sábado, 20 de junio de 2009

SURÁFRICA MÁS CERCA

España-Suráfrica se enfrentan hoy lúdicamente gracias a Dios. Jugarán al futbol para ver quien se lleva la copa de las Federaciones, creo que se llama así. Es el primer enfrentamiento entre los dos países nunca muy cercanos en la Historia.

Viendo los partidos de esa copa de Federaciones por televisión, se observa el gran cambio que ese pueblo -esos pueblos mejor- surafricanos han experimentado en muy poco tiempo. La población de color en masa, sólo salpicada de vez en vez por algún rostro más pálido, abarrota los estadios y se explaya tumultuosamente a su gusto. No era así antes de 1994 cuando la segregación racial, el odiado "apartheid" cercenaba todavía cualquier atisbo de libertad y los negros permanecían alojados en los territorios a ellos asignados.

Recordemos un poco como comenzó a institucionalizarse tanta injusticia. Hagamos historia de cuando Surafrica se hallaba todavía a una distancia de España de días y días de navegación. Eran los años 40, trasladémonos a ellos. Entonces en España humeaban aún las ruinas que la ira y los despropósitos habían ocasionado con nuestra Guerra Civil y el pueblo, famélico, tanía fuerzas todavía para ennardecerse y tomar partido en la otra guerra, la Mundial, que comenzaba a asolar las otras tierras europeas, desde los Pirineos hasta Moscú. No había en España posibilidad de ver más allá y nuestra vida discurría -hambre y Patria- tratando de ponernos, de nuevo, en pie con dignidad.

Por eso, el mundo que palpitaba allende de las sequedades saharianas no existía para nosotros.
En realidad, practicamente nunca, en nuestra historia, nos había preocupado lo que podría acontecer más allá de las Canarias donde España acaba. Tuvimos la tarea americana, incluso la del Índico y hasta la del Pacífico como para que el resuello nos diera todavía para enfrentarnos con otras aventuras. Los portugueses sí, habían enfocado su expansión abriendo para el mundo la ruta africana que les llevara al soñado Oriente y el mundo del Africa Meridional era también el suyo como lo fue posteriormente para los ingleses, los franceses y aún los alemanes que no querían ser menos y deseaban lucir con los brillos de un imperio, como por poco tiempo lo intentaron en las luminosas arideces del Africa del Suroeste, de Namibia.

Pero allá, en la punta meridional africana, el bullicio de sus numerosos pueblos era ya muy digno de tenerse en cuenta. Porque allá, precisamente en el decenio de los 40, muchas normas hasta entonces simplemente consuetudinarias, comenzaban a adquirir la obligatoriedad de la ley de forma por demás pormenorizada. Efectivamente, la discriminación racial en esas fechas, ya se recogía con premeditada puntualidad en los códigos y el que no la observaba, blancos y no blancos cada uno en su posición, era reo de fuerte castigo.

Luego, en los años 50 se inicia una tímida resistencia que poco a poco se fue haciendo más notoria y que sería la semilla de todo lo que, con el tiempo, se ha conseguido. Surgirían nombres que han pasado a la Historia, Sisulu, Tambo, Dadoo, Cachalia y el gran Nelso Mandela que con su prudencia y su saber hacer ha conseguido que el panorama que ahora nos presenta la talevisión, es decir, el de la liberación racial sea una realidad hasta no hace mucho impensada y que jubilosos, españoles y surafricanos compitan deportivamente junto a equipos de Italia, Egipto, Estados Unidos, Brasil, Nueva Zelanda... Precisamente a un equipo de rugby de este país no se le permitió jugar en Suráfrica en los años 60 porque entre sus jugadores había un maorí, hombre de color inaceptable entonces. Hasta ahí llegaba la cosa.

Pero todo cambia, a veces hasta para mejorar, así que hoy veré, muy alegre, el partido España- Suráfrica, esperando que gane España eso si, que una cosa no quita la otra. Pero para compensar agradeceré al país anfitrión el regalo de una merluza blanca de El Cabo que con puntualidad me sirve Pesvanova.

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