viernes, 28 de noviembre de 2008

CON LA CRUZ A CUESTAS

La aconfesionalidad de los Estados parece una postura lógica, conveniente y justa. La puesta en práctica de un laicismo recién implantado y autoritario en la vida diaria de una sociedad en la que más de un 80% se considera cristiana, es un tanto difícil. La sensación de agravio surge a cada solicitud de que desaparezcan los símbolos tan entrañables para una mayoría. Tierno Galván se opuso a que retiraran una cruz de la mesa presidencial utilizada en ciertas ocasiones del Ayuntamiento de Madrid. "Es un símbolo de paz", señaló más o menos.

Pero ahora en España estamos sufriendo la enfermedad del revisionismo urgente y rencoroso de los que perdieron la guerra ¡Como si a estas alturas no fueramos todos perdedores después de tantas atrocidades! La democracia parece de una digestión difícil no sólo para este Gobierno revisionista, sino para algunos españoles de a pie, pazguatos asombrados ante sus derechos, que no dudan en enfrentarse contra lo que no es ofensa ni puede serlo, sino signo de creencias y de la tradición en la que han nacido. Son, vemos, las minorías a las que claramente se protege, lo que está bien siempre y cuando las mayorías sean debidamente consideradas. Para ello no se puede olvidar la realidad española, sus creencias, la Historia, las tradiciones que conforman nuestra cultura. La cultura es la que conforma nuestra personalidad y nuestra forma de ser, la que nos distingue.

España, la de los frutos tardíos como se la consideró, pero que los produjo y en tantas ocasiones con maestría y ejemplaridad, debería si dispusiera de voluntad, genio y originalidad, implantar la libertad a la que aspira y que ahora pretende copiar, fijándose en la Constitución y con el sello y la atención a sus valores y a su realidad. No se puede echar por tierra acabando por decreto de la noche a la mañana sin otras consideraciones, los signos que nos han caracterizado. En Francia, antigua y pionera en un laicismo claro y equilibrado, pero rotundo, no tuvo empacho su presidente en destacar la realidad cristiana de su país en la reciente visita del Papa. En Norteamérica los gobernantes nunca olvidan encomendarse a Dios en sus discursos trascendentales, con lo que creo que nadie, agnósticos o ateos con tras dedos de frente, se sientan ofendidos. Comprenderán que, al menos, la frase refleja la buena intención del que la pronuncia.

La Cruz que ahora van a quitar sin más miramiento de un colegio, símbolo que trasciende a su propio concepto no fue así considerada hasta dos o tres siglos después de la Crucifixión. El signo primero con que se distinguían los primitivos cristianos fue un pez de simple trazado. Esa muerte "y muerte de cruz" como todavía hoy se destaca en las oraciones, se consideraba infamante y los cristianos trataban de no recordar tal afrenta. Fue el emperador Constantino el que primero la utilizó destacándola en su estandarte. Desde emtonces es la señal del cristiano. Y los cristianos, mayoría todavía, con la ruda decisión de ahora que acaba con una tradición de siglos, se sienten conmovidos y dañados en sus creencias, porque la Cruz, ya lo dijo Tierno y así la consideramos, "es un símbolo de paz".

martes, 25 de noviembre de 2008

POESÍA Y ELECTRICIDAD

Hoy voy a lanzar a los cuatro vientos de mi blog los ecos de una angustia que se asoma y desaparece ante mi intermitentemente, alterando los momentos de traquilidad. La angustia me la trae una palabra sin rostro al parecer, una palabra fantasma, una palabra preciosa por otro lado que nos acerca, cuando se acerca, momentos de complacencia y admiración. Me refiero a la palabra poesía tan necesaria por lo conveniente que resulta verla y apreciarla en la propia vida. Cuando se consigue resulta más importante y persistente que poner a la existencia una sonrisa sólo, ya que con la poesía viene, aconpañándola muy probablemente, la sonrisa junto con la complacencia y la satisfacción.

--Oiga, yo veo poesía en un paisaje
--Yo en una música que me eleva y hasta me emociona.
--Yo la veo en la armonía de una pintura.

Oido lo cual me pregunto: ¿qué es la poesía que se la puede encontrar en tantos sitios? ¿Alguien me la podrá definir? La poesía se siente, se disfruta, pero va a pasar con ella, mal comparada, como con la electricidad (permítaseme tan grosera comparación, pero la electricidad es también, en el fondo, una desconocida con la que convivimos). Ya sé que se produce juntando electrones y protones. Es decir, sabemos producirla, pero ¿qué es? Lo más que decimos de ella es que se trata de una corriente. Y de la poesía tan valorada tan admirada, tan reconocida, únicamente que se trata de una expresión artística.

