viernes, 31 de diciembre de 2010

FIN DE AÑO

Solo es el fin del año, lo demás continúa: el abismo económico y Zapatero según anunció creo que ayer. Nosotros también continuamos cada uno desde su atalaya viendo qué nos hacen. Me refiero a los políticos, esos que forman grupos llamados partidos (porque no son enteros aunque ellos crean o finjan que sí) y que como son partidos, únicamente representan a unos pocos y buscan su supervivencia -Zapatero ahora la suya personal y la de sus compinches- sin tener ni siquiera en el horizonte el reflejo de España a la que con la miopía de su egoismo ni ven ni les preocupa. Fíjensen en Cataluña con su recién elegido gobierno, el de Convergencia y Unión, con un socialismo antes pujante ahora derrotado y un PP, tercera fuerza, un éxito actual dicen, viéndolas venir, a la espera. Porque ahora a Mas, el seguidor de Pujol que no iba a ser menos, solo le interesa Zapatero, el actual de las horas bajas tan necesitado de ayuda en las Cortes, con votos o abstenciones según convenga para disimular y del que podrán sacar más ventaja para su Cataluña separatista, la que ellos creen personalizar. No es un pacto lo que han hecho Convergencia y ZP, sino una componenda hasta las elecciones generales en el año 2012. Los socialistas piensan que si en ese momento la diferencia del PP no es demasiada, ellos podrían contar con los votos catalanes, los de los señoritos del Norte, PNV, y del difuso de Coalición Canaria que pueden ser salvadores y conseguirían superar al PP. Eso por un lado, por el otro por el de los soberanistas como se trata ahora de dulcificar su asustador separatismo, como no hay verdadero trato, queda la posibilidad de llegar a acuerdos con los nuevos gobernantes que salgan, que serían, claro, los del PP, que tampoco por su parte hace ascos al contubernio político.

En realidad siempre ha sido así. Lo de gobierno del pueblo como se define a la democracia, no deja de ser en el mejor de los casos, una mera aspiración. Hace muchos años, muchos, antes de nacer yo que ya es decir, los caciques de cada lugar dominaban la voluntad de la mayoría. Luego, como una aspiración para superar tanta decadencia, llegó el deseo de formar una república que sacara a España del marasmo en que se encontraba. Las cabezas más lúcidas crearon la Agrupación al Servicio de la República con Ortega a la cabeza, y muy bien acompañado de los principales intelectuales del momento. Y llegó esa República tan añorada y recordada por memorias históricas guiadas ahora también por un caciquismo ideológico esteril y rencoroso. Naturalmente el "no es eso, no es eso" famoso de un Ortega lúcido fue el primer síntoma del fracaso de lo que tan mal acabaría. Largo Caballero el "Lenin español" como le denominaban, lanzo este vómito que define a su grupo y que ya señalé en otra ocasión: "Se acabaron las contemplaciones. Muy pronto habrá elecciones generales. Pues bien, yo os digo que, ganemos o perdamos en las urnas, los socialistas haremos la revolución". Y la hizo, el día 16 de febrero del triste 1936 se celebraron las elecciones. El Frente Popular, socialistas y comunistas, obtuvieron 4.654.227 votos y el Bloque Nacional, derechas y centro, 4.904.398. Entonces desde aquella noche del 16, las masas de izquierdas se echaron a la calle y sin control alguno reclamaron el poder. El presidente del Gobierno Portela Valladares, por orden de Alcalá Zamora suspendió el estado de guerra proclamado y sin más dilación, asustado como estaba, permitió al Frente Popular tomar el poder. Comenzó, pues, la revolución preconizada por Largo Caballero. La democracia se hizo trizas y el levantamiento militar asomaba imparable por el horizonte.

Fue el juego de unos políticos que despreciaron lo que se denomina el bien común. Como ahora en este 2011 recién estrenado, enfundadas las armas afortunadamente, pero con ese bien al que todos aspiramos, muy olvidado al parecer.

viernes, 10 de diciembre de 2010

NADA NUEVO

Esto va dirigido, principalmente, a Aído, la "miembra" ahora oscurecida, pero recordada, y a su jefa, la Leire que también se las trae, y a la flaca olvidada, Fernández de la Vega e, incluso, a la ministra de Asuntos Exteriores que tan simpáticamente se ríe de continuo. A todas ellas, mujeres progresistas, estériles ellas, que tanto aplauden a todos los adelantos de la "modernidad". Se lo cuento para que vean que el progresismo que avalan e impulsan en cuanto a la aceptación de todo tipo de libertad sexual no es de ahora, que les ganaban allá, en el siglo octavo y noveno en la Córdoba de los emires. Allí sí había libertad sexual, al menos entre los moros, minoría dominante que no tuvo que salir del armario porque llegaron de las arideces africanas más de un siglo antes, ya salidos y libres. Nos lo cuentan las crónicas árabes que Dozy desvela. Un ejemplo a cargo de un tal Motamid, hombrón, es un decir, moro que quiso agasajar a su amigo Ben-Amar con una cena "y cuando se retiraron los demás comensales, le rogó que se quedara y se acostase con él" Y "el visir cedió" como no podía ser de otra manera.

Pero el colmo de la liberalidad y de la comprensión sobrevino cuando Motamid, después de confesarle a Ben-Amar sin rubor, hace ya la friolera de doce siglos, que él era "su alma y su vida, mientras "paseábanse una tarde" por "la Pradera de Plata" que estaba, al parecer, por la ribera del río, le propuso, porque ambos también amaban a la poesía, que añadiera un verso a este que improvisó Motamid:

"La brisa convierte al río
en una cota de malla..."

Pero su novio, llamémosle así ya que entonces no existía el matrimonio homosexual, -la perfección es difícil de alcanzar y además entonces no era necesario- "no encontró respuesta inmediata" y he aquí que "una muchacha del pueblo" que oyó la propuesta, exclamó:

"Mejor cota nos se halla
como la congele el frío".

Con lo que, con esto tan solo, Motamid quedó prendado de la chica, (que una cosa no quita la otra) y, al momento, ordenó a un eunuco -eso es eficacia- que llevara a Itimad -así se llamaba la muchcha- al palacio donde la elevó a la categoría de princesa, haciéndola su favorita, lo que no enfadó a Ben-Amar que siguió recibiendo, a la vez, muestras del arrebatado amor que le profesaba su moro preferido. "Mi anhelo en cada instante, es estar a tu lado" le dijo, lo que no era óbice para que se dirigiese también a Itimad, la princesa, anunciándola que "pronto iré a verte, siempre que lo quiera Alá y Ben-Amar". Los dos, claro, Ben-Amar y Alá que quien manda manda.

Ese era el panorama en aquella Córdoba en la que los españoles, sus habitantes que todavía en aquel siglo solo hablaban la lengua romance, se vieron asimilados por la minoría musulmana convirtiéndose, porque les facilitaba la vida, en los llamados muladíes que, con el tiempo, en tantos casos, olvidaron su origen y quedaron mezclados entre los moros expulsados de España, que se llevaban con ellos tanta libertad de elección.

Doce siglos hemos tardado en que alguien como la Aído y sus compinches, llegaran y, con su esfuerzo, se comenzara a instalar de nuevo, desmitificando toda intimidad y desfigurando en lo posible el sentido de familia, aunque se llegue a un batiburrillo tal en que lo íntimo pase casi a hacerse público, sin rubor alguno.

Con todo vemos que aunque se diga que "los tiempos cambian que es una barbaridad", conociendo lo que ocurría hace mil doscientos años, se comprende fácilmente que resulta más acertada la frase que asegura que "no hay nada nuevo bajo el sol".

Así que a la miembra, desde aquí, no cabe más que llamarla ¡copiona!.

jueves, 25 de noviembre de 2010

LOS CAMBIOS

Con la edad los cambios se soportan mal. Puede la rutina, lo acostumbrado. Pero el mundo sigue su marcha sin hacer caso de lamentos y cambia gracias a Dios. ¿A mejor? Eso es de difícil pronóstico, el tiempo lo dirá. Pero, mientras, se observa la transformación de las costumbres, de los modos y de las modas, del pensamiento, de las creencias y surge en el interior de los más veteranos al menos una especie de desequilibrio, de dudas y de temores.

Ahora estamos en un tiempo de cambio hacia no se sabe donde. Lo que ha sido uso y sostén de lo existente se tambalea. Pero no surgen indicios de alguna novedad aprovechable y beneficiosa, solo resulta patente la destrucción de lo existente. Porque lo que se pregona como novedad e innovación, son las antiguas doctrinas ya asimiladas por todos, arrastradas desde el siglo XVIII. Rodríguez, el presidente del Gobierno, en el caso español las fomenta desde su rencor reivindicativo deformándolas de forma pueril e hiriente como un jovencito de otros tiempos que no ha evolucionado. Sin necesidad permite enfrentarse, por ejemplo, a la Iglesia con los mismos argumentos de los anticlericales del 36 cuando ahora esa Iglesia vive más este siglo que él mismo y trata de adaptarse y hasta de buscar soluciones, sin traicionarse, al panorama desolado que vislumbra. Un ejemplo, el Papa actual, estudioso e intelectual, guía sutilmente hacia unas metas meditadas y deseadas de las que se beneficiará, sin duda, si se alcanzan, toda esta Europa decadente y tambaleante que no es capaz de conservar sus esencias y que, desde hace tiempo, tantos observadores de distinto signo tanto lo lamentan. El Papa, por su parte, ya ha pronosticado un empeoramiento al que trata de hacer frente por lo que podemos entrever en su actuación y en sus declaraciones. "Yo solo soy un obispo más", dijo, frase que no se basa en su humildad reconocida, sino en su visión amplia que abarca toda la realidad de las creencias todavía palpitantes en el continente, a las que se abre y alerta. Hay más detalles que patentizan esta observación, algunos que, con seguridad, escandalizarán a los propios creyentes que no sepan diferenciar lo esencial de lo accesorio que se ha ido acumulando a lo largo de los tiempos. En "Luz del mundo", ese libro reciente del que tan díficil resulta conseguir un ejemplar, pues se agota de inmediato, Benedicto XVI desliza frases dignas de subrayar que avisan de lo que su pensamiento elabora. Nos ocuparemos de leerlo y comentarlo como se merece.

Se veía venir todo esto: conmemoramos ahora el aniversario de la publicación de "La rebelión de las masas", obra profética de Ortega escrita como una denuncia de lo que en los años veinte del siglo pasado vislumbraba con tan gran visión el filósofo. Las ponderaciones han proliferado como cabía esperar, aunque no faltan críticas al supuesto "aristocratismo" del autor por parte, claro, de los rompedores -encuadrados dentro de esa "masa municipal y espesa" que también denunciaba Ortega- de todo tipo de normas existentes e incapaces a la vez de crear otras aceptables que sustituyan a las que hacen desaparecer. No son masas, dicen esos críticos, son los ciudadanos, queriendo de esa forma meter en el mismo saco a todos.

Aceptemos lo de ciudadanos, pero destaquemos su masificación que al no vislumbrar ningún rumbo son moldeados por los que manejan el poder. Forman un frente no pequeño que va caminando sin guía aparente alguna, persiguiendo únicamente el provecho y la utilidad en cada paso, mientras tratan de ignorar despreciándolos cualquier tipo de valores. Pero hay que asegurar que no todo es relativo, que el concepto de lo absoluto no puede eliminarse de las conciencias de cada cual. Para los creyentes Dios está ahí, aquí, marcando el camino y el Papa trata de interpretarlo en bien de sus seguidores. Pero los que no lo son, no deben aceptar que sea el Estado quien le sustituya. Antes se decía que "el Estado es el primer ladrón", quizá no tanto, pero lo que no se puede admitir es que se convierta en el guía que marque el sendero por el que debemos avanzar, porque únicamente maneja el concepto de la limitación y de la prohibición.

Esto no ocurre en España solo, sino en Europa entera maestra y ejemplo otrora. Dos indudables adelantos de esta Europa antes admirada, nos llevan ahora a estas crisis que sufrimos: el siglo XVIII en un gran avance tan beneficioso, abrió el camino a la razón, pero elevando, al propio tiempo el relativismo a dogma, lo que a fuerza de exagerar las nuevas ideas, observamos que la razón, por si sola, no da para más, y se queda sin posibilidades de elevación, al ras del suelo, incapaz de alcanzar alturas aceptables. Otro avance que vino con esa supervaloración de la razón es el liberalismo que, exagerándolo también, nos lleva a aceptar todo, hasta lo inaceptable para que la convivencia sea pacífica y provechosa. Y por fin, en el terreno de lo crematístico, fracasados otros intentos de organización alrededor de un socialismo siempre decadente, se abraza sin duda alguna, al capitalismo porque aparentemente viene con él la libertad, pero que al exagerarlo nos ha sumergido en esta crisis de la que tan díficil es salir. Con el inconveniente añadido de que a este sistema, al que tantas veces se le ha podido calificar de salvaje, tenemos que ayudarle a resistir para evitar adentrarnos en un vacío peligrosísimo.

