Aznar como presidente del Gobierno consiguió que España tuviera un peso reconocido en Europa e incluso en Occidente. Fue una realidad. Se acercó a Bush y Bush le acogió abiertamente. De allí surgió lo de las Azores e Irak, apoyando la intervención angloamericana en el país musulmán. ¿Injusta tal intervención? posiblemente sí. La Historia, con calma, dictaminará y quizá la condene como la condenó en su momento gran parte de población. Pero España con todo renacíó a nivel internacional y llegó a niveles que hacía mucho no alcanzaba. Faltó consolidar esa posición. Su abandono del poder y el advenimiento de Zapatero y su pandilla ha llevado a nuestra Patria a tener que caminar al dictado de las dos potencias europeas que cuentan, Alemania y Francia, con el beneplácito y la vigilancia de EE.UU. Esta es la verdad fría y duramente considerada.
Pero todo lo dicho no ha sido más que un paréntesis sobrevenido y casi inconsciente. Yo traje aquí a Aznar para afearle su consentimiento para que el Museo del Ejército de Madrid cediera su sede para otros destinos y fuera trasladado a Toledo, no mal aposento, pero no el más apropiado. Y sobre todo porque el cambio ha servido, como era de esperar, para que Zapatero y sus comnpinches recompusieran o eliminaran pruebas, recuerdos, verdades en fin de nuestra Historia, para adaptarla a su mezquina y falsa doctrina que tergiversa lo auténtico en provecho de sus intereses políticos. Tal, la realidad de la División Azul desaparecida del nuevo Museo. Una División en la que unos españoles henchidos de un sentido patriótico hiperexaltado, pero muy auténtico, marcharon como voluntarios -como voluntarios, que yo viví esa época- a luchar contra la URSS. Se encuadraron sí en el ejército de Hitler, el nazi racista culpable de tantos muertos en Europa y el asesino de tantos judíos, pero lo hicieron para enfrentarse con un heroismo tan reconocido por todos al comunismo de otro asesino, dictador cruel de nombre José Stalin. Ese era el momento que vivía gran parte de Europa. En ese ambiente en el que campeaban dos extremismos perniciosos, se desarrollaron los hechos. Unos hechos, los de la División Azul en este caso, que llevaron al dictador nazi, Hitler, a reconocer tanta valentía y arrojo por parte de los españoles con estas palabras más o menos recordadas con exactitud: "Si veis venir a un soldado con el gorro de medio lado, la guerrera desabrochada, con barba de dos días y un cigarrillo en la comisura de los labios, cuadraos, es un héroe español". Esa fue una verdad y esas fueron unas ideas que hicieron vibrar a unos jóvenes españoles. Negarlo es negar nuestra Historia para contarla de otra manera. Nada hay que olvidar, ahí queda toda ella en el recuerdo como lección o como vergüenza en tantos casos: Paracuellos, Frente Popular, asesinatos, tantos que con el rencor en ambos bandos se perpetraron.
Fue aquella una Europa equivocada, atroz, pero fue la que tocó vivir a los europeos; y en medio de tanta equivocación, hubo, sin duda, muchos hechos, muchas acciones rechazables y otras que pueden llevar a la admiración, como en este caso que tratamos, cuando el heroismo guió la conducta de unos miles de jóvenes que ofrecíeron su vida por unos ideales. O al otro lado, la que narra aquella canción que dice: "Allá arriba en aquel alto hay una fuente que mana sangre de los españoles que murieron por España", en defensa de sus ideales, los republicanos de los que tanto esperaban muchos compatriotas nuestros. No hay que olvidarla tampoco, nos pertenece, es nuestra Historia, la de todos, la de España.
jueves, 24 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario