viernes, 31 de diciembre de 2010

FIN DE AÑO

Solo es el fin del año, lo demás continúa: el abismo económico y Zapatero según anunció creo que ayer. Nosotros también continuamos cada uno desde su atalaya viendo qué nos hacen. Me refiero a los políticos, esos que forman grupos llamados partidos (porque no son enteros aunque ellos crean o finjan que sí) y que como son partidos, únicamente representan a unos pocos y buscan su supervivencia -Zapatero ahora la suya personal y la de sus compinches- sin tener ni siquiera en el horizonte el reflejo de España a la que con la miopía de su egoismo ni ven ni les preocupa. Fíjensen en Cataluña con su recién elegido gobierno, el de Convergencia y Unión, con un socialismo antes pujante ahora derrotado y un PP, tercera fuerza, un éxito actual dicen, viéndolas venir, a la espera. Porque ahora a Mas, el seguidor de Pujol que no iba a ser menos, solo le interesa Zapatero, el actual de las horas bajas tan necesitado de ayuda en las Cortes, con votos o abstenciones según convenga para disimular y del que podrán sacar más ventaja para su Cataluña separatista, la que ellos creen personalizar. No es un pacto lo que han hecho Convergencia y ZP, sino una componenda hasta las elecciones generales en el año 2012. Los socialistas piensan que si en ese momento la diferencia del PP no es demasiada, ellos podrían contar con los votos catalanes, los de los señoritos del Norte, PNV, y del difuso de Coalición Canaria que pueden ser salvadores y conseguirían superar al PP. Eso por un lado, por el otro por el de los soberanistas como se trata ahora de dulcificar su asustador separatismo, como no hay verdadero trato, queda la posibilidad de llegar a acuerdos con los nuevos gobernantes que salgan, que serían, claro, los del PP, que tampoco por su parte hace ascos al contubernio político.

En realidad siempre ha sido así. Lo de gobierno del pueblo como se define a la democracia, no deja de ser en el mejor de los casos, una mera aspiración. Hace muchos años, muchos, antes de nacer yo que ya es decir, los caciques de cada lugar dominaban la voluntad de la mayoría. Luego, como una aspiración para superar tanta decadencia, llegó el deseo de formar una república que sacara a España del marasmo en que se encontraba. Las cabezas más lúcidas crearon la Agrupación al Servicio de la República con Ortega a la cabeza, y muy bien acompañado de los principales intelectuales del momento. Y llegó esa República tan añorada y recordada por memorias históricas guiadas ahora también por un caciquismo ideológico esteril y rencoroso. Naturalmente el "no es eso, no es eso" famoso de un Ortega lúcido fue el primer síntoma del fracaso de lo que tan mal acabaría. Largo Caballero el "Lenin español" como le denominaban, lanzo este vómito que define a su grupo y que ya señalé en otra ocasión: "Se acabaron las contemplaciones. Muy pronto habrá elecciones generales. Pues bien, yo os digo que, ganemos o perdamos en las urnas, los socialistas haremos la revolución". Y la hizo, el día 16 de febrero del triste 1936 se celebraron las elecciones. El Frente Popular, socialistas y comunistas, obtuvieron 4.654.227 votos y el Bloque Nacional, derechas y centro, 4.904.398. Entonces desde aquella noche del 16, las masas de izquierdas se echaron a la calle y sin control alguno reclamaron el poder. El presidente del Gobierno Portela Valladares, por orden de Alcalá Zamora suspendió el estado de guerra proclamado y sin más dilación, asustado como estaba, permitió al Frente Popular tomar el poder. Comenzó, pues, la revolución preconizada por Largo Caballero. La democracia se hizo trizas y el levantamiento militar asomaba imparable por el horizonte.