En fin, cambios de todo tipo que asustan y hasta atenazan al espectador al hacerle víctima de tantos vaivenes de los que tan difícil es librarse. Unicamente, acaso, con un esfuerzo de ensimismamiento, recogiéndonos en la propia intimidad, al menos en algunos momentos podemos descansar de tantas avalanchas indeseadas.

domingo, 14 de noviembre de 2010

FUERA LAS IDEOLOGÍAS

Hablaba el otro día de un gran escritor español que brilló en la primera mitad del siglo pasado. Me refiero a Agustín de Foxá, conde de Foxá además para más inri y mayor motivo para tenerle ahora fingídamente olvidado casi por orden gubernativa. Era de derechas y falangista además como para perdonarle y poder admirar su obra. . Es una lástima que en tantos órdenes se viva en la actualidad con el sambenito de la ideología que incapacita para considerar y aceptar cualquier otro rasgo de la personalidad de la gente que destaca. Pasó también antes. Con Franco hubo un tiempo, corto gracias a Dios, en que se intentó ocultar la radiante poesía de un García Lorca, por ejemplo, de un poeta tan luminoso al que, por fin, no tuvieron más remedio que abrirle la puerta de par en par e incluso ponerle la alfombra roja destinada a las personalidades. Un poeta que nos cuenta, y cómo lo cuenta, elevando a la mayor altura la más sencilla historia. Por ejemplo ésta en la que narra que "en la noche de San Juan y casi por compromiso" se llevó al río a la que creyó "mozuela, pero tenía marido" y con dos frases, tan solo con dos frases: "Se apagaron los faroles y se encendieron los grillos", consigue trasladarnos en un instante de la ciudad al campo abierto de alto cielo en una serena noche tan cuajada de estrellas sin que haga falta mayor explicación.

Fue la de aquella época una muestra más, inicial al menos, de intransigencia azuzada por los extremismos ideológicos que llevan hasta la barbarie y la sinrazón. A Pedro Muñoz Seca, el autor del "Don Mendo" y creador del género denominado "astracanada" sin manifestaciones políticas conocidas, lo encierran en Paracuellos y es víctima de los asesinatos masivos allí perpetrados. Y Carrillo -no consigo silenciarlo porque todavía se le acepta como a un pensador político- al menos sabía lo que allí pasaba. Era 1936 el mismo año en que se asesinaba a García Lorca. Los dos extremismos y la misma barbarie.

En fin, hay otro poeta destacado que no se olvida y todos, de un lado u otro del espectro político, se recrean ahora con sus obras. Me refiero a Pedro Hernández que dentro de la considerada Generación del 27, mirándose en Góngora o Garcilaso, nos brindó sus versos. Ahí están "Perito de lunas" por ejemplo entre otros y su drama "Los hijos de la piedra" sobre la revolución de Asturias del 34. Sus obras se difunden ahora con amplitud. A Pedro Hernández no lo matarón, pero sí murió en la cárcel en la que fue encerrado al final de la Guerra Civil.

Pedro Hernández fue un poeta y sin duda también un patriota amante de su Patria. La amó abrazado a sus sinceras ideas que juzgaba justas y provechosas. Igual que Agustín de Foxá al que pretendo sacar hoy a la luz de mi Horadada, ahora MISMO, en esta hora dada. Foxá fue diplomático de profesión y de adscripción falangista que era, en su tiempo, otra forma de amar a España muy al día en el afán de acabar con las injusticias y el atraso imperantes. Respetémosle tanto como a Hernández. El liberalismo, eso de que tanto se presume actualmente, nos obliga.

Pero dejando a un lado el campo político en que cada poeta o literato militara, lo que ahora nos puede importar es su obra, lo que puede mantenerle siempre actual. "La niña y el caracol", "El gallo y la muerte", poesía de tendencia modernista constituyen un ejemplo de su veta poética. También se adentró en el teatro y aún la novela. En la actualidad yo me recreo con su sorprendente libro de viajes, "Por la otra orilla" se titula, se trata de la americana y no resulta un libro de viajes corriente en que se cumple con trasladar al lector la estricta realidad de lo que se ve como si de una fotografía más menos descriptiva se tratara, no, Foxá hace eso, pero pasándolo antes por su aguda, profunda y sabia apreciación, llena de bellas imágenes y su extensa cultura.

Ahora, hoy exactamente recorro en tan buena compañía, y tan sabia, la zona del Alto Perú y acompañamos "a los cuzcanos con sus irizados ponchos rojos, con su gorro como una cresta...y a las mujeres con su sombrero del XVIII", acudir a Misa "y entre ellos, con voluptuoso andar, iban las llamas femeninas con pendientes en las orejas.." "y no se atreven a gritarles "¡arre!", como a nuestros pacientes rucios. Se limitan a susurrarlas en el oído dulces y misteriosas palabras "quechuas"...que ellas conocen". Y ahí me encuentro. Ya estuve en Bolivia, en Chile y en Argentina. Y hasta en la Antártida, "ese enorme continente del tamaño de Suramérica, que la Providencia ha envuelto en papel de celofán de hielo como regalo a las futuras generaciones", tal como nos la presenta Foxá. Y me espera Venezuela, la de antes a Dios gracias, con los Chávez aún ocultos, Colombia, Panamá, Costa Rica, todos los restantes países hispanoamericanos para terminar en La Florida tampoco tan alejada de nostros. Me lleva Agustín de Foxá, nada menos, falangista sí, en su época media España lo era. Y luego, quizá, como descanso de tanto viaje, me acerque a Pedro Hernández, republicano como lo fue la otra media España, a recrearme con su poesía que mira a Garcilaso, ligera y en él, me atrevería a calificarla de popular en su mejor acepción. Tengo esa suerte que algunos desprecian. ¿Las dos Españas? No, la España auténtica, la España entera, la que importa.

sábado, 13 de noviembre de 2010

EL CAMINO

Ya sé que "se hace camino al andar", nos lo recordó Machado, y nos lo cantó Serrat. Pero observo que no es tan fácil esa labor de hacer camino. Lo diré con franqueza aunque se me tache de poco imaginativo. Para hacer camino hay que andar y andar y por el mismo sitio, casi monotonamente hasta que en el suelo, las pisadas apisonen el terreno para que el camino sea una realidad y sirva para algo. Quizá por eso el propio Machado, para evitarse trabajo tan pesado, nos confiesa: "Yo voy soñando caminos de la tarde". Así cualquiera pienso yo, porque de esa forma podía recrearse siquiera con la imaginación ante "las colinas doradas, los verdes pinos" como en realidad hacía y evitarse, como también dice, los "ariscos pedregales" y las "calvas sierras".

Pero en fin, estarán de acuerdo conmigo de que todo lo dicho por Machado son bellas divagaciones poéticas que en el fondo vienen acompañadas de un cierto riesgo de que nos encarrilen hacia ese punto "mudo y sombrío" que también él nos decribe, en el que, sin duda, surgen divagaciones variadas, casi filosóficas, es decir, hablando en plata, nos lleven a la confusión en que, confiesa él asímismo "la tarde más se oscurece" y "se enturbia y desaparece", mientras uno, tantas veces pobre caminante sin ruta, trata, acaso, de vislumbrar alguna aceptable que le lleve en la dirección adecuada, sin el peligro de quedarse a medio camino, más indeciso, sin saber para donde tirar.

Porque esa es otra, las complicaciones aumentan si pensamos que hay que acertar en la dirección adecuada para llegar a algún lugar. Y aquí puede surgir otro interrogante. Porque uno, con su vida a cuestas debe tener alguna iniciativa, buscar alguna posibilidad. Existe la frase hecha, "abrirse camino". En muchas ciudades, cuando se llega a su extremo, suele surgir una plaza que denominan de cuatro caminos. Ahí está fácil, sólo cuatro y además te los indican con una flecha. En la mía se puede elegir entre ir a Palencia, a Burgos, a Oviedo o a Bilbao. Pero hay que tener algún motivo para elegir alguna de ellas.

Ha habido personas que lo tenían muy claro, tanto que hasta se atrevieron a escribir un libro indicándolo. Uno de estos libros, para que no haya dudas sobre su intención, se titula así "Camino" y lo escribió don José María Escrivá. Pero su autor, ahora ya reconocido santo, lo tenía tan claro que se atrevió a denominar su obra aquí en esta tierra, Opus Dei, obra de Dios, nada menos. Su comunicación con las Alturas le debieron avalar para atreverse a tamaña empresa. Y tuvo éxito en el cielo como se le reconoce y en la tierra. Sus seguidores son muy numerosos. Y algunos esclarecidos. Los españoles pudimos comprobarlo cuando personajes del Opus, entonces no abiertamente declarados -ignoro la razón- , los Ullastres, los López Rodó entre otros, elegidos en tiempos de la Dictadura para mejorar nuestra pobre economía, lo consiguieron de verdad y a partir de 1960 el crecimiento superó incluso todas las previsiones de los planes de desarrollo que se hicieron. Sabían el camino a seguir, el camino, con el "Camino" en la mano, qué suerte.

Pero no es tan fácil para el vulgo municipal. Yo sé que conviene ir decidido, chaqueta al hombro y mundo adelante, pero me sigo preguntando ¿hacia dónde? porque el mismo poeta lo confiesa: "Caminante, no hay camino". Y por supuesto él no lo descubrió, al menos el conveniente. Acabó en un campo de concentración donde los franceses, nuestros "amigos" acogieron a los pobres españoles que huyeron al acabar la Guerra Civil (mejor sería decir incivil).

Llegados a este punto hay que cambiar de chip aunque no sea más que para tratar de conservar la poca o mucha salud mental que quede. Y no es tan difícil, podemos conseguirlo sin salir de la familia, de la de Antonio Machado me refiero. Ahí está su hermano Manuel, un gran poeta también, quizá incluso superior a Antonio, aunque menos jaleado, sin duda porque era de ideas más conservadoras y, ya se sabe, si no eres de izquierdas, vales menos. Ahí está también el gran Agustín de Foxá, una de las cumbres de las letras españolas en la primera mitad del siglo pasado y del que no permiten ni acordarse de él de una manera oficial. Nosotros sí los recordamos y les leemos, a los dos. Y por eso ahora, con Manuel Machado podemos alegrarnos mientras intentamos seguir repitiendo con él, optimistas ya, sus versos: "Vino, sentimiento, guitarra y poesía/hacen los cantares de la patria mía". Pues eso, a cantarlos, es la solución.

jueves, 11 de noviembre de 2010

CON LA PANZA LLENA

Hoy comeré pote. Ya sabemos que un pote es un puchero, pero alude también a un sabroso y completo plato antiguo y familiar. Pote llamábamos, al menos en mi infancia santanderina a lo que en la actualidad se denomina cocido montañés y que ha pasado a ser el plato típico que nos ofrecen, igual en verano que en invierno, en la mayoría de los restaurantes de mi tierra.

Ahí están el pote gallego y el pote asturiano también que conservan su nombre de siempre. El cocido montañés, para mí el antiguo pote, según Martín Ferrand es el cocido castellano que en Cantabria han cambiado de denominación y lo apellidan montañés, apropiándosele en ese afán a que nos conducen las dichosas autonomías de diferenciarse unas de otras, con lo que se hace el rídiculo la mayor parte de las veces. No sé que razón tiene Martín Ferrand, maestro en gastronomía entre otras pericias, porque a pesar de nuestro abolengo castellano que ahora quieren desconocer allá en la antigua Montaña, la de Burgos exactamente, la llamada olla del interior de Castilla es diferente, no lleva alubias por ejemplo sino garbanzos, zanahorias, cebolla, espinacas y hasta pan frito y huevos duros, lo que no está nada mal.

Pero fijémonos en el Norte. Remontémonos a más allá de nuestra era hasta encontrarnos con el griego Estrabón que en su Geografía, en el tercer tomo dedicado a Hispania, no hace diferencias entre todos los habitantes del norte peninsular, desde los vascos hasta Galicia, y lo comprobamos ahora también porque lo vemos reflejado, entre otras cosas, en el tema de la alimentación. Manda la geografía. Los matices que pueden observarse nos enriquecen. Así al pote asturiano que hacen en Ribadesella, por ejemplo, no le ponen repollo o berza como en mi tierra, sino acelgas y en otras parte de Asturias hasta le enriquecen con castañas y hasta con lacón, lo que nos transporta hasta las tierras gallegas.

