viernes, 25 de marzo de 2011

LA LOTERÍA

He comprado un billete de lotería y mientras caminaba hacía cábalas con lo que haría si me tocaba el gordo. No, por supuesto, como aquel vivalavirgen que según leí no sé donde vivía como un marqués de los de antes, sin tener ni un duro. ¿Qué harías tu si te tocara la lotería? le preguntaron. "Pues vivir como vivo ahora, pero pudiendo ", respondió, lo que tiene su gracia. Yo, no, únicamente, mientras andaba me hacía ilusiones y como cada uno es como es y un servidor de ustedes resulta así de aburrido, enseguida me introduje en un campo filosófico-teológico a mi nivel, claro, jugando con dos conceptos alejados de mi influencia: el azar, sin duda la casualidad y la Providencia, tomada, acaso, como un determinismo que podemos calificar de cristiano. Dos conceptos opuestos al parecer según dicen los entendidos más exigentes; pero uno que no lo es precisamente, cree que bien pueden caminar juntos muchas veces.

Pienso que la Providencia nos deja bastante sueltos en este caminar por la tierra que creó, gracias a lo cual al azar se le permite jugar su papel tantas veces. Muchos, en verdad, admiten lo que a la vista está, que Dios se sirve en su gobernación del Universo, de las causas por Él creadas y ahí entramos todos. Y así en nuestra marcha surge el destino como un horizonte que se acerca paulatinamente, pero que podemos cambiar o al menos intentarlo. No como piensan los musulmanes y no sé si también unos crostianos, los calvinistas tan duros ellos y a veces tan intransigentes, que ven a ese destino como un camino no modificable. Se olvidan de nuestra libertad de elección siempre y cuando, naturalmente que el azar, en su sentido de mala pata para entendernos, no se nos presente como insuperable.

En fin, filosóficamente o no, yo con mi décimo -no era más que un décimo- sí invoqué a la Providencia, por si ella se ocupa de estas cosas y al azar, portador, a veces , de la suerte. Porque suerte, gafe y malapata, todo revuelto y alternándose, parece producto del azar en suma. Y así, con esta incógnita de por donde soplará el viento en cada jornada navegamos con nosotros mismos en esta especie de embarcación en la que nos sustentamos y que para el poeta se asemeja a un viejo patache. En su origen estos barcos eran unos pequeños veleros de madera que en el fondo y académicamente hablando, en un principio, eran naves de guerra que servían para transmitir órdenes, comunicados en general de un sitio a otro. Yo conocí los pataches allá sobre los años cuarenta del siglo pasado, que ya no tenían un uso bélico sino que se utilizaban para llevar pequeños recados y pequeños bultos de un puerto a otro siempre cercano. En mi Santander su recorrido llegaba hasta Asturias e incluso Galicia.

Barcos casi románticos, "con velas remendadas que también el viento hincha" como dice el poeta que hace como un símil con esas vidas zarandeadas de tantos: "Con vías de agua entaponadas que impidan enseñorearse al mar poderoso". E incluso continúa, "Con hundimientos fallidos por el esfuerzo imaginado/negando la realidad que mana de los ojos/en una proa de los sentidos que sigue abriendo el camino/por el que seguir navegando"... En fin, esta es la versión de nuestra andadura que hace de ese poeta que no canta, vemos, a los pajaritos ni a los amaneceres precisamente, sino a la vida, tan dura según él, que se nos presenta y que hay que encauzar momento a momento sin perder de vista a ese azar siempre imprevisible.

Y por eso, pensando en ese azar tan presente en juegos como el de la lotería, pero sin dejar de lanzar una mirada a las alturas por si fuera posible conseguir algún apoyo, el más importante sin duda, de tan altas instancias, continúo mi paseo con el décimo bien guardado y esperanzado. También en cuanto pueda tocaré madera por si sirve de algo. Ya les contaré el resultado.

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