Fue el juego de unos políticos que despreciaron lo que se denomina el bien común. Como ahora en este 2011 recién estrenado, enfundadas las armas afortunadamente, pero con ese bien al que todos aspiramos, muy olvidado al parecer.

viernes, 10 de diciembre de 2010

NADA NUEVO

Esto va dirigido, principalmente, a Aído, la "miembra" ahora oscurecida, pero recordada, y a su jefa, la Leire que también se las trae, y a la flaca olvidada, Fernández de la Vega e, incluso, a la ministra de Asuntos Exteriores que tan simpáticamente se ríe de continuo. A todas ellas, mujeres progresistas, estériles ellas, que tanto aplauden a todos los adelantos de la "modernidad". Se lo cuento para que vean que el progresismo que avalan e impulsan en cuanto a la aceptación de todo tipo de libertad sexual no es de ahora, que les ganaban allá, en el siglo octavo y noveno en la Córdoba de los emires. Allí sí había libertad sexual, al menos entre los moros, minoría dominante que no tuvo que salir del armario porque llegaron de las arideces africanas más de un siglo antes, ya salidos y libres. Nos lo cuentan las crónicas árabes que Dozy desvela. Un ejemplo a cargo de un tal Motamid, hombrón, es un decir, moro que quiso agasajar a su amigo Ben-Amar con una cena "y cuando se retiraron los demás comensales, le rogó que se quedara y se acostase con él" Y "el visir cedió" como no podía ser de otra manera.

Pero el colmo de la liberalidad y de la comprensión sobrevino cuando Motamid, después de confesarle a Ben-Amar sin rubor, hace ya la friolera de doce siglos, que él era "su alma y su vida, mientras "paseábanse una tarde" por "la Pradera de Plata" que estaba, al parecer, por la ribera del río, le propuso, porque ambos también amaban a la poesía, que añadiera un verso a este que improvisó Motamid:

"La brisa convierte al río
en una cota de malla..."

Pero su novio, llamémosle así ya que entonces no existía el matrimonio homosexual, -la perfección es difícil de alcanzar y además entonces no era necesario- "no encontró respuesta inmediata" y he aquí que "una muchacha del pueblo" que oyó la propuesta, exclamó:

"Mejor cota nos se halla
como la congele el frío".

Con lo que, con esto tan solo, Motamid quedó prendado de la chica, (que una cosa no quita la otra) y, al momento, ordenó a un eunuco -eso es eficacia- que llevara a Itimad -así se llamaba la muchcha- al palacio donde la elevó a la categoría de princesa, haciéndola su favorita, lo que no enfadó a Ben-Amar que siguió recibiendo, a la vez, muestras del arrebatado amor que le profesaba su moro preferido. "Mi anhelo en cada instante, es estar a tu lado" le dijo, lo que no era óbice para que se dirigiese también a Itimad, la princesa, anunciándola que "pronto iré a verte, siempre que lo quiera Alá y Ben-Amar". Los dos, claro, Ben-Amar y Alá que quien manda manda.

Ese era el panorama en aquella Córdoba en la que los españoles, sus habitantes que todavía en aquel siglo solo hablaban la lengua romance, se vieron asimilados por la minoría musulmana convirtiéndose, porque les facilitaba la vida, en los llamados muladíes que, con el tiempo, en tantos casos, olvidaron su origen y quedaron mezclados entre los moros expulsados de España, que se llevaban con ellos tanta libertad de elección.

Doce siglos hemos tardado en que alguien como la Aído y sus compinches, llegaran y, con su esfuerzo, se comenzara a instalar de nuevo, desmitificando toda intimidad y desfigurando en lo posible el sentido de familia, aunque se llegue a un batiburrillo tal en que lo íntimo pase casi a hacerse público, sin rubor alguno.

Con todo vemos que aunque se diga que "los tiempos cambian que es una barbaridad", conociendo lo que ocurría hace mil doscientos años, se comprende fácilmente que resulta más acertada la frase que asegura que "no hay nada nuevo bajo el sol".

Así que a la miembra, desde aquí, no cabe más que llamarla ¡copiona!.