Pero fijémonos en el cocido montañés, en mi pote: se distancia del madrileño y del maragato por ejemplo y hasta del lebaniego tan delicioso con sus garbanzos pequeñitos que se puede saborear en Potes, por ejemplo mientras nos elevamos con la vista hasta las altas cumbres de los Picos de Europa nada menos. El montañés se nutre sobre todo de alubias blancas y berza, alguna patata y para enriqucerlo se apela al llamado compango, es decir, al chorizo, morcilla, costilla y tocino, todo procedente, antes desde luego, de la matanza del pobre chon (del cerdo) tan próximo, engordado para ese fin.

Pero que difícil elegir entre manjares tan familiares, los potes gallegos o asturianos, los cocidos lebaniegos, maragatos o montañeses y ya en Castilla con su olla tan completa. Lo dice el refrán, después de Dios la olla, lo demás es bambolla. Pero yo hoy me he apuntado a mi pote de siempre que, un consejo, alcanza su perfección si le dejamos dormir una noche ya hecho para poder disfrutarlo al mediodía siguiente. Después, claro, se impone una siestecita. Y no me tachen de perezoso, hasta Lope de Vega nada menos, el monstruo como le llamaba Cervantes por su laboriosidad literaria, se la echaba después de saborear casi a diario por lo visto una sabrosa olla seguramente aderezada con su correspondiente compango.

lunes, 8 de noviembre de 2010

DE AQUÍ Y DE ALLÍ

Llegó el Papa y dijo lo que tenía que decir, justo lo que no quería oir Rodríguez que, por eso, se fue a la no guerra de Afganistán y se puso un chaleco antibalas, no sé si para evitar los proyectiles que en esa no guerra podían alcanzarle o para blindarse del exterior y seguir con su discurrir particular alejado de todo lo urgente, de todo lo necesario, de lo que necesitamos los sufridos españoles y seguir pensando únicamente en lo que acostumbra, lo destructivo, lo más absurdo, por ejemplo en prohibir lo que califica de juegos sexistas de los niños, o perder el tiempo en cambiar el orden de los apellidos, en un afán de acabar con esta sociedad patriarcal tan injusta según él.

Mientras, el Papa cumplió con su misión. Conocía lo que ya sufrimos los celtíberos de los años treinta y su derivación actual. Habló de la fé que es lo suyo, de los matrimonios naturales, los de siempre, de los abortos, pero sin abandonar su tono suave, pero agudo y certero que acostumbra. Y nos siguió convenciendo a los ya convencidos que le aplaudimos. A los otros creo que no. Los canales de televisión estatales parece que únicamente ofrecieron la noticia justa, imprescindible, imposible de evitar de todo lo acontecido. Y ya pasó, Su Santidad se fue con sus razones de peso y nos quedamos con Rodríguez. Un Rodríguez tan oculto detrás de un Pérez Rubalcaba, el de Solares, que parece mangonear el cotarro en la actualidad, que apenas podemos entreverle perdido como parece lanzando sus sonrisas al aire de la nada. Y el cierto silencio que siguió a la marcha del Papa, solo se rompió con las declaraciones de Felipe González al diario "El país" donde confesó lo que acaso debería ser inconfesable si no se acompaña de algún tipo de arrepentimiento, de un acto de verdadera atrición, suficiente ahora que parece que los Gal, los Filesa, los secuestros, etc. ya han prescrito.

También nos pronosticó el tal Felipe una segunda crisis, una recaída de la economía que dajaría, digo yo, más tambaleante el panorama. Y el sufrido ciudadano, mientras, más indefenso si cabe y con su pesimismo agigatándose, camina hacia final de mes que, tantas veces, parece que se alarga más y más, mientras sufre y aguanta con pasmosa docilidad, el autoritarismo que sufrimos, en el que cíninicamente se permite lo que llaman libertad de expresión para, si apetece, gritar a Rodríguez incapaz, falso, y vendidos a tantos que le aplauden vergonzosamnte, porque les trae al pairo lo que les digamos, mientras puedan imponernos con imperio sus absurdas elucubraciones en este nuevo modelo de dictadura que han creado.

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Otro cambio que nos impone esta vez la Real Academia de la Lengua, la que pule, fija y da esplendor. Ha decidido -como sabrán ustedes- introducir nuevas normas ortográficas. Sobre todo en los acentos. Y yo ahora porque de algo tengo que escribir, me atrevo a indicar a mis admirados académicos que las nuevas normas podrán acarrear alguna confusión. Un ejemplo: Si yo decía hasta ahora, "voy solo hasta allí", dejando a ese solo desprovisto del acento gráfico, indicaba que no me acompañaba nadie, que marchaba sin compañía alguna; pero si anunciaba que "voy sólo hasta allí", con el acento en ese sólo correspondiente a su función de adverbio, dejaba muy claro que llegaría únicamente, sólamente hasta un punto indicado, hasta un determinado lugar, independientemente de la gente que me acompañara.

Y hay otro cambio más chocante si cabe, la nueva denominación de nuestra i griega de toda la vida. Desde ahora, no sé la razón, se la llamará ye. Y otro lío que se me viene a la cabeza con el cambio. Imagénense que se está enseñando a un niño:

--Escribe, niño, "El señor y el perro caminaban juntos"-- ordena la profesora.

Pero el niño se traba en la "y" y la profesora le indica que tiene que escribir una ye. Lo que al pobre muchachito acabará por confundirle más y preguntará:

--¿Una ye que se dice y, seño?.

O acaso la labor de la conjunción copulativa, hasta ahora griega se la pasamos, siguiendo el orden histórico, Grecia primero, luego Roma, a la i latina. Un poco raro parece. Ya nos lo aclararán los doctos, digo yo.

viernes, 29 de octubre de 2010

EN CAMISA DE ONCE VARAS

Confieso para empezar que no soy teólogo como podrán comprobar los que sigan leyendo y que ni me atrevo a entrar en esa ciencia que trata de Dios y de sus atributos y perfecciones, porque ni con su estudio y dedicación podría desentrañar lo inalcanzable. Hay sí unas verdades reveladas que se las acoge e interpreta con la mejor voluntad, sólo eso, pero con las posibilidades que nos proporciona nuestra limitadea razón.

No obstante esas verdades interpretadas por quienes se han especializado dentro del cristianismo en esa labor, nos afectan beneficiándonos tantas veces, pero otras nos son impuestas sin que nuestra razón tan limitada como antes refería, evite que la soRpresa nos inunde. Uno es únicamente un cristiano de a pie humilde de verdad, pero forma parte de la Iglesia en una época en que se nos pide a todos colaboración. El Concilio Vaticano II nos abrió casi de par en par las puertas para que nuestra conciencia nos guíe en pos del camino de la verdad. En ese caminar vamos aprendiendo y comprobamos como los textos sagrados, en no pocas ocasiones, se nos han presentado en versiones no muy fidedignas. Incluso si nos remontamos a los primeros tiempos en que lo acontecido era contado en la lengua aramea tan distante e imprecisa en la propia escritura y luego, para su divulgación entre los llamados gentiles, se hacía en traducciones al griego no realizadas supuestamente por traductores acreditados, resulta que a lo largo de los tiempos, los verdaderos estudiosos conocedores de ambos idiomas, encuentran errores, contradicciones, matices tan solo que a veces podían, pueden, afectar al preocupado por la exactitud de lo revelado. Hay demasiados ejemplos, demasiados para señalarlos aquí.

Todo esto me venía a la memoria, a mí que estoy ya a punto de celebrar mis bodas de oro matrimoniales, mientras observaba a tantos y tantos, muchedumbres ya en verdad de verdaderos creyentes que al romperse sus matrimonios, se ven obligados, si es que desean permanecer ligados a sus creencias religiosas, a la soledad , sin poder aspirar a través del tiempo a otra compañía en que el amor de nuevo afiance la unión. La religión impide siquiera tener el anhelo de una felicidad tan humana como la de dos seres a los que gustaría caminar juntos hacia esos "dies vitae" prometidos, los de la verdadera vida anunciada.

La frase "hasta que la muerte nos separe" parece, como una promesa hecha ante Dios, la que impide emprender el nuevo camino. La anulación por parte de la Iglesia del matrimonio ya roto, cuando en justicia se puede conseguir, parece la única salida, pero esa nulidad a veces, desde el exterior, tan sorpendente para los extraños, resulta inalcanzable para tantos de conciencias rectas, incapaces de aceptar subterfugios mentirosos en sus alegaciones. La soledad de por vida es la única alternativa que no todos son capaces de soportar, con lo que el alejamiento de la Iglesia es el camino que, casi obligados, emprenden tantos. Y la Iglesia se resiente por esas deserciones ahora ya incontenibles.

Se esgrime la frase que obliga como un mandamiento ineludible: "Lo que Dios une que no lo separe el hombre". Pero el hombre lo separa, vemos tan a menudo. Otro mandamiento el quinto, dice "no matarás". Pero hay hombres que matan y el cadáver queda en el suelo sin posibilidad de revivirle, porque los hombres, en tantas ocasiones, no cumplimos con lo que Dios ordena. Existe para los cristianos el arrepentimiento, pero el muerto, muerto queda y el matrimonio roto, roto queda tantas veces sin posibilidad de reparación. Uno de los dos conyuges, al menos, ha sido el culpable, el otro la víctima observadora de un mandamiento que no ha conculcado. Imaginemos a un marido que se larga con otra. Se rompió la unión matrimonial, pero según la Iglesia, para la esposa no es así, la uníón persiste para siempre con ese que se fue. No puede esa víctima cristianamente hablando rehacer su vida en un segundo intento de felicidad. O acaso, ya que se dice que persiste ese vínculo o unión, ¿debe la esposa fiel, cumplidora de su promesa aceptar la situación real con querida, amante o barragana como se las llamaba hace siglos incluyéndola en esa unión que se dice todavía en activo? ¿No podría la Iglesia aceptar esa ruptura que se ha producido, existente, comprobable y auténtica, de la misma manera que no tiene más remedio que aceptar, porque materialemente a la vista está, la existencia de un muerto cuando alguien faltando al quinto mandamiento que tantas veces, seguramente, prometió observar, le ha provocado la muerte?.

Creo que sería beneficiosa una revisión profunda, pero urgente, de ese problema que provoca la ruptura de los matrimonios que afecta a multitudes . El acercar los mandatos divinos a la consideración y a la comprensión humana es una tarea que me atrevo a considerar obligatoria. A lo largo de los siglos la Iglesia lo ha hecho muchas veces, porque nuestra Iglesia admite la posible interpetación de los textos sagrados.

Hay que tener en cuenta que Dios no puede ser cruel. A Alá, el clemente y misericordioso que dice el Corán, sí le presentan como cruel tantas veces puesto que, entre muchos musulmanes, se mantiene el ajusticiamiento a pedradas de la adúltera. Pero ya la Iglesia no admite inquisiciones y nos permite por fin, rectificando convenientemente, la lectura, consideración y meditación de los libros sagrados que hasta hace poco -en mi infancia y juventud- eran casi ocultados a la consideración general del pueblo que ahora ya, con su conocimiento, acierta el católico de nuestros días el camino de la la Verdad por el que dirige su vida personalmente como un buen creyente, atento, eso sí, a la luz que le llega de Roma.

¿Por qué esa Iglesia católica, es decir universal sigue manteniendo la ficción de que existe una unión matrimonial que es inexistente por la sencilla razón de que al menos uno de los cónyuges la conculcó, olvidando la promesa que hizo a Dios? Para que haya unión es imprescindible correspondencia y uniformidad. En el matrimonio roto no hay ni la una ni la otra.

¿No sería conveniente dejar a la conciencia del creyente las decisiones de sus actos, de su conducta también en esto, como en otros órdenes de la vida?

El que rompe la unión, la promesa hecha, podrá ser reo de castigo en la otra vida si no se arrepiente y Dios, en su juicio, así lo decide. La víctima de esa ruptura, no y menos que sea además castigada aquí en esta vida por jueces que con su mejor voluntad, de la que no dudamos, sólo pueden acercarse a entrever el interior de las conciencias ajenas.

martes, 19 de octubre de 2010

EL NO SÉ QUÉ

De la duda, esa vacilación del ánimo que nos asalta tan a menudo, dicen que únicamente les surge a los seres inteligentes, así que tan contentos. Sin embargo yo sí me acojo a una certeza, la socrática, la de que "sólo sé que no sé nada" lo que puedo comprobar cada vez que me asomo al amplio horizonte de la realidad y de los interrogantes. La razón no llega a tanto como para entrever el meollo de cada momento, ese punto lejano o profundo motor de lo que pueda acontecer y de lo que seguramente acontecerá.

