jueves, 30 de octubre de 2008

GENTE, GENTECILLA, GENTUZA

Ya sé que todo de lo que voy a tratar se ha publicado en los periódicos, por lo que es del dominio general. Pero a pesar de ello no me callo porque, en realidad, nadie debe callarse ante tanta ofensa de los cínicos enrolados en los puestos directivos de la política. Por eso allá voy.

Ahora pretenden que no se haga público qué bancos va a ser ayudados con el dinero público para no "estigmatizarlos". Me imagino que este término habrá sido empleado en su acepción de desdoro y mala fama, lo que equivale a no desear que sea de dominio público su desdoro que les lleva a la mala fama a la que se han hecho acreedores . Con esta decisión nos quedaremos todos con la sospecha de quién será el que después de aprovecharse bien en sus negocios, no ha sabido nadar y guardar la ropa.


Como contraste cualquier ciudadano de a pie que no cumpla con el compromiso bancario que unas circunstancias quizá adversas le obligó a asumir, pasa inmediatamente al "índice" más inquisistorial del que tan difícil será zafarse.


Todo ese favoritismo con los bancos lo provoca, lo sostiene y lo defiende un gobierno que se dice socialista. ¡Qué Gobierno y qué oposición que no pone el grito en el cielo!
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En las Vascongadas, en Cataluña y en Galicia, en algunos libros de texto se ridiculiza a los que hablan castellano, es decir español. En Cataluña se explica el descubrimiento de América como un golpe de suerte que acaeció cuando los comerciantes catalanes no podía comerciar con el Oriente por culpa de los turcos. A Colón se le cita, a los Reyes Católicos no. Los dueños de los mares en aquella época, según esos textos, eran los portugueses, los españoles no porque a España no se la nombra.

¡Qué Gobierno que lo permite y que oposición que no pone el grito en el cielo!


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Por otro lado, el cara, carota, Carod disfruta de 21.000 euros anuales para sus desplazamientos, mientras los realiza en el coche oficial y con el chófer oficial; como hacen otros también, por supuesto. Y no hay denuncias, quizá porque todos o la mayoría tengan algo que tapar. Que Gobierno nos ha tocado y que oposición tan blandita.
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Zapatero, parece ser, tiene cientos de asesores. ¿De qué le asesorarán y cómo lo hacen tan mal vistos los resultados?. A pesar de todo, asesorado por alguien quizá, él insiste en que debe ir a la cumbre de EE.UU. porque necesitan allí una voz progresista. Y el resto del mundo sin enterse.
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¡Qué gente, qué gentecilla, qué gentuza!

sábado, 25 de octubre de 2008

¿UN LOCO?

Uno habla, uno escribe y, tantas veces se confunde y cae en los lapsus, linguae o calami, de la lengua o de la pluma, aunque yo los calificaría de la mente ya que la lengua o la pluma son únicamente sus instrumentos. Yo caigo en los dos; pero uno, cuando ocurre los denomina sólo lapsus y se queda tan contento. Lo malo es cuando esos lapsus se repiten a menudo y es cuando la sospecha surge y se piensa que se va abriendo el hueco absorbente del mundo flotante de la inconsciencia, un mundo triste o alegre, quizá según el carácter de cada cual o según con que pie se entre en él. Pero en definitiva, eso sí, un mundo particular que nadie entiende y lo que es peor ni el propio protagonista que, por supuesto, ni pretende comprenderlo muchas veces, sólo se recrea en él o lo sufre.

Mi poeta tan cercano utilizó una composición siguiendo las normas de la métrica que aprendió en el colegio para tratar de ese ámbito de la inconsciencia al que se llega cuando el viaje se prolonga más de la cuenta, más de lo programado para cada cual. Lo tituló "Ensoñaciones seniles" con lo que pretende aceptar como válido el confuso espacio por el que deambulan los pensamientos que se escapan de los controles establecidos. Dice así¨:


La mente flota ya libre
sin frenos condicionantes,
más auténtica que antes,
sin argumentos plausibles,
sueltos los cables y mimbres
incapaces ya de tejer,
de fijar y de pretender
una idea aceptable
para el mundo respetable
que sólo oye lo que ve.

