martes, 22 de julio de 2008

DE VACACIONES

Uno se va, no a su luna que en ella estoy muchas veces sin necesidad de moverme, es sólo un estado mental voluntariamente buscado. Ahora es que me voy a lo que llaman vacaciones y se acaba este juego del blog durante un mes. Pero voy contento: hoy 22 de julio se cumple sus primeros cien días el nuevo Gobierno. Y eso hay que celebrarlo porque, señores, son cien días menos los que le quedan de vida. En fin yo me voy y les dejo esta mi idea de HOGAR que puede venir muy bien para el período de vacaciones y que se me ocurrió, (lo siento):

Una habitación amplia y tranquila,
un cuadro en la pared reposando sus colores
y la mesa de mantel blanco, doméstico y la sopa humeante.

Y allá la ventana abierta a la amplitud marina
que solo limitan las conocidas montañas
tocadas, esta vez, con el blancor de unas nubes inmóviles
y el azul más azul, y el mar en reposo
y la sonrisa tenue que trae la placidez
en el amplio y profundo bienestar de un hogar sin estridencias.

Sólo el chapoteo lejano de algún remo
que, de pronto, no hiere, palpa al mar con amabilidad
y un barco de alta chimenea que se desliza sin alterar la quietud,
pero anima a la imaginación, anclada hasta el momento,
a ir en pos de su ruta y del confín que alcanzará
más allá de la raya del horizonte donde termina lo abarcable
y comienzan los interrogantes.

Comienzan los interrogantes, es decir, se acabaron las vacaciones, vuelta al tajo. Pero antes otro regalo, esta vez de color verde (verde, pero apto para todos los públicos):

EN LA MONOTONÍA DE UNA TARDE CALUROSA

El lejano rumor de las olas
llega mientras llena el horizonte de sonido.
Trae con él noticia clara de paisajes lejanos,
con racimos de orillas sugerentes
que se acercan y animan la acariciante quietud del momento
y le adornan, alegrando los instantes
de los segundos mecánicos del reloj.

Y uno, ensimismada la mente,
siente extenderse la memoria de todo
hacia el mundo lejano que traen las olas,
y el espacio, que es el universo entero,
se llena con la quieta o, a veces, móvil realidad
de unos mundos soñados,
no tenidos, pero si apercibidos,
con los que uno, si sabe, se confunde y recrea.

Esto del mar y las vacaciones dan para mucho. Yo sólo he conseguido brindarles con esto que es, ahora que lo releo, el reflejo de unas vacaciones aburridísimas, de quien se contenta con mirar el ir y venir de las olas que son bastante reiterativas, la verdad. O con el barquito ese de la alta chimenea que pasa silencioso.

Como solución brindo el consejo del último verso de color verde: confundirse con uno de esos mundos soñados y recrearse con ellos.

Si se consigue el veraneo sale baratísmo; ideal para esta época de crisis.

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