Hoy voy a hablar de cambios de todos los que recuerde en esta especie de batiburrillo que me deambula por la cabeza. Primero el más importante, porque habrá que tomar en serio eso que anuncian, es el cambio climático producido por el aumento en la emisión de gases de efecto invernadero. Lluvias, fríos, sequías, tormentas todo en grande, exagerado, son las señales que la Organización Meteorológica Mundial indica como algo sin precedentes. El hombre destructor de su propia tierra. Destructor activo y destructor menos notorio, pero igualmente nocivo. En nuestra España, de Burgos para abajo al menos, parece que son las encinas, los alcornoques y los acebuches las especies arbóreas que se deben plantar para repoblar nustra esteparia geografía, ya que estos árboles enriquecen la tierra y no los que habitualmente se plantan que no dejan de empobrecerla.
En fin, esto de los cambios, ya sean climáticos, forestales o de otro orden es una de las consecuencias que se observan con la edad. Con los años uno va notando que todo varía, gustos, maneras y hasta el concepto de la moral. Y del léxico. Hoy leo que a los fareros de toda la vida, ya no se les denomina fareros, ahora son "técnicos de sistemas de ayuda a la navegación", ¡qué menos! porque hasta hace poco eran tan sólo "técnicos de señales marítimas" y no era bastante, eso de señales daba una pista de su trabajo y había que oscurecer más el concepto. Lo de farero es una antiguaya -aunque todavía los hay que viven recluídos en los faros- con un aire romántico y nada más. Había que acabar con tal calificativo. Llamándolos fareros hasta se entendía cual era el oficio que desempeñaban, mientras que con el de técnicos de sistemas de ayuda a la navegación queda, como digo, todo más difuso, ampliado e incomprensible porque se ignora la ayuda que ofrecen que es de lo que se trata modernamente.
Sigamos hablando de cambios en el habla, ¿se han fijado en ese "fuera de servicio" que sustituye al concluyente de toda la vida, "roto", "estropeado" o al menos "no funciona"? Ahora no hay que concretar, dejémoslo todo en el aire, disimulado, a la interpretación de cada cual. Además, si decimos que está fuera de servicio, a usted que le importa el porqué. Es el inglés el que influye, ese idioma que crearon, claro, los ingleses, tan taimado y poco franco como ellos.
Otro ejemplo, el "¿en que puedo ayudarle?" con que ahora nos reciben en casi todos los sitios. "Can I help you?". En vez del definido ¿qué desea? de siempre y que daba pie a explicar el motivo de nuestra presencia en tal establecimiento.
-¿En qué puedo ayudarle?.
-Y yo qué sé lo que Vd. pueda o no pueda hacer. Yo lo que quiero es cuarto y mitad de...
¿Y qué me dicen del "pack" que sustituye al paquete, conjunto o juego?. Juego de cubiertos no, pack de cubiertos, o de galletas o de... Y "pack" traducido puede ser bulto, fardo, también paquete, sí y hasta emplasto, con que ya me contarán lo acertado de la tontería.
Ya no hay arreglo, es la apertura o eso que tachan de globalización, es decir, uniformidad, despersonalización en suma. Déjenme pensar sobre el posible inicio del descontrol que comenzó a interferir en las austeras y uniformadas vidas de nuestros mayores y en la mía que yo también estaba allí. Todo fue creo, y si no es así que me desmientan los sociólogos, cuando sobre a finales de los cincuenta o comienzos de los sesenta del siglo pasado, los señores empezaron a quitarse el sombrero, -no se rían- quiero decir la seriedad cara al exterior y las mujeres por su parte la mantilla. Fuera la rigidez y el encorsetamiento de las costumbres dijeron al fin. Tenía que llegar, se veía venir porque era lo natural. Si hasta nuestras jóvenes que empezaban a viajar, lo hacían invariablemente vistiendo pantalones, ¡qué horror!, en vez de las femeninas faldas o al menos la honesta falda-pantalón que permitía libertad de movimientos dentro de la modestia exigida hasta entonces. Y además como ya eran modernas montaban en el tren o en el autobús que las transportaba a la frontera, al mundo verdaderamente exterior, el de la modernidad, con el cigarrillo en la boca porque eran, repito, modernas o querían serlo y eso era lo exigible.
Y la actualidad fue llegando borrando fronteras al mismo pensamiento y lo difuso e inconcreto tomó carta de naturaleza que, poco a poco, nos llevó al relativismo que hoy todo lo impregna. Claro que lo difuso se extendió hasta el entonces concluyente sexto mandamiento de toda la vida con su dura y tajante prohibición y se dulcificó hasta difuminarse en un no cometer actos inmorales, con lo que a las conciencias se les apareció un horizonte amplio por el que navegar con mayor libertad. Cambios, al fin de todo tipo que siguieron transformando el panorama social que tanto pudo influir en el comportamiento de todos. Vemos a los curas que se visten en su mayoría como los funcionarios, los albañiles o los fontaneros sin obedecer al anterior Papa que pregonaba la distinción de su importante ministerio. Los militares por su parte disimulan de paisano, por temor a los etarras. El "Todo por la Patria", se cuestiona por unos políticos que a pesar de su ropa bien cortada, costosa, no consiguen ocultar su procedencia desde la falsedad y el "trinque" si se tercia y pretenden cambiarlo por un "todo por la democracia", esta tan indefinida, la nuestra al menos, que soportamos.
Pero a pesar de tantos cambios justificados y beneficiosos muchos, molestos e hirientes e incluso absurdos otros, parece que el verdaderamente importante es el climático que pregonan y del que hablan tanto los que parecen entendidos. De los otros, anécdotas y bromas aparte, si te quejas te llaman anticuado, lo que muy bien puede ser verdad.
sábado, 11 de septiembre de 2010
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