lunes, 1 de diciembre de 2008

EL DOLOR DE DON MIGUEL

Unamuno, el místico, el filósofo, el patriota fue el que exclamó la famosa frase de "me duele España". Creo que siempre España ha dolido a los que se preocupan por ella. Si se repasa la Historia casi siempre hubo motivos. ¿Los hay ahora? Por supuesto, aunque son de distinta índole. El país no está moribundo: "Pueblo moribundo se ha llamado a tu pueblo, Don Quijote mío", se lamentaba Unamuno. No, ahora no lo está, pero el dolor persiste y, esta vez, no es tanto por la marcha del país desde el punto de vista material, como por el sentimiento de que la libertad del individuo está cercada hasta tal punto que ni se permite que el pensamiento de cada cual ni el de toda una comunidad según la que sea, cristalice en nada real.

--Usted es libre de pensar lo que quiera, pero el camino a seguir es éste únicamente-- nos indican.

Los que mandan mandan y les empuja el revanchismo que es lo peor y con él traen de la mano el deseo de dominio. Les ayuda la técnica tan avanzada. Ya tratamos de ello. Desde que somos un número, el control es mayor. En todos los órdenes se siente la imposición. Son muy diversas. Refirámonos a una, la que trajo la gran equivocación de la instauración de las autonomías, al menos en la forma en que han quedado instituídas. En muchas de ellas la libertad se ha visto coartada en gran parte. Los que mangonean el cotarro buscan lo que separa a cada región, los particularismos ridículos, folklóricos, con el afán de encontrar una personalidad diferenciada, precisamente ahora que se habla de la aldea global. Se cambia la Historia para ajustarla a sus despreciables ideas. De esto ya se ha hablado mucho, pero no se ha hecho nada para evitarlo y conviene recalcarlo. El daño para el próximo futuro, si persiste todo esto, puede ser irreparable por la formación falsa y destructiva que se ofrece a las nuevas generaciones a las que se dirige de forma cínica y lamentable. Y esto duele.

García de Cortazar que publica ahora su "Breve historia de la cultura en España" amplia todo lo dicho magistralmente y se lamenta en "ABC" de que "el pasado influye mucho en el presente porque en el presente se manipula la Historia". Dice Cortazar que en su obra demuestra "la gran aportación de España al pensamiento y a la mejora del mundo y de la sociedad. Sin la aportación de España el mundo hoy sería distinto". Pero nuestros dirigentes prefieren ocultarlo, y si no vean los libros de texto.

A pesar de tanta gloria, la fragmentación de España se adivina, se desea por algunos y duele, como duele que se olvide los que manda la Constitución para imponer un renovado anticlericalismo. Me refiero a los crucifijos en las escuelas, otro síntoma más de todo lo que adolecemos en la actualidad. Un artículo de la Constitución que nos debe regir, establece que "ninguna religión tendrá carácter estatal", pero añade, "los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad". Además, que la educación que se imparta en los centros docentes públicos, será "respetuosa con los valores de la ética cristiana". Nada de esto se ha tenido en cuenta en el último episodio tan comentado estos días, a pesar de que la Junta escolar, había decidido conservar los crucifijos en las aulas. Mientras, dicen los periódicos, en muchos colegios no se imparte carne de cerdo en sus comedores, por respetar la fe musulmana de algún alumno de esta religión. La proteción a las minorías, a la excepción, con rechazo, en tantos casos a la opinión mayoritaria. De el deseo unamuniano de "españolizar Europa" pasamos, parece, al de querer desespañolizar España.

Esta situación no la trae sólo el afán de revanchismo, sino que se ve claramente que viene inspirado por un plan preconcebido de cambio social en el que dirigismo se amplie. Al fin y al cabo, las izquierdas siempre han abogado por la existencia de un Estado fuerte que se acerque a la omnipotencia con lo que el individuo, a la postre, queda difuminado en una masa social informe y anodina.

Por todo esto nos sigue doliendo España. ¿Qué hacer? Don Miguel lo toma por la brava y nos arenga: "Poneos en marcha! ¿Que adónde vais? La estrella os lo dirá..... ¿Qué vamos a hacer mientras marchamos? ¿Qué? ¡Luchar! ¡Luchar!...

Pero quizá no no sea necesario, porque el mismo don Miguel nos apacigua con que "el mundo da muchas vueltas y la fortuna más". Esperemos, pues, para subsistir que esa fortuna nos traiga unos dirigentes que acierten a coordinar la libertad de pensamiento, con la posibilidad de una más libre actuación. Mientras, España resistirá. De otras ha salido.

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