Cuando hablan los maestros, los demás debemos callar y escuchar, es decir, en este caso, admirar y aprender. Yo lo hago casi todas las mañanas con Mingote. Su "chiste", llamémosle así, vale por un editorial. Es como una ventana que se nos abre desde la que contemplar el paisaje de la actualidad en toda su extensión y profundidad. En toda su verdad.
Hoy he tenido la suerte de leer a otro maestro. El maestro de la independencia y de la verdad desnuda, y tan valiente. Su nombre Gabriel Albiac. "El delicado honor de Felipe González" es el artículo que publica "ABC" en el que presenta la triste y condenable actuación de dos políticos: González y Santiago Carrillo. Y recoge también la colaboración de Rosa Aguilar que "es una profesional" -dice- en "borrar cada mañana las huellas de ayer. Tan feas". Es decir, en hacer desaparecer de la memoria oficial, las atrocidades y los delitos cometidos por tan tristes políticos. Por eso escribe Albiac entre otras muchos recordatorios: "Nunca hubo asesinatos de Estado entre 1982 y1996" y nadie saqueó las arcas públicas ni corrompió la estructura del Estado. Todo ha quedado borrado de la memoria oficial.
De Rosa Aguilar apunta que "tuvo excelente escuela en el partido que fue algún día el suyo. Un dirigente -prosigue- puede hacer carrera a la sombra de impávidos homicidas". Y aquí surge la figura de Carrillo y "la matanza de civiles puesta en marcha" por él. Y "la depuración staliniana" que llevó a cabo.
Todo eso es, pues, Historia al alcance de todos. Pero esa Historia no entra en la denomionada "memoria histórica" de los paniaguados que ya tiene garantizada su vida, "la sopa boba" de que habla Albiac en "lo más granado, en el PSOE, que es, a fin de cuentas, la gran máquina eficaz de hacer dinero".
La vergüenza y desilusión se acrecienta con recordar tanta ignominia silenciada. Sobre todo cuando ese Santiago Carrillo tan señalado se atreve a manifestar: "Yo no me arrepiento porque el arrepentimiento es una noción religiosa y yo soy ateo" tal como recordé en otro artículo de esta "Horadada". Y a un tipo así, se le acepta en tantos círculos e incluso se le agradece su actuación durante la Transición, como si no le empujara otra intención entonces, que seguir chupando del bote, ahora ya alejado de la clandestinidad.
Con todo nos vienen a la memoria una serie de personajillos encumbrados en su propia fatuidad. Tal, por ejemplo, ese juez que quiere ser estrella y no pasa de aerolito, que acepta todo esto y se va por esos mundos de Dios a hacer el ridículo y despilfarrar nuestro dinero en temas que nada nos importan. Y esos políticos, paniaguados, que aún aceptan a Carrillo, tal Manuel Fraga, rudo político que aprendió algo de la actuación demócrática cuando Franco le mandó a Londres como embajador y ya en Galicia metió el cuezo y creó el problema lingüístico que a nivel popular no existía. Tan bronco individuo no ha dudado en reunirse con un sujeto de esa calaña. Y hay más, tantos, ¿todos?. Si no proclaman a los cuatro vientos las duras verdades silenciadas, sí, tristemente. Por eso ahora hay que agradecer a Gabriel Albiac, el maestro, que las airee con tanta rotundidad. Veamos si alguien se atreve a negarlas.
lunes, 4 de mayo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario