Un papel en blanco es tentador unas veces y otras descorazonador cuando se quiere llenar de algunas ideas y esas ideas susceptibles de ser reflejadas por escrito se han escondido tanto en la parte del cerebro donde se guarden esas cosas, ignoro cual es, que no hay manera de dar con ellas. Porque las ideas son algo distinto de las preocupaciones, tanto que cuando estas agobian en demasía las ideas parece que quedan atascadas allá adentro. No existen fontaneros, plomeros los denominan en América, que se dediquen a estos desatrancos.
La idea surge con el ocio. Pero para que haya ocio debe haber tranquilidad y, desde luego, ausencia de preocupaciones. La negación del ocio es el negocio.Pero cuando no hay negocio surgen las preocupaciones, un lío. Sin embargo, los griegos, los de antes, lo tenían claro. Sólo en el ocio -eso que ahora tanto se desprecia- surgen las ideas nuevas, las que brillan y de las que tantas veces nacieron beneficios claros. Creo que fue un tal Denosameno, griego, no podía ser otra cosa con ese nombre, el que se alejaba de todos e incluso apartaba la vista de cualquier objeto para, ocioso horas y horas, poner en funcionamiento su masa gris, verdadera fuente de ideas, que luego trasmitía en la plaza pública a sus paisanos para que, recogidas por ellos, las pusieran en práctica y negándoles de esta forma, por lo que veo, el disfrute del ocio creador. Lo malo fue queDenosameno murió devorado por una fiera en las soledades que tanto buscaba. Ocioso en demasía el griego ni siquiera se molestaba en echar una ojeada al entorno en que se refugiaba. No hay que exagerar.
Otro, este alemán, Gunter Cuxhaven, escribió "La ocultación del pensamiento" y aunque su intención era médica más bien, rozó en su trabajo el comportamiento del intelecto en su función más noble, el de la creación. Aconsejaba realizar el trabajo imprescindible para materializar lo ideado, pero no despreciaba el ocio, al contrario, insistía en lo que denominaba ocio creador que en resumidas cuentas no es más que la consecución de la calma necesaria para que la mente pueda desarrollar sin otras distraciones, el germen del que surgirá la idea califiquémosla de importante.
Aceptada, pues, la necesidad de disfrutar del necesario ocio aunque no sea más que para poder coadyuvar al beneficio de la sociedad, contemos ahora lo que Pietro Marcetti, un italiano, creo que genovés, nos cuenta en su novela "El momento". Trata en ella de una especie de santón que atraía a las masas con sus peregrinass ideas. Marcetti debio de tener noticia de lo que el griego Denosameno predicaba y ni corto ni perezoso, lo incluyó en las predicaciones del protagonista de sus novela y en los ejercicios de concentración que organizaba. Lo malo fue que esa su intención chocó con el característico talante de sus paisanos calabreses. Los alentaba a practicar la concentración sí, sentando comodamente a sus seguidores para pasar durante un cierto tiempo a disfrutar de lo que él también denominaba ocio creador. Lo malo era que la tal concentración resultaba tan profunda, buscada, además, en una posición de gran comodidad que el "dolce far niente" del ocio buscado, acababa por introducir a la mayoría de sus seguidores en el tranquilo reino del diós Morfeo. Se dormían en una palabra.
Así que esto del ocio hay que tomárselo con cautela y más cuando acucia la necesidad de lo material y diario, me refiero la de conseguir la manduca imprescindible. Porque cuando escasea, digan lo que digan los griegos antiguos, también surgirán nuevas ideas sin necesidad de ningún ocio, pero no las creadoras y beneficiosas que dijimos, sino las brotan de la necesidad acuciante, quizá no tan plausibles como las otras, pero imprescindibles también y desde luego reparadoras.
Y con esto, el papel en blanco tentador que dije al principio y acaso también descorazonador, queda completito por hoy, sin necesidad del ocio, sólo echando mano a la imaginación.
sábado, 6 de marzo de 2010
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