sábado, 29 de mayo de 2010

LA VERDAD SABIDA

Me abracé a mi cayado para sentirme y seguir recibiendo al tiempo que llega disfrazado de días por influjo del sol. Días que para distinguirlos los hemos bautizado: hoy es lunes en honor a la luna, mañana martes por aquel dios romano de la guerra, miércoles por Mercurio... y así en un rosario de tantos soles que alternan con las lunas que crecen y decrecen hasta desapaparecer, sin duda para que podamos añorarlas como una novedad esperada. Todo ello con la cierta presencia de los recuerdos como realidad única que forma nuestra personalidad y que ha ido dejando sus huellas que se pierden, unas en la lejanía junto a otras tan presentes que hasta duelen o alegran y a las que tendemos la mano para sentirlas, para atraerlas aunque apenas podemos rozarlas, porque esas huellas nuestras son, ya, los otros que también tienen que abrazarse a su propio cayado para esperar y sentir la brisa de su tiempo disfrazado de los días que les amanecen de continuo.

Y allá, más allá del sol, el Sol de la Verdad contemplándolo todo y esperando.

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