sábado, 14 de febrero de 2009

ANARQUISTA, TAMPOCO

Vista nuestra realidad de todos los días últimamente, por ejemplo, con la evidencia de unos individuos corruptos dentro del PP, lo que en el fondo, si bien se piensa, no debe extrañar aunque nos repugne, porque ¿cómo entre tantos afiliados a un partido no van a surgir media docena de indeseables de vez en cuando como en cualquier otra agrupación humana? Lo positivo es que se descubran como ocurre con cualquier tipo de delincuentes y se les juzgue que es lo deseado. Lo despreciable se agiganta asímismo en la otra formación, el PSOE, con un ministro nunca del gusto de una mayoría y un juez al que le atrae más figurar que impartir justicia y que se reunen con un miembro de la policía que investiga a los corruptos del PP para decidir una estrategia que perjudique políticamente al partido rival. En este caso reavivar un proceso que se tenía aparcado para de acuerdo ministro y juez, elegir el mejor momento para dañar al contrario: la cercanía de las elecciones previstas. Una actuación ésta ruin que deja a la Justicia oficial en entredicho. Y no digámos al Gobierno.

Con este panorama, uno, ciudadano pacífico y espectador escandalizado, nota como entre los entresijos de sus ideas surge una que se destaca apetecible aunque inalcanzable y, por eso mismo, quizá, más deseada. La de prescindir de toda clase de jefaturas y alejarse de todo tipo de imposiciones.

--Oiga, eso le lleva al anarquismo.

Pues miren ustedes, estoy seguro de que ni entre los anarquistas encontraría acomodo. El anarquismo en cuanto se hace político se prostituye. Nos lo cuenta la Historia, ciencia de la que hay que aprender no utilizar su memoria para reabrir pendencias. Bien es verdad que "ánarkhos", sin jefe, es la palabreja de la que 1726 nació la de anarquista. Pero bien mirado lo que atrajo a las muchedumbres, ya en el XIX cuando las ideas anarquistas parecían proliferar, no era tanto el sacudirse cualquier jefatura, es decir, la anarquía verdadera, sinó lo que les encandiló fue el reparto de tierras, el llegar a ser propietarios, ganar, tener, lo de siempre, lo que en realidad mueve al mundo mientras exista un pálpito de vida.

Pasó que ese ideal de libertad total dentro de las condiciones que rigen al hombre, el ser libre, sin jefe, fue aprovechado por el socialismo y hasta por el marxismo que condujo al comunismo. No comprendieron que socialismo y anarquismo se dan de patadas o lo comprendieron demasiado bien y de forma interesada. Los socialistas aprovecharon para, como hacen siempre, encasillar a la gente en agrupaciones, cooperativas, tenerla, en fin, controlada, a la vez que supieron para ello, electrizar, como se dijo entonces, a las masas con el atractivo del reparto de tierras. Una necesaria y justa aspiración sin duda alguna de la se aprovecharon los socialistas para imponerse.

Con todo ello nacía otra idea, la del colectivismo, el comunismo al fin, y aunque llega el momento en que se rompe la unión de ese movimiento y una parte se separa del marxismo, siguen, como ocurrió en España, las ideas de un tal Bakunin que, en definitiva, propugna lo mismo, algo tan contradictorio como lo anterior: anarquismo y colectivismo acompañado, por supuesto, con otras dos imposiciones que nos acercan a normas más dictatoriales aún, como son el ateismo activo y el antimilatarismo.

Luego, ya se sabe, surgen envueltos en el manto de tan falso anarquismo, un terrorismo auténtico y abundan atentados y más atentados y los asesinatos incontrolados, con lo que la idea de la libertad que sugería la palabreja griega de "ánarkhos" antes citada, sin jefe, se hace irreconocible.

Así se queda uno con el ideal de la libertad animándole solamente en los ensueños. Mientras que la realidad, el panorama de ahora mismo se ennegrece más con la acción calculada y desvergonzada de un ministro y de un juez que manejan a su antojo lo que se ha dado en denominar justicia, tan injustamente. Eso y unos políticos corruptos a los que se utiliza para más corruptelas. Todo, como se ve, dispuesto para otra vez encandilar a las masas tan maleables ante unas elecciones, esta vez en Galicia y en las Provincias Vascongadas, en las que, en tantos casos, no se persigue el bien general sino el provecho de unos individuos que todos conocemos actores principales de esta tragicomedia que continúa.

Y aquí cada cual en su rincón, viviéndola. Con lo dicho ya ni anarquista se puede ser.

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