jueves, 13 de mayo de 2010

DE LA CONTEMPLACIÓN Y EL DESCANSO

He decidido retirarme a la vida contemplativa por algún tiempo. No a la que frecuentan las monjas que eligen esa vida quieta y como ausente que se enfoca hacia las alturas insondables de la fe, no. En mi caso es más bien un intento de huir por un tiempito del mundanal ruido que se observa en esta España mía, en esta España nuestra, presa ahora de ese que dicen Zapatero y que ni siquiera zapatero es, porque está abonado a la negación de la verdad y a refugiarse únicamente en lo aparente, lo irreal, lo ilusorio, lo inexistente. Hasta que vino el tío Paco con la rebaja en forma de Markel y Obama y le obligaron a entar por el aro y con él a España entera, por el aro de la subordinación a lo del exterior, tras haber despreciado como solución de tanto entuerto, una hechura adecuada a la española que, además, hubiera salvado nuestra honrilla y hasta nuestra soberanía ahora tan vigilada.

Por eso me vine aquí a este retiro solitario que, para mi recreo me recibe con un horizonte de nubes blancas y con tanta quietud, que esas nubes tan bien perfiladas, parecen descansar sobre un mar muy azul ahora, más que el mismo cielo. Pero, claro, una cosa es el escenario y otra la función que oscilando según el momento entre la comedia o el drama, sin llegar a la tragedia, gracias a Dios, se pasea por la cabeza de uno. Porque cuesta olvidar lo dejado atrás, ese agrio mundanal ruído del que uno quiere alejarse. Y para ello intento refugiarme en la nada como un antídoto, aunque observo enseguida que la nada no es la medicina adecuada. La nada es demasiado, es la negación de todo que dicen los filósofos, la negación del ser nada menos y tampoco voy a ir tan lejos. Entonces doy un viraje y me refugio en la esencia cristiana de la que uno arranca y la actividad que se desprende de esa nada, acaba con la quietud que busco, ya que la nada es todo, es lo principal, el principio de lo creado ya que Dios la eligio para la creación. De la nada salimos, yo y esas nubes blancas tan bonitas que las miro y parecen no darse cuenta.

Y en esas estoy, queriendo disfrutar por un tiempo de la vida contemplativa que me debe proporcionar, según dicen, la tranquilidad tan deseada. Y comienzo a contemplar pues, y a meditar que eso hacen también las monjas. Y medito y medito hasta que Morfeo, de pronto, me llama y me transporta al mundo de los sueños donde de verdad descanso que es de lo que se trata. Qué fácil, estas monjas saben mucho.

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