jueves, 12 de noviembre de 2009

DEL GÉNERO TONTO

Se da muchas vueltas ahora a lo que se ha llamado violencia de género y a fuerza de repetirlo se ha llegado a asimilar la palabreja, género, nunca antes usada cuando hablabamos en español en el sentido que ahora le damos. Para nosotros era el sexo lo que marcaba la masculinidad o la feminidad. No teníamos reparo en fijarnos en el sexo para saber si era hombre o mujer a quien nos referiamos. Los ingleses no, eran y no sé si lo son todavía, más pudibundos desde que en la época victoriana se valoró el disimulo y la hipocresía dentro de las formas ditinguidas.

Nuestro Gobierno actual, siempre con la política por medio, decidió en contra de la opinión de los entendidos, calificar "de género" a esto de la violencia doméstica, lo que bien mirado, acaso, pienso ahora, cuadre mejor con la indefinición sexual que preconiza ese ministerio de la Igualdad. Porque el género, tan variado, puede ser, como sabemos, masculino o femenino, neutro y hasta epiceno o ambiguo; lo que viene al pelo a las ambigüedades ahora tan supervaloradas.

También el género neutro por su parte, porque corresponde al de ciertos animales que no tienen sexo y que podemos aplicarlo a los muchos, tantos, que parecen capados y se amoldan con docilidad ovejuna a las veleidades que traen los tiempos. El epiceno nos facilita con una sola palabra nombrar a los dos sexos tradicionales y debería emplearse parea evitar esa cantinela tan repetida de decir los hombres y las mujeres tan en boga, cuando puede simplificarse diciendo las personas, palabra epicena tan útil y exacta. Y del género ambiguo no vamos a ocuparnos ahora como dijimos, ya que la ambigüedad en las cuestiones sexuales es tan aceptada en ciertos ambientes.

Pero aparte de esta divagación por los alrededores del tema, hay que resaltar, y es lo que pretendía, la estupidez de lo que llamamos tan absurda e injustamente violencia de género, porque lo que este Gobierno ha implantado y considera únicamente dentro de las normas que se han establecido, es la violencia del hombre contra la mujer, la más común, pero no la única. Los estacazos que alguna fémina pueda arrear a su consorte, no entran dentro de la ley. Y los de las parejas homosexuales tampoco ¿quién es el hombre de los dos?

En cambio si atendiéramos a las brutalidades que emanan de la convivencia como violencia doméstica (de casa, hogar) que es lo que son, se abarcarían todos los abusos, hasta los del marica ese nervioso que araña a su pareja. No tendríamos que escudriñar el "género" del agresor, tan complicado en su caso. O la violencia sorprendente y no tan rara por desgracia, de los hijos contra los padres.

Pero estamos en manos de un gobierno con sólo afanes políticos indefinidos y disolventes, y eso es lo hay.

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