Ante tal vacío, me voy como hago tantas veces a los griegos, a los antiguos, claro. Pero ni siquiera Aristoteles me saca de dudas. Se limita a decir que la poesía para él "es una imitación bella de la Naturaleza"con lo que me deja como estaba. Entonces me voy a Platón, su maestro, quien unicamente explica, más o menos, que todo el que no esté agitado por el delirio que viene de las Musas que se abstenga de intentar nada poético y que se dedique a otra cosa.

Visto lo cual me largo a un campo más limitado para seguir con las pesquisas porque aceptamos que la poesía se ha identificado sobre todo con el verso, como si fuera necesario versificar para llegar a la poesía. Bien es verdad que el ritmo y la rima de los buenos versos acrecienta y nos acerca más al "delirio" de lo poético que señalaba Platón.

Nuestro marqués de Santillana -sigamos indagando- decía que la poesía es "un fingimiento de cosas útiles, é veladas con muy fermosa cobertura, compuestas, distinguidas, escondidas, por cierto cuento, peso é medida..." lo que nos sigue dejando en blanco, porque con todos esos elementos, en tantas ocasiones, no se alcanza gran nivel poético. Menéndez Pelayo es un ejemplo de perfección y de ausencia de poesía. Fray Luis de León en cambio, sí consigue elevarnos usando de la sencillez junto con la sonoridad del mejor idioma: "Del monte en la ladera/por mi mano plantado tengo un huerto/ que con la primavera/de bella flor cubierto/ya muestra en esperanza el fruto cierto".

Unamuno, el vasco que tanto se identificaba con su Patria grande, como debe ser, no siempre alcanza la altura suficiente desde el punto de vista poético, sí en tantos otros órdenes. Por ejemplo, cuando juega con la sonoridad del idioma y se olvida de otros detalles: "Avila, Málaga, Cáceres/Játiva Mérida, Córdoba/Ciudad Rodigo, Sepúlveda/Úbeda Arévalo, Frómista..." Puede parecer un itinerario ofrecido por Viajes Mélia, dicha sea esta ocurrencia sin ánimo de ofender a don Miguel. Sé que con esto no trataba de despertar ninguna emoción especial, sinó tan sólo alcanzar un clima musical con la fonética del español.

Otros, naturalmente, tantos, sí nos acercan esa emoción. Sus nombres están en la mente de todos, pero ninguno nos cuenta qué es en realidad la poesía. Nos la brindan que ya es bastante. Como pasa con la electricidad, ya dije y vuelvo a pedir disculpas por compararlas.

Llegado aquí, cuando me dispongo a buscar otra manifestación artística que me ofrezca alguna luz, distingo sí una lucecita que no es eléctrica precisamente y hacia ella voy. Alumbra esa luz a un romántico, a un maestro de románticos que me lo explica todo con lo que comprendo, por fin, qué es la poesía. Lo tenía escrito este romántico y dice así: "Qué es poesía dices/mientras clavas en mi pupila tu pupila azul/¿qué es poesía?/y tu me lo preguntas/poesía eres tu".

Y me voy tranquilo.

( Lo de la electricidad para otro día)

domingo, 23 de noviembre de 2008

CARRILLO, CACHETE

Dios es el culpable de los problemas de España. Tal barbaridad y tal sinsentido lo vomitó Santiago Carrillo. "Si Dios fuera ateo, en España habría menos problemas" dijo exactamente a Rafael J. Älvarez en una entrevista publicada ayer en "El Mundo".

Santiago Carrillo, como bien saben, es un viejo, viejísimo, 93 años tiene, que como les ocurre a tantos de su edad, quedó anclada su memoria en los años de juventud, una época -para su desgracia- en la que tantas barbaridades asolaron nuestra tierra. Pero él, Santiago Carrillo, por lo que parece, no las condena, porque él no tiene la noción del arrepentimiento: "Yo no me arrepiento, porque el arrepentimiento es una noción religiosa y yo soy ateo", siguió vomitando.

Es decir, como se declara ateo, no distingue el bien del mal, conceptos estos siempre valorados a lo largo de la Historia, independientemente de tener creencias religiosas o de carecer de ellas. Y si no, como ejemplo, que empiece dándose una vuelta con el peripatético Aristoteles, entre otros.