"Que sólo oye lo que ve", termina y aquí está, seguramente, la limitación de las personas que se consideran normales, los que están con los pies en el suelo, los que sólo llaman al pan pan y al vino vino y no se asoman por encima del límite de la normalidad para ver otros mundos. Porque hay otros mundos u otros espacios, el de los sueños por ejemplo en los que la mente, desprendida de las bridas que la controlan deambula libremente o lo parece. O sin ir más lejos, el de la imaginación cuando sin tabúes ni cortapisas se eleva hasta un mundo abstracto quizá, sin formas reconocibles que conduce hacia la libertad total.

Lo malo de esto es que algunos de esos viajes se convierta en un viaje sin retorno y se quede uno como un astronauta muy especial, perdido en el pensamiento.
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--Oiga, que tonterías escribe usted.

--Tiene razón y lo malo es que no puedo decir que sólo fue un lapsus linguae o del otro, es demasiado prolongado esto para considerarlo un lapsus. ¡Ay madre!

viernes, 24 de octubre de 2008

EL PESO DE LA HISTORIA

Un cardenal enjoyado y orondo entre dos poderosos políticos
durante una comida de gala, ha escandalizado
a muchos al recordar la sencillez de Belén.
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Creo que a la Iglesia se le subió Roma a la cabeza. Era la Roma de los emperadores dueños del mundo, decadentes ya y, por ello, más dados a los brillos y oropeles en la que creció aquella Iglesia primitiva oculta al principio en las oscuras catacumbas, pero que con el tiempo, pasito a pasito, se hizo dueña y señora de todo. Y construyó la Roma que ahora admiramos con pasmo ante tanta grandiosidad.

¿Pero acrecienta nuestra fe tanta belleza y riqueza? Quizá no o al menos no tanto, por ejemplo, como la iglesita románica tan humilde, guardadora de siglos también que, escondida en un alejado paisaje nos sorprende de pronto y nos invita al recogimiento y la meditación, y al agradecimiento también por acercarnos a Dios de foma tan auténtica y profunda.

Pero es que esa Iglesia, la de Roma, soporta el peso de tanta historia que apenas puede con ella. O, al menos, no acierta sacudirse -¡qué difícil!- su influjo y recuerdo para, con sólo el Evangelio, seguir su camino.

Ahora sí esgrime el Evangelio, pero para muchos, en algunos aspectos le puede el oropel. Un oropel sostenido por el arte más elevado que debe, por otro lado, custodiar y preservar.

Ante tanto brillo, ante tanta magnificencia, el genio de un genio sí supo transmitirnos todo el fundamento de la fe. Pero lo consiguió desde la sencillez y la verdad. Ese genio, Buenarrotti, Miguel Angel, supo alejarse, al menos entonces, de tanta grandiosidad inventada -por él mismo en gran parte- y recogido en sí mismo seguramente, aceptando sólo lo esencial, nos brindó una Piedad compendio de todas las emociones y, desde la elementalidad de los sentimientos más humanos, transmitirnos el dolor callado de una Dolorosa que con el cuerpo inerte de su Hijo nos resume, en un momento, toda la Gran Verdad.

Pero no todos son Miguel Angel. No lo son esos que se se siguen calificando Príncipes de la Iglesia y que, sin duda, dando de lado al Pesebre inicial, quieren seguir siendo (o no saben como evitarlo) parte de toda la gradiosidad de la Roma renacentista en la que han quedado, vemos, atrapados todavía.

Es lamentable y humano ese comportamiento. Lutero fue el primer disidente, un disidente rudo y terco que, al menos, entre otras actitudes condenables, supo valorar el Evangelio y su disidencia sirvió para que Roma volviera a fijarse más en lo esencial. Erasmo, de forma más aceptable y conciliadora, también coadyuvó a seguir ese camino y aunque en su tiempo no fue aceptado, su esfuerzo, más tarde, dio sus frutos.

