Yo nací como todos los niños de mi época, cuando llegué. En esto tuve bastante ventaja con los de ahora que llegan cuando les dejan, cuando no impiden la progresión del embarazo, forma eufemística de decir cuando no los deshacen, triturándolos a los pobres.
Uno llegaba y aún llegan ahora los que llegan, a un mundo desconocido que los recibe con sus pros y sus contras, a las que el niño debe acostumbrarse y asimilar. Por eso somos en gran parte producto del ambiente en que hemos vivido. Yo comencé oyendo gritos de viva la república, vociferando unas sigles, UHP y CNT, sabiendo de curas que se disfrazaban y de comisarios políticos mal encarados y al parecer temibles. Y más tarde también oía el estruendo de bombas y más bombas que caían tan cercanas.
Luego, comencé a comprender algunas cosas y a valorarlas. En realidad, políticamente ese momento de contacto inicial era fácil de entender. Había una sola voz que dictaba las normas, como ahora que también se dictan las normas con imperio, aunque se permita alzar otras voces que no consiguen nada.
Independientemente de esa voz lejana y autoritaria eso sí, el ambiente en que fui creciendo se veía animado con unas "banderas al viento" y cinco rosas que florecían al parecer sin espinas, mientras "cara al sol" (guiñando lo ojos me imagino) gritábamos "Arriba España" ( que no es mal grito, pienso ahora al considerar lo que vivimos) y marchábamos "por el imperio hacia Dios" que era un buen destino verdaderamentre.
Había, según oía, muchos enemigos malvados que acechaban, eran los masones y los comunistas, claro. También el sionismo internacional tenía algo que hacer en esos peligros amenazantes.
Fuera de eso todo eran sonrisas y alegrías con las "montañas nevadas" y "el alma tranquila" que facilitaba que hasta "las estrellas llegara mi fe". Y mientras tanto seguiamos caminando "prietas las filas cara al mañana que nos ofrece patria, justicia y pan", lo que era suficiente para que el niño se formara erguido, sonriente y confiado.
Eso era mi mundo, el que me encontré sin yo elegirlo. El de la dictadura interminable por la que tanto tardamos en coger el tren de la modernidad.
Y ya estamos montados en él. Con un maquinista, eso sí, que deja mucho que desear y que de forma tan autoritaria también nos impone la doctrina del actual Movimiento del Retroceso. Si el de antes, el calificado de Nacional nos inmovilizó durante tanto tiempo, este movimiento con sólo marcha atrás ¿donde llevará a los niños de hoy?. Quizá a aceptar la ideas como algo libarador y aceptable que se esgrime al propiciar el establecimiento del suicidio asistido; quizá también a aceptar como algo beneficioso el deshacer niños posibles y acabar con ancianos achacosos y costosos para la Sanidad Nacional. También, porque lo aprenderán en la formación que impone el nuevo movimiento con sólo retroceso, a optar como una duda razonable sexualmente entre la morenita que se mueve tan cercana o el muchachote fornido que destaca un poco más allá, dos opciones que se dicen normales y que se inculca a los niños de hoy. Y si el ánimo decae y la tristeza invade al niño por cuestiones que le atenazan, no sabrá si su "alma está tranquila" como ocurría a los de mi quinta, porque no le han enseñado a considerarla ni le han fabricado siquiera, aunque sea inventado, un "imperio que le lleve hasta Dios con el que consolarse. Mas bien le han ocultado el camino para poder llegar a Él. Esto es así y que conste que no hay añoranza ni nostalgia en mi caso.
Pero esta es la verdad a la que nos ha llevado ese tren de la modernidad tan mal aprovechado y puesto en unas manos de inútiles, equivocados, no sé si malvados, pero desde luego tan perjudiciales. ¡Qué desperdicio! después de una larga dictadura, agostadas ya sus cinco rosas, llegar a caer en este Movimiento del Retroceso que propicia sobre todo la idea de la muerte inducida como gran adelanto.
viernes, 12 de septiembre de 2008
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