Se acaban las vacaciones y de vuelta a lo que creiamos sólo rutina, nos encontramos con las fúnebres ideas que el zapaterismo quiere poner en práctica con objeto de tapar sus vergüenzas políticas: matar niños y viejos. Dos latas, los niños y los viejos que estorban al personal español, ese que según el desdichado e impresentable ministro de Sanidad ya está maduro hasta para aceptar como práctica laudable el suicidio asistido:
--Oiga, ¿me quiere ayudar a subir a esta barandilla que me quiero tirar por el puente abajo?.
-- Con gusto, señora, pero es que como está bastante gordita no sé si podré sólo.
--Llame a ese agente para que le ayude, por favor, es que quiero suicidarme legalmente, de forma asistida.
--Ya ya, ahora mismo.
No hay como la libertad. El cuerpo este es mío y hago con él lo que quiero se dice ahora con la sólo excepción del cuerpo del no nacido que es de su madre, la que no le parió.
¡Cómo adelantan los tiempos! Habrá que ir preocupándose de recoger estadísticamente el número de niños matados por no deseados y de los viejos no aguantados para saber con certeza el número de españoles pregresistas con que cuenta la Patria esta tan tétrica que quieren preparar el de la sonrisita esa que ahora parece expresar desprecio o lúgubre regusto y sus seguidores, tan tétricos también como se ve.
Es que esto de los muertos, parecen pensar, entretiene mucho, lo que es conveniente, por eso hay que contarlos. Pero como con los niños que se puedan matar en un año o así no da para mucho ni contando a los viejos que se dejen sacrificar, debemos comenzar a escarbar en las cunetas de todo el país para ver cuantas calaveras encontramos, pero, sobre todo, que sean de los enterrados por los franquistas, mucho cuidado, no vayamos a ocuparnos ahora con la lata esa de Paracuellos del Jarama, ni a contar los despeñados por el faro de mi tierra, Santander, ni los muertos de Madrid ni de otros lugares sin importancia, no.
Cuando sepamos cuantos son, la España de la pandereta ya casi olvidada, se va a tornar en la España trágica de verdad, no como la que describieron por intereses políticos los autores que se inventaron la Leyenda Negra. Van a ver quien es este Zapatero a la hora de amontonar cadáveres. Ni Hitler, ni Stalin ni Nerón siquiera se le podrá comparar.
martes, 9 de septiembre de 2008
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