Desde mi roca Horadada, sólo reconozco la hora dada desde las alturas, donde el sol administra el tiempo. Tampoco me es extraña la luna con sus apariciones crecientes y decrecientes, mientras aviva las mareas, posiblemente pienso yo y se lo agradezco si así es, para que las olas se acerquen a saludarme, a la vez que también, según dicen, adelanta o atrasa, la luna no las olas, algo tan trascendental como los partos, entre los que, junto a un amplio número de seres normalitos que llegarán a este mundo, arribará también algún sabio, algún tirano, ¡qué le vamos a hacer!, y también algún poeta, que hay ser optimistas. Naturalmente, todo esto si la ministra Aido no ordena que destruyan los fetos, porque ella ignora que esos fetos sean seres humanos, que la Ciencia, dice, no está segura en este tema. Y por lo que se ve ante la duda tira por la calle del medio y aconseja y hasta facilita el aborto. Los antiguos romanos en cambio, sí sabían lo que eran esos fetos y, por ello, sus leyes defendían al "nasciturus", ya antes del primer año de nuestra era.

Es que la Bibiana como su grupo siguen las doctrinas racionalistas del XVIII en su sentido más exagerado, y aceptan que sólo la razón -la suya por supuesto- nos redimirá definitivamente y sin más miramientos utilizándola ella y sus compinches del Gobierno que no son, por lo que se ve y sufrimos, para tirar cohetes, intentan demostrar y argumentar lo irrazonable, es decir, lo que es imposible que los humanos honrados acepten. Con ello se entra de golpe en el terreno de la soberbia a la que se llega por el camino de la arrogancia y del desprecio y hasta del cinismo, ya que con tanta desvergüenza defiende y hasta impone ideas inaceptables. A Bibiana Aido no le inquieta la duda, la que asalta, dijimos, a los seres inteligentes.

A Joaquín María Bartrina, poeta que hemos traído ya a estas páginas desde su siglo XIX, se le calificaba, y lo aceptaba contento, de poeta de la duda y utilizaba la ironía para denunciar, precisamente, a los que creían que con el uso de la razón desentrañaban todos los misterios que presenta la existencia. Comienza un poema suyo, así: "¡Todo lo sé! del mundo los arcanos/ ya no son para mí/ lo que llama misterios sobrehumanos/ el vulgo baladí./ Sólo la ciencia a mi ansiedad responde,/ y por la ciencia sé/ que no existe ese Dios que siempre esconde/ el último por qué." Y acaba:"Mas, ¡ay!, que cuando exclamé satisfecho:/¡Todo, todo lo sé!.../Siento aquí, en mi interior, dentro del pecho,/un algo...,un no sé qué!...

Y a ese "no sé qué" es lo que la Bibiana y los suyos desprecian, eso que la razón humana no acierta a desvelar. Los charrúas, indios del Uruguay todavía en el paleolítico cuando los españoles llegamos allá, a Dios lo llamaban ""Tupá" que significa ¿Quién eres? adelantándose ya en aquella época, a la Teología más avanzada, humana siempre, incapaz por ello de entrever lo infinito.

lunes, 18 de octubre de 2010

LO NATURAL NEGADO

El otro día citaba a los anarquistas, gentes ilusas que pretenden vivir sin sujeción alguna a jerarquías y a cualquier organización basada en leyes impuestas. Una utopía, doctrina en fin halagüeña sin duda, pero irrealizable. Esta postura política se contrapone con la que verdaderamente ahora se vive, se sufre. Ni lo uno ni lo otro, oiga, porque ahora nos cercan, leyes y más leyes que atenazan al indefenso ciudadano frente a cualquier decisión de los poderes constituídos, sin duda siempre opresores en mayor o menor grado. No hay que llegar a las dictaduras para sentir esa sujeción. Está presente siempre marcando el camino impuesto con prohibiciones a derecha e izquierda, de la derecha o de la izquierda.

La cosa tiene difícil arreglo.En España se niega oficialmente la existencia del denominado Derecho Natural. Algunas universidades han reclamado la inclusión de su estudio en la carrera de Derecho. La respuesta ha sido que "no existe tal derecho". Observamos con esto que la razón destruye la verdad. Cuando el hombre se considera suficiente pretende desatender hasta a la propia Naturaleza y a cualquier otra idea superior al mismo hombre por supuesto. No existe el derecho natural, sino el derecho racional se dijo cuando la Ilustración se creyó capaz de alcanzar cualquier meta. Y ante esa imposibilidad manifiesta, daba pie al relativismo que hoy impera y confunde.

Pero todo esto ocurría en el siglo XVIII aunque para los llamados "progresistas", no se trata de una situación superada. Siguen afirmando que no existe lo natural, sólo lo racional en el campo de las leyes. Con esto las dictaduras, comprobamos, han tenido el camino abierto para imponer las ataduras que creían necesarias para sujetar a los ciudadnos a su antojo. Y también las democracias por lo que vemos.

¿Por qué niegan estos "proguesistas" lo que se tacha de natural? La respuesta es sencilla: porque históricamente los creyentes -que eran la mayoría dentro de las distintas formas de ser cristiano- basaban, y basan si duda, ese derecho como su soporte último en el mismo Dios, sin darse cuenta esos "progres" sólo destructivos y que no necesitan ninguna Suprema Ayuda, que el derecho en general puede y debe fijarse sobre todo en la propia Naturaleza y en la esencia del mismo hombre, con lo que, quieran o no, desembocarán en lo natural para que la justicia impere. ¿Cómo si no los derechos humanos que predican las NN.UU. y la misma Unión Europea van a ser verdaderamente humanos?. Hasta nuestra propia denominación, hombre, viene del latín "homo", "el nacido de la tierra", ¿hay algo más natural?

No todas las leyes, por supuesto, resultan intolerables, algunas, muchas a través de los tiempos fueron salvadoras. Remontémonos en la Historia y fijémonos como ejemplo en unas de las que nosotros los españoles podemos enorgullecernos, son las llamadas Leyes de Indias perfeccionadas luego con las Leyes Nuevas para la protección de los indígenas de América. En la actualidad, la ONU y la UE, dijimos, promulgan normas generales imprescindibles y generosas. Luego los gobiernos, muchos al menos, el nuestro desde luego, nos inundan con normas, leyes, artículos y procedimientos lucubrados por cerebros no muy lúcidos tantas veces, pero sí interesados en protegerse ellos mismos y sus ideas, y rescatando, porque son incapaces de encarrilarse por otro sendero, dieciochescas ideas de las que surgió, dijimos antes, como no podía ser de otra manera, el relativismo -nada es absoluto- de quienes se niegan a aceptar verdad alguna.

Y el ciudadano de a pie que no puede refugiarse en ningún anarquismo imposible, se cobija tan sólo en las esenciales y quizá pequeñas cosas que le distraen, sin decidirse a otear algún horizonte liberador.

sábado, 16 de octubre de 2010

LAS CRÍTICAS Y LA ESPERANZA

La experiencia nos enseña. Bartina, el poeta de la duda, en la mitad del XIX nos lo muestra como buen observador que era al parecer. Decía así don Joaquín María, que este era su nombre de pila, (ahora que muchos no se bautizan, su nombre dejará de ser de pila para pasar sólo a ser de registro). Esto decía Bartrina: "Oyendo hablar a un hombre, fácil es/acertar dónde vio la luz del sol;/si os alaba a Inglaterra, será inglés;/si os habla mal de Prusia, es un francés,/y si habla mal de España, es español". Conocíamos todos esta observación que además de reconocer, quizá, una realidad bastante extendida, contribuye con su crítica a aumentarla.

Recordaba yo estos días los versos de Bartrina al lamentarme de la desaparición del gran actor Manuel Alexander, mientras pasaba revista mentalmente a tantas y tantas películas españolas que ahora celebramos y que tan bien paradas salen si las comparamos con las que actualmente se producen en España. Me refiero a los filmes aparecidos, más o menos, desde los años sesenta, y quizá antes, hasta el final del siglo. Auténticas obras maestras muchas de ellas que ahora rescatamos con avidez y que, en su momento, casi eran despreciadas por la gran masa de espectadores. Qué grandes actores, desde los protagonistas a los secundarios, como el llorado Manuel Alexander que, por lo que dicen, quiso ser actor dramático, pero siguiendo el consejo de su maestro que se fijó en su físico, se dedicó sobre todo a los papeles cómicos. Y acertó y con ello nos encantó durante tantos años.
* * *
"Y si habla mal de España, es español", decíamos. Aunque ahora, observo, no parece actual tal actitud. No se habla mal de España, al contrario, se la pondera y se la ensalza en lo que se puede. Las críticas tan abrumadoras van por otro camino y encierran en su entraña, un auténtico dolor por España. Son tantas las cosas negativas que nos sacuden que la crítica surge expontánea, pero contra los políticos tan mal valorados en las encuestas, claro. Un ejemplo reciente que nos llena de indignación, una más: hoy nos enteramos de que ZP, el gran culpable, sigue dando motivos para criticarle y lamentar los destrozos que continúa ocasionando a nuestra Patria por el sólo motivo de continuar en el poder. Para conseguir que los presupuesto del año que viene sean aprobados, con toda desfachatez, el de León, acuerda con el PNV que no gobierna, lo que le pide ese separatista, antiespañol declarado que responde por Urcullu, dejando al lendakai, socialista, con el "cullu" al aire. Claro que están justificados los gritos de Zapatero dimisión, lancémolos bien alto ahora sí, que ya no estamos en presencia del Rey ni ante la bandera ni rezando la oración por los caídos que los tres tanto respeto nos merecen.

A esta situación tan enrarecida nos ha llevado esto que aquí llaman democracia que la única libertad que nos brinda es la que se denomina libertad de expresión, porque saben muy bien que las palabras y hasta los gritos, se los lleva el viento, mientras los políticos siguen inperturbables en pos de sus intereses espurios y hasta inconfesables tantas veces. De democracia, en el sentido auténtico de la palabra, nada, el ciudadano no se beneficia de ella. Se trata ésta, la que sufrimos, de una democracia que la mangonean entre sí los partidos políticos, mientras el pueblo asombrado observa sus tejemanejes sin poder intervenir. Es que el pueblo decide en las elecciones, nos dicen sabiendo que nos engañan, porque las más de las veces no llega al poder el triunfador, sino el conglomerado de minorías -despreciables muchas de ellas- para decidir sobre todos nuestros intereses, según sus conveniencias y siempre de espaldas al pueblo.

Es lo que nos ha tocado por lo que se ve. ¿Todo malo? No,claro, hay, a veces, algo que nos hace sonreir y nos da motivos para que la esperanza no muera. Ayer comprobé lo que ya suponía: España no solo triunfa en el deporte, que lo hace de forma tan gratificante, sino que, digámoslo, entre nuestras exportaciones la principal es la tecnología industrial, seguida de la industria quimica, tecnología de la información y de las telecomunicaciones y también entre otras exportaciones figura la moda, lo que con todo ello nos alejamos de aquellos tiempos remotos en que España, aunque mandaba en el mundo sí, se conformaba con las victorias bélicas y con nuestra América, mientras que hasta nuestras lanas de las acreditadas ovejas merinas, las exportábamos al norte para luego gastarnos los dineros comprando los paños que con ellas fabricaban. No, España ha conseguido salir al mundo con su técnica y con la fuerza monetaria de sus principales empresas. Ahora al continente americano no se va con la espada sino con la pujanza empresarial de muchos. Que Zp se largue antes de que todo lo conseguido antes de que él llegara, se malogre de todo.

miércoles, 13 de octubre de 2010

ENTRE EL RENCOR Y LA NECROFILIA

Cuando se tratan muchas cosas inconexas y mezcladas, se denomina a ese posible engendro miscelánea que resulta muy socorrida cuando no se tienen fuerzas suficientes para tratar algún tema con la profundidad debida, aunque, sin embargo, si se disponga de las suficientes para picotear aquí y allí como un pájaro inquiento y quizá algo tontiloco. Y aunque me afloran varios asuntos que me gustaría siquiera rozar, por ejemplo lo de ZP que no quiere dimitir y los abucheos tan merecidos, pero prolongados en exceso en los momentos muy solemnes del desfile del Día Nacional que merecían todo nuestro respeto y consideración, aparte de dos o tres temas más los dejo todos para mejor ocasión. Ahora me voy a ocupar sólo de uno para que no me tachen de pajarraco. Será un poco por encima. Se trata de ese deseo morboso sin duda de husmear en osarios donde los muertos revueltos hacen imposible refrescar ninguna memoria histórica. Me refiero al destape de tantos restos humanos acontecido en el Valle de los Caídos. Se le ocurrió a la Flaca, a la Fernández que es, de todo el Gobierno, la que reune las condiciones físicas más ajustadas para tal dedicación.

