Treinta y cuatro grados de temperatura y nos amenazan con treinta y seis no sé si a la sombra o al sol, aunque da lo mismo, a cuarenta llega desde hace días junto al paredón de mi casa. Tonto de mi que abandoné ayer mi costa camino de la ardorosa meseta -diez meses de invierno y dos de infierno- cuando el termómetro marcaba allí tan solo veintidós amables grados, aunque, eso sí, todo hay que decirlo, el ambiente se entristecía -es un decir- por un calabobos pertinaz.
Con esto del calabobos me surge espontánea otra palabra de parecida fonética, me refiero a la palabra engañabobos muy persistente también durante los recientes días, tan penosos, en que discutían sobre el estado de la nación en las Cortes, aunque por otro lado conviene adelantar que tanta discusión nos era innecesaria, ya que el estado de nuestra España a la vista está. No necesitamos mayores explicaciones, es más bien lamentable, futbol y Nadal aparte.
¿Quién intenta ser el mayor engañabobos entre toda la patulea de políticos que acuden al Parlamento? A la vista está que el presidente Zapatero que se ha atrevido a hacer afirmaciones que, ya le conocemos, las sostendrá o no dependiendo de lo que le convenga en cada momento. Ahora hay a la vista unas elecciones catalanas y una insumisión de los despreciables políticos de esa zona de España en la que, según el último estudio de CIS, tan sólo al 2,2 por ciento de los catalanes les preocupa las manoseadas reformas del estatuto, porque, según sigue señalando el CIS, su verdadera preocupación, como no podía ser de otra manera, es el paro que solivianta al 70,1 por ciento de los habitantes de esas tierras. Pero que importa lo que preocupe al pueblo; el poder, el sillón, y todo lo que de ellos se desprende es lo que interesa a la gentecilla que mangonea en la Generalidad. Otro dato del CIS: más de un 22 por ciento de catalanes ignora el nombre del presidente de esa generalidad que disfruta, junto con sus secuaces que no quieren ser españoles, de todas las ventajas que el Estado español con su Constitución les brinda.
A propósito de la Constitución, el que pretende ser campeón de los engañabobos del Reino, el de la mueca, que ya no sonrisa, el Rodríguez, por medio de su portavoz la Ferández apuntó la posibilidad de una reforma de la Carta Magna para hacer posible todas las elucubraciones de los separatistas catalanes ahora encabezados -y este es el gran problema de Zapatero- por el andaluz Montilla, del Partido Socialista convertido en aquellas tierras mediterráneas en un rompedor de la unidad española con su insumisión anunciada en el Parlamento catalán.
No obstante permanezcamos tranquilos en lo que cabe, aunque no mucho si somos sinceros, porque en este pugilato de engañabobos, el mismo Montilla cuando habló de la reforma de la Consititución de 1978, apuntó a un "no ahora" que deja todo, otra vez, en ese equilibrio inestable que dé pie a intentar apaciguar a los más agresivos y a dejar para mañana la solución que más les convenga, una vez que las elecciones catalanas hayan pasado y ellos hayan acaparado votos. La Fernández, voz de Zapatero como sabemos, subrayó lo de "no ahora" para pasar a renglón seguido, sin saber el porqué a atacar al PP como si el mismo Gobierno fuera la oposición: "La irresponsabilidad del PP ha hecho daño a la convivencia". Lo dijo sin venir a cuento y ahí quedó eso para que los bobos sigan a su gusto bien engañados.
Claro que todo puede aderezarse con más estupideces, incluso con visos de profundidad de ciencia política. Viene en los periódicos: "Zapatero abre la puerta a definir Cataluña como "nación política", matiz que enriquece los supuestos que brinda la sentencia del Tribunal Constitucional de poder calificar la realidad nacional desde un punto de vista cultural, histórico, lingüístico, sociológico e incluso religioso". Faltaba en esta ocasión el calificativo de político que añade el presidente por si con ello acalla a los separatistas hasta las elecciones. Luego ya dirá otra cosa que le convenga en el momento a él y a los separatistas enzarzados todos ellos en este juego que les asegura en la poltrona. Porque el presidente y los otros también, ya saben que el número de tontos en cualquier sociedad es infinito y a ellos dirige -dirigen- sus ocurrencias. Cuenta el número de votos, no su prestigio ni tampoco cuenta España y su deterioro. Desvergüenza, entre otras cosas, se llama esa figura.
Mientras tanto por el calor a abanicarse hasta que llegue el otoño ese con que nos amenazan.
sábado, 17 de julio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario