martes, 18 de agosto de 2009

SOBRE LA ANORMALIDAD DE LO NORMAL

Aquí estoy viendo la playa vacía mientras el sol, tímido, duda de si aparece o si continúa escondido entre las nubes grises tan abundantes observando sin duda, como yo, una lucha de vientos casi imperceptible aquí abajo, pero que allá en las alturas parece que será decisiva. Yo creo que vencerá el gallego como llaman aquí donde me encuentro al viento que nos mojará muy posiblemente a no mucho tardar. Las gaviotas lo anuncian, se acercan a tierra. Mientras, en la playa con una bajamar considerable, las olas, suaves y como aburridas vienen hasta la orilla (por eso es orilla, porque vienen). Y lo hacen incansablesmente, diría que aburridas de su propia monotonía.

Yo por mi parte lo contemplo todo con la tranquilidad del que nada espera y lamento que en situaciones como esta no pueda uno parar este momento y agarrarse a él para continuar con lo que no nos importa, porque lo que importa manda y nos obliga a avanzar sin oportunidad de elegir el camino que nos lleve a la quietud de ser uno mismo, sólo uno mismo, el que dé forma a la vida que vivamos. Pero este momento que queremos conservar es ya únicamente antes de que pase, un momento añorado que veremos como se difumina hasta desaparecer en cuanto nos adentramos en la única verdad, la que nos atenaza, la rutina de las cosas de todos los días que se bautiza, para engañarnos con la palabra normalidad, sin poder ocultar, no obstante que normalidad es, sobre todo, norma y que, como tal, obliga, invalida y nos conduce como a un reo esposado a la celda de lo cotidiano en que gobiernan las cosas, las simples cosas de afuera, las exteriores a uno, las que nos absorven.

En esas estoy mientras contemplo al sol también gobernado, en su caso por unas nubes, agua condesada tan sólo, que decidirán en definitiva la actuación de hoy nada menos del astro rey. Con esto y con la visión de una gaviota zarandeda por el viento ya más fuerte aquí abajo, me resigno y me dejo llevar esposado a la normalidad esa.

1 comentario:

Amalio Rodríguez Salmó dijo...

Me llamo Amalio Rodríguez y soy de Badajoz. Me encontré esto de la Horadada de casualidad y que razón tiene. Lo que no nos gusta, es lo que nos obliga. Yo todas las mañanas miro mi agenda para ver qué es lo que tengo que hacer ese día. Lo que tengo que hacer, no lo que quiero hacer. Así un día y otro y otro..