martes, 20 de abril de 2010

EL CAMINO A SEGUIR

Inicié el Camino de Santiago. Era, es, el siglo XXI, siglo como veis con resonancias de futuro, (para un viejo, desde luego) a pesar de que el que me empujaba a iniciar la andadura era el XV cuando la modernidad entraba con fuerza hasta las ojivas anhelantes de Dios, de un gótico ya establecido. Un gótico, todo hay que decirlo, vanidoso y manipulador de la humilde fe más humana y sincera que se albergaba , tan íntima, en la sólida sinceridad de un románico que se olvidaba. Siglo, el XV heredero además del cuatrocientos italiano, en que el equilibrio clásico renacido se rompía con brillos y exageraciones ostentosas.

Pero el siglo XV observémosle desde otro punto de vista, iluminaba ya con su propia luz y el horizonte se alargó tanto que alcanzaba la otra orilla de nuevos mundos, en el fondo, confesémoslo, iguales, pero que se escondían tras diferente disfraz. Sin embargo, el camino emprendido, el de Santiago seguía siendo el de siempre, el marcado con pisadas de años. Era el que debía seguir aunque la mente volaba ya hacia la lejanía de la que llegaban aires nuevos que llevaba a la imaginación hacia lo desconocido que atraía como un imán de posibilidades.

Yo intentaba aquietar aquellas ansias de no sé qué centrándome en la unica verdad que comprendía: la de los nuevos nacimientos que traían nuevos amaneceres con que alargaba la realidad que me sostenía. Y observaba al andar, allá los robledales erguidos en zonas intrincadas, después los montes que parecían arañar al cielo gris tan bajo que se creería que intentaba posarse en el blanco tan frío de las cumbres nevadas. Más lejos, después de horas o de días, el cielo se abrió como el trigal que alfombraba una amplia llanura a la que sólo frenába unas suaves colinas. Y a todo esto, jornada tras jornada, iba dejando atrás tantos paisajes, tantas sensaciones, a los robledales, a las cumbres y a las llanuras, mientras seguía la Ruta que me llevaría a la única verdad a mi alcance, la legendaría verdad de la Tumba, a lo auténtico, Santiago y abre España. Grito de ilusión y fuerza, y de esperanza también que había que mantener hasta que las nubes arremolinadas, grises sin duda y presurosas anunciaran la cercanía de la meta. Alcanzada, el camino termina. Cumplí con lo que pude. Pero dentro de mí, perdurarían, aquellos nuevos mundos que el horizonte nos acercó con el siglo y que yo imaginaba y hasta anhelaba. Nunca los alcanzaré. ¿Y los robledales, y las cumbres nevadas, y los trigales?. Esos quedan para el recuerdo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde luego deberías haberte dedicado a esto profesionalmente.
Muy bonito!
Cami

Anónimo dijo...

Perdon pero puse por error y falta de experiencia el 4 de marzo un mensaje que debía salir acá, gracias Marta Apolinario

Anónimo dijo...

Tengo, veo, una amiga, allá en la Argentina, tan lejos, pero tan cerca sin embargo.Leí tu escrito insertado en el artículo del 4 de marzo. Gracias por el aviso, a veces el nacionalismo, digamos el patriotismo elogiable y necesario, en algunos, sirve apara ocultar modos y maneras excluyentes que se deben rechazar.
Aquí, en La Horadada me tienes.Saludos