domingo, 19 de octubre de 2008

LA PÉRDIDA DE ESPAÑA Y SUS CONSECUENCIAS

Trataba yo el otro día de las glorias y hazañas -militares sobre todo- de nuestra España, allá en los tiempos en que los siglos se llamaban de oro. Pero hay más que recordar si tratamos de nuestras grandezas y éxitos y es, precisamente, recordar el fundamento y sostén de todas ellas, el pensamiento que nos marcó la trayectoria de nuestra historia y el talante con que actuamos.

Hay que remontarse a siglos atrás y llegar hasta los tiempos de la "pérdida de España" como se consideró entonces -y ahora por supuesto- a la invasión y dominio musulmán.

En medio del desastre sufrido y como una consecuencia de él, surgió un tipo de vida que llevó en los reinos cristianos reconquistadores a un concepto de lo social más moderno y adelantado que en el resto de Europa. ¿Cuál fue la causa? Su situación fronteriza en la que hacían falta brazos que empuñaran las armas, los de todo el pueblo sin distingos ni superioridades y, como consecuencia, la imposibilidad del señorío exigente de pechos y exagerados vasallajes. Hasta tal punto fue así que incluso en los territorios de los que se iban alejando las fronteras por los avances cristianos, los señores nunca fueron feudales como en el resto de Europa, sino que se cuidaban bien de que su pueblo no prefiriera la mayor liberalidad de las fronteras a pesar de sus peligros.

Esto nos llevó a que fuera en España donde comenzara a acrecentarse el principio de la libertad, tanto personal como política y como una respuesta a esto donde apareciera la primera especie de código en que se tomaran en cuenta los deberes y también los derechos de todos. Me refiero a Las Partidas del rey Alfonso el Sabio.

Con ello se desembocó en un siglo XV en que los Vitorias y los Sotos y hasta Las Casas brillaran gracias a la libertad política existente y a que se diferenciara, porque finiquitaba el concepto teocrático, lo natural de lo sobrenatural. Hasta tal punto fue así que el Padre Las Casas pudo publicar en la misma Sevilla sus verdades y sus exageraciones de su "Brevísima relación de la destrucción de las Indias". Y como otro fruto sorprendente para la época, la aparición de las Leyes de Indias, en donde los derechos del hombre se reconocen sin hacer diferencias con los pueblos primitivos.

Así fue la España de entonces, cuando el sol no se ponía en sus dominios, todo obra del pueblo que acostumbrado a la vida frinteriza de la Reconquista, siguió por esos mundos de Dios ampliándolas.

Se ha dicho algo así como que en España lo que no hace el pueblo se queda sin hacer. Y en esas épocas el pueblo cumplió y bien que lo hizo. Y nosotros nos enorgullecemos con ello.

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