viernes, 27 de septiembre de 2013

ESTAR

En español, es una suerte, diferenciamos el concepto ser del de estar. No como los reservados ingleses que no aclaran si son porque están o, más bien, si están porque son, allá ellos. Vayamos a lo nuestro: si consideramos los dos verbos se observa que el concepto ser resulta un poco más complejo y además la filosofía se nos echa encima en cuanto queremos analizar el tal verbo con algún detalle. Sin embargo, el sentido del verbo estar resulta más sencillo y no hace falta sumergirnos hasta profundidades coplicadas ni elevarnos demasiado. Considerémoslo: si tan solo digo soy, surge al instante ante nosotros, desde sus raies griegas hasta el mismo Descartes, por entender que si afirmo tal cosa es porque pienso, -"cogito ergo sum" dicho sea en latín como ha trascendido entre nostros- lo que en mi caso, eso de pensar, a veces, resulta algo cansado. Además las incógnitas se agigantan cuando tan solo me hago a mí mismo la pregunta de cómo soy en realidad, ya que las respuestas serían tan variadas como el número de opiniones que se consiguieran. No resultaría lo mismo como me creo y me considero yo a como lo hacen los demás, por lo que mejor resulta no formular tal pregunta, no vaya a ser que lo que oiga no resulte tan grato.

Lo de estar, en principio, parece que tiene menos complicaciones: estoy aquí, junto al teléfono que también está, y esos papeles, unos con escritura incluída, otros vírgenes todavía, blancos, ¿inmaculados? no diría tanto porque entonces ya nos introduciriamos en el campo del ser, de la esencia que ya calificamos de más cumplicada, incluso dejando las filosofías aparte. Estamos, eso sí y mi mano cerca, inmovil sobre la mesa, a la vista. A poca distancia también hay un pisapapeles de cristal con el don de reflejar casi como lo haría un espejo, otros objetos, en este caso una serie de libros que reposan en la estantería. Libros con las hojas repletas de letras que al guardar un cierto orden crean un mundo de ideas que están, permanecen ¿cómo mi mano, cómo el teléfono? Con esta pregunta la cosa se complica. Parece que hay diversas maneras de estar. Podemos pensar que las ideas van y vienen sobre todo cuando el emisor es un hombre el que las elabora, las cambia, hasta las olvida todas dentro del cerebro. Mas las ideas que guardan los libros entre sus tapas resultan unas ideas que permanecen, que están estáticamente, como el teléfono, como el pisapepeles.¿Cómo mi mano? no exactamente parece que deberíamos responder para resultar sinceros, porque la mano es únicamente un apéndice del cuerpo sin independencia, sujeta a las órdenes que le lleguen del cerebro, realizando podriamos decir, una guardia especial como de centinela atento y cumplidor.

Con tanto análisis del verbo estar aparentemente tan sencillo y claro, las ideas se van complicando al surgir esa realidad que se tiñe de permanencia, frente a la móvil situación de otras situaciones que abarca el vocablo estar que tanto nos ayuda a los que hablamos español a diferenciar dos conceptos con una vecindad tan crucial y que en tantas ocasiones se complementan y nos presentan situaciones tan esenciales como esta: soy porque estoy, aunque en realidad, quizá, sea más verdadero el estoy porque soy. Lo que ya complica bastante más la situación, por lo que abandono la cuestión y paso a solucionarla con algo tan sencillo como mirarme en el espejo y comprobar las dos cosas: que soy todavía porque todavía estoy, lo que me deja tranquilo, en un cómodo nirvana que me relaja bastante.