martes, 29 de julio de 2008

SENSACIONES

Ya me he venido a mi luna de nuevo con la intención de continuar con lo prometido en algo que publiqué a los cuatro vientos de esta mi solitaria plaza de mi amable y sufrido blog que aguanta todas mis confesiones. Fue, exactamente, el 6 de junio pasado.

En aquel artículo sí me confesé un poco. En fin, continuando con la confesión, veremos qué sale de esta cuesta abajo que se me presenta y en la que me lanzo, a la carrera, con el mejor ánimo. ¿Optimista entonces? ¡Y yo que sé ahora si no he hecho más que empezar! Porque para hacer una confesión audible o legible al menos, tenemos que emplear sin remedio, las palabras, con sus limitaciones. Oigamos la queja del poeta que está aquí conmigo:

Te lo digo con palabras, no tengo otra forma,
palabras que me llegan con su significado establecido
que debo utilizar para acercarme a lo que deseo.
Pero nada es exacto, sino una mera aproximación que tu recibes e interpretas
y que a mi me deja insatisfecho.

La razón la da el mismo poeta "porque -dice- las palabras, con su rigidez, no se adaptan a la realidad del pensamiento". Así que teniendo esto en cuenta, la confesión será sólo un reflejo de lo que ocurre en el exterior de uno, casi a la vista de todo el respetable y no de lo que nació, creció y quedó atrapado, quizá, en los adentros como una amargura que nadie puede desatascar.

Pero como la vida es o se la hace -digámoslo ahora que estamos con esto de la confesión- pura exteriorización, manifestemos en voz alta lo que se nos ocurra. El poeta, mi mentor hoy, dice que aunque "solo existe el silencio que ocultan las palabras", son estas "palabras necesarias para sostener y dar vida al vacío que todo lo llena y que olvidamos para entendernos entre nosotros".

Un lío como ven en el que ahora, en verano, cuesta demasiado adentrarse. Así es que hablemos como todo el mundo aunque haya poco que decir. ¿De qué, entonces, del tiempo?. Pues sí, pero tampoco del que dice el poeta ese que nos acompaña tan tristón y tan acertado a veces, porque él lo enjuicia así:

El tiempo imperturbable
cumpliendo con su labor silencioso,
eterno, incansable,
suave y poderoso
desgasta cuanto encuentra sin reposo.

Y tiene razón, pero yo prefiero no tomarlo tan a la tremenda y entretenerme con él, ganando tiempo o perdiendo el tiempo; porque, incluso, podemos matar el tiempo y podemos dar tiempo al tiempo y hasta hacer tiempo, aunque sepamos que sólo se nos escapa.

¿Y si para evitar tantas meditaciones, aceptamos que hasta cierto punto, como ya dije en otro lugar, es una consideración esto del tiempo un tanto artificial? Los días y las noches sí son comprobables: cuando me entra el sueño, cierro los ojos y oscurece u oscurece y cierro los ojos ¡yo qué sé! y luego, más tarde me despierto y ya es de día. Pero de su medida no me fío mucho como ya señalé también en otro lugar. No me fío yo ni nadie por lo que veo. ¿Si no por qué existe el calendario gregoriano, el juliano, el lunar y hasta el maya y el republicano de los franceses?.

Quizá la única verdad entonces, es que el tiempo se nos escapa, aunque eso sí, vaya dejando su huella. Yo aquí veo una nueva, esta arruga que me atraviesa la cara, ayer no la tenía.

Y con estas sensaciones -en gran parte un refrito- más que confesiones, me despido de ustedes. La confesión prometida se la trasmitiré en otro momento más adecuado, cuando haya hecho el necesario examen de conciencia. Lo prometo.

viernes, 25 de julio de 2008

AÑORANZA

Hoy es la festividad -sólo en cinco comunidades- de Santiago, patrono de España. No sé si fueron los sones del "Capricho español" de Rimsky-Korsakov o la jota de Bretón o los "Suspiros de España" oidos en una plaza pública al anochecer cálido de mi tierra, lo que me hizo suspirar por lo que pensé que era mío desde siempre y que me lo arrebataban.



Las banderas rojas y gualdas adornaban muchos balcones en un esfuerzo de tanta gente por intentar que permaneciera lo que siempre había conformando la tradición de nuestro pueblo, lo que fue su repertorio de buenas costumbres.