A mi tan triste deseo sí me refrescó la memoria, sobre todo cuando me hablaron de unos libertarios allí enterrados que previamente claro -hay que hacer las cosas con orden- fueron asesinados por la tachada de oprobiosa. Y volví con la memoria a aquellos tiempos cuando los libertarios actuaban sin freno alguno. Defendía ese movimiento, en teoría, la libertad absoluta, sin gobierno ni ley alguna. Ilusión esta, sin duda, inalcanzable para todos y que desembocaba, en la práctica, en un anarquismo rechazable aderezado dentro del llamado comunismo libertario.

Tal Movimiento se organizó en 1938 y fue fundado, nada menos, que por la CNT, la FAI y la Federación Ibérica de Juventudes, todas ellas y destaco a la FAI y a la CNT en las que se encontraba lo peor de cada casa y de donde surgieron los grupos civiles armados (en Madrid consiguieron las armas en el mismo Cuartel de la Montaña) que aterrorizaban a la buena gente, prendiendo en un afán desaforado de venganza de clase a sus víctimas a las que sin acusación ni juicio alguno "daban el paseo".

Yo viví esa época y recuerdo cuando se presentaban en los hogares -en el mío lo hicieron una noche- tres o cuatro matones con pañuelo rojo al cuello y con unas escopetas asustadoras, con la pretensión de requisar y llevarse lo que les apeteciera, sino al mismo dueño de la casa con objeto de darle el paseo y un poco más allá descerrajarle dos tiros. Félix Schlayer en su libro "Un diplomático en el Madrid rojo", cuenta lo que se vivió en aquellos años de la guerra, sin que el Gobierno de la República tratara de cortar tanto desmán. Entonces lo que se dice vivir era tan sólo un intento de permanecer con vida, no cabía otra aspiración. Ese recuerdo que se creía olvidado, renace ahora con ese impulso que se trata de dar la memoria histórica, convertida, por lo que ve, en el fisgoneo de los osarios en una pura necrofilia que no es más que una afición por la muerte o alguno de sus aspectos, según explica el diccionario que también añade que puede consistir en una desviación sexual de quien trata de obtener placer erótico con cadáveres. No es el caso de la ministra claro.

jueves, 30 de septiembre de 2010

EL POETA Y LA NADA

Hay un poeta -así se llama él al menos- aquí mismo que no sé si lo es efectivamente o sólo se lo cree porque a veces rima dos frases que no chirrían demasiado. Un tipo raro. Se le describiré a ustedes: resulta más bien bajo, ya un tanto barrigudo y presume, además, de tener el cuerpo cubierto de puntos suspensivos, como etcéteras interminables, dice. Los demás a tanto punto lo tachan de verrugas, pero él rechaza esa idea.

Es un poeta tan cercano que no puede evitarse caer en las garras de sus desvaríos que además como a veces, no siempre, vienen con rima, algunos le aplauden. Ocurrió con algo tan inaprensible como el concepto de la nada frente al ser. Hablabamos de eso. Él, el poeta en cuestión, se atrevió a lanzar su idea disolvente que se pertrechaba tras lo que denominó "Disimulo necesario". Y farfulló:

Sólo existe el silencio
que ocultan las palabras
cómplices del hueco mutismo
que llena el universo de la nada.
Palabras necesarias para sostener y dar vida al vacío
que todo lo llena
y que olvidamos para entendernos entre nosotros.

Demoledor en verdad lo que nos dijo. Pero yo en medio de mi turbación, supe salir por un huequecito que el poeta dudoso y el mal filósofo me dejó entreabierto. Se refería a la nada absoluta, negativa y disolvente como hicieron tantos filósofos tristes, pero lo hacía utilizando las palabras, con lo que el enfrentamiento entre la nada y el ser quedaba destruído. Reconocía la existencia, el ser, puesto que utilizaba el lenguaje con lo que quedaba la nada en su apreciación no sólo tratada más benignamente, sinó en su sentido más beneficioso, el que aceptamos la mayoría. Aprobaba sin saberlo la existencia de una nada relativa, tan necesaria para la existencia, puesto que de ella salió todo lo creado.

Con esto, con esta confusión nuestro poeta que no utiliza su inspiración para regodearse con los cantos de los pajarillos o con la belleza de los amaneceres precisamente, sino para adentrarse en retorcidos vericuetos de lo más sombríos, buscó la forma de entenebrecer la alegría de la creación que yo le esbocé iniciada desde la nada.

--Bien -aceptó- si existimos la nada desaparece y se llena de lo creado, ¿pero qué pasa con nosotros?.

Nosotros caminamos a buen paso hacia la eternidad, contesté rápidamente, con lo que el cercano poeta volvió a sonreir satisfecho con una buena dosis de malicia. "La eternidad -repitió- un sin fin, escucha". Y comenzó a recitar:

"Noche incierta, mancha sin sol,
luna sin alma, mineral,
camino incierto, pavor,
lejanía, inmensidad.
Ya sin día no hay días:
un instante prolongado,
peresistente, sin saliddas,
un especio sin sus lados.
Esto es la eternidad,
un no ser siendo, vaguedad.

Parecía con lo recitado que el aburrimiento en esa eternidad estaba garantizado, pero ese "instante prolongado, perisitente, sin salidas" que decía, se vió de pronto iluminado por mi recuerdo de la profunda y escondida creencia salvadora que el propio poeta tristón, tan cercano, tuvo a bien exponer en otros momentos . Busqué entre sus papeles y le leí ante su asombro, lo que él mismo compuso al narrar el paso a la otra dimensión. Lo titulaba "Tránsito" y decía así:

"Todo se alejaba,
ya no era más que yo mismo
que bastaba,
ya no era ni siquiera mi organismo
que sobraba.
Era yo sin envoltura,
sin figura,
era mi interior como en un vuelo,
era yo que caminaba hacía el cielo.

¡Eso, hacia la eternidad en el cielo!, casi gritamos los dos muy contentos con lo que tras un apretón de manos muy sincero nos fuimos a dormir muy beatíficamente, porque hay que comprender al poeta este tan cercano, es, sólo, un buen hombre que se divierte a su manera como puede con estos juegos.

viernes, 24 de septiembre de 2010

CON LA IGLESIA ME TOPÉ

Hay temas recurrentes. Uno es el de Eugenio Pacelli, el Papa Pío XII que le tocó asumir su pontificado en la complicada época que iba desde 1939 hasta 1958 en que murió en Castelgandolfo. Epoca de la atroz Guerra Mundial desvastadora de buena parte del mundo y época de la postguerra , costosa cuenta arriba para tantos. El motivo de ocuparse de este Papa de tiempo en tiempo, Papa que acompañó toda mi infancia y juventud, es el manoseado tema del atroz Holocausto y su supuesta actitud ante Hitler. Como si fuera fácil acertar ante la opinión de todos en aquellos tristes momentos de intransigencia, crueldad, bombas y muertos.

Esta vez han aprovechado otras críticas muy del día contra algunos clérigos y obispos, merecidas por supuesto, para ya que se topaba con la Iglesia, aprovechar y de pasada alargar el recuerdo hasta más allá de la mitad del siglo pasado para lanzar unas cuantas puyas facilonas en un tema ya supersabido y felizmente superado con las informaciones comprobables ofrecidas. Además la postura de la Iglesia en aquella época ante los movimientos políticos que nacieron en Europa como equivocada solución a sus problemas sociales y de todo tipo, era ya sólida y clara. Fue su antecesor, Pío XI el que condenó tajantemente al fascismo, al nazismo y también al comunismo. Y condenados quedaron. Al Papa Pacelli le tocó ocuparse de la paz tan amenazada en su época, defendiendo, como hizo, las instituciones internacionales, únicos instrumentos con algunas posibilidades de mantenerla.

A pesar de todo hay que aceptar que la Iglesia como institución con gran poder espiritual y en otros tiempos temporal también, junto a las alabanzas y fidelidad de su grey, tendrá siempre una oposición más o menos abierta, tapadera, sin duda, de intereses espúreos, por lo que los enfrentamientos y las críticas estarán siempre de actualidad. A lo largo de la Historia, cuando su poder temporal era fuerte, se enfrentaron a ella en ocasiones hasta reyes cristianos por cuentiones políticas y de dominio, a las que había que añadir las siempre notorias desviaciones en cuestiones de interpretación de la fe que se alejaban de la ortodoxia. La más conocido y de consecuencias bien visibles fue la de Lutero, fraile agustino que propugnaba una renovación, hasta cierto punto necesaria. Erasmo de Rotterdam, sacerdote y teólogo, erudito, gran amigo de santo Tomás Moro, resulta también un gran crítico de las costumbres, malas, de algunos clérigos de la época como se recoge en su obra "Elogio de la locura". Su deseo de volver a una Iglesia más auténtica y menos formulista contó con el beneplácito de Carlos V, que mientras luchaba con las armas en defensa de Papado contra los alemanes que abrazaron la Reforma luterana, pedía a Roma que congregara un Concilio sin duda necesario que asentara las bases e indicara la dirección adecuada, pero que no se consiguió hasta el reinado de su hijo Felipe II, fue éste el Concilio de Trento.

Pero cada momento tiene su afán y la Iglesia se enfrenta a las nuevas necesidades y a los nuevos retos para llevar a buen término su misión. A aquel Papa que tuvo que contribuir a consolidar la paz, Pío XII, le sustituye Juan XXIII sin duda una cumbre en la sucesión en el solio pontificio. A él de debe la doctrina del "aggiornamento", es decir la actualización de la Iglesia que se alcanza con la convocatoria del Concilio Vaticano II, sin olvidar, por eso, las cuestiones sociales, magistralmente atendidas en su encíclica "Mater et magistra" o sobre la anhelada paz mundial siempre tambaleante con "Pacem in terris".

Luego otro Papa, Pablo VI que acabó el concilio y alumbró su pontificado con seis encíclicas e inauguró la era de los Papas viajeros. Le sucedió Juan Pablo I malogrado tan pronto y al fin Juan Pablo II, el pontífice peripatético que llevó su palabra por el mundo y su enseñanza y su comprensión, además de ser uno de los artífices más valiosos para acabar con la dictadura comunista de la URSS y de los países satélites, dictadura que él tanto sufrió en su juventud, después de aguantar el azote nazi en su Polonia natal.

Y llegamos a la actualidad en que el Papa esperado por tantos que conocían su trayectoria mientras ojo avizor se vigiliba el inicio de la fumata blanca que lo anunciara, Benedicto XVI debe enfrentarse a la ímproba tarea de oponerse al nuevo credo, el del relativismo que invade al mundo. Nada es absoluto ni en creencias, ni en política ni en las costumbres ni en la vida en general. La técnica con sus sabidas limitaciones brinda las soluciones esperadas. Y ante esta realidad, para enfrentarse a tanta desilusión, los cristianos, todos, las distintas iglesias, luteranos, ortodoxos, anglicanos, calvinistas...cada uno, intransigente, subrayando los matices que los separan sin acordarse de la Verdad los une.

Más o menos ya en el siglo XV, Erasmo sale al paso de tanta diversidad, aunque entonces no era tan abundante ni profunda. Ya traté de esto en otro artículo, pero oigámosle de nuevo porque viene muy bien al caso: "Hay en todos ellos un gran afán por distinguirse en el género de vida y no se preocupan de ser semejantes a Cristo, sino ser diferentes entre sí...como si fuera poco llamarse cristianos" afirma despúes.

