viernes, 28 de mayo de 2010

ALGUNOS HASTA APLAUDEN

Que las verdades escasean, se comprueba fácilmente. Pensaba yo el otro día en los distintos regímenes políticos que nos han zarandeado en los últimos tiempos y llegué a la conclusión de que su vigencia, en sus respectivos momentos, ha servido sobre todo para comprobar su fracaso. Sin ir más lejos la democracia por ejemplo tan cacareada, el menos malo de todos los sistemas políticos según se dice, resulta en la hora de ahora al menos, una negación de su propio concepto. Nacida allá en la Grecia clásica también con sus limitaciones todo hay que decirlo, al excluir a las mujeres, y a los esclavos por supuesto, y renacido con el liberalismo, nos llega en la actualidad con un calificativo que la condiciona y limita. Ahora es una democracia representativa, al fin no más que una ficción por la que el ciudadano se priva de intervenir en la organización de su entorno y queda a la espera de las órdenes del elegido, casi siempre en la práctica, un enfatuado personaje que siempre barre para casa e impone sus órdenes que casi nunca se parecen a lo que prometió para que fuera el preferido.

No hay solución a la vista, porque lo pasado fue peor. Fijémonos en el comunismo, el sistema que asoló medio mundo, pero que incomprensíblemente atrajo a pueblos enteros y a tantos intelectuales, y que todavía hoy permanece vigente en las desamuebladas cabezas de algunos. El mito inicial con el que nació, el de la comunidad de bienes, sirvió para que vía Marx con su ilusión de la dictaduara del proletariado, desembocara en el atroz comunismo ruso o en el chino, el de antes tan duro o el actual más disimulado, o llevara el desbarajuste a Cuba o terminara en el hermético y férreo de Corea del Norte.

Otro movimiento-solución acabaría con su iniciador colgado cabeza abajo por el pueblo que antes lo aclamaba. Me refiero al fascismo italiano que no se anduvo con hipocresías y se declaró dictatorial desde sus inicios en 1922 hasta 1945. La idea le nació Musolini en 1919. Había en Italia un descontento generalizado entre las clases medias y entre los campesinos y cierto ardor nacionalista. El fascio, haz de varas de álamo o abedul como emblema se impuso con facilidad y llegó el totalitarismo con un estilo que se extendería por Europa como algo nuevo y vigoroso, pero todo en exceso, en el fondo y en las formas tan exageradas.

En España se llamaría Falange, fundada por José Antonio y crecida entre los universitarios que adoptaban aires fascistas, empleaban la "dialéctica de los puños" y que al final acabaría mixtificada por la acción de Franco que la utilizó y la moldeó a su coinveniencia, hasta que apagó su influencia en la organización del Estado porque necesitó el buen hacer del Opus para levantar económicamente a España.

El lado peor de estos movimientos nacionalistas que surgieron desde Italia, se materializó con el socialismo alemán también denominado nazismo, triunfante a causa de la crisis de 1929 y abrazado por el pueblo ante la situación en que quedó Alemania después de la Guerra Europea. Hitler con su libro "Mi Lucha", recogía las ideas fascistas de Musolini, pero más acusadas, introduciendo el racismo y desembocando en un totalitarismo extremo que llevó, nada menos, a la Segunda Guerra Mundial.

Con lo que, señores, como ven no hay remedio a la vista, así que ante las duras soluciones que se han inventado para allanar los problemas de la sociedad, el comunismo por un lado y el fascismo por el otro, dos extremos que se igualan en lo concerniente a su dureza, no me queda más remedio que resignarme con lo que me toca hoy, este sistema que se finge del pueblo, ("demos", pueblo) y que constituye la gran mentira que tantos tragan. Y que algunos hasta la aplauden.

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