Por eso es Santiago patrono de España. ¿Por qué? porque así lo decidió el pueblo cuando vivía el medioevo y tenía el grito de "Santiago y cierra España" como grito guerrero para iniciar la batalla conta los musulmanes. Porque el apostol Santiago ayudó en la victoria de Clavijo a Ramiro I , rey de Asturias, allá en la mitad del siglo noveno. Lo vieron o se lo creyeron -¡qué más da!- venir sobre un caballo blanco zurrando a los moros que nos habían arrebatado España y nos cambiaron el camino a seguir.



"Oiga -dicen algunos incrédulos- si por lo visto Santiago no vino a España, que parece que fue San Pablo el que llegó, según dicen, a las últimas tierras de Occidente". Y a mi qué me importa lo que sólo se puede demostrar, si es la imaginación la que proviene de la memoria y la memoria histórica de mi pueblo me dice que vino Santiago y que está enterrado allá donde acaba la tierra, cerca de Finisterre. Y lo creemos tanto, tan grande es nuestra memoria que hasta se extendió lo que tan claro creíamos nosotros gracias a lo imaginado, por el resto de Europa y de allá vienen desde el siglo IX (y de tanto venir hicieron camino) a rezar al santo que nuestra memoria, es decir nuestra imaginación allí le hizo perdurar.



Y con la penetración humana desde otros países, nos llegaron beneficiosas corrientes económicas y culturales. Otra dádiva que nos proporcionaba el apostol. ¡Como para no creer!



Y tan profunda ha sido la memoria y la devoción , el agradecimiento de los españoles que, miren, podemos llegar hasta Jamaica, hasta Chile, hasta Ecuador, hasta Méjico, hasta Panamá, hasta Santo Domingo, hasta Cuba, qué sé yo hasta qué más sitios, y en todos hay un Santiago nombrando a una ciudad, un río o una montaña.



Pero ahora Santiago, patrono de España, sólo se celebra en algunas comunidades, porque la memoria histórica no es que se pierda, es que se trata de borrar por parte de unos gobernantes sin antecedentes, plebe política, hijos de nadie que traen -dicen- una asepsia intelectual inventada que no es incolora por supuesto, ni inodora porque apesta, aunque sí insípida por su falta de viveza, espíritu y gracia.



En fin, una gente, porque son los mismos, tan ingnorante , malévola, destructiva y sin fundamento que cuando se indicaba en la Constitución los colores nuestra bandera, pelearon porque no dijeran roja y gualda, sino roja y amarilla por imaginar muy tradicionalista la palabra gualda, sin saber que lo que siempre se quiso explicar al nombrar a tal hierba, era el tono de amarillo deseado, lo que, con ardor, trató de explicar Camilo José Cela.



Las banderas que adornan tantos balcones en la festividad de Santiago en mi tierra, representan la resistencia de tantos a que nos arrebaten nuestras costumbres. Son como unos reales suspiros de España mientras se resiste. O suspiros por España quizá, no sé, porque no quiero pensarlo.

martes, 22 de julio de 2008

DE VACACIONES

Uno se va, no a su luna que en ella estoy muchas veces sin necesidad de moverme, es sólo un estado mental voluntariamente buscado. Ahora es que me voy a lo que llaman vacaciones y se acaba este juego del blog durante un mes. Pero voy contento: hoy 22 de julio se cumple sus primeros cien días el nuevo Gobierno. Y eso hay que celebrarlo porque, señores, son cien días menos los que le quedan de vida. En fin yo me voy y les dejo esta mi idea de HOGAR que puede venir muy bien para el período de vacaciones y que se me ocurrió, (lo siento):

Una habitación amplia y tranquila,
un cuadro en la pared reposando sus colores
y la mesa de mantel blanco, doméstico y la sopa humeante.

Y allá la ventana abierta a la amplitud marina
que solo limitan las conocidas montañas
tocadas, esta vez, con el blancor de unas nubes inmóviles
y el azul más azul, y el mar en reposo
y la sonrisa tenue que trae la placidez
en el amplio y profundo bienestar de un hogar sin estridencias.

Sólo el chapoteo lejano de algún remo
que, de pronto, no hiere, palpa al mar con amabilidad
y un barco de alta chimenea que se desliza sin alterar la quietud,
pero anima a la imaginación, anclada hasta el momento,
a ir en pos de su ruta y del confín que alcanzará
más allá de la raya del horizonte donde termina lo abarcable
y comienzan los interrogantes.

