Aquí hasta mi luna a la que voy a veces huyendo del mundanal ruido, no exactamente "para seguir la escondida senda por do han ido los pocos sabios que en el mundo han sido", según dijo el fray de León, sino, simplemente, para descansar de las pejigueras que se acumulan. Hasta aquí, digo me ha llegado como un eco prolongado la palabra crisis, pronunciada, pásmense, por nuestro presidente Zapatero. Y la ha repetido tres veces, para que luego digan.
Es que hay palabras -o realidades- que son difíciles de asimilar. A veces se tarda casi un año, cuando ya es tan enorme la realidad que impide siquiera vislumbrar algún horizonte esperanzador. Aunque siempre hay donde agarrarse y ahora Zapatero, porque no ve otra luz con la que encandilarnos, se agarra a Obama como si Obama fuera el santo milagrero que nos pueda sacar del atolladero económico este que tanto angustia. Moratinos nos amplia la esperanza: "España está en la cabeza de Obama" cuenta. Menos mal, esperemos que no le duela.
Este Obama, el cuadragésimo cuarto presidente americano creo, es en principio, uno más, sólo que es negro y llega en unos momentos cruciales y todos le miran como a un posible salvador y desfacedor de entuertos. El que haya llegado tan alto pese al color de su piel, resulta un dato positivo y alentador en el progreso de la sociedad americana. Lo de que resulte un buen presidente, es buen deseo que ojalá se cumpla, pero sólo un deseo hasta ahora.
Los progres españoles quieren ver en él a un gran aliado y los del otro bando, los fachas para entendernos, subrayan para aguarles la fiesta a los pogres, que la política seguida por demócratas y republicanos ha resultado siempre muy similar, sobre todo en los temas que afectan al exterior. Y tienen razón, no hay más que echar una ojeada a la Historia: Lincoln, republicano, acabó con la esclavitud y republicanos fueron los que se anexionaron Hawai, Filipinas y Puerto Rico; pero Roosvelt, demócrata, fue partidario de enfrentarse con las armas a los países totalitarios y Truman, su sucesor y demócrata también, lanzó, nada menos, las bombas atómicas sobre Japón. Kennedy, por su parte, demócrata asimismo, organizó lo de Bahía Cochinos, en Cuba, y luego desamparó a los atacantes. Johnson, su sucesor demócrata, intensificó la guerra de Wietnam elevando a 500.000 los soldados allí destacados. Después Reagan, republicano y aborrecido por las izquierdas españolas, logró una brillante recuperación económica. Bush padre, republicano, apoyó la unificación alemana y los cambios en la Europa del Este. Luego ya vino Clinton el demócrata que todos recuerdan que dio paso al otro Bush... Y esas estamos.
No existe gran diferencia, deciamos, entre los dos partidos. Su comportamiento se ajusta a la situación de cada momento como no podía ser de otra manera. Y en cuanto a la ideologóa, debemos observar que cualquier liberal situado en el extremo más exigente del PP, resulta más "avanzado" digamos para entendernos, que un demócrata medio norteamericano. Que no se hagan ilusiones los progres españoles en cuanto al izquierdismo de este Partido estadounidense.
Veamos la realidad de estos días. Observamos, atendiendo al equipo del que se ha rodeado Obama que se trata más bien de un goberno de concentración. Se ha valido de republicanos destacados para ocupar puestos clave. Cabe pensar entonces más que un cambio político profundo, en un cambio administrativo que tratará de mejorar actuaciones anteriores, solucionar problemas pendientes y enfrentarse a los venideros defendiendo siempre los intereses del país.
Recordemos que Lincoln, republicano, abolió la esclavitud, problema de ese momento, mientras que Truman, demócrata, acabó la guerra, que era con el que se encontró, aplástando a Hirosima y Nagasaki sin miramientos. Ahora Obama anuncia el plazo en que sacará a las tropas de Irak, asunto ya en cartera que le traspasa Bush, a la vez que se enfrenta al sinsentido de las prisiones de Guantánamo. Dos temas muy llamativos y de gran efecto cara a la opinión mundial. Como lo es fijándose en sus conciudadanos, la congelación de los sueldos de los altos cargos en su país. Todo en buena concordancia con su discurso de investidura, tan patriótico como gratificante que rimaba de maravilla con su grata sonrisa.
Aparte de todo eso, hay una lección que nosotros españoles y el resto de los europeos también, debemos aprender. Nos la dio la nación americana en su conjunto con el traspaso de poderes a la nueva administración. ¡Qué maravillosa y ejemplar normalidad!. Todo tan doméstico y sencillo pero que sorprendentemente resultaba grandioso. Comenzó con la invitación a los Obama por parte de los Bush a desayunar en la que todavía era su casa. Luego, en el exterior, ante el pueblo americano representado por unos dos millones de almas, se rezó -sí se rezó- el Padre Nuestro: "Our Father who are in heaven..." antes de jurar Obama el cumplimiento de sus obligaciones como nuevo administrador.Posteriormente la despedida amistosa y cordial, al presidente saliente que, en un helicóptero ascendió mientras se introducía ya en la Historia para que la historia continuara dentro de una cotidianidad ininterrumpida.
Pero ahí surge la incógnita, al intentar hacer esa historia de todos los días mientras el mundo, espectante, observa. ¿Lo hará bien? ¿lo hará mal? Y algunos como nuestro Zapatero esperando que el negro (con perdón) le mire con la esperanza de que la crisis ahora reconocida por él en España, vaya menguando por arte de magia del mandamás del mundo, de la nación que antes despreciaba. Y no quiero ser aguafiestas, pero he de decir que los primeros pasos de Obama como presidente han sido fatales. Sobre el escudo de la nación nada menos, plasmada en el suelo del amplio salón, lo hizo muy mal y los pies de la ya primera dama fueron testigos de la poca habilidad de su marido como bailarín durante la tradicional fiesta con que se clausuraron todos los actos de su investidura. Mas le perdonaremos que no sea un auténtico Fred Astaire si sus pasos políticos resultan más acertados. Ojalá sea así.
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jueves, 22 de enero de 2009
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