Esto de la homeopatía parece que va adquiriendo auge, al menos entre los enfermitos sin prisas. Es efectiva y puede ser también un placebo eficaz y tan necesario para coadyuvar a la curación, tanto como la voluntad, el deseo y la creencia.
Todo esto ha venido a cuento, aunque parezca extraño, mientras leía algo sobre el enfado que cogen algunos musulmanes cuando les llaman moros, y al enterarme de que en la "Farmacopea Matritense" se habla de un arrope de moras que al hacer gargarismos con él se remedian las inflamaciones de boca, garganta y lengua.
Bien, tenemos ya a las moras para curar por un lado y a los moros que nos invadieron por el otro, al fin y al cabo pura historia los dos, porque el moral, el árbol, la tiene, hasta Ovidio se ocupó de él en un asunto entre dos amantes. Plinio también, lo calificó de árbol sabio por lo bien que aguantaba las nevadas intempestivas y los romanos, además, lo utilizaban para untar las trompas de sus elefantes de guerra con el jugo de las moras, lo que parece, hacía más belicosos a los paquidermos. Ya ven.
Y dirijamos nuestra atención a los moros tan presentes antes y ahora en nuestras vidas, gentes estas que llegaron a España en el siglo VIII provenientes del norte de Africa y que en ocasiones mostraban el rostro tiznado por su relativa mezcla con los subsaharianos como se denominan ahora, ridículamente, hipócritamente a los negros negándoles su característica más notoria. José Legrá, el gran boxeador, el "Tigre de Baracoa", tan simpático, rechazaba que dijeran de él que era de color: "Yo no soy azul ni verde, soy negro, llámenme así", exigía. En cuanto a los moros y su ocasional tizne hay que tener en cuenta que su cultura, su religión, la musulmana, facilita la mezcla: el Corán permite a sus seguidores tener hasta cuatro esposas legítimas y cuantas concubinas puedan mantener. Y las concubinas, tantas veces, eran negras esclavizadas con todos los servicios incluídos.
Bien, es a lo que quería llegar, a la razón posible de la denominación de moros a los provenientes del Magreb que nos invadieron. Salgamos al campo y busquemos un moral, ese árbol calificado de "sabio" por Plinio. Su nombre proviene del griego "moron" que los latinos llamaban "morum" y que Lineo transformó en "morus", palabra con que al parecer denominaban a algunas plantas de frutos negruzcos. Y ese "morus", por lo visto, provenía del celta "mor", negro. Y a los celtas los teniamos en casa, celtíberos como somos en origen. Ese pueblo, ya hispano-romano que se vio invadido por los musulmanes y que quizá, despectivamente, aplicaran a sus dominadores esa denominación, "mor", negro; de ahí moro.
Habrá otras teorías y hasta certezas sobre el origen de tal palabra, pero yo brindo aquí la mía, la que me ha surgido mientras me interesaba por el arrope de moras con que hacer gargarismos y suavizarme la garganta para recitar eso de "mora de la morería, el día que tu naciste cuatas estrellas había..." Más o menos, en fin.
domingo, 10 de abril de 2011
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