Comienzan los interrogantes, es decir, se acabaron las vacaciones, vuelta al tajo. Pero antes otro regalo, esta vez de color verde (verde, pero apto para todos los públicos):

EN LA MONOTONÍA DE UNA TARDE CALUROSA

El lejano rumor de las olas
llega mientras llena el horizonte de sonido.
Trae con él noticia clara de paisajes lejanos,
con racimos de orillas sugerentes
que se acercan y animan la acariciante quietud del momento
y le adornan, alegrando los instantes
de los segundos mecánicos del reloj.

Y uno, ensimismada la mente,
siente extenderse la memoria de todo
hacia el mundo lejano que traen las olas,
y el espacio, que es el universo entero,
se llena con la quieta o, a veces, móvil realidad
de unos mundos soñados,
no tenidos, pero si apercibidos,
con los que uno, si sabe, se confunde y recrea.

Esto del mar y las vacaciones dan para mucho. Yo sólo he conseguido brindarles con esto que es, ahora que lo releo, el reflejo de unas vacaciones aburridísimas, de quien se contenta con mirar el ir y venir de las olas que son bastante reiterativas, la verdad. O con el barquito ese de la alta chimenea que pasa silencioso.

Como solución brindo el consejo del último verso de color verde: confundirse con uno de esos mundos soñados y recrearse con ellos.

Si se consigue el veraneo sale baratísmo; ideal para esta época de crisis.

martes, 15 de julio de 2008

SÍ ASÍ NOS VEN, ASÍ SEREMOS

Es buen momento este año de 2008, doscientos después de aquel 2 de mayo tan importante entonces como en los tiempos sucesivos, ya con su recuerdo nos enorgullecemos, lo que está muy bien, para agigantar más ese orgullo, rememorando las palabras que Napoleon pronunció en Santa Elena, quizá al hacer balance de su vida. Más o menos fueron estas: "Los españoles se portaron como hombres de honor", lo que no es poca ponderación así reconocido por el propio invasor ni poco mérito para nosotros cuando la desgracia nos cercaba cada vez más; cuando un rey, el nuestro, Fernando VII felicitaba al propio emperador por su actuación en España; cuando sin dirigentes y sin un ejército regular organizado por tanto, la mayoría del pueblo mantenía la cabeza alta ante la adversidad que acarreaba la presencia francesa y la de Wellington y sus ejércitos que aunque luchaban contra Napoleón, también avasallaron al pueblo español tantas veces. (Algún día habrá que airear su actuación de entonces y poner los puntos sobre las íes).

Pero hoy sólo nos fijaremos en lo que pueda enorgullecernos para regodearnos y no olvidar quienes somos. Por eso recuerdo ahora a Fredrich Nietzsche, el filósofo que describió al superhombre y que Hitler, quizá por eso, lo adoptó como su pensador de cabecera. Fue Nietzsche, además de un señor que, como ven, acumulaba excesivas consonantes en su apellido, ¡qué barbaridad!, un buen brujuleador de las características del hombre cuando escribió "Humano demasiado humano" y, por eso, a mí se me antoja que sus juicios adquieren más valor, sobre todo cuando afirmó aquello de, "¡Los españoles! ¡los españoles! ¡Eh ahí hombres que han querido ser demasiado!".

Querer ser demasiado, efectivamente así fue, así fuimos en varios momentos de nuestra historia. América es la demostración más conocida cuando con la Reconquista, después de ocho siglos de continuo entrenamiento en la labor de ensanchar fronteras , conquistando y sobre todo repoblando amplias extensiones, haciendo normal la azarosa existencia de una constante vida fronteriza, se lanza España a comenzar o continuar en otras latitudes lo que con tanta aplicación desarrolló en su propio solar. E hizo América, y ahí está mal que les pese a algunos. No así, por ejemplo, al norteamericano Charles F. Lummis cuando describe nuestra labor en "Los exploradores españoles del siglo XVI" en medio de elogios y alabanzas y compara tan ventajosamente lo que aquellos conquistadores consiguieron con lo que hicieron los ingleses.

En fin, luego, o a la vez, viene Europa dominada en parte, y nuestra lucha contra lo que Lutero alumbraba con una Contrarreforma emprendida por esos hombres que se creían demasiado, que podían con todo, eran los españoles de entonces. "Ahí vienen los Tercios, barbados valientes, firme el paso, decidida la actitud, imparables" y lo cuenta el cronista flamenco Hainaut.

Y para acabar escuchemos, porque en esto al menos tuvo razón, a Adolfo Hitler, el dictador, el que quería o creía, vaya usted a saber, en una raza superior, cuando en un discurso, al referirise a los voluntarios de la División Azul, decía, más o menos, "Si veis venir a un soldado, con el gorro ladeado, la guerrera desabrochada y un cigarro en la comisura de los labios, cuadraos y saludad, es un héroe español".