No lo hará, claro, él no pasa de Franco y de su Frente Popular. Se quedó anclado en la época de Paracuellos, de las checas de las que iban sacando, paulatinamente, a tantos "señoritos" para darle el "paseo". Él, desde su sillón con bastante mando y control del orden público, no se enteró de nada. Y si se enteró no se arrepiente de haberlo tolerado (no sé si ordenado) porque es ateo y los ateos -según parece aceptar creo que equivocadamente- no tienen sentido del bien ni del mal.
Creemos, sin embargo que del bien y del mal subjetivos si tendrá conocimiento. Sabrá que un dolor es un mal y que a una sensación placentera el común de los humanos la denomina un bien. Esto lo entiende todo el mundo, hasta Carrillo sin duda. Otra cosa es que no se pare a considerar ni al bien moral ni al mal moral, lo que llaman los filósofos el bien y el mal objetivos.

Yo me atrevo a recomendar a este anciano que en el tiempo que le quede con lucidez, aprenda, dejando de preocuparse de las creencias religiosa de los demás, que lo moral debe someterse a un valor, en tanto que lo inmoral y lo amoral, es lo que se opone a todo valor, que le es indiferente. Tomando esto en cuenta, la gente de bien, creyente o atea, acepta que lo moral es la obediencia a la ley así calificada y fijada por las normas, las leyes y las costumbres de la sociedad. Quien no acepta esto resulta un inmoral o un amoral. Tal Carrillo por lo que se desprende de la entrevista en cuestión y ojalá pueda demostrar lo contrario.

Creo, sin embargo, que le va a ser difícil hacerlo. Si estuviese dispuesto a ello, habría comenzado hace tiempo a explicar, obedeciendo a la tan deseada y cacareada petición de Memoria Histórica, todo lo que vivió en el Madrid de su tiempo. Lo de Paracuellos (de lo que está "hasta el copete", pero no lo aclara) de los asesinatos en las checas, de las persecuciones, etc. etc. Nos gustaría que hablese Carrillo de todo por lo que se siente orgulloso y le impide arrepentirse.

Y que deje las obsesiones: "Se necesita protección" porque "hay comandos falangistas que viven en el 38" dijo también ayer. Por Dios (y Ud. perdone) "la dialectica de los puños" ya pasó, como han pasado los falangistas y los suyos de su tiempo.

Visto lo visto ahí va un consejo: creo que para ser consecuente, debería quitarse el san de su nombre y llamarse solamente Yago, cuadra mejor con un ateo que pone la moral en cuarentea.

sábado, 15 de noviembre de 2008

DEL SEÑORÍO Y OTRAS CONSIDERACIONES

Estoy muy contento porque ahora nadie me negará que soy un señor por partida doble. Me he enterado que señor equivale etimológicamente hablando a "más viejo" (¿más todavía?) porque es un comparativo de senex, viejo. Así que lo soy de condición (espero) y por longevo.

Los romanos lo tenían muy claro, los viejos respetables se iban al senado (no como ahora, a las residencias) y allí discutían de sus cosas. Ciceron con sus catilinarias: "Hasta cuando Catilina vas a abusar de nuestra paciencia" que traducíamos cuando los muchachos sabían hasta latín . Ante tan duras críticas se consiguió lo que no conseguimos ahora con Zapatero, que Lucio Sergio Catilina huyera, pero no sólo, sinó llevándose con él a 20.000 hombres nada menos, qué tío.

Con el tiempo no fue preciso amontonar años y más años para hacerse acreedor a la denominación de señor. Se consideró así a las personas respetables, lo que parece muy justo y a ella nos hemos acogido los que nos creemos gente de bien. Aunque es verdad que, así mismo, llegó el momento en que la palabra se equiparó a dueño y ahí la senectud, a la par que se enriquecía, pudo en algunos casos quizá, paradójicamente, perder o al menos mancillar el señorío. Es que la riqueza si se adquiere con demasiada rapidez se hace sospechosa, mientras que la senectud, es decir el señorío se consigue con tiempos de rectitud y ejemplaridad.

Modernamente en España se emplea cada vez menos esta palabra. Se da de patadas con el tuteo que utiliza cualquier tipejo al dirigirse a alguien que ya peina canas . Los hispanoamericanos, sin embargo, que nos dan lecciones con su profundo y extenso castellano, siguen utilizando la palabra señor y, al haber acabado, a Dios gracias, el sometimiento al que era el dueño, vuelve a adquirir su sentido más noble, en el que nació.

