Recordaba viendo estos días la cara de Evo Morales, el boliviano otra vez aquí entre nosotros, el mismo que nos confesó con orgullo, y no es para menos pienso, que él era indio lo que ya sabíamos con sólo mirarle, y al observar como, desde su cargo de presidente de Bolivia, y con la carga ideológica tan rompedora que exhibe y tan claramente reivindicativa y a veces, digámoslo, ofensiva para nosotros los españoles, recordaba yo decía, una batalla, la de Ayacucho, allá en su tierra que fue como la puntilla con la que nos obligaron a salir del continente americano. Y lo recordaba precisamente al ver su cara de indio porque se me hizo casi actualidad la tal batalla que se entabló, nada menos, en 1824. Un ejército, el realista, contra otro de los partidarios de la emancipación de España. Los defensores de la Monarquía española fueron ampliamente derrotados. Y ese ejército lo componían unos 8.500 bolivianos, indios en su mayoría, y tan sólo unos 500 españoles de la Península, con lo que el enfrentamiento armado podía muy bien calificarse de contienda civil. Y si analizamos los primeros movimientos de tendencia política que en América se iniciaron, se comprueba que no fueron originados por una afán de separación, aunque luego acabaran trayendo la independencia de aquellas tierras. Y Evo y los demás evos, lo deberían tener en cuenta para enjuiciar cabalmente todo el proceso histórico que les llevó a la situación actual de nuestros días que tanto lamentan, ya que nosotros se lo dejamos todo cuidado y ordenado, muy listo para que prosiguiera el progreso de sus bien trazadas ciudades, de sus campos en plena producción, de sus minas...
Ahora se cumplen los 200 años de la iniciación de aquellos acontecimientos. España ardía con la invasión francesa y se esforzaba en recuperar su independencia, mientras que en las Españas de más allá del Occéano, se agigantaba el temor. Napoleón era despreciado y temido también en aquellas orillas. Se observaba la situación europea y las posibles apetencias expansivas del Emperador. Había que organizarse para evitar lo que tanto temían. España se esforzaba levantada en armas y los españoles americanos, también con ardor defensivo, organizaron unas juntas que sirvieran para gobernarse ante el temor de que Francia aspirase a cruzar el Atlántico. Esas juntas defendían los derechos de su rey Fernando VII, exactamente como acontecía aquí en la Península.
Bien es verdad que luego, expulsados los franceses, la calimitosa, vergonzosa y tan perjudicial actitud de ese rey, el Deseado como se le calificó, que tantos desajustes, trastornos, luchas y desilusiones esparció por España, llevó también a que aquellas juntas creadas para defender sus derechos en América, se inclinaran hacia los conocidos movimientos de emancipación que pueden considerarse como una defensa lógica ante la situación triste a que nos llevó Fernando VII. Un ejemplo lo tenemos en el general San Martín, argentino, del Real Seminario de Nobles de Madrid y héroe en España en varias batallas, la de Bailén entre otras y en América, su tierra, en las de emancipación. Todo ello avivado por supuesto también, por las ideas filosófico-políticas que hacían vibrar asimismo a tantos europeos.
Habría que explicarle a ese Evo Morales que airea como un eco las ideológías que ensombrecen hoy, cada vez más, a tantos países de aquella orilla (recordemos a Chávez, a Castro desde luego y a otros que oscilan entre un Pinto y Valdemnoro político tan confuso) que sus compatriotas del pasado, tan indios como él, casi en su totalidad defendíeron hasta el final la españolidad de sus tierras y peleaban encuadrados en las filas reales, en aquella especie de guerra civil que se entabló y acabó en Ayacucho como decíamos. Hubo sí personajes cuya actitud lamentable y excesiva, la de Bolívar, por ejemplo, soldado que se enfrentó a su bandera con un odio que esparció entre sus seguidores y que ahora recoge un Chávez con claras aspiraciones a conseguir un caudillismo quizá similar al que intentó Bolívar, personaje al que trata de mitificar aún más ocultando la gran oposición armada que encontró el llamado Libertador entre las poblaciones indígenas de tantas zonas. Su triste final, abandonado, solo, viejo a pesar de su poca edad y enfermo, hasta morir en Santa Marta, no debería ser olvidado por el tal Chávez y sus imitadores.
Evo Morales, presidente electo de Bolivia es indio, sí y presume de ello dijimos, hace bien, pero me pregunto: ¿será él, acaso, descendiente de aquellos que no deseaban que los "libertara" el llamado Libertador y que se resistían hasta con las armas? No hay peor cosa que como pueblo negarse a sí mismos y buscar una personalidad inexistente sin atender o despreciando la propia historia. Los Bolívar y los que le han mitificado lo hacen. Bolívar dijo, más o menos, que un español por el hecho de serlo es siempre culpable, y un americano aunque sea culpable no lo es o algo muy por el estilo. Con frases como estas poco podemos esperar.
A pesar de todo, digamos esperanzados por último, que junto con el idioma y las costumbres comunes que tenemos, esos Evos Morales, aunque sean tan indios como presumen, se les reconoce en seguida como a alguien de la familia y si surgen diferencias y encontronazos, hay que dejarlas tan sólo, como las calificaba don José Zorrilla cuando estuvo en Méjico, en meras "riñas de familia". Conviene hacerlo.
La Historia nos ayuda a ver la realidad más claramente y muchos cuando se sinceran la ponen de manifiesto, tal Cristina Fernández, presidenta de la República Argentina,y ya que estamos con la Historia puntualicemos, de la antigua Gobernación del Río de la Plata, en el Virreinato del Perú que sorprendentemente nos estampó a la cara ciertas críticas a una institución nuestra como si de algo suyo se tratara, lo que no fue bonito. O cuando por el contrario, tan amablemente recordó en su discurso aquí en Madrid, en nombre de los demás presidentes hispanoamericanos a don Juan Carlos aún convaleciente, dijo: "Su Majestad ha sabido construir vínculos muy fuertes con todos nosotros y realmente lo sentimos un Rey muy próximo". Lo que digo, de la familia.
jueves, 20 de mayo de 2010
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1 comentario:
Según lo que dices, Zorrilla podía tener razón. Son "riñas de familia" muchas veces las que se entablan entre los países americanos y España. La Presidenta argentina lo ha vuelto a demostrar ahora ahora en la conmemoración de los 200 años de la independencia: Ha resaltado con cierta alegría la ausencia de algún representante dela Familia Real. Al fin de cuentas el mismo gesto antipático al que se observa tantas veces en las mejores familias. Pero no pudo dejar de nombrarla con lo que demostró el parentesco existente.
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