Con esta crítica amistosa o consejo aprovechable, termino a la vez que aclaro que si este casi anónimo cristiano que soy yo se ha permitido pontificar un tanto, se debe, exclusivamente, a que en efecto, leyendo un diario me topé con la Iglesia, pero la Iglesia con mayúscula, no como don Quijote - y perdón por la comparación- que sólo dio al fin con una iglesia, con un templo que andaba buscando. Bien es verdad que la frase tópica se utiliza torciteramente elevando al simple templo, quizá capilla, a la altura de Iglesia como institución, porque así la crítica se consigue con una sola frase de una vez, que es de lo que se trata desde hace tanto tiempo.

domingo, 19 de septiembre de 2010

LA VUELTA AL RUEDO

Fernando Savater es un filósofo que como suelen hacer los filósofos pontifica. Ahora ha escrito un libro que titula "Tauroética" para oponerse a las tesis de los abolicionistas de las corridas toros. En ese libro que no he leído y del que únicamente tengo referencia por los periódicos, parece que afirma que "lo bárbaro es confundir la sangre del toro con la del hombre" lo que no sé hasta que punto puede tacharse de barbaridad tal desatino, sino más bien de equivocación o de ignorancia. Se trata de sangre de dos seres, uno racional y el otro de los que llamamos irracional, pero las dos fundamentales para cada uno de ellos. Pobre hombre quizá sólo herido y pobre toro seguramente muerto, lo que a mi entender daría motivo a dos tipos de lamentaciones de intensidad seguramente desigual. Aunque llegado aquí hay que decirlo, el hombre así herido aceptó libremente el riesgo, quería acabar con el toro y el toro que no buscaba la lucha se defendió. Es la eterna discusión entre los pros y los contras de la fiesta.

Y ya con esto llego al punto que quería resaltar, aunque repito con el único apoyo informativo que proporciona el diario en cuestión: parece ser que en el afán de Savater de desmantelar los motivos que esgrimen los abolicionistas, explica en un "impecable razonamiento" según el periodico, que el titular de un derecho debe ser consciente de ello, "por eso -parece que añade- nosotros podemos tenerlo y los animales no". Con lo que no se puede estar de acuerdo en absoluto. Si lo aceptamos damos pie a la legalidad del aborto, el feto no tiene consciencia de nada, luego no tiene derecho alguno. Tampoco un enfermo acaso, ni un retrasado mental, por ejemplo. No, si Sabater escribe esto en su libro "Tauroética" falla, no hay ética en su afirmación ni siquiera aplicándoselo a los toros.

Todo esto ocurre por alejar el concepto o el sentido del derecho de su necesario fundamento en la imprescindible ley moral natural, lo que lleva al peligro de que el propio derecho, al ser calificado de jurídico, puede -y ocurre tantas veces- separarse de la justicia, esta sí siempre unida a la moral. Si queremos perfecccionar el orden jurídico debe respetarse el llamado derecho natural lo que a lo largo de la Historia no siempre ha sido así.

Otra cosa es el motivo verdadero de la prohibición de la Fiesta en la triste Cataluña actual. El impresentable gobierno que la rige, en su locura trata de borrar todos los signos que la unen con el resto de España, eso es sabido y comentado y también condenado por todas las mentes lúcidas. Ahora, exagerar negando al espectáculo el calificativo de sangriento resulta también chocante. A lo largo de la historia hubo prohibiciones en la fiesta. Una la más antigua de que tengo noticia la hizo el mismo Alfonso X el Sabio que prohibió el toreo a pie, permitiendo sólo hacerlo a caballo. Más tarde, creo que con Carlos IV la prohibición de la fiesta fue total. Diez años parece que duró y fue, pásmense, Pepe Botella, el rey impuesto por Napoleón, el que volvió a instaurarla. Pero hay más, hace relativamente poco, la sangre y las tripas brotando de tantos caballos hería muchas sensibilidades y al fin el peto obligatorio impide la muerte, pero no los sustos que me imagino pasarán los pobres caballos con el ojo tapado sin saber porque es así zarandeado y sin tener la posibilidad de arrear una coz en los morros al toro que le ataca.

Se prohiben las peleas de perros y la de gallos, las del hombre con el toro no. Se considera una fiesta representativa de España (por eso la prohiben en Cataluña) y por eso mismo la defendemos la mayoría de los españoles. Pero el toro sufre y la crueldad acompaña al arte que tantos reconocen en el toreo. Mas como el toro no es consciente de la existencia de derecho alguno no puede ser titular de ninguno de ellos según Sabater. El feto humano tampoco según la Aido, titular del Ministerio de Igual Da que dice Antonio Burgos. Así que para acabar aceptemos que cuando los derechos reconocidos son los que están escritos y admitidos por cada dictadura del momento, y la ley moral se ausenta en tantos de ellos, el hombre queda libre para perpetrar tantas brutalidades.

Sé que todo lo que digo no merece de la mayoría que me lea ni una reconfortadora vuelta al ruedo. Pero los pitos no los oigo y las almohadillas no llegan hasta aquí.

sábado, 11 de septiembre de 2010

LOS CAMBIOS Y OTRAS RAREZAS

Hoy voy a hablar de cambios de todos los que recuerde en esta especie de batiburrillo que me deambula por la cabeza. Primero el más importante, porque habrá que tomar en serio eso que anuncian, es el cambio climático producido por el aumento en la emisión de gases de efecto invernadero. Lluvias, fríos, sequías, tormentas todo en grande, exagerado, son las señales que la Organización Meteorológica Mundial indica como algo sin precedentes. El hombre destructor de su propia tierra. Destructor activo y destructor menos notorio, pero igualmente nocivo. En nuestra España, de Burgos para abajo al menos, parece que son las encinas, los alcornoques y los acebuches las especies arbóreas que se deben plantar para repoblar nustra esteparia geografía, ya que estos árboles enriquecen la tierra y no los que habitualmente se plantan que no dejan de empobrecerla.

En fin, esto de los cambios, ya sean climáticos, forestales o de otro orden es una de las consecuencias que se observan con la edad. Con los años uno va notando que todo varía, gustos, maneras y hasta el concepto de la moral. Y del léxico. Hoy leo que a los fareros de toda la vida, ya no se les denomina fareros, ahora son "técnicos de sistemas de ayuda a la navegación", ¡qué menos! porque hasta hace poco eran tan sólo "técnicos de señales marítimas" y no era bastante, eso de señales daba una pista de su trabajo y había que oscurecer más el concepto. Lo de farero es una antiguaya -aunque todavía los hay que viven recluídos en los faros- con un aire romántico y nada más. Había que acabar con tal calificativo. Llamándolos fareros hasta se entendía cual era el oficio que desempeñaban, mientras que con el de técnicos de sistemas de ayuda a la navegación queda, como digo, todo más difuso, ampliado e incomprensible porque se ignora la ayuda que ofrecen que es de lo que se trata modernamente.

Sigamos hablando de cambios en el habla, ¿se han fijado en ese "fuera de servicio" que sustituye al concluyente de toda la vida, "roto", "estropeado" o al menos "no funciona"? Ahora no hay que concretar, dejémoslo todo en el aire, disimulado, a la interpretación de cada cual. Además, si decimos que está fuera de servicio, a usted que le importa el porqué. Es el inglés el que influye, ese idioma que crearon, claro, los ingleses, tan taimado y poco franco como ellos.

Otro ejemplo, el "¿en que puedo ayudarle?" con que ahora nos reciben en casi todos los sitios. "Can I help you?". En vez del definido ¿qué desea? de siempre y que daba pie a explicar el motivo de nuestra presencia en tal establecimiento.

-¿En qué puedo ayudarle?.

-Y yo qué sé lo que Vd. pueda o no pueda hacer. Yo lo que quiero es cuarto y mitad de...

¿Y qué me dicen del "pack" que sustituye al paquete, conjunto o juego?. Juego de cubiertos no, pack de cubiertos, o de galletas o de... Y "pack" traducido puede ser bulto, fardo, también paquete, sí y hasta emplasto, con que ya me contarán lo acertado de la tontería.

Ya no hay arreglo, es la apertura o eso que tachan de globalización, es decir, uniformidad, despersonalización en suma. Déjenme pensar sobre el posible inicio del descontrol que comenzó a interferir en las austeras y uniformadas vidas de nuestros mayores y en la mía que yo también estaba allí. Todo fue creo, y si no es así que me desmientan los sociólogos, cuando sobre a finales de los cincuenta o comienzos de los sesenta del siglo pasado, los señores empezaron a quitarse el sombrero, -no se rían- quiero decir la seriedad cara al exterior y las mujeres por su parte la mantilla. Fuera la rigidez y el encorsetamiento de las costumbres dijeron al fin. Tenía que llegar, se veía venir porque era lo natural. Si hasta nuestras jóvenes que empezaban a viajar, lo hacían invariablemente vistiendo pantalones, ¡qué horror!, en vez de las femeninas faldas o al menos la honesta falda-pantalón que permitía libertad de movimientos dentro de la modestia exigida hasta entonces. Y además como ya eran modernas montaban en el tren o en el autobús que las transportaba a la frontera, al mundo verdaderamente exterior, el de la modernidad, con el cigarrillo en la boca porque eran, repito, modernas o querían serlo y eso era lo exigible.

Y la actualidad fue llegando borrando fronteras al mismo pensamiento y lo difuso e inconcreto tomó carta de naturaleza que, poco a poco, nos llevó al relativismo que hoy todo lo impregna. Claro que lo difuso se extendió hasta el entonces concluyente sexto mandamiento de toda la vida con su dura y tajante prohibición y se dulcificó hasta difuminarse en un no cometer actos inmorales, con lo que a las conciencias se les apareció un horizonte amplio por el que navegar con mayor libertad. Cambios, al fin de todo tipo que siguieron transformando el panorama social que tanto pudo influir en el comportamiento de todos. Vemos a los curas que se visten en su mayoría como los funcionarios, los albañiles o los fontaneros sin obedecer al anterior Papa que pregonaba la distinción de su importante ministerio. Los militares por su parte disimulan de paisano, por temor a los etarras. El "Todo por la Patria", se cuestiona por unos políticos que a pesar de su ropa bien cortada, costosa, no consiguen ocultar su procedencia desde la falsedad y el "trinque" si se tercia y pretenden cambiarlo por un "todo por la democracia", esta tan indefinida, la nuestra al menos, que soportamos.

Pero a pesar de tantos cambios justificados y beneficiosos muchos, molestos e hirientes e incluso absurdos otros, parece que el verdaderamente importante es el climático que pregonan y del que hablan tanto los que parecen entendidos. De los otros, anécdotas y bromas aparte, si te quejas te llaman anticuado, lo que muy bien puede ser verdad.

martes, 7 de septiembre de 2010

EN LA OTRA ISLA DE ROBINSON

He pasado gran parte del verano con Arturo Uslar Pietri el escritor venezolano ya desaparecido por desgracia.

--¿Es usted brujo o está loco para asegurar que se codea con los muertos?.

--Ni lo uno ni lo otro, pero sí he estado con él y gracias a él, en "La isla de Robinson", no la de Crusoe, sino tan sólo en la de Simón, un sabio, sincero y honrado personaje que gastó su vida, la que le proporcinó Uslar,en intentar, infructuosamente desde luego, poner en práctica sus ideas.

Aclararé que se trata de una novela, "La isla de Robinson" se titula. Y no se refiere a una isla geográficamente hablando, sino a un aislamiento personal triste y hasta cruel, al no encontrar el tal Simón una respuesta entre sus paisanos a las desinteresadas ideas que creía salvadoras para su tierra, la amplia América hispana, justo en los momentos de la independencia que Bolívar con sus torcidas maniobras iba consiguiendo.

Uslar, con esta gran novela crea a un personaje que puede ser considerado universal. Sólo los grandes escritores lo han conseguido. Don Quijote y Sancho son el claro ejemplo. También don Juan con su mito; Lope, Calderón. Fuenteovejuna eleva a todo un pueblo a esa categoría... Esta vez me tocó durante este verano conocer a otro, a Simón Rodríguez, al que Uslar retrata aislado en medio del avispero americano, víctima como estaba aquella tierra de los advenedizos que surgían cuando España, después de Ayacucho, se retira. Un personaje, Simón, reducido a la soledad íntima de su propia persona, su isla, la que surge de la soledad que siente por el abandono intelectual que sufre. Sólo él con sus ideas tan firmes. Simón Rodríguez un Robinson universal en el que se puede ver retratada a mucha gente. Incluso a uno mismo en tantas ocasiones a lo largo de la existencia que culmina, precisamente, cuando esa existencia acaba. Es la auténtica soledad que Uslar describe con tanta veracidad y realismo que conmueve en verdad. Así acaba su narración cuando Simón siente que su fin se acerca y escribe con gran desilusión, como derrotado, a un amigo: "Adiós amigo -dice- deseo a usted como para mi/salud para que no sienta que vive/distracción para que no piense en lo que es/y muerte repentina/para que no tenga el dolor/de despedirse de lo que ama/y de sí mismo para siempre".