Distintos momentos, las mismas actitudes y tan repetidas. Así fuimos y así somos me gusta pensar.

domingo, 13 de julio de 2008

CUANDO EL OPTIMISMO SE ESCONDE

Los cambios que traen los tiempos, necesarios sin duda en buena parte, no siempre han sido bien recibidos por los contempoáneos de más edad que veían desvanecerse los soportes morales y consuetudinarios, los cimientos, en fin, en que se apoyaban y en los que creían.

En cualquier repaso que se haga, sobre todo desde los siglos XVIII, XIX y XX, de las opiniones que nos han llagado, no ya de los moralistas por supuesto, sino incluso de los comentaristas más imparciales de cada momento, se observa el pasmo, el disgusto y hasta la condena más tajante de los nuevos estilos que se iban adoptando sustituyendo a lo que constituía el bagaje de la sociedad, aunque estos cambios fueran sutiles y, las más de las veces, de pura forma.

Dejemos ahora las covulsiones y revoluciones, verdaderos terremotos que hicieron desaparecer los paisajes sociales tal como se les conocía por los que surgían imparables y quizá impuestos cruentamente y fijémonos sólo en los que paso a paso, de forma silenciosa, se van inoculando en la sociedad, cambiándola. Que es lo que ahora vivimos, por ejemplo.

Ortega y Gasset dijo que "un pueblo es, en primer término, un repertorio de costumbres". Si esto es así, en poco tiempo seremos nostros los europeos y más los españoles, unos pueblos distintos del pasado, ya que el repertorio de nuestras costumbres y de muchas creencias, se están dejando como olvidadas, si no despreciadas, en las cunetas del pasado -de un pasado que hasta se quiere cambiar en el recuerdo- sin que sirva ya de mero sustrato para lo que se avecine.

Pasa esto, apuntamos, en Europa toda. Benedicto XVI lo señala sin ambajes cuando toca la situación de la fe. En el futuro, vino a decir, los cristianos seremos en Europa una minoróa. Y esto es sólo un detalle más, de gran bulto y calado desde luego y de profundas consecuencias para el futuro.

Y se ocupó también el Papa del relativismo, esa "enfermedad" tan extendida y de la que todos hablamos ahora, sin darnos cuenta que es la nueva norma que dirige las conciencias y que puede resultar imprescindible para que en los tiempos que se avecinan, se puedan consumar los cambios sociales que ya se observan y que tanto asustan. Para muchos nada hay ya cierto de lo que consideran antiguo. Abajo los dogmas parecen decir. La verdad pasa a ser mentira o al menos duda. Elevan pues la mentira o al menos la duda a categoría como las que Aristóteles consideraba.

Los síntomas de todo esto comenzaron hace mucho. Ortega lo vio antes que nadie y lo denunció en su "Rebelión de las masas", escrita -¡quien lo diría!- en la mitad de los años veinte del pasado siglo cuando todavía las formas imperaban.

Esa rebelión de las masas profetizada, comienza quizá a hacerse más patente en los años 70 y es ahora cuando estalla desorbitada ante la aceptación o la tolerancia de una mayoría. Lo vemos palpable, no hay sujeción, nada es absoluto, las masas denunciadas por Ortega, desmandadas ya, destruyen las normas o las relativizan.

Es un caminar imparable. Lo liberal como idea política desde el XIX llega a ser una forma de talante que cuando olvida lo que tiene de virtud, pasa a ser el motivo o la disculpa para eximirse (liberarse = librarse) cada cual de sus compromisos, obligaciones y de sus ataduras morales, negando su importancia o, al menos, atenuándola.

Es el nuevo estilo ya imperante que impide aceptar normas de conducta que tachan de trasnochadas. Todo se hace relativo, hasta el sexo por ejemplo, que al relativizarlo pasa a ser género por lo que la varonía o la feminidad también se relativiza con la presentación de ofertas alternativas.

