viernes, 5 de junio de 2009

CEREBRO INVERNAL

Decía Oscar Wilde aproximadamente que los grandes acontecimientos del mundo tienen lugar en el cerebro. Efectivamente, al cerebro le tenemos a nuestra disposición generalmente, pero a veces, como ahora, se desmanda y parece que se empeña taimadamente en llevarnos - llevarme- por derroteros que en vez de primaverales que sería lo adecuado en estos días, por los de un otoño que se acerca, en línea recta, hacia el oscuro invierno.

Y en esas estoy cuando ya casi sufriendo los fríos prfopios de esa estación, sale a mi encuentro nada menos que Kafka, Franz para los amigos, que olvidándose, gracias a Dios, del alemán en que escribía me explica en perfecto español y en una sola frase, el motivo de tanta tristura: "Es que, querido desconocido, todo es difícil, injusto y, sin embargo, correcto." Y entonces empiezo a comprender, todo es correcto porque se ajusta a una norma hecha, legislada con arreglo a los intereses de un grupo sin importarles la dificultad ni la injusticia de las que ellos se aprovechan... Y Kafka siguió hablando, explicándome cómo la libertad a la que uno aspira aunque sea unicamente en la imaginación, encuentra siempre algún contrapeso. Mire, me dice: "¿Sabe cual es la desgracia de don Quijote? no es su fantasía, sino Sancho Panza".

Con esto, se despidió y yo continue con mis fríos invernales ya sin abrigo que ponerme, adentrándome en el mundo que vivió el checo, un mundo de incomunicación, absurdo, en el que la alienación invadía a una mayoría. Con todo comprendí mejor su obra "Metamorfosis" como un obligado destino del que perdura. La araña que nos presenta es una disculpa para lanzarnos una idea profética o, quizá, una experiencia vivida, preámbulo, claro, de los pasos prostreros para el definitivo final. La metamorfosis imparable como cambio, tan sorpendente que tratamos de negarlo fingiendo que persiste la normalidad de ayer. Luego la resignación ante la negación de un horizonte de esperanza que hasta entonces nos sustentaba.

Llegado aquí puse punto final a todo lo kafkiano porque continuaba un tanto perdido e intenté encontrar el diagnóstico adecuado de mi situación. Innútiles todo los esfuerzos, hasta que un alemán, un tal Heine, me tranquilizó : "No sabemos a menudo -dijo- qué es lo que nos duele. Nos quejamos de un lado y es el otro quien sufre. ¡Señora, yo tengo dolor de muelas en el corazón!".

Pues eso, a esperar a que escampe y, mientras tanto, echaré la culpa de todo ¿ a quién?. Y cuando estaba así de dudoso, oí una voz que juraría que fue la del poeta Heine que volvía en mi auxilio:

--A quién va a ser , a Zapatero, hombre.

Y eso hice y descansé.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Del mondongo como usted le llama no nos libraremos nunca. Le tenemos ahora y en el futuro, pues resucitaremos con él.
Su artículo es muy divertido