Atroz resulta al poder considerar verdadero todo esto que sólo un personaje con la categoría intelectual de Arturo Uslar puede plasmar. Y con ello pasé -¡qué cosas! y hasta entretenido- gran parte del verano. No soy un gran lector de novelas. Esta la tenía de antiguo y surgió en la búsqueda de distracción. Ya había leído otras cosas del gran venezolano. "Las lanzas coloradas" me fascinó. Conocí al escritor en el centro de Cultura Hispánica que capitaneaba con enorme acierto -hay que decirlo aunque algún cernícalo actual se sorprenda- un Blas Piñar que todavía no se había mostrado tan en la recóndita y alejada esquina de una derecha exagerada, tan superada por fin. Hablé con él, con Uslar y hasta me atreví a censurar su denominación de Latinoamérica en vez de la verdadera de Hispanoamérica que él tanto valoró. Blas Piñar, a mi lado, me pidió muy amablemente, más consideración con el invitado ilustre, y frené mi ímpetu juvenil ante el maestro que al poco tiempo, cuando se puso en duda la contribución de España al progreso de nuestra civilización -creo que por parte de algún inglés pérfido desde luego- Arturo Uslar Pietri, le contestó con la energía y la amplia verdad que cualquier estudioso puede conocer, enumerando punto por punto nuestra aportación y nuestras glorias que él consideraba suyas también como heredero de ellas que era, por haber nacido allá, tan próximo, en la otra orilla.

Y llegado a este punto tan cerca del final de nuestra perorata de hoy, pidamos como nuestro amigo Simón salud, pero no para no sentir que vivimos, sino para percatarnos de todo lo contrario, de que sí lo hacenos. Vivir y vivir a tope si es posible y quizá tan sólo desde nuestra isla acaso imposible de abandonar, pero en contacto con los demás, sintiéndonos, al menos, en un archipiélago de vidas. Con la ilusión de unos Quijotes, nuestras dosis necesarias de Sancho Panzas y, si se consigue, en una suerte de Fuenteovejuna, todos a una con los nuestros.

Amén.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

SANTANDER DE MIS AMORES

Pasa el tiempo y ni saluda, sólo borra huellas, recuerdos. Volví después de años, ilusionado, a las calles de mi Santander en las que dejé tantos trozos y trazos de hechos para mí sin duda trascendentales y comprobé lo que la lógica dictaba, que el tiempo había transcurrido y tan sólo me esperaban las esquinas desnudas limitando tanta piedra muda, tanto cemento. Lo vivido con todo el atractivo de lo novedoso quedaba, únicamente, grabado en mis adentros que, aleteando, me avivaban la nostalgia.

Así que con tan poco atractiva experiencia, me encaminé al que fue mi antiguo barrio, el más antiguo de la ciudad que ahora quieren dignificar después de tantos años de olvido y no sé si de desprecio. Me refiero al ahora ya, otra vez, denominado Cabildo de Arriba, como queriendo buscar no sé qué abolengo que sólo el tiempo otorga, rememorando como una gracia, la miseria, las casuchas de tantos Muergos,junto alguna Sotileza que todo hay que decirlo e, incluso, algún Padre Apolinar que tratara de desbastar tanta aspereza. Todo esto como un segundo acto de la Historia, una vez que las viviendas de los hidalgos fueran destruidas. Porque al Cabildo de Arriba, a la Pueblo Vieja siempre la trataron despectivamente los más nuevos que se establecían en la llamada Puebla Nueva y hasta llegaron al enfrentamiento armado, ¡qué cosas! pocos y mal avenidos como se sabe. Escasos habitantes, muchos hidalgos (de ahí venía el lío) y pocos pecheros. Pero esto pasó hace mucho, siglos nada menos.

Era la Historia con mayúsculas. La mía, con minúsculas, más cercana, me lleva sólo hasta los tiempos de aquellos tranvías amarillos y aquellos raqueros auténticos zambulléndose en la machina en pos de alguna "perra gorda" arrojada por paseantes generosos. Tranvías, el de Miranda y el que nos trasladaba a un Sardinero entonces sin el innecesario velódromo que ahora no le adorna. Tranvías, tantas veces, rematados en su parte trasera por alguno de aquellos raquerillos que subidos "a tralla" como entonces se decía, conseguían hacer el viaje gratis...

Tiempos de mi niñez con una Rua Mayor, la auténtica, que de la Calle Alta nº1 nada menos, -permítanme que lo diga así- donde estaba yo, nos llevaba a la misma puerta de la Catedral en línea recta, en un ambiente en el que aún podía vislumbrar alguna mirada muy perspicaz, un cierto abolengo muy empobrecido y decadente que pretendía dar de lado a una Cuesta del Hospital ya encanallada con bares -"Rufer" y "Güemes"- en que mostraban sus deformaciones mujerzuelas que buscaban su vida junto a la esquina de una Rua Menor, muy menor en todos los aspectos.

Puebla Vieja, nombre que quizá ya entonces se podía, se debía atribuir a toda la ciudad, vieja en verdad, con excepción de un Sardinero ya embellecido. Santander, puebla vieja aunque entrañable, que un incendio atroz abrió el camino de la modernidad en la que yo fui creciendo y ampliando mis horizontes ahora ya transformados en cálidos recuerdos con los que adorno en mi intimidad las piedras mudas y el callado cemento con que me encuentro a mi vuelta, después de tantos años.

sábado, 17 de julio de 2010

ENGAÑABOBOS

Treinta y cuatro grados de temperatura y nos amenazan con treinta y seis no sé si a la sombra o al sol, aunque da lo mismo, a cuarenta llega desde hace días junto al paredón de mi casa. Tonto de mi que abandoné ayer mi costa camino de la ardorosa meseta -diez meses de invierno y dos de infierno- cuando el termómetro marcaba allí tan solo veintidós amables grados, aunque, eso sí, todo hay que decirlo, el ambiente se entristecía -es un decir- por un calabobos pertinaz.

Con esto del calabobos me surge espontánea otra palabra de parecida fonética, me refiero a la palabra engañabobos muy persistente también durante los recientes días, tan penosos, en que discutían sobre el estado de la nación en las Cortes, aunque por otro lado conviene adelantar que tanta discusión nos era innecesaria, ya que el estado de nuestra España a la vista está. No necesitamos mayores explicaciones, es más bien lamentable, futbol y Nadal aparte.

¿Quién intenta ser el mayor engañabobos entre toda la patulea de políticos que acuden al Parlamento? A la vista está que el presidente Zapatero que se ha atrevido a hacer afirmaciones que, ya le conocemos, las sostendrá o no dependiendo de lo que le convenga en cada momento. Ahora hay a la vista unas elecciones catalanas y una insumisión de los despreciables políticos de esa zona de España en la que, según el último estudio de CIS, tan sólo al 2,2 por ciento de los catalanes les preocupa las manoseadas reformas del estatuto, porque, según sigue señalando el CIS, su verdadera preocupación, como no podía ser de otra manera, es el paro que solivianta al 70,1 por ciento de los habitantes de esas tierras. Pero que importa lo que preocupe al pueblo; el poder, el sillón, y todo lo que de ellos se desprende es lo que interesa a la gentecilla que mangonea en la Generalidad. Otro dato del CIS: más de un 22 por ciento de catalanes ignora el nombre del presidente de esa generalidad que disfruta, junto con sus secuaces que no quieren ser españoles, de todas las ventajas que el Estado español con su Constitución les brinda.

A propósito de la Constitución, el que pretende ser campeón de los engañabobos del Reino, el de la mueca, que ya no sonrisa, el Rodríguez, por medio de su portavoz la Ferández apuntó la posibilidad de una reforma de la Carta Magna para hacer posible todas las elucubraciones de los separatistas catalanes ahora encabezados -y este es el gran problema de Zapatero- por el andaluz Montilla, del Partido Socialista convertido en aquellas tierras mediterráneas en un rompedor de la unidad española con su insumisión anunciada en el Parlamento catalán.

No obstante permanezcamos tranquilos en lo que cabe, aunque no mucho si somos sinceros, porque en este pugilato de engañabobos, el mismo Montilla cuando habló de la reforma de la Consititución de 1978, apuntó a un "no ahora" que deja todo, otra vez, en ese equilibrio inestable que dé pie a intentar apaciguar a los más agresivos y a dejar para mañana la solución que más les convenga, una vez que las elecciones catalanas hayan pasado y ellos hayan acaparado votos. La Fernández, voz de Zapatero como sabemos, subrayó lo de "no ahora" para pasar a renglón seguido, sin saber el porqué a atacar al PP como si el mismo Gobierno fuera la oposición: "La irresponsabilidad del PP ha hecho daño a la convivencia". Lo dijo sin venir a cuento y ahí quedó eso para que los bobos sigan a su gusto bien engañados.

Claro que todo puede aderezarse con más estupideces, incluso con visos de profundidad de ciencia política. Viene en los periódicos: "Zapatero abre la puerta a definir Cataluña como "nación política", matiz que enriquece los supuestos que brinda la sentencia del Tribunal Constitucional de poder calificar la realidad nacional desde un punto de vista cultural, histórico, lingüístico, sociológico e incluso religioso". Faltaba en esta ocasión el calificativo de político que añade el presidente por si con ello acalla a los separatistas hasta las elecciones. Luego ya dirá otra cosa que le convenga en el momento a él y a los separatistas enzarzados todos ellos en este juego que les asegura en la poltrona. Porque el presidente y los otros también, ya saben que el número de tontos en cualquier sociedad es infinito y a ellos dirige -dirigen- sus ocurrencias. Cuenta el número de votos, no su prestigio ni tampoco cuenta España y su deterioro. Desvergüenza, entre otras cosas, se llama esa figura.

Mientras tanto por el calor a abanicarse hasta que llegue el otoño ese con que nos amenazan.

domingo, 27 de junio de 2010

LA CEJA

Los de la Ceja, artistas dicen, actores mejor porque se dedican a representar bien en el teatro, en el plató y sobre todo en la vida encarnando el papel que los distingue, la ceja de Zapatero que ya son ganas. Si fueran más interesantes ellos y sus obras, casi se nos incrustarían a los demás entre ceja y ceja, aunque por su escaso nivel, ni eso consiguen. Con apoyar a un político como el presidente se retratan, gente de poca monta al fin.

Ahora alguno de ellos parece que quiere hacer una película sobre no sé qué víctimas de la dictadura de Franco que las hubo y no pocas. Los de mi quinta, los que no se vieran afectados por la dureza franquista, apenas nos enterabamos de tanta injusticia. Bien se encargaba el régimen de no dar publicidad a sus hechos condenables.

Sin embargo, yo, por habérseme amontonado más que los años, los lustros, sí tengo constancia de hechos tan rechazables como los del franquismo debidos a la gran tragedia que nos llegó con el advenimiento del Frente Popular con el que la España soñada de los republicanos quedó hecha añicos, mientras el odio y la injusticia se desataban con su revolución recién implantada, la frentepopulista. Pero de esto los de la ceja no dicen nada.

Un caso que puede parecer incomprensible entre otros muchos, el de una persona que ya en el año veintinueve se unió al movimiento de Ortega, Ayala y Marañón entre otros intelectuales, denominado "Al servicio de la República" y que tuvo una actuación muy destacada por sus constantes escritos en la prensa de toda España y que luego, cuando Ortega dio la espalda a tanto fracaso, siguió en la política, entonces ya en el Partido Agrario Español, el de Mertínez de Velasco, de clara tendencia derechista. Cuando el Frente Popular se estableció y el desorden y la revancha se hizo norma, este periodista, republicano notorio, tuvo que desparecer de su domicilio y hasta ocultarse tras disfraces de aire proletario, buzo, boina y alpargatas, para escapar de la labor de los temibles comisarios, perseguidores de los clasificados como "enemigos del pueblo". Un republicano activo que sólo se vió liberado cuando las tropas de Franco entraron en la ciudad.

