Al decir garzón podemos referirnos simplemente a un joven, a un mancebo, incluso a un ave ciconiforme, especie de garceta según explica el diccionario. Pero no, ahora queremos fijarnos sólo en un juez que no es un juez cualquiera sino un juez de altos vuelos, quizá como el ave ciconiforme citada. Porque ese juez pretendió, superados digo yo, los diarios problemas de casa, atrapar para darle su merecido al dictador Pinochet, el chileno ese protegido por Margaret para los amigos, la inglesa más conocida por la "Dama de hierro". No lo consiguió claro, como tampoco capturar a otros delincuentes políticos esparcidos por las lejanías de esos mundos de Dios.
Por eso ahora, ante tanto fracaso, reflexionando, se centra en lo de aquí y pide, porque hay que alejar todo posible peligro, el certificado de defunción de otro dictador más nuestro, de Franco. No vaya a ser que no esté muerto como dicen y aparezca por cualquier rincón y nos ponga firmes de nuevo para cantar "Prietas las filas".
A mi eso de cantar no me importa, yo me sé muy bien todas esas canciones, las de los dos bandos: "Si supieran los curas y frailes la paliza que les vamos a dar...", muy elevada ésta como ven. O "Prietas las filas, recias, marciales, nuestra escuadras van, cara la mañana que nos promete Patria, justicia y pan..." Pan sólo eso sí y ya saben, pan con pan comida de tontos. De tan tontos como nos vamos a volver todos si seguimos por ese camino que nos trae la garzonada, que también pretende saber si hay por ahí algún falangista al que endilgar alguna acusación de muertes y otras atrocidades. Con lo fácil que lo tiene para entretenerse con lo de Paracuellos, donde los muertos contabilizados se cuentan por miles y de los que podría dar cuenta y razón alguno que no es que pasara por ahí, sino que estaba aposentado en un buen sillón en aquellos trágicos días y, al menos, algún grito de terror le llegaría, digo yo.
Pero Garzón va a lo suyo, a lo que le gusta, a lo que le mola como dicen los garzones actuales, es decir, los jóvenes del momento. Quiere contabilizar una por una todas las atrocidades, que no son pocas, que cometieron los insurrectos. Las de los otros que tampoco son pocas, no cuentan. Las de los curas sacrificados ahora que el Papa pretenden santificar a otros cuantos cientos más, no tiene importancia; los numerosos "paseos" que acababan con un tiro en el corazón frente a cualquier tapia del camino, tampoco; los muertos en "El barco", cárcel improvisada en el centro de la bahía de mi tierra, tampoco. Esos no cuentan porque esos asesinatos se ejecutaron en los feudos regidos por los partidos de izquierdas encuadrados dentro del Frente Popular.
Po todo ello, llega el momento de pedir respeto, seriedad y equilibrio, porque lejos de nosotros ya gracias a Dios, la "dialéctica de los puños" no nos lleven ahora con todas esas elucubraciones innecesarias y superadas, a resucitar la dialéctica del odio, de las dos Españas.
Vivamos en paz y dejemos al pasado, tan triste, a la Historia para ser estudiada sin parcialidad alguna y para aprender de ella.
Llegado a este punto y dicho lo dicho, yo, ahora, para olvidar tanta insensated, me alejo más aún de Garzón el juez y, en su otra acepción, me deleito con el garzón ave que, por lo visto es de un blanco puro y luce un largo penacho en la cabeza. Una preciosidad, qué diferencia.
sábado, 18 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario