sábado, 13 de noviembre de 2010

EL CAMINO

Ya sé que "se hace camino al andar", nos lo recordó Machado, y nos lo cantó Serrat. Pero observo que no es tan fácil esa labor de hacer camino. Lo diré con franqueza aunque se me tache de poco imaginativo. Para hacer camino hay que andar y andar y por el mismo sitio, casi monotonamente hasta que en el suelo, las pisadas apisonen el terreno para que el camino sea una realidad y sirva para algo. Quizá por eso el propio Machado, para evitarse trabajo tan pesado, nos confiesa: "Yo voy soñando caminos de la tarde". Así cualquiera pienso yo, porque de esa forma podía recrearse siquiera con la imaginación ante "las colinas doradas, los verdes pinos" como en realidad hacía y evitarse, como también dice, los "ariscos pedregales" y las "calvas sierras".

Pero en fin, estarán de acuerdo conmigo de que todo lo dicho por Machado son bellas divagaciones poéticas que en el fondo vienen acompañadas de un cierto riesgo de que nos encarrilen hacia ese punto "mudo y sombrío" que también él nos decribe, en el que, sin duda, surgen divagaciones variadas, casi filosóficas, es decir, hablando en plata, nos lleven a la confusión en que, confiesa él asímismo "la tarde más se oscurece" y "se enturbia y desaparece", mientras uno, tantas veces pobre caminante sin ruta, trata, acaso, de vislumbrar alguna aceptable que le lleve en la dirección adecuada, sin el peligro de quedarse a medio camino, más indeciso, sin saber para donde tirar.

Porque esa es otra, las complicaciones aumentan si pensamos que hay que acertar en la dirección adecuada para llegar a algún lugar. Y aquí puede surgir otro interrogante. Porque uno, con su vida a cuestas debe tener alguna iniciativa, buscar alguna posibilidad. Existe la frase hecha, "abrirse camino". En muchas ciudades, cuando se llega a su extremo, suele surgir una plaza que denominan de cuatro caminos. Ahí está fácil, sólo cuatro y además te los indican con una flecha. En la mía se puede elegir entre ir a Palencia, a Burgos, a Oviedo o a Bilbao. Pero hay que tener algún motivo para elegir alguna de ellas.

Ha habido personas que lo tenían muy claro, tanto que hasta se atrevieron a escribir un libro indicándolo. Uno de estos libros, para que no haya dudas sobre su intención, se titula así "Camino" y lo escribió don José María Escrivá. Pero su autor, ahora ya reconocido santo, lo tenía tan claro que se atrevió a denominar su obra aquí en esta tierra, Opus Dei, obra de Dios, nada menos. Su comunicación con las Alturas le debieron avalar para atreverse a tamaña empresa. Y tuvo éxito en el cielo como se le reconoce y en la tierra. Sus seguidores son muy numerosos. Y algunos esclarecidos. Los españoles pudimos comprobarlo cuando personajes del Opus, entonces no abiertamente declarados -ignoro la razón- , los Ullastres, los López Rodó entre otros, elegidos en tiempos de la Dictadura para mejorar nuestra pobre economía, lo consiguieron de verdad y a partir de 1960 el crecimiento superó incluso todas las previsiones de los planes de desarrollo que se hicieron. Sabían el camino a seguir, el camino, con el "Camino" en la mano, qué suerte.

Pero no es tan fácil para el vulgo municipal. Yo sé que conviene ir decidido, chaqueta al hombro y mundo adelante, pero me sigo preguntando ¿hacia dónde? porque el mismo poeta lo confiesa: "Caminante, no hay camino". Y por supuesto él no lo descubrió, al menos el conveniente. Acabó en un campo de concentración donde los franceses, nuestros "amigos" acogieron a los pobres españoles que huyeron al acabar la Guerra Civil (mejor sería decir incivil).

Llegados a este punto hay que cambiar de chip aunque no sea más que para tratar de conservar la poca o mucha salud mental que quede. Y no es tan difícil, podemos conseguirlo sin salir de la familia, de la de Antonio Machado me refiero. Ahí está su hermano Manuel, un gran poeta también, quizá incluso superior a Antonio, aunque menos jaleado, sin duda porque era de ideas más conservadoras y, ya se sabe, si no eres de izquierdas, vales menos. Ahí está también el gran Agustín de Foxá, una de las cumbres de las letras españolas en la primera mitad del siglo pasado y del que no permiten ni acordarse de él de una manera oficial. Nosotros sí los recordamos y les leemos, a los dos. Y por eso ahora, con Manuel Machado podemos alegrarnos mientras intentamos seguir repitiendo con él, optimistas ya, sus versos: "Vino, sentimiento, guitarra y poesía/hacen los cantares de la patria mía". Pues eso, a cantarlos, es la solución.

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