Los de la Ceja se han quedado atascados con Franco, no pueden ver más atrás y llegar al motivo de tantas desgracias que entristecieron a derecha e izquierda, a España entera. Zapatero, su mentor tan destructor, acabará, aplaudido por esta gentecilla, con la calificada de transición modélica y si Dios no lo remedia
con nuestro bienestar. Ya algunos se atreven sin miedo a críticas y sospechas, a ponderar ciertas conquistas de la "oprobiosa", por ejemplo el robustecimiento y aumento de la llamada clase media, gracias al crecimiento económico visible ya a partir de los años sesenta. Un grupo de población, esta clase media ahora sufriente, tan necesario para el estableciento y buena marcha de una democracia digna. Pero cabe preguntarse ¿es digna nuestra democracia?.

jueves, 24 de junio de 2010

LA DIVISIÓN AZUL Y OTRAS HEROICIDADES

Aznar como presidente del Gobierno consiguió que España tuviera un peso reconocido en Europa e incluso en Occidente. Fue una realidad. Se acercó a Bush y Bush le acogió abiertamente. De allí surgió lo de las Azores e Irak, apoyando la intervención angloamericana en el país musulmán. ¿Injusta tal intervención? posiblemente sí. La Historia, con calma, dictaminará y quizá la condene como la condenó en su momento gran parte de población. Pero España con todo renacíó a nivel internacional y llegó a niveles que hacía mucho no alcanzaba. Faltó consolidar esa posición. Su abandono del poder y el advenimiento de Zapatero y su pandilla ha llevado a nuestra Patria a tener que caminar al dictado de las dos potencias europeas que cuentan, Alemania y Francia, con el beneplácito y la vigilancia de EE.UU. Esta es la verdad fría y duramente considerada.

Pero todo lo dicho no ha sido más que un paréntesis sobrevenido y casi inconsciente. Yo traje aquí a Aznar para afearle su consentimiento para que el Museo del Ejército de Madrid cediera su sede para otros destinos y fuera trasladado a Toledo, no mal aposento, pero no el más apropiado. Y sobre todo porque el cambio ha servido, como era de esperar, para que Zapatero y sus comnpinches recompusieran o eliminaran pruebas, recuerdos, verdades en fin de nuestra Historia, para adaptarla a su mezquina y falsa doctrina que tergiversa lo auténtico en provecho de sus intereses políticos. Tal, la realidad de la División Azul desaparecida del nuevo Museo. Una División en la que unos españoles henchidos de un sentido patriótico hiperexaltado, pero muy auténtico, marcharon como voluntarios -como voluntarios, que yo viví esa época- a luchar contra la URSS. Se encuadraron sí en el ejército de Hitler, el nazi racista culpable de tantos muertos en Europa y el asesino de tantos judíos, pero lo hicieron para enfrentarse con un heroismo tan reconocido por todos al comunismo de otro asesino, dictador cruel de nombre José Stalin. Ese era el momento que vivía gran parte de Europa. En ese ambiente en el que campeaban dos extremismos perniciosos, se desarrollaron los hechos. Unos hechos, los de la División Azul en este caso, que llevaron al dictador nazi, Hitler, a reconocer tanta valentía y arrojo por parte de los españoles con estas palabras más o menos recordadas con exactitud: "Si veis venir a un soldado con el gorro de medio lado, la guerrera desabrochada, con barba de dos días y un cigarrillo en la comisura de los labios, cuadraos, es un héroe español". Esa fue una verdad y esas fueron unas ideas que hicieron vibrar a unos jóvenes españoles. Negarlo es negar nuestra Historia para contarla de otra manera. Nada hay que olvidar, ahí queda toda ella en el recuerdo como lección o como vergüenza en tantos casos: Paracuellos, Frente Popular, asesinatos, tantos que con el rencor en ambos bandos se perpetraron.

Fue aquella una Europa equivocada, atroz, pero fue la que tocó vivir a los europeos; y en medio de tanta equivocación, hubo, sin duda, muchos hechos, muchas acciones rechazables y otras que pueden llevar a la admiración, como en este caso que tratamos, cuando el heroismo guió la conducta de unos miles de jóvenes que ofrecíeron su vida por unos ideales. O al otro lado, la que narra aquella canción que dice: "Allá arriba en aquel alto hay una fuente que mana sangre de los españoles que murieron por España", en defensa de sus ideales, los republicanos de los que tanto esperaban muchos compatriotas nuestros. No hay que olvidarla tampoco, nos pertenece, es nuestra Historia, la de todos, la de España.

sábado, 19 de junio de 2010

LA TREGUA

Visto el panorama actual, la memoria me llevó en un retroceso ultrarrápido diez u once siglos atrás. Me pasa muchas veces esto del retroceso memorístico, tendré que consultarlo. Pero ahora les cuento: existió en la Edad Media un movimiento que se llamó "Tregua de Dios" que en el fondo sólo buscaba un poco de descanso en la lucha constante entre los poderes fácticos de entonces, los nobles para entendernos, pero que afectaba a todos, al pueblo llano, a los campesinos, mercaderes, peregrinos, clérigos y hasta ahí podíamos llegar, con la Iglesia hemos topado. Enseguida se organizaron una serie de concilios que reglamentaron los días de descanso, la duración de los asaltos en fin, con la excomunión como arma o sanción arbitral más efectiva. Así, las peleas debían pararse los días marcados, dos días semanales al principio, luego tres o cuatro fijados con toda exatitud, exactamente de miércoles por la tarde al lunes por la mañana en que comenzaba el siguiente asalto y otra vez se permitía desempolvar las cimitarras y asentar los mandobles convenientes al contrincante de turno.

Este control en la lucha casi fracticida tan abundante en Europa se extendió por casi todo el continente. En Castilla tuvo menos aceptación. Aquí la guerra era contra el infiel invasor y los nobles no tenían tanto tiempo para manifestar sus rivalidades mutuas. Además el pueblo llano era tan necesario que, hasta cierto punto, había que cuidarlo porque se le necesitaba para la lucha y la repoblación de las tierras que se iban reconquistando.

¿Y esto que tiene que ver con nosotros ahora? ¿Quiere que se implante aquí una "Tregua de Dios"?. Pues sí, de Dios sería conveniente, aunque con esto del laicismo, habría que buscar otro admonitor ¿quizá Pablo Iglesias? Aunque este señor tuvo varios fallos, uno muy actual con su UGT que le ha salido colaboracionista. En fin, una tregua al menos de buena voluntad que dure algún tiempo entre los partidos políticos, que con sus pendencias insustanciales y archirrepetidas, con su lucha, tanto cansa y desgasta a los sufridos ciudadanos. Ya sé que ahora no se desempolvan las cimitarras y que los mandobles sólo son dialécticos, pero el desgaste y la inoperancia es tan manifiesta que unos días a la semana de tregua, servirían de descanso al personal y quizá podrían utilizarse para que todos se sosegaran un tanto y diera tiempo para el advenimiento de nuevas ideas que aclararan el ambiente. De miércoles por la tarde a lunes por la mañana, como en el siglo XI, ahora que llega el verano y bien nos merecemos algo de descanso y de disfrute. ¿Se imaginan los periódicos mañaneros sin la foto de un Zapatero ya desgastado, ni de un Pepiño acusador, ni de unos dolores de Cospedal que tanto afectan?. Claro que quizá se correría un peligro quizá mayor con esto del veraneo y la tregua ¿se acuerdan de unas fotos del año pasado en las que aparecía paseando por la orilla de una playa, la flaca Fernández en biquini, con sus huesos al aire rematados con el correspondiente plumero de siempre en la cabeza? Les confieso, pensándolo mejor que casi prefiero desayunarme con los dolores de Cospedal, ¡qué le vamos a hacer que no haya tregua pues!.

martes, 15 de junio de 2010

PLUS ULTRA

Plus ultra, más allá como lema que abraza las dos columnas de Hércules, existentes sobre todo porque se suponen, y que al separarse, que para eso lo hizo Hércules, convirtieron en realidad la diferencia y el abismo que distancia lo inasumible. Aunque, ese abismo, sin embargo, se acortó como un mal sueño que duró tanto que siempre se recuerda y que sólo se acabó con el esfuerzo de todos.

Pero había, hay todavía que seguir, plus ultra, más allá, donde solo la imaginación abra caminos al agua con las móviles nubes testigos de la marcha. Más allá sin meta de llegada, sólo avante. Mares, tierras y gentes asombradas, y los obstáculos que se reducen a veces y se agigantan otras, pero que siempre se vencen con el ánimo atento. Y se avanza, plus ultra, más allá con el único rumbo que marca el deseo de seguir.

Seguir con el esfuerzo necesario, -¿sin saber donde?- más que sabiéndolo, imaginándolo y acaso hasta adivinando la existencia de un prologado horizonte que, superado, abriría la amplitud de un paisaje apacible y sobre todo tranquilizador.

Una aspiración ésta que se persigue con el tiempo marcando cada intento y la ilusión siempre creciente al no existir razones ni lógica que la sustente, es decir que la limite. E iluminados con la sinrazón de una utopia que la permita.

Plus ultra insistimos, avante siempre, superando los mares, las llanuras, las montañas y los ríos de la adversidad para, al menos, desvelar ese rincón a veces ignoto de nosotros mismos.

domingo, 13 de junio de 2010

LA NUEVA REFORMA TAN NECESARIA

Erasmo de Rotterdam, cuyo nombre auténtico era Gerhard Gerards y se lo cambió, no me choca, fue, como se sabe, un humanista que brilló en su época, entre el XV y XVI y aunque tuvo muchos seguidores en toda Europa y en España también, entre ellos a Fray Luis de León, además de contar con el apoyo de Carlos I nada menos, no consiguió con sus ideas y con su acción personal que el terco Lutero y la Iglesia de Roma llegaran a acuerdos que evitaran el cisma. Carlos I lo intentó con las armas luchando contra los alemanes e influyendo ante el Pontífice para que convocara un Concilio que pusiera remedio a las desavenencias. Con Roma no lo consiguió, pero con las armas tuvo más éxito y hoy, en Alemania, los católicos son casi la mitad de la población.

Todo esto viene a cuento por la situación actual en la que entre el laicismo y el agnosticismo, al menos en Europa, el descreimiento tan generalizado resulta notorio. Benedicto XVI reconocía antes de ser elegido Papa que en un futuro cercano, los cristianos serían una minoría en el continente. Y a eso vamos de forma acelerada. ¿Y que tiene que ver el bueno de Erasmo en esto de ahora? Bastante en mi opinión. Él se enfrentó a la Reforma de Lutero y también, hay que decirlo, a la situación de Roma en aquella época. Frente a la pompa imperante y los rituales llamativos pedía una mirada y un recuerdo a la iglesia primitiva que llevara a un cristianismo más auténtico y una vuelta fiel a las Sagradas Escrituras.

Erasmo de Rotterdam, sacerdote, teólogo, filólogo, pedagógogo, escribió varias obras; "Coloquios", "Adagios" "De libero arbitrio" y "Elogio de la locura" que es a la que yo me quería referir y que no tiene mal título, aunque él a quien finge elogiar no es a la locura, a veces un buen escape, sino a la tontería, a la estulticia exactamente. Escribió el libro y se lo dedicó a su buen amigo el inglés santo Tomás Moro a quien Enrique VIII mandó matar. En su obra junto a tantas críticas como hace, a los graméticos, a los poetas, a los filósofos, etc. dedica varias páginas a criticar muchos aspectos que tocaban a la Iglesia a la que él pertenecía muy devotamente. Así cuando toca el turno a los clérigos, escribe: "Hay en todos ellos un gran afán de distinguirse en el género de vida y no se preocupan de ser semejantes a Cristo, sino en ser diferentes entre sí. Es por ello que cifran gran parte de su felicidad en los sobrenombres: unos se complacen en llamarse "franciscanos", y entre estos hay "recoletos", "menores", "mínimos" y "observantes"; luego otros prefieren ser "benedictinos" o "bernardos", "brigidenses o "agustinos, "guillermistas" o "jacobistas", como si, en realidad, fuera poco llamarse cristianos"

Y aquí quería llegar yo: llamarse, ser cristianos nada menos, solo, únicamente. Y con esta observación, de un salto, paso a nuestra época, aunque el tema actual sea de más enjundia: romanos, evangelistas, luteranos, ortodoxos, coptos, anglicanos, reformados... y así otras muchas denominaciones, marcando, sobre todo, las diferencias y callando lo esencial. Como pasaba en tiempos de Erasmo que criticaba y destacaba el apego a sus "peculiares ceremonias" y "humanas tradicioncillas...no se dan cuenta -prosigue- de que Cristo, sin fijarse en todas esas minucias, va a exigirles sólo que hayan puesto en práctica su mandamiento".

Con la que ahora está cayendo en el mundo, pero sobre todo en la sin duda ya decadente Europa en cuanto a desarraigo de tradiciones y a descreimiento e, incluso, con la simiente fructificando de otras culturas y creencias, ¿no sería bueno que los cristianos, todos ellos, dejando atrás sus peculiaridades, y quizá sus egoismos, se unieran y destacaran únicamente su fe en Cristo que es lo que une a todos?.Sé que hay un movimiento en pro de la unión de las iglesias, pero parece un movinmiento que nadie sabe conducir ni quizá lo desea.