Aquí no, lo del señorío no se valora. Los más respetuosos te llaman caballero que no obliga a ningún reconocimiento ni sometimiento pasado. Caballero, en principio es el cabalga, aunque sea en mula, lo que no obliga a nada al que así te nombra. Ni siquiera si se utiliza el calificativo en su acepción (olvidada por la mayoría) de "hidalgo de calificada nobleza" o de pertenecer a alguna orden de caballería. Si puede concederte alguna consideración y entonces es de agradecer, el que te dice caballero, si utiliza la palabra en su acepción de "persona de consideración o de buen porte".

El don es otro tratamiento en desuso, quizá porque recuerda a dominus, dueño, de donde proviene. Nada de distinciones ni preponderancias morales, sólo se admiten a los de escaleras abajo como antes se decía tan despreciativamente. No hay dones que valgan, sólo permitimos a los donadie tan abundantes y porque resultan inofensivos que si no...

Ahora una curiosidad para los que abandonan el tratamiento de señor. Que sepan que cuando insultan a alguien, so asqueroso, so imbécil, so tal o so cual, no hacen más que utilizar la palabra señor aunque en su sentido más exagerado. Parece ser como nos cuenta Coromines que en el Siglo de Oro "se empleaba señor contraído en seor, sor, so y esto acabó por emparejarse con palabras insultantes para intensificar su sentido". Ya lo saben, el pasado se hace presente en cualquier momento. Al enfadarse.

Vemos que la realidad actual se impone con tal contundencia que ya no se pueden exigir tratamientos ni otras zarandajas. La personalidad individual se pretende disolver en el anonimato, sino en la vulgaridad. En el gran "Hospital 12 de Octubre" de Madrid, magnífico por muchas razones, existen unos impresos que hay que cumplimentar, en donde piden apellidos y nombre del paciente y asimismo, sorprendentemente, bien separado y visible, el "nombre corto". De tal forma que ese anciano achacoso que llega acaso sin mucha esperanza con sus alifafes encima y al que en su pueblo se le conoce por don José, pasa oficialmente en el Hospital a ser unicamente Pepín. Con lo que queda el hombre más hundido todavía y reducido a la mínima expresión.

Ni tratamientos ni siquiera nombre. El señorío (aunque sea doble como pretendo que sea el mío) queda unicamente como una satisfacción íntima. Como la moralidad y el patriotismo, que no deben exhibirse demasiado para evitar burlas y acaso insultos.

--Identifiquese -te dicen autoritariamente.

--Me llamo...

--No, eso no interesa, el número de su DNI.

Sé que no estoy en un campo de concentración y contesto:

--5 3 4 ...

Y al acabar:

--Letra

Y por fin respondo como colofón algo que en mi caso es verdad y que me da gran alegría gritarlo a los cuatro vientos:

-- Una EME.

jueves, 13 de noviembre de 2008

MI HORADADA PROPIAMENTE DICHA

Este rincón mío, solitario al que me voy con la mente para pontificar dirigiendo la voz a esos altos espacios siderales que atrapa la técnica y los llama internet, lo he bautizado como podrán ver, La Horadada, tomado prestado el nombre en muchos momentos.

En realidad hay muchas Horadadas por ahí. Una, sorprendente, por tierras palentinas. El Cañón de la Horadada se llama por donde discurre despacioso el Pisuerga, el río que al llegar a Valladolid alcanza su mayoría de edad y de conocimiento. Ese Cañón de la Horadada y sus cercanías, son un cúmulo, un verdadero prodigio de horadadas. La piedra allí ha sido en verdad esculpida por la Naturaleza que nos sorprende, por ejemplo, entre otras, con la figura del Perro de Piedra o con el de la Mesa, además de con múltiples cavernas y oquedades admirables.

Hay también, cara al Mediterráneo, en la Costa Blanca alicantina, un Pilar de la Horadada que mira y se acerca al mar, mientras sus palmeras suspiran hacia un cielo siempre azul. Y en Hispanoamérica, creo que en la Argentina, existe otra Horadada y otra más mirando al Pacífico por la quebradísima costa del sur chileno.

Pero la que yo he elegido como distintivo, es una roca pequeña que por la noche parece temblar con la tenue luz de su faro ¿O será de frío y de soledad?. El caso es que a esa roca voy con el recuerdo porque no necesito otro medio de transporte. Y desde ella oteo el horizonte y aprecio el entorno, incluso el más elejado.

