jueves, 16 de junio de 2011

PREDICCIONES

Un tal Martin Schwyz predijo nada menos, allá en la Suiza alemana de mediados del siglo XVI, cuando ya la región parecía organizarse con sus tranquilos y sólidos cantones, que en el año 2010 el mundo, el nuestro, con todos los demás planetas y estrellas que puedan verse en una noche despejada y más todavía, hasta el infinito, todas ellas, desaparecerían como por arte de magia, y en una nube, inmensa sería digo yo, nosotros, todos los habitantes de la tierra, esperaríamos a que el Salvador apareciera para juzgarnos. Gracias que el Salvador no le hizo caso y ya pasó el 2010 y el mayor contratiempo que hemos sufrido es Zapatero que solo ha conseguido, aunque es bastante, fastidiar a nuestra España, a toda ella, de norte a sur y de este a oeste.

Schwyz era calvinista y ya sabemos que estos reformistas superaron, incluso exagerándola, a la Reforma luterana. Muy suyos además los suizos que quemaron vivo a nuestro Miguel Servet, no como se ha dicho aquí entre nosotros por su descubrimiento de la circulación pulmonar de la sangre, sino por sus desvaríos religiosos que negaban lo que los demás defendían. La hoguera fue su fin. En ese mismo siglo el tal Schwyz, justiciero e iluminado según se creía, se atrevió a pronosticar el nuestro, un fin apocalíptico que ni San Juan detalló tanto. Una nube, quizá no de verano pues tendría que ser sólida y de larga duración, nos sostendría a todos mientras llegaba el Juicio definitivo. Al año dos mil diez lo vería ese agorero muy lejano como para que se comprobara la realidad de su fantasía. Pero llegó y aquí estamos, ya en 2011 y en este momento con 30º a la sombra, soportándolos junto con la lastimosa época que nos ha tocado vivir, no en cuanto a la climatología, sino por la política, la economía y el descontento social que tiene a la mayoría de los españoles entristecidos y desesperanzados, según observan al vernos los que nos visitan.

Y seguimos superando al menos a los falsos profetas que de vez en vez surgen y que no aciertan. Menos mal, porque generalmente pronostican tragedias, nunca alegrías y bienandanzas. Así Van der Merwe, un holandés del XVI también que se fijó en España, sin duda como una venganza por las picas que nuestros Tercios ponían por aquellas tierras que dominaban. Profetizó o acaso tan solo nos deseó a nosotros los españoles en particular pestes y pobreza. En su libro "Nuevas visiones del mundo" nos maltrata: predijo que nuestras "lanzas y espadas que juzgabamos invencibles, sucumbirían" y "nuestro poder nos arrastraría a la tristeza y el decaimiento". Pero no habló de Zapatero, su visión no abarcaba más que un par de siglos, por lo que aceso en parte puede decirse que acertó: doscientos años después de su predicción sí nos llegó un cierto decaimiento, que quizá fue un lógico cansancio después de tanta actividad y tantas glorias.

Pero aquí estamos soportando lo que ahora nos toca: desde hace al menos tres años otras predicciones de otro estilo, los engaños más bien de nuestros gobernantes que, para mantenerse, airean mejorías falsas que no llegan. Y hay una única verdad, real, incontrovertible, esta: faltan nueve meses, lo que dura un embarazo, en este caso un duro embarazo con las molestias propias de ese estado, para que ZP salga de Moncloa, es decir, del mapa político. Porque los abortos naturales -y en política menos- son rarísimos y de los provocados tan fomentados por él, mejor abstenerse, solo nos permitirían ver más cerca aún, la redonda calva del de Solares, por ahora un zapaterista acaso más peligroso y retorcido que el de las cejas ya tan caduco.

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