Nosotros ahora sabedores de una hisoria tan larga y comprendiéndola, seguimos haciendo historia y al hacerla, si acertamos, iremos venciendo tantas incongruencias. Porque los cristianos de a pie así lo demandan. Con el esfuerzo de todos -es nuestra obligación- conseguiremos sacudirnos tantas rémoras que vienen de un pasado ya superado gracias a Dios.

miércoles, 22 de octubre de 2008

LO QUE VA DE AYER A HOY

A Fernando, un sobrino muy alto que tengo,
le dedico este suceso que muy bien le puede
ocurrir a cualquiera.

Atravesaba yo el otro día, en coche, la ciudad, la mía, Santander, entonces dormida y lluviosa -aún faltaban dos largas horas para que el sol intentara vencer la densa opacidad de los negros nubarrones que cubrían- cuando mi inoportuno automóvil me dejó tirado en la curva de La Magdalena ante la mirada inalterable de José del Río que, desde su estatua de bronce poco podía hacer en mi ayuda, a pesar de la proverbial amabilidad que en vida cracterizó al autor de "Las hijas del capitán".

Más aún, los denuestos airados y las lamentaciones casi lacrimosas que lancé, parecían rodar inadvertidas hasta el oscuro mar que habitaba en solitario, El Camello de dura roca que allá, tan abajo casi se adivinaba y que tampoco parecía hacerme el menor caso. Con ello, la soledad del momento y el porvenir bajo la copiosa lluvia, cuando ya el sueño se había convertido de molestia en amenaza que me dominaba casi por completo, parecía aún más negro que aquella noche tan negra. Pero hete aquí que, de pronto, como un ángel protector apareció la figura imponente y hercúlea de un apuesto policía municipal jinete en una poderosa motocicleta y cubierto con su casco reglamentario que le daba la presencia de un recién llegado de esas lejanías que se suponen de los espacios siderales. Su sonrisa justa y su eficacia exacta me tranquilizaron al instante y casi al instante también tuve a mi disposición una grúa que se llevó al inoportuno automóvil averiado y un taxi que me acercó veloz hasta mi añorada cama, blanda y cálida, que me esperaba desde hacía horas.

Como uno ya es viejo, tiene junto algunos alifafes indeseables, la ventaja de disponer de recuerdos que sirven, según las ocasiones, para volver a vivir momentos ya vividos, "coloreando la memoria" como dijo el poeta tan cercano o simplemente, para comparar, como ocurrió en esa ocasión, lo que va de ayer a hoy mientras me arrebujaba entre las sábanas.

La memoria -prestada en esta ocasión- me llevó a un ayer lejano, al verano de 1925. Mientras Santander recibía a los Reyes, a los aristócratas y a otras personalidades de imprtancia nacional. El Sardinero billaba, más o menos, como ahora brilla, estallante de belleza y esplendor. El Casino, más que ahora desde luego, abría sus puertas a la alta sociedad de entonces, refinada y exquisita. Todo o casi todo alcanzaba el alto nivel que convertía a Santander en "una ciudad de verano" de rango y, sin embargo, en medio de tanta elegancia y distinción -y aquí el contraste entre ayer y hoy- los guardias urbanos de entonces, los que tendrían que guardar, atender y proteger a los ciudadanos, como me protegió y ayudó el "angel" motorizado de aquella noche, no eran más que unos pobres representantes dela autoridad, vestidos con uniformes remendados y con un palo que ellos mismos se procuraban como principal defensa. No es exageración. Un cronista de entonces hizo la denuncia en uno de los periódicos del momento, "La Atalaya" que precisamente, dirigía José del Río, el testigo mudo desde su broncineo monumento en la entrada de La Magdalena, de mi percance nocturno con el automóvil: "Mugre y sietes a porrillo condecoran a los agentes municipales", decía la crónica y, luego, personificando en uno en especial de los 126 guardias con que contaba el Municipio, exactamente el que ostentaba el número 85, añadía: "Llevaba la gorra el buen agente de la autoridad que parecía embadurnada con el aceite de cien ballenas. Y ¡qué capa! Descolorida, grasona, descosida, llena de sietes y con un remiendo sobre el omóplato derecho que era el único pedazo limpio..."