Esto es así, precisamente ahora que la tecnología creemos que nos soluciona suficientemente casi todos los problemas. La técnica se ha hecho poderosa, admirada y buscada hasta para poder seguir vivos. Sobran pues las ideas y puede pensarse por tanto, no sin susto, que el relativismo es la "filosofía" adecuada para esta era de la técnica, lo que encaja muy bien y lo sentimos.

miércoles, 9 de julio de 2008

PRINCIPIO Y FIN A LA CARTA

Cuentan de Fray Luis de León que cuando le dejó libre la Inquisición después de tenerle cinco años en prisión, volvió a su cátedra de Salamanca y exclamó al comenzar su clase algo como, "deciamos ayer", dando a entender que todo seguía siendo igual. Como aquí, pienso, todo igual hoy que ayer, quizá también que mañana y que pasado si Dios no lo remedia. Y nosotros tendremos que seguir hablando, por lo tanto, de lo siempre, como ayer, del Gobierno, mal claro, porque no solo no hace, que yo sepa, una cosa elogiable, sino que nos anuncia cambios drásticos en temas esenciales que nos hacen temblar. Me refiero al aborto y la eutanasia.

Sé que con esta actitud intenta distraernos del gran problema, y tan acuciante, de la crisis económica, pero es que esos asuntos que anuncia son de tal envergadura que conociendo el talante y la ruindad de la mayor parte de la plana mayor no sólo del Gobierno, sinó del partido socialista, no cabe esperar nada decente.

Acaba de clamar el tal Rodríguez que "algunos políticos y comentaristas llaman radicalismo a lo que es democracia", con lo que intenta condenar radicalmente al mutismo a esos políticos y comentaristas que democráticmente exponen sus ideas.

En fin, decía Unamuno en "El abogado de Leviatán" que "un pueblo contento con su Gobierno es un pueblo abejil u hormiguno, es decir irracional". Aquí en España hay mucha gente descontenta, aunque por lo que se ve, hay otra abejil u hormiguna que le apoya y en la que él se apoya.

Por su parte, Aristóteles -estamos de citas- llamó a las abejas y a las hormigas, animales políticos, lo que no es mala comparación y puede que tenga razón el griego, porque esta cita me lleva a fijarme en el otro partido, el PP, al que muchos hemos dado un voto de confianza, pero al que observamos un comportamiento quizá hormiguno, siempre igual, monocorde, monotemático. Dice que piensa prestar toda su atención al tema económico que buena falta hace; pero cabe preguntarse también si el PP tiene una idea clara así mismo de cómo debe ser la ley del aborto o sobre la eutanasia, ahora que pretende ser muy centrista, lo que está muy bien, es decir quiere ser"moderno y actual" en esta España que, dice él, ha cambiado.

El Psoe ya ha anunciado que estudiará las leyes del aborto más "avanzadas" de Europa, no ha dicho las mejores. Señala además que la ley española ha quedado anticuada -¿tan pronto?- y aprovechando que la medicina avanza una barbaridad y, por lo tanto, consigue recuperar a los nacidos con cada vez menos tiempo de gestación, Rodríguez y los suyos, pretenden legalizar el aborto con más semanas de embarazo que ahora.

Y luego habla de la muerte digna. Pregunto: ¿Cual es la muerte digna y cual la indigna?. Los conquistadores españoles de América hablaban y subrayaban que alguno de ellos "murió de su muerte". Es decir, no por efecto de las flechas indias que era tan habitual. Morir de su muerte era una ilusión que algunos alcanzaban. Con la ley de eutanasia no sé si moriremos de nuestra muerte o de la que nos impongan personajes tales como el medicucho ese que se dedicaba a adormecer a los ancianos. ¿Con qué criterio lo hacía? ¿A quien consultaba?

En fin, ya sé que individuos enfatuados y solemnes, aunque sin corbata, redactarán unas leyes tan justas como otras de distinta índole que tanto sufrimos y, democráticamente nos las impondrán, que es la manera actual de ejercer la dictadura de unos cuantos.

¿Y qué piensa el PP al respecto?

Terminarán, pues, regulando lo nacimientos y las muertes. El principio y el fin, el alfa y el omega sin que los afectados puedan decir ni mu en tan decisivos momentos , porque el abortado no conocerá el mundo al que venía ni sabrá qué es lo que hacen con él; mientras que el sacrificado, el anciano, o bien olvidó donde está o no tiene ya fuerza para gritar.

