Pequeña Venecia, Venezuela, el país reo del bolívar y de Bolívar y hoy del socialismo bolivariano que la lleva a ser "cubanizada", es decir depauperada social y económicamente a ojos vistas, nació con la maldición del dinero. Los Welser y Ehinger, en España nombrados Alfinger, de quien tanto Carlos V echó mano para conseguir fondos para sus campañas, consiguieron, por esos préstamos concedidos, que la prohibición existente para los extranjeros de pasar a las recién descubiertas tierras americanas fuera en su caso anulada. Y hay más, Ehinger y Sailer, por esos mismos "méritos" serían nombrados, exactamente el 27 de marzo de 1528, nada menos que gobernadores de Venezuela. Su mal gobierno en pos de la ganancia -eran banqueros- y hasta su crueldad -eran banqueros- fue notoria. Las Leyes de Indias estaban en su caso para conculcarlas. Pero Venezuela, superada esa etapa que duró 18 años, comenzó con Juan de Villegas la verdadera colonización. Nació rica y cuando España la dejó, lo era. Próspera sin necesidad del petróleo. Ahora es pobre, empobrecida, con petróleo y todo. Por su trayectoria. Los pudientes hasta las camisas se las compraban en Miami o Nueva York y los más ricos lo eran sacando a espuertas los dineros del país para colocarlos en lugares seguros. Nació la tribu de los "tabarato", mientras las colinas que rodean Caracas se llenaban de ranchitos -chabolas- que la ahogan. Pero Venezuela seguía risueña con sus tragos y sus "pasapalos", sus whiskys y sus tapitas.
Ahora ya no. Venezuela tuvo la desgracia de que Bolívar, el Libertador, su libertador, el enemigo de Napoleón que pretendía sin embargo ser el napoleón de la Gran Colombia, quedara momificado en la memoria de tantos venezolanos como un dios. Ese mito y la riqueza que les proporciona el petróleo la llevó a la situación actual. Para el Libertador eran todos los elogios con objeto, sin duda, de crear un héroe que llenara el gran hueco que ahodaban al abandonar la verdadera historia y la tradición del país, olvidando el triste final de su héroe, pobre, enfermo y sólo en Santa Marta; el héroe que se endiosó él mismo y que fundara la República de Bolívar cambiando el nombre histórico del Alto Perú para implantar el suyo. Todo esto en un país que quería ser nuevo perdiendo la memoria de su realidad. Bolívar, el bolívar, moneda, en otro tiempo pujante hoy empobrecida como un símbolo de la decadencia del país en que el nuevo caudillo, Chávez, sin más mérito ni ideal que eternizarse en el poder, apoyado en otro otro invento, otro mito, el socialismo bolivariano, el socialismo que dice del siglo XXI copia al triste Castro que aún se tambalea en una Cuba también en otras épocas pujante.
Y así están las cosas en la tierra venezolana, donde el sueño de muchos españoles en sus horas prósperas la convertía en la meta de tantas ilusiones muchas veces conseguidas. La tierra venturosa de la humilde arepita, la arepita simple que se aristocratizaba con el queso de mano tan típico que la hacía más sabrosa. La tierra -hay que señalarlo- donde la "high life"(que así lo decían, en inglés), contrastaba tan llamativamente con el pueblo llano de la arepita, ese pueblo ahora engañado y que acaso ya ni a la humilde arepa pueda aspirar.
sábado, 6 de febrero de 2010
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