Estos guardias tan pobremete vestidos, no sólo trataban de imponer su escasa autoridad, sin conseguirlo muchas veces, a los ciudadanos de entonces, sino que también, de esa guisa trajeados, servían para custodiar a los personajes del Ayuntamiento en los actos públicos y hasta a las personalidades más encumbradas como fue el caso, nada menos, del presidente del Directorio, don Miguel Primpo de Rivera que en un día soleado de agosto paseó, así escoltado, por la terraza del Sardinero, mientras la Familia Real, nada menos, se bañaba en la Primera Playa.

¡Tan altos dignatarios pretegidos por tan pobres representantes de la autoridad!. Eran los años veintitantos. Han pasado 83 años, Santander sigue luciendo sus encantos de siempre, pero ahora es capaz de ofrecer la ayuda eficaz de un cuerpo de policía en tantas cosas modélico, no ya, como es lógico, sólo a los empingorotados personajes, sino también a un humilde ciudadano perdido en la noche. Eso es civilización y eso es el progreso con la técnica, como debe de ser, a su servicio.

domingo, 19 de octubre de 2008

LA PÉRDIDA DE ESPAÑA Y SUS CONSECUENCIAS

Trataba yo el otro día de las glorias y hazañas -militares sobre todo- de nuestra España, allá en los tiempos en que los siglos se llamaban de oro. Pero hay más que recordar si tratamos de nuestras grandezas y éxitos y es, precisamente, recordar el fundamento y sostén de todas ellas, el pensamiento que nos marcó la trayectoria de nuestra historia y el talante con que actuamos.

Hay que remontarse a siglos atrás y llegar hasta los tiempos de la "pérdida de España" como se consideró entonces -y ahora por supuesto- a la invasión y dominio musulmán.

En medio del desastre sufrido y como una consecuencia de él, surgió un tipo de vida que llevó en los reinos cristianos reconquistadores a un concepto de lo social más moderno y adelantado que en el resto de Europa. ¿Cuál fue la causa? Su situación fronteriza en la que hacían falta brazos que empuñaran las armas, los de todo el pueblo sin distingos ni superioridades y, como consecuencia, la imposibilidad del señorío exigente de pechos y exagerados vasallajes. Hasta tal punto fue así que incluso en los territorios de los que se iban alejando las fronteras por los avances cristianos, los señores nunca fueron feudales como en el resto de Europa, sino que se cuidaban bien de que su pueblo no prefiriera la mayor liberalidad de las fronteras a pesar de sus peligros.

Esto nos llevó a que fuera en España donde comenzara a acrecentarse el principio de la libertad, tanto personal como política y como una respuesta a esto donde apareciera la primera especie de código en que se tomaran en cuenta los deberes y también los derechos de todos. Me refiero a Las Partidas del rey Alfonso el Sabio.

Con ello se desembocó en un siglo XV en que los Vitorias y los Sotos y hasta Las Casas brillaran gracias a la libertad política existente y a que se diferenciara, porque finiquitaba el concepto teocrático, lo natural de lo sobrenatural. Hasta tal punto fue así que el Padre Las Casas pudo publicar en la misma Sevilla sus verdades y sus exageraciones de su "Brevísima relación de la destrucción de las Indias". Y como otro fruto sorprendente para la época, la aparición de las Leyes de Indias, en donde los derechos del hombre se reconocen sin hacer diferencias con los pueblos primitivos.

Así fue la España de entonces, cuando el sol no se ponía en sus dominios, todo obra del pueblo que acostumbrado a la vida frinteriza de la Reconquista, siguió por esos mundos de Dios ampliándolas.