Antes, esta roca, sí era horadada y formaba como un puente bajo el cual pasaba el mar, no el mar infinito, sino sólo una porción de él junto, supongo, con las sardinas que por allí deambularan. Pero ahora mi roca adoptada ya no está horadada, se le cayó un pie y quedó mellada como una roca vieja que es. Mas sigue con el mismo nombre de siempre como si todavía tuviera la misma condición. Le pasa como a esos viejos que cuando ya no son nada, sólo una espera, siguen con sus laureles ya sólo recordados como tristes penachos de las ilusiones idas.

--Qué barbaridad que trágico se pone usted.

--Tiene razón, pero a mi aunque vieja, me sirve para desde ella, es decir desde aquí mismo, observar y meditar iluminado con el pálpito luminoso de su faro que hasta mi llega intermitente como es. Y observo y medito.

--¿Sobre qué?

--Sobre el trajín de los acontecimientos, de alguna buena obra que por casualidad se filtra en medio del ir y venir de los codiciosos tras el botín deseado de todos los días, ojo avizor, listos los reflejos, las garras en guardia a la espera de los incautos necesitados de ayuda. Y también si así conviene, considerando la muestra de halagos y promesas usados como anzuelos para inocentes.

--¿Se refiere usted a los bancos?

--Pues a muchos de ellos sí entre otros especímenes también acaparadores y no sólo a ellos. También considero como se merecen a los políticos, esa gente al parecer necesaria como los bancos a los que hay que sufrir. Pero dejémoslo de este tamaño como dicen en Venezuela que ya se siente frío en esta roquita mellada. Mañana "hablaremos del Gobierno".

jueves, 6 de noviembre de 2008

LA ADMIRADA Y DENOSTADA AMÉRICA

En realidad me refiero a Norteamérica y ni siquiera a toda ella. Hoy dejo fuera a Méjico y Canadá y me fijo en los Estados Unidos que tan repetidas veces nos dan ejemplo de esa unidad que proclama su nombre a pesar de su verdadera y auténtica diversidad; no como la nuestra tan cacareada y tan exagerada y cultivada, además, con perversidad, interés y traición.

Bien, esa América o porción de ella parece haberse ideado una realidad imperial de nuevo cuño sin mancillar las fronteras del mundo, dejando a tantos países que admiten su superioridad y buscan su beneplácito, disfrutar de sus banderas e himnos, pero acércándoles al resaltar con inteligencia la necesidad de su ayuda y protección al menos en los momentos de intranquilidad.

Y en eso estamos otra vez, necesitándolos. Y ahora, en medio de la crisis económica tan asustadora que se agiganta, esos Estados Unidos dan un paso más de progreso y eleva hasta ese original trono imperial, pero demócrata (primero el ciudadano, luego el Estado) a un negro que digamos parece tener el alma tan blanca ( si es que eso es mejor) o digamos tan limpia como el ciudadano más blanco. Y el mundo se fija en él con esperanza.
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Ya sé que ese país, EE.UU., no siempre ha sido el noble protector que ahora queremos ver en él porque nos conviene. España puede echarle en cara hechos censurables. Digamos algunos para que los antiyanquis, esos que se dicen progresistas malhumorados, no nos acusen de parcialidad. Ahí van algunos de los que me acuerdo: recordemos a nuestro conde de Gálvez, general y gobernador de Luisiana que tan eficazmente lucho contra Inglaterra ayudando muy eficazmente a la independencia estadounidense. Los eruditos de ese país lo recuerdan, pero se han cuidado bien de que su agradecimiento no llegue a calar a nivel popular. La labor colonizadora de España en América había que denigrarla un poco por intereses políticos, lo intentaron y lo consigueron bastante. Otro ejemplo, La Florida fue arrancada de España militarmente y luego se quiso atenuar el despojo con una venta que España se vio obligada a aceptar en Versalles. Otro más: el presidente Jefferson comunicó a su sucesor Monroe, por escrito, "la necesidad" de adquirir Cuba para hacer suyo todo el Golfo de Méjico, lo que llevó a realizar la voladura del "Maine" para justificar la guerra con España. No se quedó con Cuba, aunque si la dominó durante unos años con la llamada Enmienda Platt; a cambio se apropió Puerto Rico.
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Pero eso es agua pasada que sirve para ilustrarnos cuando hacemos un paseo por la Historia. Hoy es hoy y si tan solo retrocedemos con la memoria al cercano ayer, vemos la labor bienhechora -sí, bienhechora- y heróica de los Estados Unidos cuando Europa ardía por la soberbía del imparable nacionalsocialismo alemán. Salvó a Europa y salvó al mundo. El fascismo patriótico y dictatorial implantado en Italia en 1922 como una solución equivocada a la decadencia, se endureció hasta niveles atroces con Hitler ya en 1933. Y ahora Europa y el resto del mundo, otra vez perdidos, con la realidad económica imparable que tanto asusta, quedan espectantes. El advenimiento del nuevo director de orquesta mundial, tendrá que esforzarse en buscar un remedio ante el desastre, creciente al parecer.

