Las críticas a nuestra labor en América, la Leyenda Negra en fin, asumida entre alguno de nosotros también, entre los que antes se calificaban de la cáscara amarga sobre todo, obligan a que insistamos en calificar esa obra, la americana, como nuestra gran aportación a la Historia y que echemos, a la vez, una mirada retrospectiva para fijarnos también en el precio que España pagó al ocuparse durante siglos de aquellas tierras que ibamos introduciendo en la Historia, mientras despoblabamos nuestros campos y ciudades y nos alejabamos de las nuevas tendencias que se iniciaban en Europa, nuestro entorno.
Me refiero al surgimiento -sin duda por influjo del Descubrimiento- del concepto mercantilista que tanto influiría en las economías europeas y como resultado en su industrialización que fue más lenta entre nosotros. El Descubrimiento y la Reforma son dos hitos que cambiaron nuestro mundo. Con el Descubrimiento llegó la novedad del mercantilismo con la consiguiente nueva consideración del dinero como fuente de riqueza sustentado en la abundancia de los metales preciosos. Y con la Reforma (dejando a un lado las consideraciones religiosas) la valoración y la obligatoriedad del trabajo. Lutero sentenciaba que "el hombre ha nacido para trabajar", mientras Calvino, más inquisitivo sostuvo que "quien no trabaja tampoco debe comer".
Con todo ello, en las tierras centrales de Europa sobre todo, la necesidad de la exportación como único sistema de adquisición de dinero, ya considerado base de la riqueza, surge la industrialización y la nueva verdad económica: hay que exportar más de lo que se importa. Hay que cerrar las fronteras y acrecentar el sistema aduanero.
Mientras la concentración de las fuerzas productivas se hacía tónica general en casi toda Europa, la España heróica se despoblaba a causa de las guerras y de la colonización. El comercio con las Indias y la retención de los metales preciosos fue nuestro principio económico. Por supuesto que todo ello dio motivo a que ya en aquellas épocas se estudiaran y se denunciaran las causas de la decadencia de nuestras fábricas y telares, subrayándose que "la permisión de las mercaderías extranjeras era la raíz de donde dimanaba destrucción tan lamentable" como se reconocía en el siglo XVII. Y antes, ya se pedía más rigor aduanero en los puertos.
Así ocurrió y esas tenemos. El imperio y ser primera potencia tuvo su precio. Lo pagamos y dejamos a los demás, Francia, Inglaterra y hasta Alemania esforzarse también en ser "imperiales" cuando ya nosotros nos cansamos de serlo. Ellos, aún afinales del siglo XIX intrigaban por acrecentar sus posesiones en el exterior y sus intrigas llegaron hasta 1914 en que el estallido de la Guerra Europea se agiganta como un baldón muy actual en su historia. Que así lo reconozcan nuestros "progues" y cuenten los miles de muertos que esos países inventores impotentes de la Leyenda Negra produjeron con su egoismo y sus errores. En este caso lo nuestro es leyenda, lo suyo una realidad muy negra.
viernes, 14 de agosto de 2009
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