Se ha dicho algo así como que en España lo que no hace el pueblo se queda sin hacer. Y en esas épocas el pueblo cumplió y bien que lo hizo. Y nosotros nos enorgullecemos con ello.

sábado, 18 de octubre de 2008

LA GARCETA

Al decir garzón podemos referirnos simplemente a un joven, a un mancebo, incluso a un ave ciconiforme, especie de garceta según explica el diccionario. Pero no, ahora queremos fijarnos sólo en un juez que no es un juez cualquiera sino un juez de altos vuelos, quizá como el ave ciconiforme citada. Porque ese juez pretendió, superados digo yo, los diarios problemas de casa, atrapar para darle su merecido al dictador Pinochet, el chileno ese protegido por Margaret para los amigos, la inglesa más conocida por la "Dama de hierro". No lo consiguió claro, como tampoco capturar a otros delincuentes políticos esparcidos por las lejanías de esos mundos de Dios.

Por eso ahora, ante tanto fracaso, reflexionando, se centra en lo de aquí y pide, porque hay que alejar todo posible peligro, el certificado de defunción de otro dictador más nuestro, de Franco. No vaya a ser que no esté muerto como dicen y aparezca por cualquier rincón y nos ponga firmes de nuevo para cantar "Prietas las filas".

A mi eso de cantar no me importa, yo me sé muy bien todas esas canciones, las de los dos bandos: "Si supieran los curas y frailes la paliza que les vamos a dar...", muy elevada ésta como ven. O "Prietas las filas, recias, marciales, nuestra escuadras van, cara la mañana que nos promete Patria, justicia y pan..." Pan sólo eso sí y ya saben, pan con pan comida de tontos. De tan tontos como nos vamos a volver todos si seguimos por ese camino que nos trae la garzonada, que también pretende saber si hay por ahí algún falangista al que endilgar alguna acusación de muertes y otras atrocidades. Con lo fácil que lo tiene para entretenerse con lo de Paracuellos, donde los muertos contabilizados se cuentan por miles y de los que podría dar cuenta y razón alguno que no es que pasara por ahí, sino que estaba aposentado en un buen sillón en aquellos trágicos días y, al menos, algún grito de terror le llegaría, digo yo.

Pero Garzón va a lo suyo, a lo que le gusta, a lo que le mola como dicen los garzones actuales, es decir, los jóvenes del momento. Quiere contabilizar una por una todas las atrocidades, que no son pocas, que cometieron los insurrectos. Las de los otros que tampoco son pocas, no cuentan. Las de los curas sacrificados ahora que el Papa pretenden santificar a otros cuantos cientos más, no tiene importancia; los numerosos "paseos" que acababan con un tiro en el corazón frente a cualquier tapia del camino, tampoco; los muertos en "El barco", cárcel improvisada en el centro de la bahía de mi tierra, tampoco. Esos no cuentan porque esos asesinatos se ejecutaron en los feudos regidos por los partidos de izquierdas encuadrados dentro del Frente Popular.

Po todo ello, llega el momento de pedir respeto, seriedad y equilibrio, porque lejos de nosotros ya gracias a Dios, la "dialéctica de los puños" no nos lleven ahora con todas esas elucubraciones innecesarias y superadas, a resucitar la dialéctica del odio, de las dos Españas.

Vivamos en paz y dejemos al pasado, tan triste, a la Historia para ser estudiada sin parcialidad alguna y para aprender de ella.

Llegado a este punto y dicho lo dicho, yo, ahora, para olvidar tanta insensated, me alejo más aún de Garzón el juez y, en su otra acepción, me deleito con el garzón ave que, por lo visto es de un blanco puro y luce un largo penacho en la cabeza. Una preciosidad, qué diferencia.

sábado, 11 de octubre de 2008

SOBRE LAS DECADENCIAS

Desde la infinitud del mar, tan cercano sin embargo, llegan afirmaciones sobre el fin de los imperios y sus decadencias. Afirmaciones incontestables que llegan acompañadas de la enumeración de sus causas que bien pueden encontrarse, efectivamente, como apunta, en nuestra Europa, madre de tantas cosas, incapaz ahora de mantenerse con firmeza al negarse a si misma y a lo que fue su historia.