Lo que si oigo a tantos es lamentarse de que cuando iba a nacer Rodríguez no fuera legal el aborto provocado ¡Qué le vamos a hacer! Te salvaste, macho.

martes, 8 de julio de 2008

DEMOCRACIA ES OBEDIENCIA

El Ayuntamiento de La Coruña, aprovechandose de que al antiguo alcalde le mandaron al Vaticano y no cuentan ya con su tan repetida oposición, ha decidido que del artículo determinado femenino que precede al nombre de la ciudad se borre la ele, de manera que desde ahora la ciudad se llamará sólo como la nombran los que hablan en gallego, A Coruña que a nosotros los castellanos nos suena a orden tajante o a indicador de dirección. En fin, los tiempos mandan, más aún, se imponen. Como con esto que han decidido promover los del Psoe en su congreso en el que se han ocupado como puede comprobarse, de lo más acuciante para el común de los españoles, tal suprimir todos los símbolos cristianos en los actos oficiales. Es decir, hacer laico de verdad al Estado, lo que entra dentro de la Constitución, aunque con esa medida y así expuesta, se delata su laicismo, un matiz importante, el de la intención. Ni rastro de los rastros católicos que nos han acompañado a lo largo de nuestra historia. En fin, repito, los tiempos y su imperio.

Lo malo lo van a tener los mismos políticos si son tan laicistas y si de lo que se trata es de acabar con toda indicación cristiana cuando en algún acto oficial tengan que nombrar a la ciudad de San Sebastian, un santo al fin. Aunque en este caso, se me ocurre ahora, pueden echar mano de su denominación en vascuence y salir del paso llamándola Donostia, con el peligro, eso si, de que se repita el chiste aquel, creo que de Xaudaró, que me callo por decencia. ¿Pero y si es San Lucar de Barrameda a la que hay que nombrar oficialmente que aún echando mano del andaluz más rajado no hay modo de disfrazar su santidad? ¿Y San Esteban de Gormaz y Santiago el de Compostela e, incluso, mi tierra Santander que aunque disfrazado sí lleva un santo oculto? Y no digamos las calles de las ciudades, tantas ya innombrables cuando la oficialidad sea el carácter de este o aquel acto.

Es mucho lo que hay que puntualizar si aspiramos a un laicismo absoluto. Por eso, un consejo: si alguna vez nuestro (es un decir) presidente Zapatero o cualquiera de sus devotos seguidores tiene que ir o referirse a la ciudad californiana de Los Angeles, les sugiero que acallen su conciencia y haciendo uso de una debida reserva mental, piensen para sí más bien en los ángeles caídos, los demonios que esos creo que pueden ser considerados más admisibles democraticamente hablando, pues al fin y al cabo se rebelaron contra lo establecido como hacen ellos. Algo más crudo lo tendrán si se trata de los Angeles de San Rafael por esa duplicidad impuesta por la beatería ya superada del pasado.

¿Y qué hacer con tantos apellidos que a veces resultan casi letanías cuando se juntan unos cuantos? Por eso desde ahora se debe prohibir en los colegios sobre todo que es donde encontramos las mentes no contaminadas de los niños, pasar lista por orden alfabético: San Juan, San Pedro, Santamaría...¡qué barbaridad! si dan ganas de responder "ora pro nobis", a la antigua usanza.

Y luego están las palabras más comunes, una tan usada y sonora, "ojalá" por ejemplo que resulta casi una oración cuando se invoca, Dios lo quiera. Auque ésta que es árabe de origen, acaso se podrá aceptar por lo del diálogo ese que Zapatero se trae entre manos.

Si se estornuda no se le ocurrirá decir "Jesús" a nadie durante un acto oficial. En esto habrá que imitar a muchos hispanoamericanos que ante el estornudo solo exclaman en un buen deseo, "salud", lo que todo buen progresista, tanto hombre, mujer, transexual o del género que sea, pero de izquieras claro, podrá completarlo con la palabra camarada y, entonces, al decir salud camarada se recuerda felizmente la frase con que los comunistas se comunicaban entre sí en los añorados tiempos de la Segunda República española.

En fin, poco a poco nos adaptaremos a los tiempos ¡Hay tanto que revisar para ser modernos y demócrtas, es decir, abedientes! Dios nos ayudará espero; con perdón sea dicho.

sábado, 5 de julio de 2008

EN BUSCA DEL YO PERDIDO

Ortega nos enseñó que uno no es uno sólo, que uno es uno, sí, pero también su circunstancia. La frase, tan acertada ya tópica, me sirvió a mí para arrancar en introducirme en el proceloso mar (no en el infinito que es de otros) sino en el de las meditaciones en busca de alguna verdad. Y llegué a la poco optimista conclusión de que uno es, sobre todo, sus circunstancias. Al yo, tantas veces, ni le vemos.

Luego ampliaré este infeliz hallazgo al que me acercó sobre todo la observación. Pero antes haré un paréntesis que creo justo en honor de don José. Bien, en realidad debo decir que la gente de mi generación tuvo a Ortega de maestro y guía. Los intelectuales de entonces o los que se lo creían, a veces, tantas, en el silencio hipócrita y temeroso por la política imperante que les hacía acallar su nombre, pero que no podía impedir la exteriorización y aún la circulación de sus ideas.

