domingo, 11 de octubre de 2009

200 AÑOS LIBRES

¿Libres? Es un decir, pero el año que viene comienzan a cumplirse los 200 años de las diferentes independencias de los países hispanoamericanos. Nos iremos ocupando de ellos de manera pormenorizada. Ahora comezamos por el más llamativo hoy por hoy, por el que mangonea Venezuela, el llamado Chávez que no es que vaya para dictador, sino que ya ejerce de tal y se presenta ante el mundo con el estandarte de un "bolivarismo" socialista. Con esta doctrina vacía de contenido y tan contradictoria, paradojicamente y con ayuda del petróleo trata de extender, y algo va consiguiendo, su influencia por las naciones de alrededor.

¿Cómo puede unirse el bolivarismo si es que existiese tal concepto, con el socialismo? Son antagónicos. Bolívar surgió y abrazó, como una corriente que entonces crecía tanto en España como en los países americanos que emergían como tales, las ideas liberales: Constitución de Cádiz de 1812 y las que iban surgiendo en América al independizarse. Desde la deQuito en 1809 hasta la dominicana de 1844. Eran las ideas del momento en esa lucha tachada por los historiadores de guerra civil que llevaría a las independencias americanas, mientras España sufría, primero la invasión francesa y luego los vaivenes posteriores que nos produjo Fernando VII, soportados también en aquellas orillas.

Unir, por tanto, a Bolívar con el socialismo no tiene sentido. Claro que a Chávez, como a todos los dictadores le trae sin cuidado. En realidad eso de aprovecharse de la figura de Simón Bolívar viene de antiguo en Venezuela. En el XIX, en su segunda mitad ya, un presidente del país, Antonio Guzmán Blanco, comenzó a fomentar el culto a Bolívar que luego el dictador Gómez recogió y acrecentó para adornarse y adornar su actuación con el ya "sagrado" recuerdo del Libertador.

Con esto su figura se fue falseando hasta convertirla en un nuevo personaje siempre victorioso y aclamado, pasando al olvido la realidad de sus últimos tiempos. Nada se dice de su abandono de la política ante el fracaso de sus ideas unionistas y su triste final en Santa Marta, enfermo, traicionado, atenazado por una insuperable melancolia, como tan puntualmente nos cuenta Gabriel García Márquez. Contaba sólo 47 años.

Pero la desfachatez llega más lejos. Ya antes de que Chávez se asomara a la política, se quiso hacer mestizo a Bolívar - cosa que no era- en un afán de acercarle más al pueblo. Y muchos de ese pueblo confiado, se lo cree y aplaude. Algo parecido a lo que cuando Venezuela acariciaba ya la independencia, en la que hoy es la Plaza de Venezuela precisamente, con la blanca fachada de la Catedral como testigo, se preguntaba a la gente allí arremolinada, su opinión sobre los acontecimientos que se desarrollaban, y a cada pregunta, alguien desde detrás de las autoridades indicaba con un gesto de cabeza, afirmativo o negativo, lo que el pueblo candoroso debía responder: si... o no... a voz en grito. Así, lo que se decidiera nacía con el sello democrático de la mentira.

Ayer como hoy la mentira como arma política tantas veces utilizada. Un Bolívar inventado que tanto se aleja del que fue en realidad. Y los demás prohombres de la Independencia americana silenciados. Habrá que ocuparse de ellos, de San Martín por ejemplo. Ejemplar militar español, hijo de palentinos. Veintidós años en el Ejército español y tomó parte en 32 batallas, desde Argel al Rosellón y contra las tropas francesas en España. Y si luego participó tan destacadamente en las guerras civiles americanas, lo hizo por oponerse, como hizo en la Península al dominio de Napoleón, ante una posible ampliación de ese dominio en la América española.

Otro día nos ocuparemos de él y de tantos indígenas americanos que en esas luchas francticidas lo hacían a lado de las tropas reales. Tales los de San Juan de Pasto, en Colombia, cuya fidelidad al Rey de España fue tan notoria.

No todos van a ser Evos y Chávez.

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