Con todo ello, esa voz que traen las olas de su mar, se adelanta por escaso tiempo y coincide en lo esencial con las consideraciones, más apocalípticas sin duda, lanzadas a los cuatro vientos del último sínodo de obispos por el Papa Benedicto XVI. Adelantarse para coincidir con el Sumo Pontífice, con el puente que nos lleva a lo esencial, tiene su aquel.

El caso es que esas acertadas consideraciones basadas en lo que la Historia nos enseña, me llevó a mí a pensar en otras decadencias menos graves sin duda porque no acabaron con el aleteo de la existencia y por ello se quedaron sólo en una mera postración recuperable. Tal, por ejemplo, el caso de la España imperial que tanto brilló con su Siglo de Oro, broche fantástico de tanta grandeza. Fue éste, el de España, un caso de cansancio, de agotamiento, no de envilecimiento. De unos hombres, los españoles de entonces que como Nietzsche dijo y yo recogía hace poco, "quisieron ser demasiado". Quisieron ser y lo fueron sin duda apostillo yo como tan claramente nos muestra la Historia.

Fue, sí, un caso de agotamiento. En Rocroi, allá en las Ardenas francesas, la extraordinaria, heróica resistencia de nuestros Tercios, de nuestra infantería victoriosa siempre hasta entonces, mostró ese agotamiento que desde esa mitad del XVII se haría más ostensible. Esta es la explicación: En Europa, había presencia hispana desde el Báltico al Tirreno; en América, en la mayor parte de ella desde el Atlántico al Pacífico, y en el otro extremo del mundo, en los mares de la China meridional, en el Cinturón de Fuego del Pacífico con las más de 7.000 islas filipinas. Incluso alargando la mirada, surge también nuestra presencia que deja, con el bautismo, su huella sonora y perdurable en Velez y Australia, entre otros remotos lugares.

España con todo esto, más el esfuerzo voluntario de la Contrarreforma, fue decayendo, aunque con tal dignidad que aún tuvo un siglo XVIII activo y maestro en muchas cosas, del que con tiempo y paciencia, aun podemos tratar en otra ocasión.

¿Qué queda de todo esto, descansados ya de tanto ajetro? Visto con los ojos y con el talante de ahora poco para la mayoría. Para los que más hablan, España es una nación a corregir. Su andadura histórica una equivocación. Nuestras glorias, el resultado de nuestra intransigencia. A cambio sólo se ofrece - y esto sí es muestra de la decandencia señalada- la duda que trae el relativismo que invade el mundo y sobre todo Europa. El relativismo que se apoya en la técnica que se juzga omnipotente, pero que conduce a anular todo esfuerzo positivo, al menos en el mundo de las ideas que es el motor del verdadero progreso.

España, pues, se está preparando para que quizá en este siglo, forme parte destacada de una Europa anodina, impersonal y disforme que parece que pueda abrir la puerta a la profecía vaticana y a los peligros que tan contundentemente señalaban las olas de ese mar tan amplio.

Ojalá nos equivoquemos todos. Pero digo una cosa, si dicen que la verdad nos hace libres, yo digo que la verdad de todo esto de ahora me entristece.

jueves, 9 de octubre de 2008

AYUDAR AL NECESITADO

Qué rojos hay ahora más extraños. El mayor de todos Llamazares, el indeciso, "me afeito o me dejo la barba", se va porque fracasó y deja a Izquierda Unida en la UVI política. Eso si, a pesar de reconocer su fracaso político, conservará su puesto en las Cortes, porque de algo hay que comer.


El otro rojo importante con que contamos, el autodefinido así, es un rojo un tanto traidorzuelo con la causa de su pueblo, porque en vez de acabar con los bancos como haría un rojo que se precie, se reune con ellos, los recibe con su más amplia sonrisa y les ofrece dinero echando mano del que le confía la gente, la masa social esa que dice proteger, pero a la que sólo zarandea y atenaza tantas veces.


Rojo, pero con el manto azul inmaculada de la bondad o con el verde esperanza de no sé qué.


Dicho esto, sin embargo, ese rojo así autodefinido, ha hecho lo que solo probablemente se puede hacer e imitanto a sus semejantes del extranjero, ofrece dinero a los ricos banqueros para que resistan y también, por su parte, aprovecha la ocasión y da casi con la puerta en las narices al PP después de invitarle a tratar juntos sobre la mejor manera de soportar y salir de la crisis.


