martes, 25 de agosto de 2009

SIN NADA QUE CONTAR

Cuando se quiere escribir y no se sabe de qué, nos pasa como a Christian, el protagonista de "Siempre volveremos", del gran Joseph C. Aaron que al no saber a donde ir, comenzó a dar vueltas y más vueltas alrededor de un árbol. Y menos mál que había un árbol. Gracias a él y a su sombra, que fue la que atrajo a Rita Slaw, sirvió para que comenzaran juntos toda una vida de aventuras y de triunfos sorprendentes. Luego nos deleitaron a todos con "La ruleta de la vida" una especie de biografía de ambos que recoge con brevedad y gracia todo el trajín que llevaron.

Bien, en mi caso en esto de la escritura, "burla burlando" como decía Lope, comienzo a ver un tema al que agarrarme que puesto en la percha correspondiente me servirá para tratar del vacío que más o menos es como me encuentro en estos momentos. ¡Vacío, hueco, con esa tripa!, dirán ustedes y tendrían razón si yo me refiriera ahora al cuerpo que Dios me ha dado; pero yo lo que siento vacío, vacía más bien, es la cabeza. Y esto tiene mal arreglo de momento, aunque puede servir para llenar varias páginas. Porque con la cabeza así, la vida puede seguir y hasta servir de disfrute. Bertoldo que era el tonto de su pueblo, de los de antes, cuando podían contarse, lo que ahora resulta imposible dado su número, no tenía nada en que pensar ni que decir, pero tenía una ventaja sobre los demás: gozaba simplemente dejando que una hormiga le recorriera el brazo. El hormigueo hacía a Bertoldo lanzar al aire unos como gorjeos de placer del que se reían sus paisanos, los sufridores, poseedores sí de un caletre no tan hueco, pero que como contrapartida se veían obligados a hacer frente a una vida dura de verdad.

Y ya que hablamos de vacío refirámonos a uno que, a veces, llena tanto que hasta abruma, tal el que sufrió Ruth Gálvez, la cantante hispana cuando en Nueva York quiso conseguir con sus canciones, allá por los años cuarenta y tantos del siglo pasado, ayuda para los republicanos españoles en el exilio. En el momento de salir al escenario sólo había un espectador en la sala, su propio padre. A Ruth Gálvez ese vacío le pudo. Y creo que fue tanta la impresión que se volvió a Tegucigalpa, su ciudad, a hacer tortillas de maiz para venderlas por el barrio. Y según dicen fue feliz contando , exagerando más bien, sus andanzas en Nueva York. Ella decía New York. Es otra manera de triunfar al sentir la admiración de las gentes.

La geografía, el ancho mundo con tanta variedad y sorpresas, también cuenta con desolación, desiertos, vacío en fin. Un vacío que, a veces, sobrecoge, domina y hasta puede enloquecer. Este fue el caso trágico de verdad del alemán Brauer, un alemán que quiso ir a conocer el lugar donde su abuelo vivió, Namibia, cuando este desolado territorio africano fue, por escaso tiempo, colonia alemana. Llegó el hombre a ese remoto lugar africano, era 1950 y se adentró por sus llanuras, dejando atrás los poblados owambos, en pos de los escurridizos bosquimanos, por donde su abuelo, según recordaba, había pasado. La llanura interminable del desierto de Namib, sin practicamente vegetación, ni siquiera la visita de algún animal, la soledad, la soledad unicamente, el vacío casi absoluto día tras día y el sol calcinándolo, todo enloqueció al alemán Brauer que desesperado intentó acabar con su vida. Para ello hizo un lazo con la cuerda que ataba su equipaje y para ahorcarse, en el único árbol que se divisaba en cien millas a la redonda, tuvo que ponerse de rodillas. Porque en aquellas tierras vacías de todo, los árboles apenas crecen. El caso se recordaba siempre en Windhoek y se comentaba que en los restos que encontraron al cabo del tiempo, un esqueleto arrodillado, se notaba que nadie, ni siquiera las hormigas, se habían aprovechado de la sonrosada carne del alemán. Fue el sol ardiente el que la consumió, calcinándola. Una demostración del más absoluto vacío que, paradógicamente, todo lo llenaba.

Pero no todo va a ser tan trágico. A veces el vacío puede servir sólo, acaso , para entristecerse, al ver otra connotación muy en voga ahora y que se resume en esta sóla frase: hacer el vacío que puede ser peor que estar vacío. Así, por ejemplo, el que se hace a algunas palabras. Palabras que en realidad su mal uso las ha desprovisto del significado con que nacieron. Pensemos en alguna, por ejemplo democracia; otro ejemplo como una derivación de la anterior, la política; otro, poniéndonos exigentes al comprobar que el viento se la llevó, señorío. Y así podríamos seguir. Hay muchas que se ven postergadas porque ya el personal, que marcha por otros derroteros las aisla, las hace el vacío al no encajar ya en la simplicidad de sus inquietudes. Tal la palabra amor sustituida en la práctica por otra de contenido menos concreto, exactamente por relación que se ajusta más a la levedad del sentimiento actual y a su fugacidad.

También se ha trasladado al trastero de la memoria, la palabra honradez, sustituida en las conversaciones actuales por honestidad. Se ha olvidado que, como nos recordó Madariaga, entre nosotros, la honestidad hace referencia más bien, al buen comportamiento en los asuntos de cintura para abajo, en tanto que la honradez hace alusión a los más elevados, los de cintura para arriba, los que se sitúan junto al corazón, al entendimiento y me atrevería a decir, al alma.

Pensando en todo esto del vacío en las dos formas citadas, me he fijado en otra palabra que al detenerme en ella, he comenzado a traquilizarme al comprobar que el vacío que se le ha hecho en los últimos tiempos, es superable. Se trata de la palabra patriotismo a la que he visto resucitar de sus cenizas, gracias, quien lo iba a decir, al futbol, el juego que cuando es internacional enardece y hace que este sentimiento al parecer adormecido, surja imparable.

Ya con esto me llega la tranquilidad porque compruebo que el vacío y sus problemas pueden superarse, sólo hay que tener paciencia y quizá el que comentaba al principio, el de mi cabeza, vaya desapareciendo ha medida que me vaya entrando en ella alguna idea aprovechable, que todo puede ser, no hay que desesperar. Si es así, se lo contaré a ustedes.

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