sábado, 4 de octubre de 2008

LA BANCA MENDICANTE

Los bancos se tambalean, algunos al menos. Los bancos que han ido llenando sus arcas a costa de los indefensos mortales que deambulan por este mundo donde, entre otras incuestionables verdades, aparece clarísima la del que el pez grande se come al chico. Y ellos, los bancos, con toda clase de artimañas se han convertido en los peces más grandes. Y ahora, empachados, quizá notan los efectos de sus exageraciones, de su glotonería insaciable. Por lo que necesitan o necesitarán probablemente por desgracia, ayuda para sobrevivir y continuar manteniendo en pie el artificio creado en el que todos hacemos equilibrios para, al menos, seguir palpitando.

Pues habrá que hacerlo, habrá que ayudarlos, echar una mano a esos peces tan gordos, depredadores como pocos. ¿Quien lo hará, el Estado con el dinero de los contribuyentes, es decir, de los peces más pequeños, sus víctimas indefensas?. No parece justo.

Pero es que si no se hace, se derrumba el tinglado este en el que nos sostenemos y ¿a donde vamos? ¿Qué otro tinglado nos inventamos?

Existe otra fórmula, la de acabar con todas las libertades y convertir al Estado un deforme e incapaz gigantón que controle todo. Es decir, caminar hacia el socialismo tan fracasado siempre.

La experiencia nos dice que no debe ser ese el camino a seguir. Quizá como alguien ha apuntado aquí cerca, lo conveniente sea brindar a las tambaleantes entidades bancarias la ayuda estatal, única posible, pero en unas condiciones que podemos llamar condiciones bancarias, las mismas que ellos han impuesto en sus préstamos al ciudadano necesitado; necesitado, pero siempre con garantías suficientes.

Y habrá una ganancia que debería beneficiar al contribuyente convertido, de esta forma, a través del Estado, en prestamista ocasional.

Así, superado el problema, todo volvería a la normalidad establecida, a esta normalidad quizá la única viable que hemos vivido desde que el liberalismo surgió y la implantó; pero que al hacerse exagerado ese sentido liberal/capitalista, llega a a poner más en evidencia una "ley de la selva" solapada con sonrisas y buenos modales, inevitable acaso por ser la ley que impone la Naturaleza para sobrevivir. Para que sobrevivan los más fuertes que es lo que importa para conseguir la supervivencia de las especies. ¡Qué le vamos a hacer!

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