Pero hay más, para oponerse a otros peligros existentes o que puedan surgir, de la amenaza de ciertos sectores enardecidos musulmanes por ejemplo, solo hay una fuerza decisiva, la de EE.UU.
La propuesta de diálogo que alguien propuso parece que no tiene respuesta.

lunes, 3 de noviembre de 2008

DE LA LIBERTAD Y LA TOLERANCIA

Me gusta ser liberal por lo que nos acerca a la libertad. Pero yo deseo disfrutarla con la Guardia Civil vigilante si es que tenemos que vivir en sociedad, es decir, amontonados en grupos de miles, de millones. Ahí tienen a Tokío, a Méjico D.F., a Nueva York, todos ellos tan asfixiantes si pretendemos abarcarlas en su conjunto.

Amar la libertad sin llegar, claro, al anarquismo, sueño imposible hasta tal punto que los ensayos realizados en este sentido llevaron, tantas veces, al fracaso y al delito. Porque el ansia de libertad debe relentizarse y contentarse con el liberalismo político que si bien se dijo que era pecado cuando el pueblo pretendió romper las cadenas, en este momento, ya digerido como tendencia y fracasado el socialismo como camino que lleve a la felicidad y la justicia, pero asimiladas también por todas las tendencias políticas modernas sus necesarias aportaciones, queda la idea liberal como la única aceptable, al menos políticamente hablando y de momento.

En esas estamos desde que en 1832 surgió como partido político en Gran Bretaña y dos años después en Estados Unidos y al fin en 1880 en España con Sagasta a la cabeza. Nosotros lo hemos sudado más que nadie para que fuera aceptado, pero ya está aquí implantado y reconocido si no como partido así nombrado, sí como postura que trae la liberalidad que lleve en la práctica a la libertad política.

Y llegado aquí, otra vez tengo que enfrentarme con tantos que se llaman socialistas y que de socialistas tienen tan poco, no tanto por tratarse de una doctrina fracasada que poco puede ya favorecer a la sociedad, sinó por la conducta disolvente y destructiva de unos individuos instalados por ahora en el Gobierno y sus aledaños, que la única consigna que han sabido airear es la tan cacareada tolerancia.

Tienen que tener en cuenta que tolerar puede ser en tantas ocasiones y así se define en su primera acepción, sufrir, llevar con paciencia y también permitir algo que no se tiene por lícito, sin aprobarlo expresamente, quizá por no tener más remedio añado yo. Pero acercándonos a su concepto más noble, tolerancia es respetar las opiniones y prácticas de los demás, lo que está muy bien que eso es ser liberal. Mas cuando esa tolerancia por obra del Gobierno se convierte, como ocurre, en la supervaloración de lo distinto, de lo excepcional, de lo que puede considerarse hasta antinatural, e incluso se eleva esa excepcionalidad, tan minoritaria siempre, a ejemplo y paradigma, la tolerancia se prostituye quizá por la ganancia de unos votos, y empuja al país, a sus ciudadanos menos preparados, al envilecimiento. Tan es así que esos grupos minoritarios que se escapan de la normalidad del conjunto, consiguen ahora tener más voz que nadie. Y su presencia y su eco atosigan.

Yo les diría a esos grupúsculos que no armen tanto alboroto, que ya les toleramos y aceptamos, dense por contentos y sean discretos con su excepcionalidad, sean pudorosos. Y al Gobierno con tanto fantoche engreido y retorcido, que se fijen un poco más en la mayoría, en el pueblo tan cacareado y digan a esas minorías antes incluso intolerablemente perseguidas que dejen su constante exhibición y que se integren en el conjunto. Así se ha intentado con otras minorías, con los gitanos por ejemplo. (¿Les molesta la comparación? pues vaya con los tolerantes)). Seámoslo de verdad, es decir seamos liberales, para llegar a la justicia. Lo que ocurre es que si nos atenemos a sus fundamntos, el liberalismo y el socialismo se dan de patadas.