A mi me empapó de orteguismo otro gran hombre, Torcuato Fernández Miranda desde su cátedra de Derecho Político en la Universidad de Oviedo y también, de otros saberes, en la Universidad Internacional de Menéndez Pelayo de Santander en los cursos llamados de Problemas Contemporáneos. Luego, ya vimos como don Torcuato dio otra lección cuando para cumplir el deseo del Rey, indicó el camino que haría blanco lo que parecía negro en aquellas Cortes, en aquella España de los ariasnavarros y otros beatos del franquismo que, bien es verdad, aceptaron ejemplarmente el camino de la normalidad que salvaría a España.

Pues bien otra vez; después de este inciso tan merecido y, sin duda tan sabido, pero que a mí me complace repetir, démonos un paseo alumbrados por la filosofía orteguiana para ampliar mi idea sobre la libertad de muchos de nosotros, quizá de gran parte. Ortega nos habla el hombre como proyecto, del diario quehacer. Es esta una filosofía gimnástica, atrayente e ideal. Es el buen consejo paterno al hombre en embrión que siempre es el hijo. Es lo que debería ser o, al menos, a lo que deberíamos aspirar. Desgraciadamente, sin embargo, estos proyectos de vida no los vemos realizados en nuestro entorno (en mi época juvenil mucho menos) más que en contadas ocasiones en hombres modélicos y admirables, en los afortunados campeones de la vida que, como ejemplos o metas, se nos presentan en ocasiones para ejmplos de novicios.

Generalmente, el hombre que vemos, con el que nos tropezamos en la vida es, únicamente, las más de las veces, el hombre que pudo ser, el hombre posible, ese que se ha formado a través de los avatares de su propia historia vital, ganando, quizás, muy pocas batallas. ¿Por qué es usted cocinero? "porque mi padre a los catorce años me consiguió un trabajo de pinche de cocina" "¿Y usted agricultor?" "Porque mi padre lo fue y heredé de él estas tierras"."Yo quise ser médico y me quedé en practicante". "Yo ingeniero, pero no pasé de mecánico..."

Naturalmente puede argumentarse, y Ortega lo hizo, que la esencia del hombre verdadero reside en un estrato separado o más profundo que la mera circunstancia de ser practicante o agricultor, cocinero o mecánico. Y es cierto esto en principio, pero sólo hasta un cierto punto muy relativo. El hombre cocinero, agricultor o mecánico a la vuelta de unos cuantos años de "profesionalidad", ha ido adquiriendo una serie de hábitos, gustos, una para entendernos "deformación profesional" que en cierta medida no pequeña, le ha diferenciando de los demás e, incluso, de él mismo, al menos de cuando sólo era un mero proyecto en sus tempranos años, cuando su vida se abría virgen toda ella pura posibilidad.

Pero el hombre es más que su profesión. Se ha dicho y es verdad que ese es cocinero y más que cocinero. Quizá y muy probablemente es padre y esposo e hijo también. Y ciudadano de un país y con todo esto, se encuentra sujeto a una serie de ataduras sociales (familiares, laborales, etc.) que le condicionan todavía más, que le condicionan hasta tal punto que todas esas circunstancias han sustituido a su propio yo que, escondido allá en lo profundo, nadie ve, ni él siquiera en tantas ocasiones. Del genial yo soy yo y mis circunstancias, hay que pensar, en el mejor de los casos, hablando en general, que yo soy sobre todo mis circunstancias.

Y hasta tal punto es así todo esto que, en repetidas ocasiones que todos conocemos y que por ser generales actualmente preocupan a muchos dirigentes de todo el mundo, cuando se pierden tan solo parte de esas circunstancias en principio angustiosas, muchos no lo soportan y dejan de vivir. Tal es el caso de los jubilados que privados de la circunstancia cotidiana de su trabajo -anodino a veces y en principio de su andadura quizás impuesto- languidecen. Esto ocurre, sencillamente, porque ni siquiera el auténtico protagonista de la propia existencia acierta ya a encontrarse a si mismo en medio de tanta circunstancia -y tan prolongada- como el mundo moderno le ha echado sobre las espaldas de su existencia. Ese mismo protagonista llegó a no ser capaz ya de definirse, de verse como otra cosa que no fuera la de ser cocinero, exactamente igual a como le veía el vecino cuando, diariamente, se intercambiaban los buenos días de la salutación mañanera.

