martes, 6 de noviembre de 2012

LA SONRISA NECESARIA

Vivimos momentos en que la preocupación resulta nuestra compañera inseperable. La economía enturbia el horizonte con el agravante de que los nubarrones oscurecen también a otros países de nuestro entorno, con lo que el optimismo se esconde aún más y deja la puerta abierta para que sea el pesimismo el que se enseñoree por doquier. Y sin embargo, creo que, como el Rey ha dicho tan gráficamente como él acostumbra, saldremos adelante con el cuchillo en la boca y con una sonrisa. Hagámosle caso y al menos esbocemos para empezar esa sonrisa con la seguridad de que España es un país grande y que de otras ha salido airoso.

Que España importa por ahí fuera lo demuestran las dos citas que los opositores a la presidencia de EE.UU., demócrata y republicano, los dos, en sus campañas han hecho de España, no de otro país, aunque las citas fueran como un eco de nuestra difícil situación actual. Bush, cuando era presidente, encargó a su embajador en Madrid que tratase de mejorar nuestras relaciones mutuas "porque España nos interesa", dijo.

En peores momentos nos hemos visto y hemos salido adelante, incluso airosos y pujantes en el momento en que la decadencia, fruto seguramente de tanto esfuerzo, hacía tambalear nuestra grandeza, hasta entonces envidiada. Vayámonos por ejemplo al siglo XVII nada menos, un paseo. En el trono se sentaba Felipe IV y éramos dueños de una gran parte del mundo. Todavía el sol no se ponía en nuestros dominios, pero nuestro poderío militar se extinguía a la vez que la moneda se devaluaba continuamente, llegando hasta ser rechazada por tantos. El siglo se acercaba a su final cuando asciende al trono español el triste Carlos II al que se tachó de Hechizado. Y mientras, fuera de nuestras fronteras, Inglaterra y Francia asomándose a nuestros dominios con envidia y malas artes, lo que complicaba aún más nuestra situación.

Pero siempre se puede ir a peor y a mucho peor fuimos cuando al morir el rey sin descendencia, se inicia la guerra civil con la intervención, tan interesada, de nuestros vecinos para apoyar a cada una de las dos opciones entre los posibles herederos de El Hechizado. Inglaterra nos ayuda por un lado y aprovecha para, en río revuelto, quedarse suciamente, con Gibraltar y hasta con Menorca que luego se recuperará. La guerra dura siete años lo que ya es suficiente castigo, pero a continuación alcanzada por fin la paz, por el Tratado de Utrech España perderá, nada menos, Milán, Cerdeña, Nápoles, Sicilia, el Franco Condado, los Países Bajos españoles. Pero así, España se aligera del sobrepeso europeo y quizá con "el cuchillo entre los dientes" se concentra y comienza su recuperación a una velocidad que asombra. Ya no es el país al que miraban con avidez las demás potencias, sino que vuelve al escenario internacional con el ímpetu y la autoridad que le daban su ánimo y sus amplísimas posesiones a lo largo y ancho del mundo. Su política valiente y decidida hace que de nuevo Parma, Nápoles y Sicilia luzcan los colores españoles. El dramático siglo XVIII es, gracias a la nueva energía demostrada, un nuevo siglo de gloria para nuestro país en diveras facetas, porque su fuerza renovada era tanta que hasta consiguió hacer frontera nada menos que con la lejana Rusia. España seguía colonizando, esta vez por el oeste norteamericano y por lo que hoy es Canadá y en su avance por la costa del Pacífico hacia el norte, se encontró con los rusos que pretendían descender hacia el sur en una labor también de colonización. Hubo que establecer la frontera y se firmó el acuerdo correspondiente. Pero es que la energía era mucha, la podemos comprobar y valga como ejemplo el viaje alrededor del mundo de Malaspina, en una gran aventura de carácter científico, Nueva Zelanda, las Marquesas, Filipinas, Indonesia, después de que estuviera en otro viaje anterior por Alaska. Mientras, un Juan Pérez, simbólico español, ganaba por la mano al jaleado Cook en sus descubrimientos. Pero había más fuerza y mayores ansias y España continuaba con su colonización en el interior americano, creando ciudades que sirvieran de enlace con las ya existentes en México, Venezuela Paraguay, Argentina, haciendo América en efinitiva, acabando la gran labor que inició en 1492. Y todo ello se consiguía gracias a la energía renacida para superar el tremendo hundimiento nacional que remató el Tratado de Utrech. Sin duda con "el cuchillo en la boca" y con una amplia sonrisa, la que facilitaba la superioridad del ánimo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Claro que sí, hay esperanza, saldremos. Gracias por recordarlo.