domingo, 8 de mayo de 2011

A ESTO HEMOS LLEGADO

González culpable por iniciador, Aznar cómplice por consentirlo durante todo su mandato y Zapatero beneficiado. Resultado: el Tribunal Constitucional que sufrimos. Montesquieu negado. La separación de poderes como fundamento democrático, fulminado. Los principios jurídicos, superados por la política sucia. Los ciudadanos, engañados, pero tragando y el terrorismo espectante con un PNV recolector de frutos, cínico, que se aprovecha de un Zapatero sin decencia que se alía hasta con el diablo.

Y España aguantando mientras tratan de entretenerla con estupideces -malignas desde luego y destructivas de lo esencial- como esa especie de matrícula que airean, pero que no creo que lleguen a implantarla porque no les dará tiempo, antes el pueblo cambiará de postura tras las elecciones. Me refiero a una especie de matrícula con que pensaban controlar a los pobres e inocentes niños que, salvados de los recomendados abortos, consigan llegar a este mundo. Si se implantara, ya lo de llamarse Pepito, Juanito o, incluso, Richard los más "modernos", solo sería respetado a nivel doméstico, a la vez que los apellidos se alterarán a voluntad, incluso, llegado el caso, del simple funcionario del Registro. Con ello, nada de esos detalles serían transcendentes: la identificación del nuevo individuo se haría con el número de orden que le atribuyeran los poderes establecidos, esos poderes que entienden la libertad tan solo como una posibilidad de hacer ellos lo que les salga de las napias, digámoslo así en un tono elevado para abreviar.

Seríamos ya un número solo rotundamente hasta que la muerte nos liberara definitivamente. ¿Qué se pondría en la lápida mortuoria, el nombre a la antigua usanza o tan solo el número identificativo? Aunque acaso, pienso, como a casi nadie lo entierran sino que le incineran, no quedaría de cada uno huella alguna, como no fuera la memoria únicamente de los que le recuerden, mientras lo hicieran, con lo que el concepto de vida llegaría a adquirir un tinte existencialista tan solo.

¿Por que se llamarán progresitas a los que esto promueven? ¿Donde está el progreso? Yo los llamaría rupturistas con el pasado al que se aferran, en algunos casos, los conservadores más arriscados. Porque al romper con el pasado no siempre se progresa. A veces el retroceso es tan notorio que cualquiera lo puede observar, sobre todo desde que sufrimos a ese Zapatero destructor sin programa y que tan solo persigue ocurrencias puntuales para llenar el tiempo de su mandato. Así va a dejar España. El que venga detrás -Rajoy parece- lo va a tener complicado. Y ojalá que no se alíe -que no tenga que hacerlo como creo- con los indeseables de la periferia que frenan y coondicionan todo lo que hay que enderezar en tantos casos: los pilares más esenciales de nuestra identidad con la decencia, sobre todo, como guía.

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