¿Qué hacer entonces? Porque la vida viene así y superarla no es tarea fácil. Mingote, otro gran filósofo y maestro de la contundencia y de la brevedad, mostró uno de los caminos al presentarnos a un "pobre" sonriente y felicísimo guarecido de la lluvia en una tubería abandonada, mientras decía más o menos lo siguiente: "Antes con una casa, una familia y un negocio que de preocupaciones tenía". Pues eso, quizá por ahí venga una de las soluciones. Ya la adelantaron los estoicos, nuestro Séneca. Pero esto lo dejaremos solo apartado para otra ocasión en que me ocuparé de nuevo de estas angustias del hombre posible. Con lo de hoy ya es bastante sobre todo porque como comprobarán ustedes no soy maestro, precisamente, de la contundencia y la brevedad.

jueves, 3 de julio de 2008

CUANDO EL ESTADO LLANO TOMA LA PALABRA

Ahora que el español es un concepto a perseguir como vemos en las Vascongadas, donde la dictadura se manifiesta tan duramente o en Cataluña o en Galicia o en Baleares donde van a destacar policías especiales para que en los bares se utilice el catalán, se me ocurre una pregunta: ¿dejarán cantar en español "Asturias patria querida" que es lo que se suele entonar cuando los efluvios alcohólicos alcanzan el nivel adecuado? En fin, ahora que nos ocurren todas esa cosas tan estúpidas no tengo más remedio que acallar no sé si mi risa o mi ira desahogándome con el futbol, cosa que no pensaba hacer, para agradecer con toda la efusión de que soy capaz, a este deporte en su versión campeonato europeo, la manifestación espontanea de afirmación nacional -y que perdonen los que condenan las frases antes de fijarse en los contenidos- realizada en todos los rincones de España. Igual en Huelva que en Madrid, en Bilbao o Barcelona que en Cáceres. "España, España, España", "Somos españoles", "Esta en nuestra bandera". Y tengamos en cuenta que tanta exaltación no la provocaba la defensa, por ejemplo, de una vida o de unas haciendas, la provocaba tan sólo, un juego. ¿Cómo sería, pensemos, si de una vida y una hacienda se tratara, si otro 2 de Mayo alterara nuestra convivencia?

Viendo tanto patriotismo, sí patriotismo y tan libremente manifestado, la mente se nos va a los manipuladores, a los envenenadores, a los que difrazados de benefactores cobran buenos sueldos y sólo se preocupan de su triunfo personal, es decir, la mente se nos va a tantos políticos que tratan que sus elucubraciones para justificar el sueldo, calen y sean aceptadas por el pueblo confiado.

No obstante, como se trata de un juego lo que ha motivado tanta exaltación (qué más dará si lo que se debatía era el triunfo de España) algunos como César Vidal, maestro en tantas cosas, interpreta lo acaecido de otra forma más pesimista y facilona. "Panem et circensses" escribe haciendose eco de Juvenal sin tener en cuenta las diferencias de lo que entonces se denominaba plebe y ahora empleando también otro término antiguo, podemos llamar estado llano y no tan llano, a Dios gracias. Y más cuando lo que se coreaba llevaba una admirable carga e intencionalidad facilmente detectables; cuando los manifestantes multitudinarios gritaban con excitación "esta es mi bandera" y mostraban con energía la roja y gualda. De ese gesto tan repetido se puede hacer una lectura muy optimista; puede tomarse facilmente como un rechazo a tantas doctrinas destructivas que nos aquejan.

Y como no es descabellado juzgar así la exaltación del sentimiento español tan libremente manifestado, yo me acojo encantado a esta interpretación que me llena de alegría y de esperanza y además me da pie para, aceptando tanto patriotismo que es lo que se ha manifestado si nos atenemos a lo que entiende por ese sentimiento el diccionario, para meterme no con sus madres
que a lo mejor son unas santas, sino con ellos directamente: con Urcullu (lo escribo así porque quiero), con Madrazo (el más traidor de todos y del que me ocuparé otro día), con Llamazares (el indeciso ¿me afeito o me dejo la barba?), con Puig, con Ibarreche (que sabe que lo único que puede conseguir es sembrar el odio a España, su patria también) y tantos otros que nos llevan a problemas tales como no saber qué cantar y cómo cuando tomemos la última copa de la tarde.

En fin que se preparen los tipejos y lo tengan en cuenta: hay muchos que saben cual es su bandera.