martes, 8 de julio de 2008

DEMOCRACIA ES OBEDIENCIA

El Ayuntamiento de La Coruña, aprovechandose de que al antiguo alcalde le mandaron al Vaticano y no cuentan ya con su tan repetida oposición, ha decidido que del artículo determinado femenino que precede al nombre de la ciudad se borre la ele, de manera que desde ahora la ciudad se llamará sólo como la nombran los que hablan en gallego, A Coruña que a nosotros los castellanos nos suena a orden tajante o a indicador de dirección. En fin, los tiempos mandan, más aún, se imponen. Como con esto que han decidido promover los del Psoe en su congreso en el que se han ocupado como puede comprobarse, de lo más acuciante para el común de los españoles, tal suprimir todos los símbolos cristianos en los actos oficiales. Es decir, hacer laico de verdad al Estado, lo que entra dentro de la Constitución, aunque con esa medida y así expuesta, se delata su laicismo, un matiz importante, el de la intención. Ni rastro de los rastros católicos que nos han acompañado a lo largo de nuestra historia. En fin, repito, los tiempos y su imperio.

Lo malo lo van a tener los mismos políticos si son tan laicistas y si de lo que se trata es de acabar con toda indicación cristiana cuando en algún acto oficial tengan que nombrar a la ciudad de San Sebastian, un santo al fin. Aunque en este caso, se me ocurre ahora, pueden echar mano de su denominación en vascuence y salir del paso llamándola Donostia, con el peligro, eso si, de que se repita el chiste aquel, creo que de Xaudaró, que me callo por decencia. ¿Pero y si es San Lucar de Barrameda a la que hay que nombrar oficialmente que aún echando mano del andaluz más rajado no hay modo de disfrazar su santidad? ¿Y San Esteban de Gormaz y Santiago el de Compostela e, incluso, mi tierra Santander que aunque disfrazado sí lleva un santo oculto? Y no digamos las calles de las ciudades, tantas ya innombrables cuando la oficialidad sea el carácter de este o aquel acto.

Es mucho lo que hay que puntualizar si aspiramos a un laicismo absoluto. Por eso, un consejo: si alguna vez nuestro (es un decir) presidente Zapatero o cualquiera de sus devotos seguidores tiene que ir o referirse a la ciudad californiana de Los Angeles, les sugiero que acallen su conciencia y haciendo uso de una debida reserva mental, piensen para sí más bien en los ángeles caídos, los demonios que esos creo que pueden ser considerados más admisibles democraticamente hablando, pues al fin y al cabo se rebelaron contra lo establecido como hacen ellos. Algo más crudo lo tendrán si se trata de los Angeles de San Rafael por esa duplicidad impuesta por la beatería ya superada del pasado.

¿Y qué hacer con tantos apellidos que a veces resultan casi letanías cuando se juntan unos cuantos? Por eso desde ahora se debe prohibir en los colegios sobre todo que es donde encontramos las mentes no contaminadas de los niños, pasar lista por orden alfabético: San Juan, San Pedro, Santamaría...¡qué barbaridad! si dan ganas de responder "ora pro nobis", a la antigua usanza.

Y luego están las palabras más comunes, una tan usada y sonora, "ojalá" por ejemplo que resulta casi una oración cuando se invoca, Dios lo quiera. Auque ésta que es árabe de origen, acaso se podrá aceptar por lo del diálogo ese que Zapatero se trae entre manos.

Si se estornuda no se le ocurrirá decir "Jesús" a nadie durante un acto oficial. En esto habrá que imitar a muchos hispanoamericanos que ante el estornudo solo exclaman en un buen deseo, "salud", lo que todo buen progresista, tanto hombre, mujer, transexual o del género que sea, pero de izquieras claro, podrá completarlo con la palabra camarada y, entonces, al decir salud camarada se recuerda felizmente la frase con que los comunistas se comunicaban entre sí en los añorados tiempos de la Segunda República española.

En fin, poco a poco nos adaptaremos a los tiempos ¡Hay tanto que revisar para ser modernos y demócrtas, es decir, abedientes! Dios nos ayudará espero; con perdón sea dicho.

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