Los periódicos se caen de las manos. Resulta ya demasiado el constante manoseo a los tristes problemas que nos afligen a todos, las críticas tan merecidas y tan repetidas al culpable de todos ellos o al menos, el responsable de su agravamiento. ¿Y las soluciones? Esas quedan ocultas tras los palos de ciego que da el Gobierno. Y en medio de todo surgen como una ironía, algunos casos que casi pueden producir al menos una sonrisa, por ejemplo, la cuestión laboral , el enfrentamiento entre empresarios y sindicatos y la decisión que va a tomar el Gobierno para intentar solucionar el asunto tal como le indican. Con esto se da la paradoja de que los sindicalistas defienden y se aferran a las normas laborales establecidas por Franco para proteger y contentar a los trabajadores, normas todavía en vigor y a las que se aferran por serles muy beneficiosas. Y será el presidente de un Gobierno socialista el que acabará con ellas con grave perjuicio para los que todavía tienen empleo en España. Franco más socialista que el Psoe, más que Zapatero, el destructor, el que presumía de ser defensor mayor del proletariado. Y por otro lado para hacer aún más triste la sonrisa, los sindicatos, dirigidos por unos paniaguados que para existir no cuentan más que con la ayuda estatal debido a que sus afiliados, si alguno tienen, no pagan, se sienten incapaces de actuar como cabría esperar de unas organizaciones serias. Sin embargo, a pesar de esa su situación y su dependencia, CC.OO. y la UGT deben fingir enfado y oposición al desguace de la norma franquista por lo que se ven obligados, con la boca más chiquita posible, a fingir un rigor sindical que no existe y organizar alguna huelga que les salve del bochornoso espectáculo que hasta ahora han dado, al menos frente a tanto espectador desengañado.
Y en medio de estas ironías, tristezas y mentiras, la sorpresa de una foto que ilustraba la portada del "ABC" en que se ve a Aido, la Bibiana, la de la Igualdad, la autora de ese mapa de las partes íntimas de las féminas destinado para la ilustración y disfrute de los adolescentes, bajando unas escaleras sujetándose al parecer para no caer, del brazo de un hombre, del brazo del alcalde de Madrid, que además es del PP. La fotografía merece una consideración y un estudio más detallado: ¿Cual es el motivo pronfundo que empujó a la Bibiana a ese toqueteo del miembro superior derecho de Gallardón? O bien la Bibiana se desmentía a sí misma y con el gesto denunciaba la inferioridad física de ella, una mujer, y la necesidad de una ayuda masculina para no precipitarse escaleras abajo, o simplemente intentaba poner en práctica las enseñanzas -las suyas- que se imparten en las escuelas para que el disfrute físico apague necesidades naturales que nacen de cintura para abajo, y no me refiero al simple alivio digestivo. Hay que destacar que ninguna de las dos posibilidades se deben rechazar. La Aido mostraba una sonrisita cómplice, mientras que Gallardón, muy en su papel de alcalde y caballero parecía volcado en impedir tan sólo una bajada precipitada de la dama rodando escalón tras escalón. Y como me dijo una "progue" a la que comenté la situación: "Encima presumiendo de machista, del PP tenía que ser". Típico.
En fin, curiosidades aparte, los periódicos con la crisis, su aburrido monotema diario. Y en la TV, la Fernández desmintiendo lo que todo el mundo sabe, comprueba y ve, mientras aparece con su modelito nuevo y su despeinado de siempre. Un detalle, observen las banderas que se ven en esos momentos a su espalda. La española y la europea colocadas siempre, sin variación, de tal forma que la segunda franja roja de la española desparece tapada por el azul de la europea que con la visión rápida que ofrece la TV, bien puede parecer morada. Rojo, amarillo y morado, la República de la memoria histórica vindicativa de su Gobierno. Sólo con la Fernández sucede invariablemente tal situación. Normalmente en otros lugares las dos banderas se distancian unos centímetros, se acompañan, no se impone una a otra.
Y comentado lo comentado y efectuado por hoy mi acto de presencia en La Horadada, a la hora dada, y cumplidas también mis otras obligaciones, voy, a pesar de todo lo dicho y su pesadez habitual, a comprar el periódico nuestro de cada día. Al menos me reiré, espero, con alguno de sus chistes y me enteraré de la única novedad posible: el pronóstico del tiempo aunque no hay que hacerse ilusiones, en estas fechas tampoco cambia mucho. Monotonía.
viernes, 4 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario