formando parte sus cuerpos desnudos -una parte minúscula desde luego- de la gran bola que forma la Tierra mientras da vueltas y más vueltas por esos espacios de Dios. Y como "la Tierra no es de nadie, sólo del aire"que lo dijo el Presi, con él se irán -con el aire, no con el Presi- nuestros recuerdos, nuestra memoria, y como consecuencia otra vez repetirán lo mismos desmanes los "listos" del futuro. Y la verdad, no tiene gracia la cosa. Ni arreglo parece.