lunes, 8 de noviembre de 2010

DE AQUÍ Y DE ALLÍ

Llegó el Papa y dijo lo que tenía que decir, justo lo que no quería oir Rodríguez que, por eso, se fue a la no guerra de Afganistán y se puso un chaleco antibalas, no sé si para evitar los proyectiles que en esa no guerra podían alcanzarle o para blindarse del exterior y seguir con su discurrir particular alejado de todo lo urgente, de todo lo necesario, de lo que necesitamos los sufridos españoles y seguir pensando únicamente en lo que acostumbra, lo destructivo, lo más absurdo, por ejemplo en prohibir lo que califica de juegos sexistas de los niños, o perder el tiempo en cambiar el orden de los apellidos, en un afán de acabar con esta sociedad patriarcal tan injusta según él.

Mientras, el Papa cumplió con su misión. Conocía lo que ya sufrimos los celtíberos de los años treinta y su derivación actual. Habló de la fé que es lo suyo, de los matrimonios naturales, los de siempre, de los abortos, pero sin abandonar su tono suave, pero agudo y certero que acostumbra. Y nos siguió convenciendo a los ya convencidos que le aplaudimos. A los otros creo que no. Los canales de televisión estatales parece que únicamente ofrecieron la noticia justa, imprescindible, imposible de evitar de todo lo acontecido. Y ya pasó, Su Santidad se fue con sus razones de peso y nos quedamos con Rodríguez. Un Rodríguez tan oculto detrás de un Pérez Rubalcaba, el de Solares, que parece mangonear el cotarro en la actualidad, que apenas podemos entreverle perdido como parece lanzando sus sonrisas al aire de la nada. Y el cierto silencio que siguió a la marcha del Papa, solo se rompió con las declaraciones de Felipe González al diario "El país" donde confesó lo que acaso debería ser inconfesable si no se acompaña de algún tipo de arrepentimiento, de un acto de verdadera atrición, suficiente ahora que parece que los Gal, los Filesa, los secuestros, etc. ya han prescrito.

También nos pronosticó el tal Felipe una segunda crisis, una recaída de la economía que dajaría, digo yo, más tambaleante el panorama. Y el sufrido ciudadano, mientras, más indefenso si cabe y con su pesimismo agigatándose, camina hacia final de mes que, tantas veces, parece que se alarga más y más, mientras sufre y aguanta con pasmosa docilidad, el autoritarismo que sufrimos, en el que cíninicamente se permite lo que llaman libertad de expresión para, si apetece, gritar a Rodríguez incapaz, falso, y vendidos a tantos que le aplauden vergonzosamnte, porque les trae al pairo lo que les digamos, mientras puedan imponernos con imperio sus absurdas elucubraciones en este nuevo modelo de dictadura que han creado.

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Otro cambio que nos impone esta vez la Real Academia de la Lengua, la que pule, fija y da esplendor. Ha decidido -como sabrán ustedes- introducir nuevas normas ortográficas. Sobre todo en los acentos. Y yo ahora porque de algo tengo que escribir, me atrevo a indicar a mis admirados académicos que las nuevas normas podrán acarrear alguna confusión. Un ejemplo: Si yo decía hasta ahora, "voy solo hasta allí", dejando a ese solo desprovisto del acento gráfico, indicaba que no me acompañaba nadie, que marchaba sin compañía alguna; pero si anunciaba que "voy sólo hasta allí", con el acento en ese sólo correspondiente a su función de adverbio, dejaba muy claro que llegaría únicamente, sólamente hasta un punto indicado, hasta un determinado lugar, independientemente de la gente que me acompañara.

Y hay otro cambio más chocante si cabe, la nueva denominación de nuestra i griega de toda la vida. Desde ahora, no sé la razón, se la llamará ye. Y otro lío que se me viene a la cabeza con el cambio. Imagénense que se está enseñando a un niño:

--Escribe, niño, "El señor y el perro caminaban juntos"-- ordena la profesora.

Pero el niño se traba en la "y" y la profesora le indica que tiene que escribir una ye. Lo que al pobre muchachito acabará por confundirle más y preguntará:

--¿Una ye que se dice y, seño?.

O acaso la labor de la conjunción copulativa, hasta ahora griega se la pasamos, siguiendo el orden histórico, Grecia primero, luego Roma, a la i latina. Un poco raro parece. Ya nos lo aclararán los doctos, digo yo.

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