sábado, 14 de junio de 2008

SANTANDER, LA MONTAÑA, CANTABRIA

"Santander que bello es". En eso todos estamos de acuerdo con la canción, porque seguramente seamos los santanderinos entre todos los españoles, de los que con más asiduidad, casi cotidianamente según observo al llegar, disfrutan y se pasman de esa belleza perenne e indiscutible de nuestra tierra. Una tierra, todo hay que decirlo, que, a veces, no ha sido bien localizada o reconocida por los de fuera. Expliquémonos: hasta que se institucionalizó el nombre de Cantabria y se llegó a la autonomía provincial, La Montaña entera y nosostros los montañeses, apareciamos, a veces, un poco difuminados como realidad geográfica y humana para muchos españoles.

Ya en 1865 decía Gregorio Lasaga Larreta que, debido a que la región montañesa a través de los siglos ha sido denominada de diversos modos o bien por quedar oculta dentro del reino de Castilla al que tuvo la suerte de pertenecer desde su nacimiento, en ocasiones a lo largo de la Historia, resultó difícil distinguir a los montañeses, a los que se confundía con sus vecinos, lo que resultó, tantas veces, un perjuicio grave. Tal, sirva de ejemplo, el caso del santoñés Juan de la Cosa, a veces tenido por vizcaino incluso por algunos historiadores.

Para ahondar un poco más en esa supuesta indefinición del pasado, Fresnedo, el polígrafo santanderino, allá por 1920, trató de demostrar que La Montaña no era toda la provincia de Santander, que "las cuencas del Besaya, Saja, Nansa y Deva, la costa desde la bahía de Santander al occidente, Castro, Laredo y Santoña", quedaban fuera de esa denominación.

Sea o no cierto, digamos antes antes de nada que montañeses nos hemos considerado todos, que es lo que vale, y que hemos llenado tal enominación de entrañable cariño al que la nostalgia se acogía -se acoge- cuando por esos mundos de Dios nos acordamos de La Tierruca.

Pero hay más, parece ser que cuando se dividió España por provincias con una idea sobre todo administrativa, hubo ciertas dudas sobre si bautizar a nuestra tierra oficialmente como provincia de Santander, de La Montaña o de Cantabria. Y dicen que fue la precipitación de un funcionario de segunda o tercera fila en el Departamento correspondiente de Madrid, el que, sin preguntar más, con cierto atolondramiento, escribió Provincia de Santander con lo que se quedó así oficialmente establecido.

Pero ahora ya nos llamamos cántabros al haber valorado más al elegir nombre, los remotos orígenes de ese pueblo prehistórico que, más o menos, ocupaba los parajes de nuestra autonomía y que tan ferozmente se defendió de la Roma invasora; aunque, parece, que con la victoria definitiva de Augusto, se inició la diáspora de los cántabos, unos yendo hacia el Ebro, otros hasta casi el Duero, es decir, abandonando la región. Pero a pesar de todo se ha preferido antes que el abolengo que surge con el curso de la Historia que nos llevó a ser los castellanos que habitaban la nombrada Montaña de Burgos. Fijémonos, sin embargo, en que según dicen, casi un tercio de la población preferiría volver a ser castellana, pues no hay que olvidar que aparte de las siempre supuestas ventajas de esa unión, la participación de nuestra tierra y de nuestros hombres en las glorias de Castilla fue constante y, a veces, decisiva. La historia de Castilla es nuestra historia. Lo anterior casi fue prehistória, es decir, casi siempre niebla que impide ver con claridad la realidad que fue.

En fin, opiniones aparte, todo esto lo saben -espero- muy bien los actuales cántabros, nuestra denominación más antigua y también entrañable que nos sirve para, definitivamente definirnos frente a nuestro vecinos con la personalidad propia que tenemos y para que no seamos confundidos con los del entorno como ya se lamentaba Lasaga Larreta en el siglo antepasado.

Cántabros somos con una historia irrenunciable (castellana en su mayor parte) y un futuro por delante que hay que construir, (unidos o separados de Castilla), mientras disfrutamos de la belleza de nuestra región -Santander que bello es- y nos mostramos solidarios con nuestro vecinos, compatriotas nuestros.

4 comentarios:

Cami dijo...

Si Ud. me lo permite tomaré prestada esta crónica con el fin de ilustrar un blog sobre Santander.
Eso si reseñando su autoría.

Anónimo dijo...

He quedadado muy honrado de que Cami arribara a mi humilde Roca y me alegra que le sirva de algo lo que en ella encontro.

Anónimo dijo...

Soy Augusto, no el romano ni Pinochet que ya no están. Soy un santanderino viejo que antes fue montañés y castellano y ahora sólo cántabro por decisión de no sé quien que exsto es, por lo visto la democracia.
Sus puntualizaciones son estupendas y habría que airearlas.

David Humara Obregón dijo...

En primer lugar, decir que el nombre de Provincia de Santander viene del siglo XIX. En 1822, la Diputación Provincial de Santander, solicitaba a las Cortes que el nombre de nuestra Provincia fuera Cantabria. La Montaña es otro apelativo que damos a nuestra tierra, muy entrañable, y que lamentablemente está en desuso.
Pero el genuino e histórico nombre para esta región es Cantabria. Nunca se perdió y podemos ostentear el privilegio de tener 2000 años de historia. Como dijo el político derechista y monárquico Santiago Fuentes Pila, "nosotros, los hijos de estas costas y montañas, somos y no queremos dejar de ser cántabros" (1923).