Rajoy ya poco puede aportar en este sentido, si acaso exigir la fiscalización necesaria para que los bancos que reciban esos fondos de la "pobre" gente, no los utilicen en la especulación sino en la producción, en lo que se denomina economía productiva.


Tampoco estaría mal que a partir de este susto que sufrimos, este Gobierno y, quizá, los demás del ancho mundo, reglamenten convenientemente y ejerzan el adecuado y necesario control de las entidades bancarias en el ejercicio de su libertad de actuación. Tal como por ejemplo, se regula la libre circulación por las carreteras, con una Guardia Civil vigilante y decisiva contra los infractores. Así, quizá, se haga posible que el desbarajuste económico que ahora sufrimos, no se repita.


--Que iluso es Vd., oiga.

--Puede que sí, pero yo ahora sólo estoy pendiente de que nuestro rojo ese, el autodefinido víctima de la derechona tan facha, después de ayudar a los bancos e inmerso como está en el sistema capitalista este tan injusto, se ocupe de lo suyo, de lo único que ofrecen ahora los solcialistas como novedad, es decir, de aumentar los abortos, establecer la eutanasia como debe de ser, implantar legalmente el suicidio asistido (¿por qué no el suicidio sin ayuda? y desenterrar los cadáveres que haya por esas cunetas de Dios. En esto último puede ayudarle el juez ese que tanto se ocupa de enmendar los entuertos (sin conseguirlo) que surgen por esos mundos, lo que es un consuelo.

sábado, 4 de octubre de 2008

LA BANCA MENDICANTE

Los bancos se tambalean, algunos al menos. Los bancos que han ido llenando sus arcas a costa de los indefensos mortales que deambulan por este mundo donde, entre otras incuestionables verdades, aparece clarísima la del que el pez grande se come al chico. Y ellos, los bancos, con toda clase de artimañas se han convertido en los peces más grandes. Y ahora, empachados, quizá notan los efectos de sus exageraciones, de su glotonería insaciable. Por lo que necesitan o necesitarán probablemente por desgracia, ayuda para sobrevivir y continuar manteniendo en pie el artificio creado en el que todos hacemos equilibrios para, al menos, seguir palpitando.

Pues habrá que hacerlo, habrá que ayudarlos, echar una mano a esos peces tan gordos, depredadores como pocos. ¿Quien lo hará, el Estado con el dinero de los contribuyentes, es decir, de los peces más pequeños, sus víctimas indefensas?. No parece justo.

Pero es que si no se hace, se derrumba el tinglado este en el que nos sostenemos y ¿a donde vamos? ¿Qué otro tinglado nos inventamos?

Existe otra fórmula, la de acabar con todas las libertades y convertir al Estado un deforme e incapaz gigantón que controle todo. Es decir, caminar hacia el socialismo tan fracasado siempre.

La experiencia nos dice que no debe ser ese el camino a seguir. Quizá como alguien ha apuntado aquí cerca, lo conveniente sea brindar a las tambaleantes entidades bancarias la ayuda estatal, única posible, pero en unas condiciones que podemos llamar condiciones bancarias, las mismas que ellos han impuesto en sus préstamos al ciudadano necesitado; necesitado, pero siempre con garantías suficientes.

Y habrá una ganancia que debería beneficiar al contribuyente convertido, de esta forma, a través del Estado, en prestamista ocasional.

Así, superado el problema, todo volvería a la normalidad establecida, a esta normalidad quizá la única viable que hemos vivido desde que el liberalismo surgió y la implantó; pero que al hacerse exagerado ese sentido liberal/capitalista, llega a a poner más en evidencia una "ley de la selva" solapada con sonrisas y buenos modales, inevitable acaso por ser la ley que impone la Naturaleza para sobrevivir. Para que sobrevivan los más fuertes que es lo que importa para conseguir la supervivencia de las especies. ¡Qué le vamos a hacer!